25 dic 2015

Una solución musulmana al terrorismo yihadista

 Una solución musulmana al terrorismo yihadista/José Ramón Tostón de la Calle, General de Brigada de la Guardia Civil (R)
ABC |24 de diciembre de 2015…
Este es un artículo nada original y nada convencional, pues la respuesta que se da como solución al terrorismo yihadista es una respuesta netamente musulmana. Desde hace años, las víctimas del terrorismo yihadista son miles en muchas partes del planeta. Pero el asesinato de las 129 víctimas en París el pasado 13 de noviembre parece haber hecho despertar a la humanidad un poco su conciencia, en Oriente y en Occidente. Para esbozar esa solución al terrorismo yihadista quisiera citar a tres personas que han sido musulmanas –Fátima Mernissi, Ayaan Hirsi Ali y Mario Joseph (Soilaiman)– y que con sus vidas y sus ideas muestran un camino de enorme esperanza.

Fátima Mernissi, fallecida a los 75 años el pasado 30 de noviembre, escritora, socióloga y profesora de nacionalidad marroquí, premio Principe de Asturias de las Letras, tuvo la valentía de escribir sobre temas considerados tabúes en las sociedades musulmanas, como son la interpretación del Corán y la interpretación de los libros de tradición islámica.
Pero, lo más importante, Fátima Mernissi ya en 1992 tuvo la intuición de poner en el centro del debate el artículo 18 de la Carta de las Naciones Unidas en su libro «El miedo a la modernidad. Islam y democracia», una genial inspiración que si los estados musulmanes la hubiesen llevado gradualmente a la vida ordinaria de sus ciudadanos hubiese evitado mucho sufrimiento, muchas muertes y destrucción. La Carta de Naciones Unidas fue firmada en San Francisco el 26 de junio de 1945 por países musulmanes como Turquía, Irán, Líbano, Egipto, Siria y Arabia Saudí, y posteriormente por el resto de países musulmanes. Veintitrés años después, las palabras de Fátima Mernissi en el libro citado, desgraciadamente, se han visto cumplidas:
«Los Estados musulmanes que, desde la independencia, han manipulado los aparatos de educación de masas y de propaganda no los han puesto nunca al servicio de esta nueva idea del Estado laico, que el artículo 18 formula con tanta simplicidad». «No solo multiplicarán las enmiendas para enmascarar cualquier conflicto entre la Carta y su interpretación autoritaria del islam, sino que, sobre todo, movilizarán los presupuestos nacionales para traicionar dicha Carta, prohibir por contraria al islam la libertad de opinión que aquella proclamaba e impedir al ciudadano familiarizarse, por medio de la participación democrática constante y regular, con sus reglas y mecanismos».
Ayaan Hirsi Ali, infatigable luchadora por los derechos de la mujer musulmana, nacida en 1969 en Somalia, diputada por unos años en el Parlamento holandés y actualmente ciudadana de Estados Unidos, ha arriesgado su vida y sigue arriesgándola, precisamente por conseguir esa libertad de opinión en las sociedades musulmanas que Fátima Mernissi expresa. Hirsi Ali, en su último libro, «Reformemos el islam», hace una propuesta clarividente que supondría una auténtica «primavera» en las sociedades musulmanas y que puede resumirse en su afiormación de que «hay que reformar el islam para que desaparezca el terrorismo».
Mario Joseph (originalmente llamado Sulaiman), ciudadano indio, creció en el seno de una familia musulmana y a los dieciocho años fue reconocido como imán. Como experto en la doctrina islámica, dominaba los 140 capítulos del Corán, pero a la vez descubrió en sus versos que Jesucristo era citado más de veinte veces y que su madrem María, la única mujer mencionada en el Corán, ocupaba todo el capítulo 19. La apasionante historia de su experiencia hacia la «libertad interior», con el riesgo gravísimo de su propia vida, la ha descrito en el libro «Encontré a Cristo en el Corán».
Es muy significativo que la intuición de una mujer musulmana que muere en su fe, la de otra mujer musulmana que llega al ateísmo y la de un varón musulmán convertido al cristianismo converjan en que el derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión, concretado en el artículo 18 de la Carta de Naciones Unidas, sea una de las claves en el futuro de las sociedades musulmanas y, por extensión, de toda la humanidad. Además de la acción militar, policial y económica, en la lucha contra el terrorismo yihadista se necesita que los grupos extremistas y yihadistas no tengan la coartada de la religión para imponer por el crimen, la violencia o la amenaza su visión totalitaria de la existencia.
Qué gran homenaje a las miles de víctimas del terrorismo yihadista, si las naciones que forman el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas aprobaran una Resolución para que ese viejo y nítido artículo 18 de la Carta sea realmente efectivo en las constituciones y legislaciones de todos los países miembros de las Naciones Unidas.


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