El
verdadero sentido de la Navidad/Manuel Mandianes es antropólogo del CSIC, teólogo y escritor.
El
Mundo | 24 de diciembre de 2015
Es
interesante tratar de recuperar la auténtica persona de Jesús, lo esencial de
su mensaje y lo mejor de su impacto histórico porque, a pesar de que no dejó
escrita ni una sola línea, ninguna figura histórica ha ejercido una influencia
mayor ni igual en la Historia de la humanidad. Muchas veces se ha presentado a
Jesús como un personaje intemporal, un alma somnolienta sin recovecos y sin
goces, sin deseos ni pasiones, como algo museístico, como un buey manso que
cumplía cabalmente con sus obligaciones, como alguien que nunca disfrutó de la
osadía de un joven porque siempre encarnó los sueños de la vejez: casi un
fetiche.
Modernamente
se conoce cada día mejor la persona de Jesús gracias a la historia, a la
arqueología y la antropología cultural y social que sitúan a Jesús en una
circunstancia determinada, en una sociedad de tradición oral que cultivaba la
memoria. Es de suponer que aprendió el oficio de su padre, carpintero, pero
todo indica que pronto levantó vuelo, abandonó el nido familiar y acudió a la
llamada de Juan Bautista, un profeta que había desencadenado un movimiento de
conversión en vista de una pronta y definitiva venida de Dios, hecho que
empalma la vida de Jesús con la tradición profética de su tiempo. Su relación
con aquél fue determinante para su experiencia religiosa. Se separó de su
maestro y salió a recorrer los caminos de Galilea a la procura de gentes para
anunciarle la proximidad de Reino de Dios. Eliminando todo aspecto escatológico
y futurista de su predicación, algunos autores han presentado equivocadamente a
Jesús como un sabio antisistema y contracultural. Pero tampoco es un
apocalíptico iluminado que vive bajo la premura de una catástrofe inminente,
como pretendieron demostrar algunos otros.
Jesús
fue un judío fiel cumplidor de la ley y radicaliza algunos aspectos de la misma
aunque, al mismo tiempo, relativiza algunos preceptos rituales, concretamente
los que se referían al sábado -«el hombre es más importante que el sábado»-, y
a las normas de pureza. Sobre todas las normas y sobre todos los rituales está
el amor al prójimo (Mc 12, 28-31). Sin evadirse de la sociedad, quien acepta
las normas del Reino de Dios danza siempre en el filo de la navaja. «Los
últimos serán los primeros»; «El hijo del hombre no vino a ser servido sino a
servir». El dinero ya no es señal de bendición divina como lo consideraba la
teología rabínica sino, todo lo contrario, será el mayor impedimento para
entrar en el Reino de los Cielos.
A
pesar de que algunos milagros narrados en los Evangelios son fruto e invención
de la imaginación popular, y otros amplificados y magnificados, es evidente que
una de las características de Jesús, que ayuda a explicar la atracción
irresistible que ejercía sobre quienes lo conocían, era la de curador y sanador
popular. «Una gran multitud, al oír lo que hacía, acudió a él» (Mc 3, 10).
Muchos estudiosos han interpretado como un desafío al orden social establecido
la liberación de muchos de sus coterráneos de los espíritus inmundos que Jesús
lograba con su cariño y su capacidad de acogida. En nuestros días, los estudios
antropológicos sobre chamanes y curanderos pueden ayudar a entender la
literatura sobre los milagros de Jesús.
A
pesar de que entre las multitudes el concepto de Reino de Dios suscitaba resistencia,
al mismo tiempo que esperanza, Jesús obtuvo un enorme eco en Galilea y luego en
Jerusalén. Las multitudes se sentían atraídas por su extraordinaria
personalidad y por la autoridad de tipo carismático con la que hablaba. Entre
todos los seguidores, y haciéndose eco de la restauración de las 12 tribus de
Israel de las que habla el Antiguo Testamento, uno de los elementos más
constantes de la escatología judía, eligió a 12, los nombró discípulos y, más
tarde, los envió a difundir y a predicar por todo el mundo su Buena Nueva. La
coherencia de su vida y la nobleza de sus enseñanzas hacen que todos los
investigadores, creyentes o ateos, excluyan la posibilidad de que se trate de
un farsante.
Todas
las demás maneras de entender a Jesús, potenciadas por el éxito de la cultura
pop en nuestros días, están envenenadas por la condición efímera y la
caducidad. Muchas de esas imágenes de Jesús no son fruto de estudios
concienzudos sino de una fábrica de sueños como el cine. Hoy, Jesús hace parte
del universo desbordante de películas, revistas, escaparates y exposiciones,
medios con una enorme capacidad de contar y de adaptarse a los tiempos. Casi
todos tratan de presentarlo como un personaje anticonvencional que vino a
transformar las condiciones de la vida y de las mentalidades al servicio del
hombre nuevo. El mundo de nuestros días, que siente fascinación por lo mágico,
lo teatral y lo festivo, multiplica las imágenes de Jesús, como de cualquier
bien destinado al consumo comercial y emocional. Para mucha gente de hoy, Jesús
es una star system más del cielo de los famosos más famosos de la Historia.
En
esta cultura fragmentada y líquida se multiplican los mestizajes más diversos
que afectan también a la imagen de Jesús, que cambia a un ritmo vertiginoso
para responder a las demandas que llegan hasta él de diferentes lugares
geográficos y culturales. Hay grupos adictos a los cambios que se forjan una
imagen de Jesús para las diferentes situaciones y necesidades. Muchos están
preocupados por la estetización del mensaje de Jesús; como un producto de la
ética estética hipermoderna que tiene poco que ver con el mensaje de austeridad
y pobreza del Nazareno; se trata más bien de una comercialización a ultranza de
la figura de Jesús. El Jesús, familiar a miles de personas, es un producto de
la hibridación estética, de la moda y el marketing. El culto a lo nuevo y a la
expresión subjetiva remplazó a la revelación antológica.
Para
muchos, la Navidad es un tiempo de tristeza porque le recuerda y le hace vivir
con más intensidad las ausencias presentes de seres queridos. El hombre que no
asimila las ausencias de los seres queridos que el tiempo va labrando siempre
será un ser infantiloide, que dista mucho de ser un niño. La ausencia es un
vacío que sólo puede llenar el recuerdo. La Navidad es un memorial, una
referencia temporal que convierte en kairos, tiempo significativo, el kronos,
tiempo normal. Además de ser social y lúdico, el ser humano es ritual.
Originariamente, los regalos de Navidad significan la gratuidad del regalo que
recibimos del cielo. A algunos les molesta que estos días la gente se desee
felicidad, paz, amor, prosperidad. Aun en el caso de que fuera el único día del
año en que esto ocurriera, mejor sería algo que nada. Los niños viven esto sin
remilgos ni falsos razonamientos. Desgraciado del que no deja manifestarse,
expresarse al niño que lleva dentro.
Jesús
provoca una serie de preguntas a las que el antropólogo no puede contestar
desde la antropología ni desde la simple historia, aunque ambas puedan atisbar
indicios de que detrás de esta persona hay algo más que un simple hombre. ¿Se
oculta algo detrás de esta humanidad fascinante? Para muchas marcas, para
muchas multinacionales, para muchas instituciones, la estrella de la Navidad no
es Jesús sino aquellos ídolos sociales que vehiculan sus intereses. Los
creyentes confiesan una realidad que trasciende la Historia. La moderna
teología dice que fe es creer en una persona que se convierte en el modelo de
vida en la que se funden valores artísticos, sociales, filosóficos…, más que
una moral. Tradicionalmente, la fe en Jesús-Hombre-Dios estaba ligada a una
categoría hereditaria, a una herencia familiar y de comunidad; modernamente, es
más bien fruto de una decisión personal, de la fe individual. La fe en Jesús,
dicen los creyentes, ha de traducirse en un estilo de vida. El cristiano ha de
ser el agente promotor de una cultura de la caridad, la justicia y la
solidaridad, de la igualdad y la dignidad de las personas.
Los
que creen en el mensaje original de la Navidad no se resignan a huir con el
rabo entre piernas y dejar el campo libre a los que quieren hacer olvidar el
origen y significado de la Navidad. Seguiremos celebrando la Navidad, memorial
del nacimiento de Jesús, sin olvidar que el mundo cambia y que la manera de
actualizar los acontecimientos también debe cambiar.
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