Francisco pidió seguir su ejemplo y recordó que su misión es testimonio de la cercanía de Dios hacia los más pobres; en una ceremonia solemnne con bellísimos coros, pero blindada, marcada por ingentes medidas de seguridad, también asistieron al menos 15 jefes de Estado y de Gobierno, entre los cuales el primer ministro de la India y la Reina Sofía de España.
Nota de Elisabetta Piqué, corresponsal de LA NACION en Roma.
DOMINGO 04 DE SEPTIEMBRE DE 2016
ROMA.- En lo que representó un momento culminante del Jubileo de la
Misericordia, Francisco proclamó hoy santa a la Madre Teresa de Calcuta
(1910-1997), una de las figuras cristianas más reconocidas del siglo pasado,
auténtico ícono de la caridad y ejemplo de esa Iglesia en salida hacia las
periferias a la que llama el Papa.
"Su misión en las periferias de las ciudades y en las periferias
existenciales permanece en nuestros días como testimonio elocuente de la
cercanía de Dios hacia los más pobres entre los pobres", dijo el
Pontífice, que ante más de 100.000 personas recordó que la Madre Teresa de
Calcuta, fundadora de la Congregación de las Misioneras de la Caridad,
"hizo sentir su voz a los poderosos de la tierra, para que reconocieran
sus culpas ante los crímenes de la pobreza creada por ellos mismos".
"La misericordia ha sido para ella la «sal» que daba sabor a cada obra
suya, y la «luz» que iluminaba las tinieblas de los que no tenían ni siquiera
la´grimas para llorar su pobreza y sufrimiento", subrayó. Francisco, que
siempre admiró a la diminuta y fuerte madre Teresa, que en 1979 recibió el
premio Nobel de la Paz, evocó, además, su cruzada en contra del aborto:
"Se ha comprometido en la defensa de la vida proclamando incesantemente
que «el no nacido es el más débil, el más pequeño, el más pobre»".
En una misa solemne concelebrada por 2000 sacerdotes, 70 cardenales y 400
obispos y arzobispos de todo el mundo, el ex arzobispo de Buenos Aires también
llamó a las más de 100.000 personas presentes en la Plaza de San Pedro, entre
las cuales miles de voluntarios que celebraban su jubileo, a seguir su ejemplo.
"Hoy entrego esta emblemática figura de mujer y de consagrada a todo el
mundo del voluntariado: que ella sea vuestro modelo de santidad", dijo.
"Que esta incansable trabajadora de la misericordia nos ayude a comprender
cada vez más que nuestro único criterio de acción es el amor gratuito, libre de
toda ideología y de todo vínculo y derramado sobre todos sin distinción de
lengua, cultura, raza o religión", exhortó.
Mientras que la imagen de la Madre Teresa, vestida con su tradicional
sari blanco con borde celeste (los colores de la Virgen María) dominaba el
ambiente desde un tapiz colocado en el frente de la Basílica de San Pedro,
entre la multitud congregada en la plaza llamaban la atención las banderas de
la India -donde Gonxha Agnes Bojaxhiu vivió y murió para curar a los más pobres
entre los pobres-, y de Albania, su patria. Se destacaba, además, la presencia
en primera fila de un grupo de 1500 pobres que viven en casas que las
Misioneras de la Caridad tienen en Italia. Todos ellos disfrutaron, después de
la misa, de un almuerzo basado en pizza napolitana que les ofreció el Papa en
el atrio del aula Pablo VI, a través de su limosnero, el monseñor polaco Konrad
Krajewski.
En una ceremonia con bellísimos coros, pero blindada, marcada por
ingentes medidas de seguridad, también asistieron a la ceremonia solemne al
menos 15 jefes de Estado y de Gobierno, entre los cuales el primer ministro de
la India y la Reina Sofía de España. Debido al calor reinante, muchos se
protegían del sol debajo de paraguas.
La multitud estalló en un aplauso a las 10,41, cuando el Papa leyó, en
latín, la fórmula de canonización de la nueva santa. Lo hizo después de que el
coro de la Capilla Sixtina entonara litanías de los santos, luego de que el
cardenal Angelo Amato, prefecto de la Congregación para la Causa de los Santos,
leyera una breve biografía de la santa de los últimos.
En su sermón, el Papa reiteró que "no hay alternativa a la caridad:
quienes se ponen al servicio de los hermanos, aunque no lo sepan, son quienes
aman a Dios". "Dondequiera que haya una mano extendida que pide ayuda
para ponerse en pie, allí debe estar nuestra presencia y la presencia de la
Iglesia que sostiene y da esperanza", sentenció. Al exaltar la figura de
la Madre Teresa, "a quien tendremos dificultad en llamar santa y
seguiremos llamando Madre Teresa", admitió, el Papa evocó que la religiosa
amaba decir: «Tal vez no hablo su idioma, pero puedo sonreír». "Llevemos
en el corazón su sonrisa y entreguémosla a todos los que encontremos en nuestro
camino, especialmente a los que sufren. Abriremos así horizontes de alegría y
esperanza a toda esa humanidad desanimada y necesitada de comprensión y
ternura", exhortó. "Madre Teresa, a lo largo de toda su existencia,
ha sido una generosa dispensadora de la misericordia divina, poniéndose a
disposición de todos por medio de la acogida y la defensa de la vida humana,
tanto la no nacida como la abandonada y descartada. Se ha inclinado sobre las
personas desfallecidas, que mueren abandonadas al borde de las calles,
reconociendo la dignidad que Dios les había dado", también destacó.
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