Revista Proceso # 2136, 8 de octubre de 2017.
Caótico manejo de cadáveres/MARCELA TURATI
Las familias de las víctimas vivieron el purgatorio en la zona cero, al pie del monte de escombros del inmueble de Álvaro Obregón 286. Allí, además de lidiar con la angustia del contrarreloj y los latidos que se extinguen, fueron engañadas, ignoradas, invisibilizadas por los gobiernos federal y capitalino que negaban información… y los cuerpos. Varias personas –familiares de víctimas, rescatistas, tianguistas, voluntarios– narraron a Proceso esos días de muerte lenta. Estos son fragmentos de sus relatos.
Las lonas tapaban el cementerio en el que se convirtió el edificio de Álvaro Obregón 286: las losas encimadas unas sobre otras, como amargo pastel mil hojas, el hueco al que no se le ve columna vertebral, cascarón o estructura; el desfondamiento de los pisos y derrumbe de los techos donde quedaron atrapadas casi 80 personas; la mayoría empleadas en un despacho contable.
Los primeros dos días, 28 personas saldrían con vida. En una alargada agonía que duró semanas fueron rescatados 49 cadáveres. Ahora van saliendo también los testimonios.
Nos ocultaron el cuerpo
de mi hermana
Llamaron a mi papá a la carpa de atención a víctimas de la Policía Federal, y Braulio, el psicólogo de la procuraduría se acerca y dice: Ya tenemos identificada a tu hija Michelle y comienza a prepararlo para que cuando vea el cuerpo no lo toque. Una señora de Gendarmería tenía un papel con el nombre de ella anotado: Michelle Fernanda Castillo Rayón Piso 4 posible piso 2 escaleras. Pasaron unos minutos, estábamos esperando que nos dejaran verla, pero llega uno de Gendarmería y dice: No, no, hombre. Te mandamos llamar porque queríamos saber cómo estaba usted, cómo había amanecido. Mi papá se pone fuera de control, lo llevan con mi mamá. Yo insisto que por qué nos llamaron. Entonces Javier (Pérez Arciniega, de Gendarmería) me explica: Lo que pasa es que sí tenemos un cuerpo de una mujer pero no es tu hermana, ella está totalmente desfigurada, es imposible reconocerla. Le digo que si no está mutilada puedo reconocerla por los tatuajes que se hizo en la muñeca, de un diamante y un signo de infinito, la palabra amore. Ellos dicen que aunque el cuerpo tiene tatuajes y no está mutilada, no coincide, que la que sacaron tiene entre 45 y 50 años, y mi hermana, 23. Insisto, pero me dicen que si no estaba identificada no podría verla. Y Javier me sigue diciendo cosas ilógicas: Es una mujer grande que ni siquiera murió aquí, nos la trajo la Cruz Roja de Polanco. Así queda. Todos negaban que era Michelle. Preguntamos muchas veces. Eso ocurrió el viernes (22) a medio día. Nos la ocultaron hasta el lunes 25 a las 11 de la noche cuando la encontramos en el Semefo. (Susana Castillo, hermana de Michelle.)
¿Cómo que no hay vida?
Entre el 19 y el 21 fue el rescate de 28 personas con vida, después de esa fecha prácticamente se para, estuvo llueve y llueve y llueve, se frena la operación, no sólo la búsqueda y rescate, también la información, y creo que la veracidad. El 21 publican en la zona cero una lista de personas que rescatistas han identificado adentro, vivas, entre ellas Iván. Para nosotros era la alegría, jurábamos que el siguiente de los 28 sería mi hermano. La noche del 21 en la madrugada caminaba para calentarme y no dormirme y pasando por la carpa de médicos voluntarios escuché que la mujer que los comandaba dijo: Ya nos notificaron que ahí adentro no hay vida, sólo cadáveres. Hablaba de ellos como si fueran bisteces de res en una carnicería. Quedé helada. ¿Cómo que no hay vida si en todas las reuniones con el gobierno nos venían diciendo que había vida, que nos alegráramos, que llegaron los japoneses y los israelíes, y el ERUM y los topos nos decían que había vida, que iban a hacer maniobras? Pero tenía razón: no había vida. Mi hermano Iván es uno de los primeros cuerpos que sacan: el día 23, a las cinco de la mañana. No nos lo dieron ahí, el psicólogo que nos asignaron se llevó a mi hermano menor, el que tiene un soplo en el corazón, para que reconociera a Iván en el Semefo. Llegué corriendo. Hicimos la identificación. (Fabiola Colín, hermana de Iván Colín Fernández.)
No se daba información
No estaba yo en la oficina. El martes, cuando hablaba con mi jefe por teléfono, escuché los gritos, los ruidos. Llegué y vi el edificio caído y a los compañeros que alcanzaron a salir, como ocho, porque salieron por las escaleras de emergencia de atrás. Toda la losa se fue hacia abajo. El piso 4, completo, era del despacho. No había información, no se tenía certeza de cuánta gente había adentro y empezamos a hacer nuestras listas. Después empezaron a sacar cuerpos de la parte trasera y no se informó a los familiares: María Fernanda, mi amiga, estuvo ahí dos días sin saber que su papá estaba en el Semefo. Después se enteraron de que los estaban sacando por la parte trasera: entraba una camioneta blanca, se paraba enfrente de las puertas de las oficinas, ahí sacaban todo (ocultos), según esto para no alterar a todos los familiares, no asustarlos. Días después fue que se empezó a avisar a los familiares cuando salían.
Empezamos el sábado con los velorios de los compañeros. Hubo unos que, así como los entregaban, los enterraban; la mayoría fueron cremados, creo que 80% porque cuando se los entregaban les decían que se estaban descomponiendo, el olor era muy feo. La mayoría sufrió muerte instantánea, unos no porque se llegaron a conectar por whatsapp. (Lilian Bustos Ubaldo, contadora de Aguilera Contadores, de donde fueron la mayoría de las víctimas. Ella explica que firmaron acuerdo de confidencialidad sobre las cuentas que llevaban; se sabe que unas eran de gobiernos.)
No sé qué quiso tapar el gobierno
Los muertos los dejaban unos en el techo, ahí vi dos; otros, en el estacionamiento, vi como 10. A todos los sacaron por la parte de atrás, ahí los tenían, que “por órdenes”. No podía preguntar porque me bajaban. Me pidieron que cooperara para sacar a Michelle, la hija del señor Castillo. Yo no sabía que era ella, sólo decían que era “Castillo”. Cuando lo conocí le dije que a su hija la habíamos sacado el viernes; no sé cuántos días después se la dieron en el Semefo. Ni yo me explico qué quiso tapar el gobierno: si no eres militar o del gobierno no dejaban que vieras; a los civiles, que ni se acercaran. Siento que los días que estuve, tardaron, descansaban mucho, se paraba mucho el trabajo, tenía que haberse hecho más organizado. (Soldado que pidió el anonimato.)
El militar aventó un cadáver
Los marinos no nos dejaban acercarnos a la puerta de la mueblería (vecina del 286), que era donde olía. Cuando ingreso a poner polines de refuerzo había un pasillo y un área restringida; adentro, una puerta. Un marino decía que me fuera. Le pregunté ¿Qué pasa aquí? ¿Por qué preguntas? Porque aquí está mi cuñada atrapada. Me estuve metiendo a diario a la mueblería pero no dejaban pasar más allá. Vi cuando metieron unos bultos, una bolsa, pregunté ¿Qué es? y me dice Qué te importa, y me saca, y lo codeo. Nos decían que nada más nos dedicáramos a poner polines. Nunca daban razón de nada. Nos pidieron hacer camillas de madera que pusimos atrás del baño portátil (calle Cacahuamilpa). Los militares no nos dejaban pasar. De una casa de puerta negra con arcos sacaron un cuerpo envuelto en una manta, lo aventaron a una camioneta verde militar. Le dije: No te pases de listo, no es tu familiar, ¿por qué lo avientas? Me dijo: Retírate de aquí a tu área. Había 10 militares en ese sitio. (Alejandro Romero Rodríguez, tianguista y familiar quien fue voluntario de carpintería.)
No iban por mi esposa sino
por un español
Por ahí del día 4 o 5, a los rescatistas españoles les dieron el ingreso y les permitieron con los israelitas que tomaran el control de los rescates. Uno de los atrapados era un empresario español, Jorge Gómez Varo; iban por el español, no por mi esposa, y todas sus labores se centraron en el piso 2. No dejaron que los coreanos sacaran seis cuerpos que encontraron, sólo podían sacarlos los españoles de ese sector. No entiendo los acuerdos en lo oscurito ni los tratos privilegiados a los españoles. Personas que estaban colaborando con el ejército israelí decían que hubo retraso de actividades de rescate por la fuerza que tenían estos rescatistas españoles. Incluso los mismos japoneses al enterarse decidieron retirarse. No tenían juntas de coordinación de labores de rescate entre todos, los únicos que entraban con la gente del gobierno federal eran los españoles.
Los brigadistas decían que los cuerpos estaban en la mueblería. Por estos rumores se hizo un conato entre los familiares y Morgan, queríamos más información. Acordamos un procedimiento muy humano: que si tu familiar salía con vida, te decían si la habían llevado a un hospital, si estaba muerta la identificaban de manera rápida, limpiaban el cuerpo, te llamaban de manera personal, con una psicóloga acompañante. Un procedimiento lógico, muy humano. Mi esposa Carolina duró prácticamente siete días atrapada. Nadie me dijo cuando la rescataron y la llevaron al Semefo. Unos días antes Locatel me había llamado para decirme que estaba viva porque tomó una lista que estaba en redes sociales. Apenas ayer me mandaron llamar del área de atención a víctimas de la procuraduría, una Leticia Robles, y me pide que regrese al sitio. Cuando llego me dicen que tienen la pelvis de mi esposa. ¿Cómo, les digo, si a Carolina no le faltaba ni una uña? Estaba completa. ¿Cómo es posible que no lleven registros, procesos, procedimientos, sean tan ineptos? (Jorge Gómez Zamarripa esposo de Carolina Muñiz, muerta, madre de dos hijos.)
Conflicto entre rescatistas
extranjeros
Los rescatistas españoles se quejaban porque estaban muchos: israelíes, japoneses, americanos, panameños, les chocaba que le hubieran dado el mando al equipo israelí, que no sigue protocolos de certificaciones de Naciones Unidas y pone a los demás en problemas. Decían que por culpa de los israelíes no los dejaban acceder a los cuerpos de los sobrevivientes, porque había tres, cuatro personas con vida. Que se complicó mucho el rescate, acabaron tardando una eternidad. Sabía yo de las quejas de las familias por los cuerpos. Le pregunté a uno de los militares españoles y me dijo que aunque sepan que hay gente con vida y se puedan comunicar con ellos, no pueden decirlo abiertamente a las familias, por protocolos internos. Lo mismo decía del proceso de reconocimiento de los cuerpos: cuando sacan alguno no pueden andar notificando a todas las familias, lo llevan a una zona de identificación, no dicen nada, se ponen a hacer pruebas, supongo que en principio para ver si lo pueden reconocer para no estar alarmando a 50 familias cada vez que sale un cuerpo. (Manuel Gallego, español, amigo de Gómez Varo.)
Socorristas internacionales
frenados
Estuve apoyando en el ingreso de los rescatistas coreanos a Álvaro Obregón, que entonces era la única zona de desastre donde aún había víctimas; en todos los demás edificios se habían acabado. El gobierno se opuso al principio a que ingresaran. Se fueron un poco decepcionados: cuando detectaban cuerpos no les permitían sacarlos, decían que había un acuerdo entre el gobierno federal y los españoles para ser los únicos que extrajeran. No se fueron satisfechos, diría que se fueron hasta tristes. Los chilenos se fueron de ahí casi junto a japoneses e israelíes porque no les permitían rescatar, sólo podían decir en qué cuadrante y zona estaban pero no rescatarlos. Otra queja es que en el protocolo internacional se tienen juntas por las noches para planear, pero Protección Civil sólo convocaba a los españoles. (Tonatzin Cortés, radialista.)
No puedes hacer un desfile
de muertos
El ciudadano percibe que hay desorden, caos, porque no domina los aspectos profesionales de cómo debe reaccionar protección civil. Por protocolo, y no porque se le ocurra ocultar a la gente, en un edificio con 40 personas atrapadas se adapta un lugar para depositar los cuerpos para el proceso de acreditación, fotografía, peritaje, y posteriormente se establece una morgue o un lugar donde se puedan mantener. Mucho se hace en la zona. No se puede hacer un desfile de cuerpos o mostrarle: Este es su familiar; hay que tener respeto. En Álvaro Obregón las víctimas se trataron con respeto. Desconozco cuál es la costumbre, la cultura, pero se hicieron bien las cosas. (Francisco Lermanda, jefe de brigadistas chilenos.)
Ego sum qui sum; analista político, un soñador enamorado de la vida y aficionado a la poesía.
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