15 jun 2020

Este Presidente no es Presidente/Salvador Camarena

Este Presidente no es Presidente/Salvador Camarena
La Feria
salcamarena
El Financiero, 15 de junio
El Plan Nacional de Desarrollo no es un Plan Nacional de Desarrollo.
Las ruedas de prensa presidenciales no son tales: en ellas faltan periodistas y falta titular de Poder Ejecutivo federal.
Los números de los decesos en la pandemia cantados diariamente por Gatell son un chiste macabro que desprecia el dolor de miles de familias invisibilizadas.
Las múltiples y reiterativas cifras de dependencias oficiales sobre la marcha de la economía son reales, pero desde el mismo gobierno federal se desprecia la realidad al contarse el cuento de los 'otros datos'.
Y ahora frente al azote del Covid-19, el que está llamado a ser Presidente de todos los mexicanos anuncia no medidas extraordinarias y ajustadas a la gran mortandad y el consecuente daño económico por la cuarentena, sino un decálogo.

Un decálogo que no es legal, pero tampoco literario o inspirador.
Diez 'piensos' simplones, desarticulados, sin valor duradero. Frases sin rima, esencia, profundidad o pertinencia.
Si las dijera un pregonero, habría que pedirle que le echara más ganitas.
Que las diga el político con más votos en la historia reciente hace temer por la falta de tino, o bajo nivel de bateo, de quien antes logró definir las necesidades nacionales en cortos, pero poderosos, mensajes.
Una salida presidencial en falso en un momento crítico. Una más en esta coyuntura.
Una alocución divorciada de la grave situación creada por brotes regionales de contagios, multiplicación de muertos y, por si algo faltara, de la mortificación de aquellos que padecen la pérdida de empleos, la merma en sus ingresos.
Pero eso sí, el decálogo es una confirmación: este gobierno no es un gobierno. Es otra cosa, ni siquiera podemos señalar que sea un movimiento en el poder. Es un manojo de puntadas, de supuestas buenas intenciones, de frases reiterativas, de discursos sin gramaje para la posteridad.
El Presidente no quiere gobernar. Lo que pretende es una revolución. Así lo anunció varias veces, mas hoy lo confirma con demasiada frecuencia. Como el sábado, fecha en que lanza una proclama (eso es fácil, eso le gusta), en vez de anunciar medidas concretas y bien fundamentadas para aliviar, a los más posibles, los efectos de la crisis (eso no le gusta).
A ver, que me puse creativo, redacté un decálogo para remediar las preocupaciones de los mexicanos, traigan la cámara. Dónde les parece que me ponga a grabar el mensaje.
Y el decálogo surge, inopinadamente, pasto que sirve de comidilla en las redes sociales; palabras que nada construirán en medio de un desbarajuste nacional.
Encima, incluso si tomáramos el decálogo como una formulación aspiracional, una declaración de principios de esta administración, el listado cruje por su incongruencia: nos pide modestia quien pasó del departamento en Copilco a Palacio Nacional; pretende aire limpio quien irá a la historia como el impulsor, en la tercera década del siglo XXI, de energías fósiles en detrimento de las limpias; aboga por la comida sana sin atenerse a la realidad de decenas de millones de trabajadores que no se pueden dar el lujo de prescindir de baratos alimentos procesados; pide no ser clasistas quien para dividir a los mexicanos ha revivido y popularizado estigmas porfiristas, quien echa leña cada semana a la hoguera de los resentimientos en vez de trabajar por la unión.
El decálogo pudo ser un intento fallido en un sábado sin gloria. En cambio parece síntoma de dos cosas: la incapacidad para la contención, la poca voluntad de trabajar para la concreción.
Este político quiere ser un predicador. Un (chiqui) Moisés para toda ocasión. Un declamador de monólogos. Un actor que, para exasperar a sus críticos, su gran truco, según acaban de filtrar en un video, es hablar des-pa-ci-to. ¡Qué derroche de recursos!
Todo lo anterior, pero este Presidente no quiere ser Presidente de todos los mexicanos.
Si acaso de algunos, y para esos, en vez de creativas medidas para la emergencia, yo señores, les tengo no preguntas, no consultas, no negociaciones, no ideas, no diálogo, yo, que presido este país, les tengo un decálogo. Ahí les va… ¿O a poco tienen algo mejor qué hacer que oírme, a mí, el Presidente de los Estados Unidos Mexicanos, recomendarles se pongan a meditar?

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