13 mar 2008

Monseñor Chedrahui


Columna Archivos del poder/Martín Moreno
Publicado en Excelsior, 13/03/2008;
Político ortodoxo
Detrás de la resucitada discusión sobre el acceso de los ministros de culto a votar y ser votados en México, una figura decisiva impulsa el tema.
Se le halla bajo varias capas de nombres de políticos y empresarios.
Aliado eterno del poder y del dinero; gestor de favores políticos; amigo de pederastas y hombre de doble discurso, el arzobispo de la Iglesia ortodoxa antioqueña de México, Antonio Chedraoui Tannús, vive su ocaso, despreciado inclusive por aquellos a quienes un día sirvió.
Personaje de la Iglesia, cuyos feligreses se pueden contar con los dedos de las manos, ha combinado con maestría el poder divino con el poder político; enriquecido él y los suyos durante los años dorados del priismo y aun del panismo; cobijado bajo la sombra de una congregación que, en México, es sinónimo de influencia y servicios a quien pague mejor, Chedraoui encarna al ángel caído que, hoy, aletea desesperadamente para intentar levantar el vuelo.
Incondicional de los presidentes del PRI. Aplaudidor de los candidatos presidenciales en turno. Confidente de Marta Sahagún. Solapador de gobernadores. Socio de empresarios. Y hoy muy cercano al gobernador del Estado de México, Enrique Peña Nieto, a quien impulsa para 2012, Chedraoui ha sabido abrir las puertas de los poderosos de este país, siempre amparado por las relaciones de las que goza dentro de la política mexicana.
Adicto al poder bajo una plegaria hipócrita y convenenciera para él y su millonaria estirpe, Chedraoui ha llenado una de las páginas negras en la espinosa y oscura relación Iglesia-poder político.
Son incontables las quejas de la comunidad libanesa en México por la influencia que trata de ejercer Chedraoui en todo negocio que se presenta. Especialista en vender favores de poderoso a poderoso, exige “cuotas para la Iglesia”, siempre, por varios miles de dólares, a cambio de interceder en favor de quien esté dispuesto a pagar su precio.
Pero al decadente poderío político que hoy vive el arzobispo Chedraoui se suma la vergüenza: sus presuntas ligas con El rey de la mezclilla, Kamel Nacif —acusado de integrar una red de pederastas junto con Jean Succar Kuri—, en cuestiones relacionadas con el narcotráfico.
De acuerdo con el analista Alfredo Jalife (La Jornada de Oriente, marzo, 2006), las ligas de Kamel Nacif con el tráfico de drogas “se darían a través de su cuñado Elías Bechelani Bachur, quien es el presidente del Partido Popular Sirio, que en México es aliado de Antonio Chedraoui Tannús. Pero viene lo mejor: el hermano de Elías, Badía Bechelani Bachur, era el presidente del Centro Libanés de Guadalajara y cuñado de Tomás Colsa McGregor, quien era un joyero ligado al cártel de los Arellano Félix y Caro Quintero…
“…y que al soplar el nombre de todos ellos, de esta conexión, en la que obviamente sale el nombre de Kamel Nacif, pues obviamente lo mataron: yo descubrí la conexión siria en México del narcotráfico, cómo opera, y no es nada más Puebla, es todo el sureste; estoy hablando desde (Patricio) Chirinos en Veracruz; te estoy hablando de (Jorge) Salomón Azar de Campeche... todo el corredor del sureste ligado al DF…” Esas son las relaciones peligrosas de un arzobispo.
Del arzobispo de la Iglesia ortodoxa.
El poder de convocatoria de Chedraoui todavía surtía efectos —más por interés político que por convicción personal—, durante los meses previos a las pasadas elecciones presidenciales.
Fue el 17 de enero de 2006 cuando Chedraoui cumplió 74 años de edad y lo celebró en el exclusivo Club de Golf Bosque Real, en Huixquilucan, Estado de México. Allí, entre los comensales, estaba el desprestigiado Roberto Madrazo, a quien Chedraoui apoyó con recursos provenientes de sus relaciones y complicidades. Más allá, invitada de honor, la parte fuerte de la pareja presidencial, Marta Sahagún, a quien el arzobispo le dio un beso en la mejilla y un abrazo.
Eran los días en los cuales, aprovechando la elección presidencial, todos buscaban aliados y amarres que les redituaran votos y qué mejor que el siempre a la orden arzobispo Chedraoui para dar y cobrar favores.
El líder religioso, para entonces, tenía a su candidato favorito: Roberto Madrazo.
Y con el fin de ayudarlo, recurrió a sus viejos amigos. Los revivió desde el fondo de los años de José López Portillo, de Miguel de la Madrid. Convocó reuniones. Hizo colectas. Y no le fue nada mal al presidenciable priista con la bolsa que le juntó el capellán de almas generosas.
Pero hoy las cosas no le sonríen tanto al arzobispo. A diferencia del pasado, hoy es mal visto en el ámbito político. Quienes se acercan a él saben que es como recibir el “beso del diablo”.
En su más reciente cumpleaños, varios invitados de honor rechazaron asistir a Bosque Real. Solamente llegaron funcionarios de segunda fila del gabinete presidencial, como el de Salud, José Ángel Córdova y, nuevamente, el favorito de Chedraoui para 2012, Peña Nieto.
Ahora, aquellos que un día le tendieron la mano por conveniencia, hoy le dan la espalda.
El arzobispo es el emblema más vergonzante de lo que puede lograr una conjunción oscura: la del poder religioso con el poder político. Poco se puede decir a su favor en materia social. Nunca se ha preocupado por quienes no tienen, como en el caso del desatre en Tabasco.
Y hoy, sus días ya no son tan brillantes.

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