24 may 2009

Los hijos de Marta de Jesusa Cervantes

Estirpe de corrupción
JESUSA CERVANTES
Revista Proceso (
www.proceso.com.mx) # 1699, 24 de mayo de 2009;
El libro Los hijos de Marta.- Historias de impunidad, de Jesusa Cervantes, reportera de Proceso, es un testimonio irrefutable sobre los oscuros negocios a los que se dedicaron, al amparo del Poder Ejecutivo, Marta Sahagún y sus hijos y los amigos de sus hijos… con impunidad garantizada, primero, por su marido y en los últimos dos años y medio por aquel a quien Vicente Fox dejó en la Presidencia. La autora, dice en el prólogo Rafael Rodríguez Castañeda, director de la revista, narra puntualmente “la epopeya de Marta y sus hijos o cómo la cenicienta del Bajío llegó a ser la dueña del Palacio, con todo y progenie…”. La obra obtuvo el segundo lugar del Premio Debate, organizado por Random House Mondadori, y comenzará a circular esta semana. Adelantamos partes significativas de un libro que, sin duda, dejará huella.
Marta estaba ansiosa. Hiperactiva como era, se había levantado, como en los últimos 15 años, a las cinco de la mañana. Ahora estaba en su oficina, haciendo surcos en la brillante duela sobre la que se paseaba una y otra vez. El aire que aspiraba parecía no ser suficiente; sabía que era el síntoma de la angustia. Así que volvió a asumir el control –perdido sólo por un momento– de sus emociones.
En ese instante entró todo el equipo que la auxiliaba en sus labores de primera dama, que, sin contemplación dejó caer los pesados periódicos del día sobre su escritorio. Por los encabezados, Marta sabía que no necesitaba tomarlos entre sus pequeñas manos para sentirlos más pesados de lo normal. Le encantaba sentirse la protagonista, figurar en las primeras planas luciendo su vasto guardarropa de los diseñadores más cotizados, pero lo que no podía soportar era que la cuestionaran a ella, a sus hijos y a Vicente, el presidente de la República.
Ese día, más que rabia por saber de los diarios, sentía un desasosiego.
“¿Qué dicen sobre mis hijos? ¿Qué debo hacer? ¿Qué debo decir y qué debo callar?”, soltaba pregunta tras pregunta.
Comprobado tráfico de influencias. Los hijos de Marta, rateros. Los denunciarán penalmente…
Sólo esto le faltaba al gobierno de su marido. Al partido que los había encumbrado y les había abierto las puertas de Los Pinos. Sólo esto: el escándalo, ¡y a tan sólo unos meses de las elecciones presidenciales! Pensó exaltada.
Su equipo de ujieres seguía leyéndole, pero Marta ya no los escuchaba.
Se sumió en el mullido sillón que tenía frente a sí preguntándose qué había ocurrido, dónde había fallado, qué había fallado, en qué momento había empezado todo.
Y recordó su origen, que era el origen de sus hijos. Pensó en Manuel, su exmarido; en su suegro, siempre recto; en el abuelo, implacable ante todo, velador de las buenas costumbres… El tiempo se detuvo en su tiempo.
Los vendedores de sueños
Miguel Isaac Khoury recorría la casona paterna. Pasaba su vista por los viejos muebles. Y recámara tras recámara –que parecían haberse estacionado en el tiempo–, explicaba quién, cuándo y durante cuántos años había pasado en ellas alimentando sus sueños juveniles, sus sueños de grandeza; como los que compartió desde niño con Manuel Bribiesca en esa misma habitación que daba al huerto familiar.
“Como ve, no vivimos con lujos. Pero, bendito sea Dios, nunca nos faltó nada –el comentario sonó hueco, como de quien intentaba convencer de algo de lo que no estaba seguro–.Todo eso que dijeron, que yo compré casas a tres mil pesos, fue una falsedad. Yo, bendito Dios, me deshice de todo y hoy ya no tengo nada”, expresó aliviado, como si expiara una pesada culpa.
Miguel Isaac Khoury Siman, amigo, socio y cómplice de Manuel, el mayor de los Bribiesca Sahagún, se refería a las cuatro subastas que durante 2004 adquirió del gobierno mediante el Instituto para la Protección al Ahorro Bancario (IPAB).
Compras a bajo precio que en 2005 resultaron objeto de una investigación impulsada por los políticos contrarios al régimen del padrastro de Manuel: el presidente de la República, Vicente Fox.
Fox, luego de casarse con Marta Sahagún el 2 de julio de 2002, la convirtió en la poderosa primera dama del país y a sus ya crecidos hijos… los volvió intocables.
Razones de peso no les faltaron a esos políticos para dudar de la legalidad de las subastas ni tampoco para suponer que detrás de Miguel Khoury estaba el mayor de los Bribiesca Sahagún; era un secreto a voces que Manuel y Jorge Alberto gustaban del poder y del dinero fácil, y sólo hasta ahora empezaban a surgir las pruebas de esa afición.
El 10 de febrero de 2004, Construcciones Prácticas, la empresa de Khoury que sirvió de tapadera para algunos de los negocios emprendidos con Manuel Bribiesca, resultó ganadora del paquete “C” subastado por el IPAB en 8 millones 100 mil pesos. Esta primera subasta incluía 3 mil 660 casas y nueve terrenos para edificar nuevos conjuntos habitacionales. Su valor real superaba con mucho lo que los socios de la empresa habían pagado: ¡mil millones de pesos!
La segunda subasta, un terreno de 43 mil metros cuadrados en Celaya, Guanajuato, se realizó el 1° de abril, por la cual Construcciones Prácticas pagó 4 millones 345 mil 621 pesos.
La tercera subasta se realizó casi un mes después, el 29 de abril. Se trató de 275 departamentos ubicados en Puebla por los que se pagaron 20 millones 933 mil pesos.
Y la última subasta se llevó a cabo el 25 de junio sobre un paquete de fábricas y factoraje por el que Construcciones Prácticas entregó tan sólo 1 millón 506 mil pesos. Este paquete supuestamente tenía un valor real de 114 millones 696 mil 980 pesos… Con el tiempo se sabría que costaba mucho más.
“Todos estos bienes inmuebles, obtenidos a precio de remate, ¡a Dios gracias!, ya no los tengo”, dice aliviado Miguel Khoury, quien de sólo enumerarlos siente que le queman la garganta.
Las palabras de su hermana cortaron el malestar que le provocaba el recuerdo de aquellas subastas realizadas cuatro años atrás:
–Miguel, ¿sirvo ya la comida?
–Aún no, pero sí trae agua por favor; siento la garganta seca –respondió mientras que la mujer abandonaba el desayunador, no sin antes lanzar una advertencia: “Estaré en la cocina… por si me necesitas”.
–¿Y qué hizo con todas las casas?
Dio un sorbo al agua de sabor y ya repuesto comentó despreocupadamente:
–Pues ya ni me acuerdo –como si se tratara de los juguetes perdidos en su vieja habitación que Manuel Bribiesca, de niño, le robaba, y no de los cientos de casas obtenidas a precios irrisorios.
Manuel y Miguel, que desde pequeños gustaban de los negocios, pasaron de vendedores de pollitos a constructores en gran escala.
Manuel, sin ser ingeniero o arquitecto, se colocó el calificativo de “constructor” cuando en realidad era un “coyote” o “intermediario” que ayudó a grandes empresarios en desgracia a recuperar bienes que estaban en manos del gobierno federal y a quien le adeudaban sumas millonarias.
Miguel, a quien el negocio textil de la familia no le satisfacía plenamente, decidió convertirse en cómplice de su amigo de la infancia, crear una empresa fantasma y pasar a ser un próspero constructor.
Sin experiencia en el ramo, pero con cientos de casas que prácticamente le donó por el IPAB, los ya no tan jóvenes Bribiesca sólo tuvieron que recurrir a la ingeniería financiera para obtener del gobierno millones de pesos y con ello remozar las casitas. Además, sólo tuvieron que echar mano de los amigos de Marta para venderlas de inmediato y en el acto lograr jugosas ganancias.
Mientras tanto, los empresarios beneficiados, ya sin deber un solo peso al gobierno, pero sí a sus intermediarios (Manuel y Miguel), pudieron continuar con el negocio y revendieron las casas embargadas o hipotecadas para pagar sus adeudos.
Paco Gil, la clave
“Los documentos son fríos. Dispersos y, más aún… ocultos, no dicen nada.”
Éste pudo ser el pensamiento del verdadero hombre fuerte del gobierno foxista. El personaje que gozó de un genuino control sobre cómo, cuándo, dónde y quiénes pudieron hacer negocios al amparo del poder: Francisco Gil Díaz. Un hombre que empezó a forjar su fortaleza desde el gobierno de Carlos Salinas de Gortari. Encargado de implantar el “terrorismo fiscal” desde la Subsecretaría de Ingresos de Hacienda, Paco Gil se ubicó del lado de los tecnócratas y supo cómo operaba la banca del país.
En su siguiente etapa política amoldó sus conocimientos para el servicio del gobierno y así creó y avaló, durante el gobierno zedillista, el Fobaproa, uno de los más grandes fraudes cometidos contra el país y su población.
El poder de Paco Gil creció durante el foxismo, no sólo porque tenía a su lado a un presidente débil, sino porque logró la máxima posición de quien añora manejar los dineros de una nación: ser secretario de Hacienda y Crédito Público, mariscal de las finanzas.
Habiendo salido ileso de la batalla del Fobaproa, y ya en su nuevo cargo, el mariscal de las finanzas puso y dispuso de quienes encabezaron el nuevo organismo que administró las tropelías de los empresarios, el IPAB.
El Instituto para la Protección al Ahorro Bancario (IPAB), la Sociedad Hipotecaria Federal, la Comisión Nacional Bancaria y de Valores, el Sistema de Administración de Bienes, el Sistema de Administración Tributaria y Aduanas, todas dependían del frío y astuto mariscal de las finanzas.
Pero de todas ellas, el enclave de poder de Paco Gil fue la Procuraduría Fiscal de la Federación, desde donde, si él lo deseaba, podía presentar pruebas de fraude, malversación de fondos, lavado de dinero u ocultamiento de millones de pesos contra quienes hubieran utilizado el poder para enriquecerse.
El mariscal tenía la llave y a él debían controlarlo, o al menos neutralizarlo.
Las subastas del IPAB de las que sacó provecho Manuel Bribiesca por medio de la empresa fantasma de su amigo Miguel Khoury, a quien le pagó con un terreno, la comercialización de algunos departamentos en Puebla y millonarios créditos otorgados por el gobierno, estuvieron controlados y bajo la batuta del mariscal financiero.
Los documentos, fríos y dispersos, que fueron apareciendo a lo largo de algunos años, así lo demuestran. A partir de ellos es fácil suponer la manera en que Marta Sahagún de Fox “neutralizó” a uno de los mayores enemigos de sus hijos, a quien no podía siquiera soportar, Francisco Gil, quien sí accedió a solaparlos y encubrirlos.
Durante los seis años del foxismo, Francisco Gil estuvo detrás del IPAB, y de Bancrecer, el banco al que le subastaron sus bienes, presuntamente chatarras.
Fue Paco Gil quien impuso a Mario Bouregard en ese instituto; fue él quien colocó a Guillermo Babatz en la Sociedad Hipotecaria Federal; fue él quien sabía de los movimientos de Montalvo en la administración de Aduanas; fue él quien también puso a José Néstor García Reza como encargado jurídico de Bancrecer.
Cada uno de estos hombres tenía conocimiento de cómo y por qué fueron beneficiados Manuel Bribiesca y Miguel Khoury desde el IPAB; todos lo supieron pero todos callaron, quizá por orden de su jefe real, Francisco Gil.
El grupo político de tecnócratas del que se fue rodeando Francisco Gil figura en cada uno de los documentos que dan respuesta al porqué del encubrimiento a los hijos de Marta Sahagún. Como intermediarios, pretendían recuperar lo que empresarios tramposos no podían adquirir directamente y a la luz de todos.
Quien se encargó de revelar la participación de Francisco Gil en todo este millonario entramado bancario, fue él mismo, pues su ambición lo hizo dar un paso en falso que lo puso al descubierto como su cabecilla y uno de los principales beneficiados.
Esta información la tenía Marta Sahagún de Fox en su poder y con ella no sólo neutralizó al mariscal de las finanzas sino también lo hizo cómplice de los abusos de sus propios hijos.
Muchos documentos –escrituras notariales, poderes, contratos, oficios de la Secretaría de la Función Pública y del Banco de México– forman parte de las piezas claves que Francisco Gil tenía bajo llave, escondidas en los archivos de Hacienda. La última pieza para armar el rompecabezas bancario la proporcionó él cuando, en enero de 2007, recién separado de su cargo de mariscal de las finanzas, anunció que sería consejero del banco HSBC en Londres. A partir de ahí la madeja se fue desenredando y cada uno de los documentos y del encubrimiento a los Bribiesca tuvo sentido.
Paco Gil, el benefactor
La administradora de activos Fénix fue la encargada de subastar y verificar que todo se hiciera conforme a la ley, es decir, fue la responsable de que se violentaran las bases de licitación al aceptar que alguien ajeno a Construcciones Prácticas pagara la garantía al IPAB, que formaba parte del pase para concursar.
Fue Fénix la que decidía quiénes participaban en las subastas de Bancrecer, pues tenía la decisión final y podía vetar a quien quisiera para la compra de activos. Fue también esta administradora la que verificó que los que participaban no hubieran sido rescatados por el gobierno, es decir, que no estuvieran en el vientre del Fobaproa ni en el IPAB.
Además, Fénix tenía la última palabra para aprobar o rechazar la reventa del bien subastado. En el contrato de cesión de derechos que Fénix firmó con cada uno de los ganadores de las subastas se aclara que si el ganador decidía vender lo que acababa de adquirir, la administradora de activos debía fijar su opinión; pero si en un plazo de 10 días no se pronunciaba, estaba aceptando tácitamente al nuevo comprador, sin importar si mediante esta reventa el bien iba a parar a manos de quien años antes lo había perdido y había quebrantado las arcas del gobierno federal.
Como secretario de Hacienda y cabeza de sector del IPAB, Francisco Gil fue quien le dio todas estas canonjías a Fénix, cuando debió ser el gobierno federal el que impusiera sus condiciones a la empresa que remataría los bienes del gobierno federal y que mediante el rescate bancario le habían llegado a Bancrecer. Es decir, las condiciones las debió imponer el gobierno y no Fénix.
El pírrico beneficio que obtuvo el gobierno federal al entregarle a Fénix toda la cartera para que impusiera sus condiciones de venta fue la donación de un terreno y un edificio ubicado en la calle de Varsovia en la Zona Rosa del Distrito Federal. El inmueble, de 2 mil 187 metros cuadrados, en diciembre de 2001 tenía un valor –ahora debe valer mucho más– de 119 millones 773 mil pesos. En ese lugar se encuentran las oficinas del IPAB actualmente.
Todos los activos que subastó Fénix los “donó” Bancrecer al IPAB para que los vendiera en beneficio del gobierno. Sin embargo, el acto de benevolencia que, al parecer, tuvo Bancrecer al donarle un predio en la Zona Rosa no fue tal, pues el gobierno ya lo había rescatado de no ir a la quiebra y lo había respaldado financieramente luego de que cientos de empresarios dejaron de pagarle el dinero que les había prestado.
Empresarios como el veterinario Adrián Campuzano, que debía al banco más de mil millones de pesos, con los que había construido sus 3 660 casas en 15 ciudades del país, fueron quienes, gracias a la intermediación de Manuel Bribiesca, por medio de Construcciones Prácticas, pudieron recuperar sus bienes. En el caso de Adrián Campuzano lo hizo por la mó­dica cantidad de ocho millones de pesos y el regalo de 700 casas en Acapulco que les dio a los jóvenes.
De las maniobras a las que recurrió Manuel Bribiesca al recuperar para empresarios como Campuzano o Alfredo Miguel Afif sus propias empresas, sin duda tuvo conocimiento Francisco Gil y su equipo político, al que impuso en las áreas que intervinieron en esta operación.
Una de las razones de por qué Paco Gil permitió la ilegal operación de los Bribiesca la ofreció la Secretaría de la Función Pública cuando en un oficio dejó claro que Fénix estaba conformada por Mex One LLC y JER Capital LLC, las que a su vez eran subsidiarias del Deutsche Bank y de JE Roberts Co. Pero hasta aquí el rompecabezas aún no adquiría forma.
La segunda razón de Paco Gil y que fue la pieza que faltaba en el rompecabezas surgió sin explicación, en respuesta al paso en falso que dio cuando, en enero de 2007, aceptó el cargo de consejero en el HSBC de Londres. Ese mes el banco reveló que el mariscal de las finanzas de México era integrante del consejo de JE Roberts Co. Es decir, al concluir su mandato como secretario de Hacienda pasó a formar parte de las filas de una de las empresas beneficiadas en el sexenio foxista.
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Fox y Marta dejaron muchos candados al nuevo gobierno, que hacen casi imposible que se lleve ante la justicia a Manuel y a Jorge Alberto Bribiesca o a cualquier pariente de la familia Fox Sahagún.
En 2003, por ejemplo, cuando se entregaron los contratos, el área jurídica de Pemex encargada de revisar los convenios sobre los que pesaban denuncias, como los realizados con la empresa Oceanografía, estaba encabezada por César Nava, exsecretario particular del actual presidente de la República y quien recientemente renunció al cargo para buscar por el PAN una diputación federal en julio de 2009, en tanto que Felipe Calderón, el nuevo mandatario, fungía en aquel entonces como secretario de Energía.
Néstor García Reza, el mismo que operó el fideicomiso de Bancrecer en 2001, a donde fueron a parar muchos de los bienes que luego pasaron a manos de Manuel Bribiesca y Miguel Isaac Khoury Siman, y que en 2002 estuvo al frente de Pemex Exploración y Producción, actualmente es el nuevo director jurídico de Pemex. El director de Pemex Refinación en el gobierno foxista, Juan Bueno Torio, es ahora senador de la República con fuero constitucional.
Uno de los hombres que Francisco Gil Díaz impuso en Aduanas durante el sexenio foxista, aunque hoy no sigue ahí, José Guzmán Montalvo, dejó ubicado en puestos claves a su principal equipo.
El encargado de la Sociedad Hipotecaria Federal que entregó los millonarios recursos del gobierno a Kilate y a Construcciones Prácticas para que remozaran las casas que les entregó el IPAB, Guillermo Babatz, ahora es el nuevo titular de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores, la única institución que sabe hasta qué punto engrosaron sus cuentas bancarias los Bribiesca Sahagún, Guillermo Sahagún Jiménez y la demás parentela de Marta Sahagún.
El titular del Fovissste, que autorizó que las casas de Manuel Bribiesca y Miguel Isaac Khoury Siman fueran adquiridas por trabajadores, hoy es diputado federal, también con fuero, cercano colaborador de Elba Esther Gordillo, quien fuera una de las políticas más admiradas por Marta y actual socia política de Felipe Calderón.
Y el más importante, el entonces procurador que dio carpetazo a la investigación, Daniel Cabeza de Vaca, hoy es el encargado de asuntos jurídicos de la Secretaría de Gobernación. Difícilmente alguno de ellos aceptaría que se lleve a cabo una indagatoria, pues todos estuvieron involucrados en los beneficios que desde el poder recibieron los hijos de Marta y su familia.
El poder lo transforma todo y por algún tiempo hace santo al más impuro de los hombres.

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