Recomponer las relaciones España-EE UU/Paul Isbell, investigador principal del Real Instituto Elcano y Senior Associate del Center for Strategic and International Studies (CSIS) de Washington DC
Publicado en EL PAÍS, 07/10/09;
El próximo 13 de octubre, el presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, se reunirá en la Casa Blanca con el presidente Barack Obama para celebrar la primera reunión oficial entre ambos líderes. El objetivo del encuentro será el relanzamiento de las relaciones entre España y Estados Unidos, tensas desde que Zapatero anunciara la retirada de las tropas españolas de Irak en 2004.
El deterioro del aspecto más visible de la relación bilateral -la química personal entre los jefes del poder ejecutivo- era casi inevitable dados los estrechos lazos forjados por José María Aznar con el presidente Bush y otros altos cargos de la anterior Administración norteamericana. Durante los últimos cinco años, y pese a que los aspectos más permanentes y tangibles de la relación entre España y Estados Unidos se mantuvieron firmes, como han repetido insistentemente funcionarios a ambos lados del Atlántico, la percepción que ambos países han mantenido el uno del otro se ha basado en la retirada de España de Irak y la airada reacción que ello provocó en la Administración de Bush.
En todo caso, la elección de Obama ha conseguido mejorar enormemente la opinión europea respecto a Estados Unidos, y por ende la posibilidad de renovar las relaciones transatlánticas. La reciente edición del informe anual sobre tendencias transatlánticas del German Marshall Fund revela que, desde la victoria de Obama sobre McCain el pasado mes de noviembre, se ha registrado un notable repunte de los sentimientos favorables de los europeos hacia Estados Unidos, sobre todo en los grandes países de Europa Occidental, incluyendo España. Aunque desde entonces la buena voluntad desplegada por Obama y Zapatero y sus equipos ha sido palpable, ambos líderes todavía no se han sentado juntos para desbrozar el camino de sus relaciones bilaterales.
La gran cita de Zapatero con Obama llega cuando más falta hace. La implosión del sector inmobiliario español, tras 20 años de crecimiento espectacular, y el aumento de las cifras de desempleo, que se han duplicado en un año, combinados con la crisis económica internacional, han supuesto inevitablemente un serio deterioro de la popularidad del líder español. Al presidente del Gobierno no le vendrá mal el impulso que dará a su imagen una visita altamente mediática a la Casa Blanca de Obama. Pero además, y esto es lo verdaderamente importante, ésta llega en un buen momento para renovar las relaciones entre España y Estados Unidos.
España asume en enero de 2010 la presidencia rotatoria de la Unión Europea en un momento crítico de las relaciones transatlánticas. Una de las prioridades de la agenda española será intentar dar un nuevo impulso a las relaciones de la UE con EstadosUnidos. Zapatero espera estrechar sus lazos personales con Obama reavivando el espíritu de 1995, ese sentimiento mutuo de simpatía entre el entonces presidente del Gobierno español, Felipe González, y el presidente estadounidense, Bill Clinton, que facilitó la firma en Sevilla de la Nueva Agenda Transatlántica. El presidente Rodríguez Zapatero aspira a resucitar esa entente transatlántica, canalizando la mejora de las relaciones EE UU-UE a través de un reajuste de las relaciones entre Estados Unidos y España, y capitalizar de este modo la buena sintonía que ha logrado hasta ahora con Obama en sus encuentros en foros internacionales.
La mayoría de los objetivos de la presidencia española coinciden en la intersección de las relaciones EE UU-UE y las relaciones EE UU-España. Incluyen una colaboración más estrecha en las políticas energéticas y sobre cambio climático, un nuevo entendimiento respecto a Latinoamérica y Afganistán, y una profundización de la cooperación transatlántica en la lucha antiterrorista.
A este entendimiento entre Zapatero y Obama contribuirá también el legado -ahora simplificado pero todavía crucial- que representa el ya antiguo acuerdo sobre las bases norteamericanas en España, actualizado por última vez en 2002. El extenso complejo aéreo y naval estadounidense en España, concentrado en la actualidad en las bases de Morón y Rota, próximas al Estrecho de Gibraltar, sigue proporcionando un apoyo logístico clave a la proyección militar norteamericana en Eurasia.
La retirada de unos pocos soldados españoles de Irak carece de importancia estratégica frente a la contribución que realizan a diario estas bases al mantenimiento de la influencia global de Estados Unidos. A pesar de lo que la opinión pública ha podido entender equivocadamente, la lealtad y el compromiso de España con su aliado de la OTAN nunca ha flaqueado en este sentido, ni siquiera durante las dos guerras de Irak, ambas muy impopulares. Pero Rodríguez Zapatero ha ido aún más lejos. “No preguntes lo que Obama puede hacer por nosotros, sino lo que nosotros podemos hacer por Obama”, declaraba esta primavera, antes de comprometerse a enviar otros 200 soldados españoles al contingente militar en Afganistán.
La clave para el futuro de las relaciones entre los dos países reside en varios ámbitos nuevos en los que España ha desarrollado una posición de liderazgo internacional. Un ejemplo de ello sería la lucha antiterrorista global. Tras anunciar Obama el cierre eventual de la prisión de Guantánamo, los europeos están mejor predispuestos a ir más allá del mero intercambio de información. Con su largo historial de lucha antiterrorista interna, y la considerable experiencia acumulada en el ámbito internacional desde el 11-M, España podría liderar a Europa hacia una más profunda integración de las estrategias antiterroristas transatlánticas.
España es también líder mundial en energías renovables y, bajo el actual Gobierno, se manifiesta entusiasta partidaria de las conversaciones pos-Kioto. España compite con Alemania y Estados Unidos en tecnología eólica y solar y ha avanzado enormemente en su objetivo de cumplir con su compromiso ante la UE de lograr que el 20% de sus necesidades de energía procedan de fuentes de energía renovables. Hace unos meses, el secretario de Energía norteamericano y el ministro español de Industria iniciaron conversaciones que podrían llevar a la creación de una Asociación de Energías Renovables España-EE UU. Las empresas españolas de energía solar y eólica llevan años realizando fuertes inversiones en Estados Unidos, y es por tanto un buen momento para profundizar en la colaboración entre ambos Gobiernos en los terrenos de la energía y la lucha contra el cambio climático.
España ha incrementado en los últimos 15 años de forma exponencial su presencia en Latinoamérica, rivalizando con la tradicional hegemonía norteamericana. Existen muchas posibilidades de intensificar la colaboración bilateral en esta región, entre ellas la de que España y Estados Unidos promuevan conjuntamente las energías renovables en Latinoamérica, en un esfuerzo similar al que Brasilia y Washington vienen realizando a favor del desarrollo de los biocombustibles en algunos pequeños países de Centroamérica y el Caribe. Además, España podría proponer a Estados Unidos y Brasil la creación de una alianza tripartita estratégica en materia de energía y cambio climático.
En suma, aunque la relación bilateral formal seguirá basándose en buena medida en el Convenio de Cooperación para la Defensa vigente desde 1988, su dinamismo futuro dependerá sobre todo de la capacidad de España para poner en valor ante su socio americano su capacidad innovadora, su poder blando y su utilidad como aliado. Al fortalecer la relación bilateral, Zapatero y Obama estarán contribuyendo también al robustecimiento de la vieja pero no por ello menos importante relación transatlántica, que está llamada a jugar un papel central en el mundo multipolar que se avecina.
El deterioro del aspecto más visible de la relación bilateral -la química personal entre los jefes del poder ejecutivo- era casi inevitable dados los estrechos lazos forjados por José María Aznar con el presidente Bush y otros altos cargos de la anterior Administración norteamericana. Durante los últimos cinco años, y pese a que los aspectos más permanentes y tangibles de la relación entre España y Estados Unidos se mantuvieron firmes, como han repetido insistentemente funcionarios a ambos lados del Atlántico, la percepción que ambos países han mantenido el uno del otro se ha basado en la retirada de España de Irak y la airada reacción que ello provocó en la Administración de Bush.
En todo caso, la elección de Obama ha conseguido mejorar enormemente la opinión europea respecto a Estados Unidos, y por ende la posibilidad de renovar las relaciones transatlánticas. La reciente edición del informe anual sobre tendencias transatlánticas del German Marshall Fund revela que, desde la victoria de Obama sobre McCain el pasado mes de noviembre, se ha registrado un notable repunte de los sentimientos favorables de los europeos hacia Estados Unidos, sobre todo en los grandes países de Europa Occidental, incluyendo España. Aunque desde entonces la buena voluntad desplegada por Obama y Zapatero y sus equipos ha sido palpable, ambos líderes todavía no se han sentado juntos para desbrozar el camino de sus relaciones bilaterales.
La gran cita de Zapatero con Obama llega cuando más falta hace. La implosión del sector inmobiliario español, tras 20 años de crecimiento espectacular, y el aumento de las cifras de desempleo, que se han duplicado en un año, combinados con la crisis económica internacional, han supuesto inevitablemente un serio deterioro de la popularidad del líder español. Al presidente del Gobierno no le vendrá mal el impulso que dará a su imagen una visita altamente mediática a la Casa Blanca de Obama. Pero además, y esto es lo verdaderamente importante, ésta llega en un buen momento para renovar las relaciones entre España y Estados Unidos.
España asume en enero de 2010 la presidencia rotatoria de la Unión Europea en un momento crítico de las relaciones transatlánticas. Una de las prioridades de la agenda española será intentar dar un nuevo impulso a las relaciones de la UE con EstadosUnidos. Zapatero espera estrechar sus lazos personales con Obama reavivando el espíritu de 1995, ese sentimiento mutuo de simpatía entre el entonces presidente del Gobierno español, Felipe González, y el presidente estadounidense, Bill Clinton, que facilitó la firma en Sevilla de la Nueva Agenda Transatlántica. El presidente Rodríguez Zapatero aspira a resucitar esa entente transatlántica, canalizando la mejora de las relaciones EE UU-UE a través de un reajuste de las relaciones entre Estados Unidos y España, y capitalizar de este modo la buena sintonía que ha logrado hasta ahora con Obama en sus encuentros en foros internacionales.
La mayoría de los objetivos de la presidencia española coinciden en la intersección de las relaciones EE UU-UE y las relaciones EE UU-España. Incluyen una colaboración más estrecha en las políticas energéticas y sobre cambio climático, un nuevo entendimiento respecto a Latinoamérica y Afganistán, y una profundización de la cooperación transatlántica en la lucha antiterrorista.
A este entendimiento entre Zapatero y Obama contribuirá también el legado -ahora simplificado pero todavía crucial- que representa el ya antiguo acuerdo sobre las bases norteamericanas en España, actualizado por última vez en 2002. El extenso complejo aéreo y naval estadounidense en España, concentrado en la actualidad en las bases de Morón y Rota, próximas al Estrecho de Gibraltar, sigue proporcionando un apoyo logístico clave a la proyección militar norteamericana en Eurasia.
La retirada de unos pocos soldados españoles de Irak carece de importancia estratégica frente a la contribución que realizan a diario estas bases al mantenimiento de la influencia global de Estados Unidos. A pesar de lo que la opinión pública ha podido entender equivocadamente, la lealtad y el compromiso de España con su aliado de la OTAN nunca ha flaqueado en este sentido, ni siquiera durante las dos guerras de Irak, ambas muy impopulares. Pero Rodríguez Zapatero ha ido aún más lejos. “No preguntes lo que Obama puede hacer por nosotros, sino lo que nosotros podemos hacer por Obama”, declaraba esta primavera, antes de comprometerse a enviar otros 200 soldados españoles al contingente militar en Afganistán.
La clave para el futuro de las relaciones entre los dos países reside en varios ámbitos nuevos en los que España ha desarrollado una posición de liderazgo internacional. Un ejemplo de ello sería la lucha antiterrorista global. Tras anunciar Obama el cierre eventual de la prisión de Guantánamo, los europeos están mejor predispuestos a ir más allá del mero intercambio de información. Con su largo historial de lucha antiterrorista interna, y la considerable experiencia acumulada en el ámbito internacional desde el 11-M, España podría liderar a Europa hacia una más profunda integración de las estrategias antiterroristas transatlánticas.
España es también líder mundial en energías renovables y, bajo el actual Gobierno, se manifiesta entusiasta partidaria de las conversaciones pos-Kioto. España compite con Alemania y Estados Unidos en tecnología eólica y solar y ha avanzado enormemente en su objetivo de cumplir con su compromiso ante la UE de lograr que el 20% de sus necesidades de energía procedan de fuentes de energía renovables. Hace unos meses, el secretario de Energía norteamericano y el ministro español de Industria iniciaron conversaciones que podrían llevar a la creación de una Asociación de Energías Renovables España-EE UU. Las empresas españolas de energía solar y eólica llevan años realizando fuertes inversiones en Estados Unidos, y es por tanto un buen momento para profundizar en la colaboración entre ambos Gobiernos en los terrenos de la energía y la lucha contra el cambio climático.
España ha incrementado en los últimos 15 años de forma exponencial su presencia en Latinoamérica, rivalizando con la tradicional hegemonía norteamericana. Existen muchas posibilidades de intensificar la colaboración bilateral en esta región, entre ellas la de que España y Estados Unidos promuevan conjuntamente las energías renovables en Latinoamérica, en un esfuerzo similar al que Brasilia y Washington vienen realizando a favor del desarrollo de los biocombustibles en algunos pequeños países de Centroamérica y el Caribe. Además, España podría proponer a Estados Unidos y Brasil la creación de una alianza tripartita estratégica en materia de energía y cambio climático.
En suma, aunque la relación bilateral formal seguirá basándose en buena medida en el Convenio de Cooperación para la Defensa vigente desde 1988, su dinamismo futuro dependerá sobre todo de la capacidad de España para poner en valor ante su socio americano su capacidad innovadora, su poder blando y su utilidad como aliado. Al fortalecer la relación bilateral, Zapatero y Obama estarán contribuyendo también al robustecimiento de la vieja pero no por ello menos importante relación transatlántica, que está llamada a jugar un papel central en el mundo multipolar que se avecina.
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