21 feb 2016

El silencio que laceró a las víctimas/Gloria Leticia Díaz..

Revista Proceso # 2051, 20 de febrero de 2016....


El silencio que laceró a las víctimas/Gloria Leticia Díaz..
Los sacerdotes pederastas, los feminicidios y las desapariciones forzadas son algunos de los mayores ultrajes que asuelan a México, pero para el jefe del Estado Vaticano en su reciente visita fue como si no existieran. No dijo una palabra al respecto y pronunció discursos en los que señalaba al aire. Las familias vapuleadas por la violencia se sienten revictimizadas por aquel de quien esperaban consuelo y acción al servicio de la justicia: “Nos dimos cuenta lo que es la religión y el gobierno: Están para engañar”…
ocos días después de que el Papa Francisco  dejara México, miembros de organizaciones sociales que buscan visibilizar la crisis de derechos humanos en México admiten sentirse decepcionados porque el Papa se negó a mantener una reunión con las víctimas de la delincuencia y del Estado. Y van más allá: se dicen convencidos de que hubo “un arreglo” entre el Vaticano y el gobierno de Enrique Peña Nieto para que no ocurriera ese acercamiento.
En entrevistas por separado, representantes de la Red Nacional de Organismos Civiles Todos los Derechos para Todas y Todos (Red TDT), Amnistía Internacional, Católicas por el Derecho a Decidir (CDD), Centro de Derechos Humanos de la Montaña Tlachinollan y de los padres de los 43 normalistas de Ayotzinapa desaparecidos lamentan que el jerarca católico no haya querido escuchar a las víctimas, en un país lacerado por la violencia, la corrupción y la impunidad.
Esas agrupaciones, como muchas otras, enviaron mensajes al pontífice para informarle de la crisis de derechos humanos que padece el país y, en algunos casos, para solicitarle encuentros privados, como fue el caso de los papás de los 43 estudiantes levantados en Iguala, quienes ya habían buscado a Francisco desde su primera visita al continente americano, el año pasado.
Para María de la Luz Estrada, de CDD, Jorge Bergoglio “perdió una oportunidad histórica”, para demostrar que es un jefe religioso y de Estado que se encuentra del lado del pueblo:
 “Al Papa le faltó algo a lo que convocó a los sacerdotes en Michoacán: atreverse a no resignarse. Le faltó romper con la agenda tan formal, que no dejó mirar el rostro de las víctimas.”
Responsable del Observatorio Nacional Ciudadano del Feminicidio (ONCF), Estrada recuerda que para las organizaciones sociales que solicitaron un encuentro, los abusos sexuales de los sacerdotes, las desapariciones forzadas y los feminicidios eran asuntos prioritarios en la reciente visita, puesto que un pronunciamiento papal al respecto podría haber generado acciones concretas para encontrar soluciones o para hallar consuelo.
 “Todos sabemos que no iba a cambiar el sistema de justicia, pero las víctimas se hubieran sentido reconfortadas si hubieran tenido unos minutos –que sí le dio a los empresarios. Se habrían fortalecido en la esperanza y podrían continuar el viacrucis que es buscar justicia y verdad”, apunta.
Las organizaciones mexicanas, subraya, tienen amplia experiencia en administrar los tiempos en reuniones de alto nivel sobre derechos humanos.
 “Lo hemos hecho en sesiones de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y con representantes de la ONU. En 20 minutos se pueden dar varios testimonios de las víctimas, porque lo que nosotros esperábamos es que hablaran las víctimas, no las organizaciones.”
Y dimensiona la gravedad de uno de los problemas que Francisco rehuyó: Durante los seis días que el jesuita estuvo en México “fueron asesinadas al menos 42 mujeres, porque en promedio se mata diario a siete”.
Estrada justifica así el sentimiento “ambivalente” que le despierta la presencia del jerarca, y que su agrupación ya externó en un desplegado: “Por un lado pensamos que dijo cosas muy importantes en varios momentos, muy generales, pero hubo grandes ausencias, como las víctimas de este país. También vemos con preocupación las violaciones graves al Estado laico: vimos a gobernantes más papistas que el Papa, violando el artículo 40 y el 25 del reglamento de asociaciones religiosas”, advierte.
Perseo Quiroz, director en México de Amnistía Internacional (AI), advierte que el no haber mencionado la violación de los derechos humanos significa que “los espacios de diálogo e interlocución para denunciar los abusos se están cerrando. Hay también menos voluntad política para atender estos temas”.
Al recordar que antes de la visita AI mandó una carta al obispo de Roma detallándole las violaciones graves a los derechos humanos en México, Quiroz Rendón explica que las organizaciones buscaban que, “como miembro de la comunidad internacional, Bergoglio pudiera tratar estos temas. Había esa expectativa, pero no sabemos qué haya habido detrás de la agenda, qué se haya negociado. Lo que sí sabemos es que los espacios se cierran”.
Las presiones
Fernando Ríos, secretario ejecutivo de la Red TDT (conformada por 72 organizaciones en el país), delinea otro aspecto del silencio papal: “Durante la visita se advirtieron claramente elementos de contención muy fuertes. Siendo un hombre sumamente político vio que las condiciones que daba el Estado mexicano eran muy restrictivas; de hecho, antes de su llegada hubo mensajes muy claros del subsecretario de Gobernación, (Humberto) Roque Villanueva, y hubo también mensajes acerca de la fiscalización de Iglesia”, apunta Ríos.
El defensor considera que esas expresiones previas demuestran que “el Estado estaba preocupado por la visita y quisieron canalizarla en una mayor legitimidad política –Enrique Peña Nieto y su esposa siempre estuvieron cerca–, y lo que se vio es que el Papa vivió una gira muy restringida”.
Aun así, manifiesta, “esperábamos pronunciamientos más contundentes, en los que diera su interpretación de las cifras, por lo menos de los 150 mil muertos que ha dejado la estrategia de seguridad y de los 27 mil desaparecidos.
 “(El Papa) habló de trata de personas y de los migrantes, pero creo que al no haber dado una cifra la situación quedó sin la suficiente visibilidad, sin el carácter contundente que podrían tener sus expresiones. No hizo una crítica a la crisis de derechos humanos que vivimos, como ya lo hicieron los relatores de la ONU y el Alto Comisionado de Derechos Humanos, así como la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.”
Emiliano Navarrete Victoriano, padre de José Ángel, cuya esposa Angélica González acudió a Filadelfia, Estados Unidos, en septiembre del año en busca de un acercamiento con el Papa Francisco en Filadelfia, no oculta su decepción.
 “Al final de cuentas, nos dimos cuenta de lo que es la religión y el gobierno: Están para engañar”, reflexiona Navarrete, para quien no cabe duda de que hubo arreglos para evitar el encuentro con los familiares de las víctimas.
Él fue uno de los padres más activos el año pasado a la hora de buscar una recepción con el pontífice. Su esposa, Angélica González, fue una de las cinco madres que se desplazó a Filadelfia, Estados Unidos, en septiembre del año pasado a buscar una reunión.
 “Perdimos el tiempo buscando a ese señor (el Papa), y con él la esperanza, y nos dimos cuenta que no nos queda otra que encarar de frente al gobierno, que es el que nos tiene que dar respuesta de lo que pasó con nuestros hijos, y punto”, apunta don Emiliano, quien expresa que buscó encontrarse con Bergoglio a través de la periodista Lucía Capuzzi, autora de Rosa de los dos mundos. La historia de la abuela del Papa Francisco.
Por separado, el abogado de los padres e integrante de Tlachinollan, Vidulfo Rosales, lamenta no haber recibido respuesta a las solicitudes para propiciar el encuentro con los padres de los 43.
Para el defensor, no cabe duda de que hubo “un arreglo de Estados, una agenda diplomática que sacó el tema de las desapariciones forzadas en nuestro país, y concretamente el tema de Iguala, el caso de los 43, porque no sólo condensa el tema de desapariciones, sino de ejecuciones extrajudiciales, evidencia la corrupción que tienen hoy en día las instituciones ante la penetración del crimen organizado, en la colusión de las fuerzas de seguridad con el crimen organizado, el tema del desmantelamiento de la educación pública, son temas que se trataron de invisibilizar”.
El encuentro se buscó, rememora, porque el 29 de noviembre de 2014 Francisco se pronunció por los 43, “lo que hacía natural que se diera la reunión con los padres”.
La mentira
Rosales Sierra se dice sorprendido de que, de regreso hacia Roma, Bergoglio asegurara que “luchas internas” entre organizaciones de familiares de desaparecidos impidieron el acercamiento.
El abogado de Tlachinollan niega que haya diferencias y atribuye la versión a una estrategia del gobierno de Peña Nieto.
De hecho, no son nuevas las denuncias de que funcionarios peñanietistas fomentan la discordia entre los familiares de las víctimas de desaparición forzada.
En noviembre del año pasado, Lucía Díaz, de la asociación El Solecito de Veracruz, advirtió que ante los reclamos por la falta de agentes del Ministerio Público en la Fiscalía Especializada de Búsqueda de Personas Desaparecidas, el titular de ésta, Miguel Severino Chávez, y el subprocurador de Derechos Humanos, Eber Betanzos, argumentaron que están obligados a priorizar el caso Ayotzinapa.
 “Si Betanzos quería crear en los familiares un sentimiento contrario a los padres de los 43, no lo consiguió –explicó entonces Ximena Antillón, de Fundar–. Los familiares entendieron que el problema no es Ayotzinapa, es la Procuraduría General de la República, que no ha dimensionado el problema. ¡Estamos hablando de más de 26 mil desaparecidos!” (Proceso 2037).
Rosales Sierra apunta: “El gobierno ha estado jugando con ese tema, ha sido hábil en sembrar la discordia, cuando es claro que la solidaridad de los familiares de desaparecidos con los padres de los 43 es mutua, y que nosotros nos adherimos a las propuestas de las organizaciones para legislar sobre desaparición. Hubo un juego sucio de parte del gobierno, y no obtuvimos ni para los 43 ni para los otros ­desaparecidos una palabra o expresión del Papa acerca de este tema”.
Al final de la visita, reconoce, los familiares de las víctimas fueron avasallados. “La presencia del Papa fue utilizada por distintos actores, gobierno, clase política y empresarios, que trataron de obtener un acercamiento, una posición, porque además de ser un líder espiritual es un personaje que tiene una influencia política en el mundo.

 “Si se hubiera pronunciado por las ­desapariciones forzadas y de los 43, habría dado fortaleza a los padres, y por otro lado habría generado un impacto político en la exigencia en el esclarecimiento del caso, pero como vimos, hubo obstáculos que no consideramos”, concluye. l

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