29 abr 2018

Yendo a la iglesia con Jimmy Carter

The New York Times/Reforma
Yendo a la iglesia con Jimmy Carter
Margaret Renkl
Georgia, Estados Unidos (29 abril 2018).- Sabía que estaba en problemas en cuanto llegué al estacionamiento del Quality Inn en Americus, Georgia, un sábado por la noche. Estaba oscuro, pero podía ver lo suficientemente bien para notar las placas de otros Estados (Nuevo México, Pensilvania, California, Alaska) lugares lejanos de esta tierra de cultivo de cacahuate.
Todos estábamos ahí por la misma razón: para ver al ex Presidente Jimmy Carter impartir la escuela dominical en la Iglesia Bautista Maranatha, en la cercana ciudad de Plains. Y si el estacionamiento lleno era un indicador, encontrar un asiento a la mañana siguiente sería un reto. Después de la toma de posesión de Ronald Reagan en 1981, Carter regresó a Plains, su ciudad natal. Durante la post-presidencia más larga e influyente en la historia de Estados Unidos, él ha seguido impartiendo escuela dominical, y el público siempre es bienvenido.
El compromiso de Carter con los derechos humanos le valió un Premio Nobel de la Paz en el 2002. En su discurso de aceptación, dijo: "Dios nos da la capacidad de elección. Podemos elegir aliviar el sufrimiento. Podemos elegir trabajar juntos por la paz".

Incluso cuando no está enseñando en la escuela dominical, su inquebrantable fe cristiana informa todo lo que dice y hace. Mi propia fe en las instituciones religiosas y democráticas no ha sido tan inquebrantable, sobre todo desde que los cristianos blancos pusieron a un demagogo en la Casa Blanca. Pero siempre quise ir a su clase de escuela dominical. Cuando Carter, ahora de 93 años, anunció que iba a recortar su horario de enseñanza en la iglesia y publicaría un nuevo libro, "Faith: A Journey for All", pareció casi una señal. Carter todavía tiene fe en este País, y yo esperaba que su clase también pudiera restaurar mi fe.
El santuario de la Iglesia Bautista Maranatha da cabida a 350 personas, y hay una sala secundaria con transmisión de video en vivo para unas 100 personas. "Con base en las últimas tendencias de asistencia, los visitantes que llegaban antes de las 6:00 horas no tuvieron ningún problema para conseguir asiento en el santuario", dice el sitio web de la iglesia.
Puse la alarma para una hora que no había visto desde 1998, la última vez que hubo un bebé recién nacido en mi casa.
Llegué a la iglesia y me dieron un número, el 41, y me dijeron que me estacionara en el huerto de nogales porque el estacionamiento ya estaba lleno. No estaba ahí lo suficientemente temprano como para que me garantizaran un asiento en el santuario, dijo un miembro de la iglesia, pero no era imposible.
Conseguí lugar en el santuario. Mientras esperábamos a que Carter llegara, platiqué con un ministro bautista sentado en el banco detrás de mí sobre una reciente entrevista con Stephen Colbert, en la que Carter insinuó que considera un mentiroso al Presidente actual de Estados Unidos. A la pregunta de qué se necesita para ser Presidente, le dijo a Colbert: "Solía pensar que era decir la verdad. Pero últimamente he cambiado de opinión".
En la iglesia en Plains hubo destellos del mismo ingenio travieso. "¿Tenemos visitantes esta mañana?", bromeó Carter con la multitud. Preguntó de dónde veníamos, y se escucharon voces de lugares como Camerún, Israel, Uzbekistán.
Cuando llegó la hora de la clase, lo hizo sonriente y hablando sin consultar apuntes, moviéndose al atril sólo para leer los versículos. El texto era de los Hechos de los Apóstoles, pasajes que hablan sobre las prioridades de la iglesia inicial. "Ellos rezaban juntos. Tenían comunión juntos. Y una tercera cosa: se ocupaban de las necesidades de los demás, incluso de manera sacrificada", dijo. Habló particularmente sobre la generosidad de Bernabé, quien vendió su propio campo y dio el dinero a los apóstoles de Jesús para repartirlo a los necesitados.
No es un orador que se mueva de un lado a otro del escenario, que gesticule o tenga una voz estruendosa, pero es un maestro brillante, moviéndose hábilmente entre sus recuerdos, sus preocupaciones por el mundo y lo que los Hechos tienen que decir sobre la relación de los seres humanos entre sí.
"Hemos perdido la fe en muchas cosas que siempre nos han nutrido", dijo. "Mucha gente en el mundo ha perdido la fe en la democracia. Hemos perdido la fe en la santidad de decir la verdad y el valor de la educación. Hemos perdido la fe en la igualdad de las personas. En la historia de nuestro País, algunas de nuestras mayores luchas han sido por la igualdad".
Luego preguntó a la congregación en qué año obtuvieron el derecho al voto las mujeres en Estados Unidos. Varios gritaron "¡1920!" Pero era una pregunta capciosa. "Ese año fueron las mujeres blancas", nos recordó. "Muchas personas blancas no recuerdan esa distinción".
Habló sobre la responsabilidad solemne del comandante en jefe del País de salvaguardar las armas nucleares. "Si no encontramos la forma, como seres humanos colectivos, de llevarnos bien, incluso las personas que no nos caen bien y con las que no estamos de acuerdo, digamos los estadounidenses y los rusos, los estadounidenses y los chinos, los estadounidenses y cualquier otra persona, si no encontramos colectivamente la forma de llevarnos bien y cuidarnos unos a otros, ese podría ser el fin de la humanidad".
Carter es realista y le preocupa el estado del mundo, pero también tuvo cuidado de decir que no cree que sucederá lo peor, "soy cristiano y creo que la voluntad de Dios y el amor de Dios prevalecerá, pero me preocupa".
Carter recordó a la congregación que Bernabé era conocido entre los primeros cristianos como "el que anima y entusiasma". Y hacer eso es, claramente, algo de lo que el ex Presidente sabe mucho. 

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