9 oct 2018

El viejo nuevo populismo de Italia

El viejo nuevo populismo de ItaliaPaola Subacchi is a senior fellow at Chatham House and visiting professor at the University of Bologna. She is the author, most recently, of The People’s Money: How China Is Building a Global Currency. 
Traducción: Esteban Flamin
Project Syndicate, Lunes, 08/Oct/2018
Hace poco, el gobierno de coalición italiano, formado por el Movimiento Cinco Estrellas (M5E, antisistema) y la Liga (un partido de ultraderecha), fue noticia por su nuevo proyecto de presupuesto, que viola las normas de la Unión Europea. Pero decididamente no sería el primer gobierno italiano en hacer promesas desmesuradas y dilapidar el dinero del erario para pagarlas. Lo cierto es que a fin de cuentas, el nuevo populismo de Italia no tiene nada de nuevo.

La propuesta de presupuesto del gobierno promete aumentar el endeudamiento para financiar un déficit del 2,4% del PIB en 2019 y los dos años siguientes. Aunque no cruzaría el límite de 3% del PIB fijado por la UE para el déficit fiscal, es considerablemente más que el 1,6% que el ministro de finanzas ya había acordado informalmente con la UE.
Para Italia, que padece profundos problemas estructurales y un crecimiento crónicamente anémico, incrementar el objetivo de déficit fiscal para 2019 es, en el mejor de los casos, imprudente. Al empeorar la fragilidad de la posición fiscal de Italia, la suba del déficit limitará la posibilidad de implementar ajustes en respuesta a eventuales perturbaciones.
La deuda soberana de Italia ya supera el 130% del PIB (el segundo ratio deuda/PIB de la UE, después de Grecia). Según la Banca d’Italia, para entrar en una senda hacia una deuda pública sostenible, el país debería aumentar el superávit primario (la diferencia entre ingresos y gastos antes del pago de intereses) a entre 3,5 y 4% del PIB. En vez de eso, se calcula que en 2019 el superávit primario caerá al 1,3% del PIB, desde el 1,9% previsto este año, lo que volverá difícil, o imposible, lograr la reducción de deuda planeada.
Es casi inevitable que las consideraciones económicas y sociales a largo plazo choquen con los objetivos políticos a corto plazo, en particular en el caso de los populistas. El único modo que tienen los partidos de la coalición italiana para cumplir sus promesas de campaña exageradas es aumentar el gasto ahora.
En tanto que el M5E prometió implementar alguna forma de “renta ciudadana” para los pobres y la Liga se comprometió a hacer rebajas impositivas, ambos partidos quieren derogar la reforma previsional de 2011 que, entre otras cosas, elevó la edad de retiro. Para la Liga es particularmente urgente cumplir las promesas electorales y así consolidar antes de la elección del próximo año para el Parlamento Europeo la ventaja que lleva en las encuestas respecto de sus antiguos aliados de centroderecha (sobre todo Forza Italia, de Silvio Berlusconi) y también respecto del M5E.
Es verdad que las medidas de la coalición gobernante en Italia responden, al menos en parte, a inquietudes reales y serias. La crisis financiera global y la posterior crisis de la eurozona redujeron considerablemente los niveles de vida de muchas familias, y hoy viven en la pobreza absoluta unos cinco millones de personas. Entre 2009 y 2012, el ingreso real disponible per cápita se hundió, y sigue debajo de los niveles precrisis, que ya eran inferiores a lo que imperaba en Italia antes de la adopción del euro. Y como el ingreso real (y la riqueza) de las familias de mayor edad superan con creces esos niveles, los datos agregados no capturan lo desesperante que se ha vuelto la situación para las familias más jóvenes y de mediana edad.
Pero el problema no se resolverá arrojándole 10 000 millones de euros (11 500 millones de dólares). La “renta ciudadana” del M5E no bastará para sacar a la gente de la pobreza, y es posible que termine empeorando su situación, en la medida en que distraiga la atención de las falencias del sistema de bienestar (fragmentario y mal orientado) y de la necesidad de reformas estructurales más amplias.
Hoy Italia está rezagada respecto de otras grandes economías europeas en cuanto a producción, empleo y crecimiento de los ingresos, con salarios que ni siquiera van a la par de las ínfimas mejoras de productividad del país. En vez de ofrecer paliativos, la coalición gobernante debería trabajar para mejorar la competitividad italiana, dañada tras la crisis por la débil recuperación de las exportaciones reales y por la falta de inversión (que hoy está en un 9% del PIB, bastante menos que la media de la eurozona).
No es ni siquiera probable que los votantes de la Liga acepten el programa de renta ciudadana, por la percepción de que alentaría una cultura de dependencia y otorgamiento de derechos a la que muchos de ellos se oponen. De hecho, ya comienzan a verse fisuras en la coalición.
Por ahora, la Liga y el M5E siguen unidos por la determinación compartida de defender la soberanía de Italia contra los intentos de la UE de debilitarla. Tras pasarse semanas discutiendo con la dirigencia de la UE por las migraciones, el gobierno ahora cuestiona las normas del Tratado de Maastricht, todo con el objetivo de conservar el apoyo popular.
Pero en esto también, los intereses políticos a corto plazo se contradicen con los imperativos económicos a largo plazo. En un mundo en el que el capital fluye a través de las fronteras al instante, nociones rígidas de soberanía no sólo son inadecuadas, sino también peligrosas, sobre todo porque alientan el temor de los inversores internacionales. Como demuestra claramente el caso de Argentina, la desconfianza de los inversores hacia los gobiernos populistas puede generar turbulencias: si empiezan a retirar sus fondos, el temor a una crisis de deuda soberana se convierte en una profecía autocumplidora.
Italia todavía no llegó a ese punto, pero desde fines de mayo, la tasa que pagan sus títulos públicos a diez años aumentó alrededor de 210 puntos básicos, con lo que el diferencial respecto del bund alemán supera los 270 puntos básicos. Y están todos los ingredientes para una crisis: pronósticos de crecimiento desalentadores, una mala posición fiscal que se deteriora, un sector bancario vulnerable con importante exposición a deuda soberana, y ningún plan creíble para la necesaria reforma estructural.
Si los miembros del gobierno italiano que promueven abandonar la eurozona se salen con la suya, la situación se tornará todavía más explosiva, al generalizarse la desestabilización económica y destruirse la confianza. No hay que olvidar que la pertenencia a la UE y a la eurozona ha sido la principal fuerza que alejó a Italia del cortoplacismo irresponsable en dirección a una mayor disciplina fiscal.
Históricamente, los italianos han confiado en la UE más que en sus propios gobiernos; pero puede que eso haya cambiado, con lo que el riesgo de que se intensifiquen las presiones hacia una salida del bloque es cada vez mayor. Pero incluso si Italia se queda en la eurozona, es probable que la coalición gobernante se conduzca más o menos igual que sus predecesores; la única novedad puede ser la magnitud del daño causado.




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