El que escribe tiene copia de las dos cartas, por decisión de ambas partes y autorización para publicarlas.
Los días después/ Pablo Salazar Mendiguchía
REFORMA, 22 Feb. 2020
El 28 de junio de 1996, mientras se llevaban a cabo negociaciones paralelas entre la comandancia del EZLN y los miembros de la Cocopa, ocurría un hecho impensable e inédito: un General de División del Ejército Mexicano iniciaba un intercambio epistolar con el Subcomandante Insurgente Marcos.
El General José Álvaro Vallarta Ceceña, hombre culto, estaba convencido de que los rebeldes sureños eran personas buenas que habían equivocado la vía.
Así lo decía: "El que inicia o responde a una guerra, gane o pierda, debe pensar en la paz; al final de cuentas ese es el fin de la guerra. Tengo una teoría que, en lo particular considero un axioma, la llamo los días después, esos días van más allá de la firma de la paz. En la Revolución Mexicana, de hecho hubo tres guerras. La primera, para derrocar al dictador, duró unos cuantos meses. Porfirio Díaz renunció en 1911 cuando Pascual Orozco y sus tropas capturaron Ciudad Juárez. Esa renuncia, política, gubernamental y militarmente fue inverosímil (haga de cuenta que Salinas de Gortari hubiese renunciado por la toma de cuatro municipios en Chiapas a principios de 1994); la segunda, contra el chacal Victoriano Huerta, también de unos pocos meses, entre 1913 y 1914; la tercera, entre los triunfadores, entre los revolucionarios, que prácticamente se inició en 1914 y terminó en 1929, fue la lucha más cruel y sanguinaria. No solo murieron Zapata, Carranza, Obregón y muchos caudillos, también miles y miles de mexicanos. ¿Por qué razón los mexicanos nos tenemos que matar unos a otros? El principal problema de la humanidad es la convivencia", sentenciaba.
"Mi único hijo murió. En su tumba prometí no cejar en buscar un mundo mejor para sus hijos. Le confieso que con seguridad no sé cómo hacerlo, pero con certeza le manifiesto que la guerra y el debilitamiento de nuestras instituciones son un camino equivocado para encontrar soluciones. Estoy seguro que los mexicanos le dan a usted la razón por su lucha, pero por ningún motivo se la han concedido por la vía utilizada, y mucho menos si no se adoptan medidas para evitar los días después".
Así le respondió Marcos: "Quiero reflexionar un poco sobre su gran verdad. Usted lo sintetiza en forma contundente como corresponde a un militar cuando lo llama los días después. Tiene razón cuando dice que el principal problema de la humanidad es la convivencia en todos los niveles. Nosotros los soldados del EZLN no teníamos lugar en ningún nivel de convivencia. Nuestra vida ni siquiera era tomada en cuenta en el futuro modernizador al que nos conducía, forzadamente, el salinismo neoliberal. ¿Qué debíamos hacer? ¿Permanecer con los brazos cruzados esperando a que la muerte llegara en la forma en que solía llegar a las montañas del sureste mexicano, es decir, humillante, miserable, indigna? Los nuestros se morían de olvido. ¿Conoce usted, general, una muerte peor? ¿Hicimos mal, general? Muchos dicen que las causas son legítimas pero la vía es equivocada. ¿Nos hubieran escuchado los gobernantes si no nos hubiéramos alzado en armas? ¿Habría preocupación por resolver la cuestión indígena nacional si no hubiera habido guerra? Nosotros creemos que no. Y a eso quiero referirme, general. Pensar en los días después es no solo pensar en la pacificación y el control de los rencores que suelen desatarse en una guerra. Es también y sobre todo, construir otras relaciones que eviten que las circunstancias que dieron origen a nuestro ejército se repitan. Hubiera sido muy bueno que nos hubiéramos encontrado no frente a frente, sino uno junto al otro. Así hubiéramos podido luchar juntos para cumplir las promesas que ambos hicimos frente a una tumba. Usted frente a la tumba de su hijo, yo frente a la tumba de una niña indígena de 3 o 4 años que se me murió en las manos, de calentura, una madrugada hace 12 años. Ella no era mi hija".
El que escribe tiene copia de las dos cartas, por decisión de ambas partes y autorización para publicarlas. El General José Álvaro Vallarta lamentablemente falleció el 21 de octubre del 2004. Por su parte, el ahora Subcomandante Galeano y el EZLN han decidido realizar una nueva marcha a la capital. Tanto los zapatistas como el gobierno federal, a 26 años del levantamiento armado, siguen prolongando los días después, sin encontrar cómo cerrar ese doloroso capítulo.
El autor fue gobernador de Chiapas de 2000 a 2006. Como senador fue miembro de la Comisión de Concordia y Pacificación (Cocopa) entre 1994 y el 2000.
Ego sum qui sum; analista político, un soñador enamorado de la vida y aficionado a la poesía.
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