3 ago 2022

La señora Vilchis se lanza contra la opinión de Riva Palacio

Confunde la señora los géneros del periodismo..

¿Dónde estudio periodismo?

Mañanera del 3 de agosto de 2022

ANA ELIZABETH GARCÍA VILCHIS: Buenos días a todas y a todos.

Este es el Quién es quién en las mentiras de la semana del 3 de agosto de 2022.


No temer. Ni ruptura, ni salida, ni violación al T-MEC.
 El debate público desatado tras los señalamientos de posibles violaciones al Tratado de Libre Comercio entre México, Estados Unidos y Canadá por la política energética de México ha causado una avalancha de columnas, programas, debates, opiniones, entrevistas, reportajes en radio, televisión y también en las redes sociales. Campaña que, por cierto, aún no termina.

La opinión de la oposición y de casi todos los medios es que México está violando el tratado comercial y que, como dice Raymundo Riva Palacio, ‘el presidente es suicida’, porque dice que se quiere salir del tratado, lo cual no es verdad. Todos a punto de aplaudir que se sancione a México.

Pero no hay tal violación, el artículo 8 del tratado reconocer la soberanía de México sobre sus recursos naturales, su derecho a legislar de acuerdo a sus intereses sobre el sector energético. La postura del presidente es defender la dignidad de México y la soberanía nacional, y hacer valer la promesa de Joe Biden de que la relación entre México y Estados Unidos es una relación de respeto a la soberanía, en pie de igualdad, como buenos vecinos, sin hegemonías.

Pero, por ejemplo, el 1º de agosto pasado en su columna el señor Raymundo Riva Palacio escribió: ‘Andrés, dispuesto al suicidio, promoviendo la salida del tratado comercial y anunciarlo el 16 de septiembre para buscar el consenso popular’.

Todo eso es falso, pero, más allá, la comentocracia está lanzada defendiendo intereses extranjeros en materia energética, felices si sancionan a México. El presidente Andrés Manuel López Obrador ha dicho en este mismo espacio que es falso que se busque la salida del acuerdo. No va a haber ruptura, no sólo porque no tenemos… porque tenemos la razón, sino porque no nos conviene y tampoco le conviene a Estados Unidos.

Sin embargo, el objetivo del Gobierno de México es no ceder la soberanía, hacer valer sus derechos sobre los recursos energéticos del país y sostener en alto la dignidad de nuestro pueblo. Pero pues sabemos que eso no lo entienden los conservadores, tan dados al malinchismo y también al entreguismo.

(...)

Y, bueno, para finalizar tenemos dos cosas más:

Primero, tenemos la columna de la semana. Raymundo Riva Palacio, que se ha ganado a pulso un lugar en esta sección, por segunda vez mencionado, ahora es ejemplo de lo que puede denominarse como periodismo ficción. El columnista de El Financiero afirma que ‘hay suficiente evidencia empírica para afirmar que López Obrador violará lo que sea para mantener a Morena en el poder o no entregará la Presidencia si pierde en 2024, lo que obliga a la oposición a pensar cómo le hará si este escenario se materializa’.

El señor se atreve a decir todo eso, pero no tiene prueba alguna, sólo son conjeturas, es puro invento, sin pruebas. Cuando un periodista inventa se dice que vuela, pero con Riva Palacio de plano nunca toca tierra.

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Cuáles son las columnas de Raymundo Riva Palacio que cuestiona la señora Vilchis, recomiendo su lectura..

Estrictamente Personal

En construcción, el fraude en 2024/Raymundo Riva Palacio

El Financiero, agosto 02, 2022 |

En los últimos meses se ha acumulado suficiente evidencia empírica para afirmar que el presidente Andrés Manuel López Obrador está preparando quedarse con la presidencia al término de su mandato. Quizá no propiamente en sus manos, pero sí a través de una o un títere. Esta evidencia empírica choca con su discurso de que es un demócrata, que no se reelegirá y que no permitirá que surja en México una dictadura. Aunque una parte de la sociedad informada lo considera un autócrata que corre hacia una dictadura, teóricamente, sin embargo, López Obrador parece tener razón.

Su lucha no ha sido contra la democracia per se, sino contra la democracia liberal. Él es un demócrata iliberal, o sea, que no cree en las instituciones, ni en el Estado de derecho, ni en las normas. Es un populista, como abundan hoy en el mundo, que paradójicamente surgió gracias a la democracia, como Zac Gershberg y Sean Illing argumentan en su nuevo libro (The Paradox of Democracy). No está claro dónde terminará la disrupción democrática que se vive, pero lo que sí es seguro es que no regresarán los tiempos idos. Los que vengan, es un misterio qué modelo consolidarán.

Pero aquí, en México, sí podemos perfilar lo que vendrá en las elecciones presidenciales de 2024. En la precampaña y la campaña, habrá violaciones sistemáticas a la ley por parte del Presidente, Morena y quienes abanderen al partido en el poder. Lo vimos durante el proceso de la revocación de mandato, un ejercicio más para fortalecer el consenso de López Obrador –que no se logró– que la ejecución de un recurso democrático.

El Presidente mismo violó las leyes electorales, su gabinete recibió instrucciones de hacer campaña para inducir el voto en la consulta de la revocación de mandato –violando también las leyes electorales– y los órganos electorales se vieron rebasados por la forma como quienes rompieron las normas los ignoraron, aumentando su impotencia porque, frente a tanta ilegalidad, carecen de dientes –o valor– para poder aplicar la ley. Si no fuera así, probablemente el Tribunal Electoral podría determinar que la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, y el secretario de Gobernación, Adán Augusto López, están inhabilitados para participar en el proceso presidencial por sus violaciones a la ley en ese ejercicio.

Para la consulta de la revocación de mandato se utilizaron recursos públicos, más allá de los presupuestados por el INE, y el secretario López realizó giras estatales donde habló con presidentes municipales de oposición y les ofreció dinero para obra pública a cambio de cuotas de votos hechas a la medida, para que garantizaran un mínimo de sufragios y que fueran a favor de López Obrador.

La elección interna de Morena este fin de semana para elegir delegados al Congreso Nacional que se celebrará en septiembre, cuyo objetivo es elegir a la dirigencia del partido que acompañará la elección presidencial de 2024, fue un ejercicio profundamente iliberal. Es decir, dentro de un andamiaje democrático –sufragio libre y secreto– se generó la distorsión –caos, violencia, acarreos de votantes, robo de urnas–. Lo que sucedió no fue sorpresa. Cada proceso de elección interna moreno en los últimos años termina en lo mismo. Lo único que faltó en esta ocasión fueron los balazos. El ADN de Morena no va a cambiar; es genéticamente antidemocrático, pero aún está lejos de ser autoritario o dictatorial.

No obstante, como las violaciones a la ley del Presidente y las figuras más relevantes para 2024, el comportamiento de la militancia de Morena pinta el horizonte que veremos en las elecciones presidenciales. Si no ganan, arrebatan. ¿Cómo lo harían? La denuncia de fraude cometido por la oposición, con financiamiento de Estados Unidos y de los grupos económicos despojados de sus privilegios –las ideas parten del discurso cotidiano de López Obrador–, provocaría la toma de las calles y el secuestro del INE, para entonces con una presidenta a modo de López Obrador. La izquierda social podría fácilmente desestabilizar al país –su operación contra el gasolinazo en 2017 es prueba de su eficacia– y descarrilar el proceso.

En esas condiciones, López Obrador bien podría aumentar su mandato –que no sería una reelección, teóricamente hablando– con el apoyo del Ejército, cobrando en ese momento los favores recibidos en dinero y especie, en los altos mandos castrenses. Al haber abandonado la cúpula militar la institucionalidad por el partidismo, como ha quedado demostrado en varios discursos pronunciados por el jefe de las Fuerzas Armadas, el autogolpe no es algo que hoy se vea descabellado.

¿Estaría López Obrador dispuesto a esto? Es un salto muy grande, por lo que su mejor alternativa, con toda la fuerza de su presidencia legal, es transgredir la ley, como lo ha hecho en todos los capítulos importantes de la vida pública desde que inició su administración, ante el débil diseño de las instituciones y la subordinación del Poder Legislativo, y en cierta manera la cabeza del Poder Judicial a sus ideas y deseos, sin olvidar que para entonces, la presidencia estará en manos de una de sus ministras incondicionales.

Los andamiajes de la democracia serán utilizados por López Obrador para perpetuarse en el poder, directa o indirectamente. La evidencia empírica que apunta en esta dirección tendría que ser analizada por quienes apuesten por elecciones justas y libres, donde el resultado no es lo más relevante en esa parte del proceso. Lo que hemos experimentado es contrario al espíritu democrático liberal, con incertidumbre en el proceso y certidumbre en el resultado.

En este momento, es relevante que la oposición piense en una estrategia paralela a sus alianzas y selección de candidaturas, para que, si llegara a darse su victoria –hoy en día aparentemente inalcanzable–, López Obrador tenga que aceptar la derrota de su proyecto e impedir una desestabilización para que Morena no entregue el poder. Dados sus antecedentes, jamás aceptará que perdió. La estrategia para que eso no suceda, está en marcha.

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Estrictamente Personal

Andrés, dispuesto al suicidio/Raymundo Riva Palacio

El Financiero, agosto 01, 2022 |

El presidente Andrés Manuel López Obrador está jugando con fuego y tiene sobre la mesa una idea que ya planteó a sus colaboradores: solicitar la salida del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá, conocido como TMEC, para presionar a Estados Unidos y obligarlo a que acepte sus términos en el capítulo energético. López Obrador se inspiró en el presidente Donald Trump, quien para presionar al Congreso a aprobar el TMEC, que remplazaría al Tratado de Libre Comercio de América del Norte que consideraba un “desastre”, amenazó con retirar a Estados Unidos del acuerdo.

Los planteamientos de López Obrador fueron hechos luego de que la secretaria de Economía, Tatiana Clouthier, y el secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, le dijeran que la reciente controversia con sus socios comerciales no sería ganada en un arbitraje independiente, por los términos como quedó redactado el TMEC. El embajador en China, Jesús Seade, que fue observador con facultades de voto y veto durante las negociaciones que llevó a cabo el equipo del presidente Enrique Peña Nieto, le envió una carta donde le recuerda con detalles los compromisos que adquirió su gobierno en el acuerdo.

El reclamo se encuentra en el capítulo 8 del TMEC, que se refiere al sector energético. Estados Unidos y Canadá aseguran que México ha violado varios artículos, pero López Obrador sostiene que es falso y que no aceptaría nada que viole la soberanía mexicana. El borrador del capítulo 8 subraya la soberanía mexicana sobre sus recursos naturales, la cual está salvaguardada. Las acusaciones de sus socios comerciales son por el incumplimiento de lo que aceptó López Obrador, por medio de Seade, durante las negociaciones energéticas.

El borrador es de pleno conocimiento del Presidente, por lo que sabe –a menos que no lo haya entendido– que el acuerdo es transversal y tiene compromisos tangibles, como el que no se revierta la reforma energética, revelado por el propio Seade al día siguiente de la conclusión de las negociaciones. El principal argumento que había esgrimido el equipo negociador estadounidense fue que sería inaceptable que el nuevo gobierno de López Obrador quisiera tratarlos como socios “de segunda”, al pretender eliminar del borrador lo que ya había aceptado en el Acuerdo de Asociación Transpacífico y con los europeos.

La discusión en las próximas consultas por el reclamo de Estados Unidos y Canadá será técnica, pero López Obrador politizó la negociación y quiere engañar a los estadounidenses. Poco después de oficializarse la denuncia, el Presidente habló con el embajador de Estados Unidos, Ken Salazar, tras lo cual dijo que no se romperían los lazos comerciales, pero el viernes, en declaraciones confusas, dejó abierta la posibilidad de salirse del TMEC, y corrigió después señalando que eso no beneficiaría a ninguno de los dos países. Parecía una esquizofrenia política, pero no lo era.

En su pensamiento hay dos planos, donde la aceptación de la administración Biden al enfoque energético que busca imponer López Obrador pasa por la solicitud de repudio del acuerdo comercial. López Obrador cree que es posible jugar un gambito con la amenaza porque Estados Unidos resultaría muy afectado en materia agrícola, industrial y tecnológica, así como en las cadenas de suministro que han sido un tema prioritario en las conversaciones bilaterales desde hace más de un año.

La presión, que también puede interpretarse como chantaje, está inspirada en el actuar de Trump, aunque López Obrador quizás está pensando mal su estrategia. Si Trump tenía que cumplir su amenaza, sería un fuerte golpe para Estados Unidos, en efecto, pero no dejaría de ser la principal economía del mundo. Si Biden no juega el bluff de López Obrador, que es lo que parece ser en el fondo, el aparato productivo mexicano quedaría desconectado del norteamericano y perdería la locomotora que le dio crecimiento, bienestar y estabilidad desde 1994.

Repudiar el TMEC no es una decisión tomada, pero el Presidente dio instrucciones para que se vayan construyendo las condiciones para que, en caso de conflicto, tenga el consenso nacional. López Obrador está animado tras revisar la semana pasada una encuesta interna sobre la reforma energética y los precios de los combustibles, concluyendo que políticamente le convenía pelearse con Estados Unidos, con su trillada perspectiva “nacionalista” y la defensa de lo que llama “la patria”.

Los resultados de la encuesta apoyaron el anuncio de responder los reclamos de Estados Unidos y Canadá el 16 de septiembre, una de las grandes fechas patrióticas mexicanas, para lo cual integró un equipo para que aporte ideas, conceptos y redacte el discurso de ese día, encabezado por su principal asesor político, el vocero Jesús Ramírez Cuevas; su segundo gran consejero político, el monero de La Jornada, Rafael Barajas El Fisgón; el controvertido director del Fondo de Cultura Económica, Paco Ignacio Taibo II, y el coordinador de asesores, Lázaro Cárdenas.

La línea sobre la que versará el discurso es política, no técnica; es belicosa, no prudente. Es la quintaesencia de López Obrador, cuyo discurso retomará probablemente sus ideas con fuerza, algunas ampliamente conocidas en el repertorio presidencial, como la “explotación” y los “saqueos” de las empresas extranjeras, y su presunta manipulación por parte de grupos opositores en México.

El mensaje, por más bien que se reciba en algunos sectores mexicanos e inyecte combustible al nacionalismo, no va a ayudar a México en la negociación, que, a decir de los propios funcionarios mexicanos, no tiene un equipo capaz para llevar a las consultas, al haber sido despedidos en los últimos tres años prácticamente todo el equipo técnico que participó en las reuniones del TMEC.

Las condiciones objetivas son bastante desfavorables para México, porque efectivamente, parece ser el consenso, se violaron acuerdos palomeados por López Obrador. Las condiciones subjetivas, por lo contrario, son altamente favorables al Presidente, aunque para efectos del tratado comercial, carecen de valor. El 16 de septiembre habrá probablemente más radicalismo en el mensaje de López Obrador y menos conciencia sobre lo que su actuar significa. La permanencia en el TMEC seguirá en el aire.

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 Estrictamente Personal

Choque de trenes/Raymundo Riva Palacio

El Financiero, agosto 03, 2022 | 


El presidente Andrés Manuel López Obrador le envió ayer –según anunció– una carta al presidente Joe Biden donde reafirma la soberanía energética mexicana, en defensa de su interpretación del tratado comercial con Estados Unidos y Canadá, el TMEC, y como respuesta a las denuncias de haber violado compromisos adquiridos. Pero al mismo tiempo, en una bravuconada innecesaria, dijo, como si el horizonte fuera el retiro de México del acuerdo norteamericano, “¿qué haría Estados Unidos sin la fuerza de trabajo de los mexicanos?, ¿qué haría su industria sin las autopartes que se producen en México?”.

Para tener la lengua larga –de las mañaneras– se requiere tener la cola corta –fortaleza política y económica–, pues de otra forma sucederá lo que vivió con el presidente Donald Trump, cuando ante la amenaza de imponer aranceles en 2019 por la migración descontrolada, obligó a López Obrador a ser un muro contra los centroamericanos, y “se dobló”, como caracteriza Jared Kushner, yerno de Trump, en sus memorias de la Casa Blanca, libro que comenzará a venderse a finales de mes.

No ha habido ningún presidente mexicano que incorpore en su discurso cotidiano la soberanía y el nacionalismo, que utilice sistemáticamente enemigos externos para ocultar su falta de pericia y capacidades limitadas para comprender temas complejos, y con su profundo desdén sobre temas que no sean electorales, lo que lo ha llevado a ser ante la Casa Blanca, quizás, el Presidente más sumiso que se recuerde.

López Obrador grita muy fuerte desde Palacio Nacional y se achica en la Casa Blanca. Pudo haber sido diferente, de haber sido menos superficial en su toma de decisión, pero no lo fue. El acuerdo comercial fue firmado el 10 de diciembre de 2018, con las modificaciones solicitadas por los demócratas en materia laboral. Previamente, como presidente electo, pidió incorporar en el capítulo 8 un párrafo sobre la soberanía y la propiedad mexicana de todos los hidrocarburos en su territorio.

La incorporación de ese párrafo se dio tras un fuerte diferendo en la mesa de negociación con Jesús Seade, representante del presidente electo López Obrador a invitación del gobierno de Enrique Peña Nieto. El capítulo 8 establecía que México no podía modificar el sector energético para hacerlo más restrictivo que en otros acuerdos comerciales. Por instrucciones de López Obrador, Seade envió una carta al negociador en jefe de la Casa Blanca, Robert Lighthizer, quien estalló en las sesiones a puertas cerradas. “Are you fucking me?” (“¿Me quieres joder?”), le gritó Lighthizer a Seade. “A fucking letter is a letter, regardless how is written” (“una puta carta es una carta, sin importar cómo está escrita”). López Obrador planteaba reabrir toda la negociación, lo que, dijo Lighthizer, no era ni serio ni posible. Seade se quedó callado.

Más adelante, Seade dijo que el presidente electo quería incorporar en ese capítulo el reconocimiento de la soberanía mexicana de sus recursos naturales, a lo que nadie le vio problema, y Lighthizer aceptó de inmediato. El problema hoy es la interpretación del párrafo. López Obrador lo lee como si el capítulo 8 fuera algo aislado del tratado, y no con obligaciones transversales, como es su arquitectura. El Presidente lo sabía desde un principio, por lo que al final de la negociación –antes de las enmiendas–, en una conferencia de prensa en la embajada mexicana en Washington, Seade afirmó que la reforma energética no se revertiría. Nunca fue desmentido por el Presidente.

La carta a Biden, de acuerdo como lo esbozó López Obrador, desmonta sus compromisos de 2018 y reinterpreta el capítulo 8, anticipando un conflicto. El secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, dice que existe una interpretación equivocada de quienes piensan que este diferendo comercial llevará a un pleito, pero esa pelea, sin embargo, no viene; ya está. En un editorial ayer del diario más influyente en la capital estadounidense, The Washington Post, se enumera cómo, pese a haber entrado en vigor el acuerdo el 1 de julio de 2020, López Obrador ha continuado presionando por un mayor control estatal sobre el sector energético. “El gobierno de Biden no tiene opción salvo hacerlo retroceder”, agregó. Es decir, echarle toda la caballería.

López Obrador está dispuesto a todo, como se adelantó en este espacio el lunes pasado, hasta que lo convenzan de lo contrario o, como ante Trump y Biden en materia de migración, recule. Por el momento, el Presidente está envalentonado, como sugiere la sorna con la que despectivamente habla de una economía de Estados Unidos sin mexicanos. Debería ser menos alegre con sus cálculos.

La fuerza laboral civil extranjera en ese país –que incluye refugiados, migrantes legales, estudiantes, trabajadores temporales e indocumentados– contempla 17.4 por ciento del total. Los hispanos, no sólo los mexicanos, comprenden casi la mitad de esa fuerza de trabajo. O sea, la estimación de López Obrador no produciría el impacto que cree.

Dejar de exportar autopartes sí afectaría la economía de Estados Unidos, pero tendría un efecto devastador en México. Casi un millón de personas trabajan en la industria automotriz, muchas de las cuales quedarían desempleadas de la noche a la mañana. Un informe del banco suizo UBS, dado a conocer esta semana, señala que si las consultas no llegan a un arreglo, que estima probable por “el componente ideológico” de López Obrador en la discusión, el mecanismo de resolución de disputas podría causarle a México aranceles en sectores más allá del energético, pero, peor aún, con el mayor costo potencial en la pérdida de oportunidades de inversión.

Eso realmente no le importa al Presidente. El Washington Post lo entiende bien. “López Obrador está disfrutando de su inyección de azúcar nacionalista, burlándose de Estados Unidos”, señaló en su editorial. “Esto fue especialmente inapropiado –y ominoso– en el contexto de otros recientes exabruptos, donde llamó ‘traidores’ a sus críticos internos. Al decir López Obrador ‘nos vemos en tribunales’, Estados Unidos debe defender sus propios intereses y, en sentido real, también los mejores intereses del pueblo mexicano”.

El choque de trenes avanza.

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