15 ene 2023

Pepe Woldenberg/Rolando Cordera Campos

 La Jornada, domingo 15 de enero de 2023

Pepe Woldenberg/Rolando Cordera Campos 

Tengo en muy alto aprecio mi amistad con José Woldenberg, de aquí en adelante “Pepe”, como le llamamos muchos de sus amigos. La valoro y la cultivo porque pienso que gracias a ello lo que tenemos él y sus amigos es una empatía, que diría Adam Smith, superior a la simple y cotidiana relación que nos acerca y aleja a todos sin remedio.

Conozco su trayectoria y junto con muchos me siento orgulloso de lo que ha hecho. Desde sus incursiones sensatas y valientes en el sindicalismo universitario hasta las esperanzadoras jornadas destinadas a ampliar las avenidas de nuestra democracia que, como sistema plural y abierto, apenas emergía.

En los años 70, aparte de su abierto compromiso con el sindicalismo universitario, que veíamos como eficiente ruta para recomponer nuestra comunidad y defenderla de los embates desatados por el presidente Díaz Ordaz, marchó con orgullo al lado de don Rafael Galván y los electricistas de la Tendencia Democrática para darle al reclamo social que irrumpía una dimensión más amplia y ambiciosa que, junto con Galván, varios insistimos en llamar una visión nacional y de rescate del Estado revolucionario sofocado por sus burocracias y distorsiones.

En el Partido Socialista Unificado de México, que contribuimos a construir al calor de la candidatura presidencial de Arnoldo Martínez Verdugo, Pepe fue un destacado dirigente y voluntarioso secretario de prensa y comunicación social. Nos tocó vivir y sufrir el absurdo, pero criminal secuestro de Arnoldo, del que no pocos de sus correligionarios parecieron mejor olvidarse, como una anécdota más de la historia de su partido, el Partido Comunista Mexicano. Pepe estuvo ahí, en las angustiosas reuniones de la Comisión Política del PSUM, en los varios encuentros con los funcionarios gubernamentales responsables de la atención estatal del secuestro y con nosotros, sus compañeros de antaño y de ese momento, que habíamos creado el Movimiento de Acción Popular para participar en la reforma política que apenas despegaba, pero que ya había llevado a Arnaldo Córdova a verla como una “revolución política” que, en ese momento, no acabábamos de apreciar.

Pepe experimentó en carne y alma propias las ruindades de la llamada lucha interna y fue al calor de esas mezquindades que fue despojado de lo que merecía sin duda, una candidatura del partido a diputado federal. Luego vino el gran cisma priísta que llevó a Cuauhtémoc Cárdenas a la candidatura presidencial del FDN, con el que Cuauhtémoc y sus compañeros respondieron a la irracionalidad que se había convertido en forma de gobierno.

Pepe, junto con Pablo Pascual y Adolfo Sánchez Rebolledo, formó filas en el PRD hasta que abusos y liviandades de los grupos que se veían y sentían propietarios del partido y del proyecto de democracia que muchos cultivábamos, lo llevaron a dejarlo. Siempre en y por la izquierda.

Formamos entonces el Instituto de Es-tudios para la Transición Democrática (IETD), del que Pepe fue su primer presidente. Desde ahí queríamos dar cauce al descontento, pero, sobre todo, a la confusión y falta de visión que acompañaban ese enorme vuelco popular y político que demostró la urgencia de procesar un cambio político congruente con nuestros afanes y principios, pero también y sobre todo con lo que reclamaba una sociedad afectada por las crisis económicas y los descuidos y abusos del Estado en sus compromisos constitucionales

La de Pepe fue una conducción memorable del IETD que aterrizó en su designación como consejero ciudadano en el primer IFE plural y autónomo del gobierno. Luego, fue llevado a la presidencia del flamante instituto donde tuvo un desempeño ejemplar que ha merecido el reconocimiento de propios y extraños.

Al terminar su gestión en el IFE, Pepe hizo honor a sus principios y convicciones y se reincorporó a las aulas de su facultad, la de Ciencias Políticas de la UNAM, donde hoy se desempeña como profesor investigador de tiempo completo en la máxima categoría del Estatuto y a cargo de clases y seminarios que son un privilegio para los jóvenes que se inscriben en ellos.

Su obra periodística y ensayística es vasta y conocida y reconocida; en una mezcla de sociología política electoral que recoge su valiosa trayectoria de servidor público y pensador riguroso de la política, la democracia y la sociedad.

Es por esto y mucho más, que no puedo sino lamentar que haya sido en las páginas de La Jornada, mi periódico que lleva su nombre gracias a una propuesta nada menos que de Pepe, cuando deliberábamos sobre el nombre del futuro diario, que un pobre diablo (Pedro Salmerón), ahora coreado por vetustos seguidores, haya querido, sin éxito, infamar y difamar a Pepe y su trayectoria

Qué vergüenza, qué futilidad de quienes en aras de una lealtad irracional han olvidado sus valores y aspiraciones. De todavía cultivarlos, no se hubieran atrevido.

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La Jornada, 10 de enero de 2023

Derechización de la UNAM / Pedro Salmerón Sanginés

En el más reciente escándalo mediático, en torno a una tesis, el cártel de la calumnia y los carroñeros se lanzaron con todo contra el Presidente y contra la UNAM, mencionando apenas de paso la corrupción del gremio de los abogados y del Poder Judicial. Apenas si se mencionó que el ex presidente Peña, también “abogado”, plagió su tesis en una “prestigiada” universidad privada, perteneciente a la extrema derecha institucional de la Iglesia. Más allá de la necesaria revisión de ese gremio, esas universidades y ese poder, la polémica revivió un tema distinto, pero conectado: ¿la UNAM se ha derechizado?

Eso supondría que en algún momento la UNAM fue de izquierda, que nunca lo fue. Sin remontarnos a sus orígenes porfiristas ni a su anticardenismo militante, pensemos que en 1968 los testimonios coinciden en que los marxistas eran una minoría ínfima en el movimiento. Sin embargo, sí hubo una pluralidad creciente, sobre todo durante los rectorados de Ignacio Chávez, Javier Barrios Sierra y Pablo González Casanova, dos de los cuales fueron derribados por golpes porriles alentados o instrumentados por los presidentes Díaz Ordaz y Echeverría. El siguiente rector, Guillermo Soberón (1973-81), aprendió la lección e inició una era de (parcial) sumisión de la UNAM a las políticas del gobierno.

Además, durante el rectorado de Soberón se forjó la alianza entre los médicos institucionalizados y privilegiados, los científicos doctorados en Estados Unidos y los abogados ligados directamente al PRI y muchos de ellos al Opus Dei. Esa alianza gobernó la UNAM, particularmente con los rectores Carpizo, Sarukhán y Barnés (1985-99), y sin haberse ido del todo, regresó con renovados bríos con José Narro (2007-15).

Hoy se renuevan esos grupos, relevo general incluido. Los médicos de élite, los abogados directamente vinculados al PRI y/o al Opus Dei, los científicos de altísimos salarios y jugosos beneficios que controlaban el Conacyt e incontables fideicomisos, reciben ahora el refuerzo de un número creciente de egresados del ITAM posgraduados en Estados Unidos que nunca pisaron una escuela pública (de hecho, uno de sus candidatos a la rectoría tiene esas características), de los think tanks de Claudio X. González, del salinismo que se expresa en una revista “cultural” y una empresa de comunicación, y de quienes terminaron de convertir al árbitro electoral en una burla nacional y que ahora, violando los estatutos de la UNAM, pretenden volver a ella.

Durante el periodo neoliberal las mafias de la UNAM fueron cada vez más cercanas a los poderes reales, de espaldas a la nación y a sus alumnos. Entre los estudiantes se redujo notablemente el porcentaje de quienes proceden de las clases populares para convertirse en un coto de privilegio (resultante de los exámenes de ingreso). Y las torres de marfil de los profesores de tiempo completo y sobre todo de los investigadores (con altísimos salarios y grandes beneficios adicionales) son también cada vez más cerradas y elitistas. Cuatro instituciones, cuatro mecanismos jurídico-políticos son claves en este proceso:

a) La Junta de Gobierno, cuyos 15 notables eligen sin contrapesos –salvo los conflictos internos de las mafias a que representan y la presión externa de poderes fácticos– al rector y a los directores de facultades, escuelas e institutos.

b) El Colegio de Directores, que se ha vuelto un órgano monolítico. Ejemplo: en la huelga de 1986 hubo directores al lado de los estudiantes o que mediaron entre Rectoría y el Consejo Estudiantil Universitario. En 1999 los únicos directores que no se plegaron acrítica e incondicionalmente al rector fueron los de Derecho, Medicina y Veterinaria, que desde el inicio de la huelga exigían la represión y encabezaron intentos de desalojo de los huelguistas.

c) El Consejo Universitario, donde hay una sobrerrepresentación de los directores y los investigadores de los institutos y en el que los alumnos están subrepresentados. Los pequeños institutos tienen los votos que, junto con los de los directores, controlan sin problema las decisiones claves. La subrepresentación de los alumnos es más clara y dramática para el bachillerato y las cinco facultades llamadas “periféricas” que concentran a los estudiantes de menos recursos (Acatlán, Aragón, Cuautitlán, Iztacala y Zaragoza).

d) Las comisiones dictaminadoras, controladas por autoridades y grupos académicos dominantes. De ellas dependen (sin más contrapeso que la revisión muy excepcional por el Consejo Universitario) las contrataciones definitivas del personal académico, garantizando la reproducción de las mafias. En la UNAM, los concursos de oposición han devenido en burla.

La derechización y elitización han generado una casta dorada. Dos casos han sido ventilados recientemente: el de José Woldenberg, de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, que gana (solamente en la UNAM) 80 mil pesos mensuales por (según el reportaje) dar cuatro horas semanales de clase, escribir un artículo de opinión al mes y coordinar un libro cada tantos años (https://rb.gy/uvaxd2); y el de Guillermo Sheridan, del Instituto de Investigaciones Filológicas, quien gana un sueldo aún mayor sin dar clase (https://rb.gy/k2viop). Cierto que respondió… sin explicarnos por qué no da clases (ambos violan los artículos 2 y 61 del Estatuto del Personal académico de la UNAM, ¿habrá sanción?)

¿La UNAM no tiene remedio? Sí que lo tiene: su sangre, sus fuerzas son también inagotables, y la respuesta está en el corazón de la misma universidad.


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