NO HAY HUMO SIN FUEGO/ Heriberto M. Galindo Quiñones.
LA JORNADA, 10 de noviembre de 2023
A poco más de un mes del infame y provocador ataque de Hamas a Israel y de la también infame y devastadora respuesta Judia, y a la luz de la agresión militar que la secta ultra radical, extremista y terrorista palestina le propinó a Israel en su territorio, y ante la también horrorosa y genocida respuesta del gobierno israelita, bien vale reflexionar y tomar en cuenta la expresión aquella de que “no hay humo sin fuego”, al recordar el título de aquella gran película francesa de cine político de los años setenta, que nos enseñó que todas las cosas que suceden en la vida tienen su razón de ser. Es decir que los sucesos ocurren por algo, y no por casualidad.
El origen de la furia de Hamas tiene su por qué, o su lamentable razón de ser, en las luchas milenarias entre judíos y palestinos y que, de acuerdo con la Biblia, tuvo su gestación cuando por determinación de Sara, la esposa legítima de Abraham, fue expulsada Agar, la esclava egipcia trabajadora doméstica y madre de Ismael, -hijo fuera de matrimonio engendrado por Abraham-, a quien Sara le permitió tener relaciones íntimas y hasta lograr un primogénito, habida cuenta de que ella a sus más de ochenta años de edad no estaba en condiciones de darle un hijo al también anciano, como tampoco se lo dio en su juventud o en sus años de fertilidad.
Cuando la madre de Ismael tras haberle dado su primer hijo a Abraham empezó a tomar poder, influencia y control de ciertas situaciones en la casa de Sara, ésta exigió su salida, y Agar y su hijo fueron expulsados, y se trasladaron a tierras hoy identificadas en las orbitas árabes, musulmanas y palestinas, en un territorio muy extenso de Oriente Medio.
Abraham les dotó de algunos bienes y animales para su sustento y manutención, y ellos partieron para nunca volver.
Más tarde Abraham engendró en Sara, su octogenaria mujer, y dio a luz a Isaac.
De Abraham y de Isaac -su único hijo parido por Sara- surgió la comunidad judía, y a partir de Ismael, hijo de Agar, nació el pueblo árabe y palestino.
Aquello se forjó en medio de la pobreza extrema, con dolor, resentimientos y rencores tales derivados del abandono patriarcal. Aquello se anidó y se desarrolló con odios, resentimientos y resquemores, y se multiplicó y se reprodujo durante milenios y hasta la fecha.
El grupo extremista y radical islámico Hamas nació como oposición inconforme y radical en la población palestina, así como han surgido otros no menos belicosos en latitudes cercanas; y se rebeló contra el líder del movimiento palestino mayoritario Yaser Arafat, quien luchó hasta la muerte por la creación del Estado palestino y por un territorio legal y definido, y participó en las negociaciones para lograr la paz en la región.
Hamas consideró que Arafat involucionó en sus afanes guerrilleros y de lucha, y que traicionó a la gran causa, y lo acusó de haber abandonado el rigor contra la comunidad judía y también de negociar en condiciones indignas, desventajosas e injustas favoreciendo a Israel y en arreglos con los países occidentales encabezados por Estados Unidos y por las naciones europeas.
Hamas combatió e inclusive atentó contra Yaser Arafat y lo repudió con o sin razón hasta su muerte.
Actualmente Hamas critica y combate al gobierno palestino que relevó en el poder a Arafat.
La perfección no existe y menos en el desempeño político, pero Yaser Arafat hizo lo mejor que pudo y por ello tiene un lugar en la historia a pesar de que los sueños reivindicadores no han cristalizado a plenitud.
Entre las comunidades del Oriente Medio han sucedido cruentas batallas en muy distintas épocas a lo largo de siglos, y más reciente, mucho antes de la constitución del Estado de Israel en 1948 y más aún después del acontecimiento histórico no carente de inconformidades y problemas, establecido por la ONU tras el fragor de la lucha política y diplomática encabezada por David Ben-Gurión; y hasta la fecha, como ocurre hoy en día desde hace poco más de un mes, en que diariamente la sociedad mundial ha visto y vé los estragos de una guerra infame, injusta y devastadora:
De una parte la invasión de Hamas a territorio israelita, la cual tomó por sorpresa al otrora famoso y eficaz sistema de inteligencia judía; y de otra parte la atroz e inhumana respuesta del ejercito israelí al mando de un hombre ultra derechista, belicoso y represor cuya agresividad y ferocidad lo presenta como un energúmeno irascible e inestable en sus emociones, tal es el caso del Primer ministro de Israel Benjamín Netanyahu, a quien no le remuerde la conciencia al ordenar atropellar, disparar y asesinar inocentes ubicados en la franja de Gaza, so pretexto de combatir el terrorismo ciertamente engendrado por Hamas y radicado mayoritariamente en ese pequeño territorio.
Aunque hoy por hoy pareciera que la soluciones política, diplomática y económica no están cerca, es precisamente lo que hace falta y con urgencia, para poner un alto al fuego, y para detener las agresiones y los asesinatos de tanta gente inocente de ambos lados, y para reconstruir las ciudades y las comunidades devastadas por la guerra; y resolver los problemas de economía y finanzas que tienen que ver con la riqueza de hidrocarburos que se asientan en el subsuelo, y con pactos que no han dejado felices a las partes.
Aunque a decir verdad según las cifras que se divulgan la mayoría de los agredidos, los muertos y los heridos, hombres y mujeres, niñas y niños, ancianas y ancianos son de origen palestino, y lo más grave es que de ellas y ellos solamente una notable minoría es integrante de Hamas, y la gran mayoría es gente palestina de bien, inocentes que no son terroristas ni son culpables ni responsables del atentado original; pero por lo que se observa eso no parece importarle al terrible e infame gobernante israelí, quien dicho sea de paso tiene sobre él circunstancias que indican que pronto podría ser depuesto y enjuiciado, pues desde antes del ataque islámico, fue muy cuestionado por su conducta extremista y por supuestos actos de corrupción y de frivolidad, y ahora en infinidad de países del mundo se le está acusando de genocidio y de ser un criminal de guerra, como también lo son los verdaderos integrantes y los líderes de Hamas, quienes detonaron esta nueva furia del desierto.
Ni el pueblo judío ni el pueblo palestino quieren esta guerra fratricida, luego entonces ¿cómo parar la guerra y cómo lograr una paz duradera?
En mi opinión son las vías política, económica, financiera y diplomática, más las actitudes de buena fe, de buenas maneras, de diálogo, de conciliación, de acuerdos y de negociaciones, el mejor camino para lograr una solución pacífica a tantas controversias, conflictos y contradicciones, que deriven en el respeto al Estado de Israel y en el reconocimiento de la existencia del Estado palestino, con delimitaciones territoriales reconocidas y aceptadas y con tolerancia.
La solución integral debe buscarse y lograrse, antes de que otras fuerzas extremistas y radicales que residen en el Oriente Medio, como Hamas, se sumen y propicien más y más el terrible e indeseable exterminio, del que pudiera surgir una guerra generalizada en aquella región del mundo, con la horrorosa posibilidad de convertirse en una conflagración mundial que derive en la no deseada tercera guerra mundial, o desde la perspectiva espiritual en la venida del gran Mesías que es Jesucristo al que sus seguidores esperamos, y a quien ya muchos judíos reconocen como tal, mientras que los descendientes de aquel Ismael continúan como seguidores de Mahoma y con Alá en sus cerebros y en sus corazones.
Lo que está sucediendo en aquella región del mundo está registrado en la Biblia.
Clamemos por la buena negociación política, económica, financiera y diplomática, para lograr la paz en Oriente Medio.
Judíos y palestinos deben encontrar la conciliación y han de tolerarse, respetarse, armonizar y buscar el amor fraterno, pues son hermanos que devienen del mismo tronco que fue el gran patriarca Abraham.
El Estado de Israel y el Estado palestino deben pervivir y seguir fortaleciéndose con grandeza y con visión, pero sin balas y sin misiles, con vidas y sin muertes.
Y los extremistas deben abandonar su ira, su belicosidad, su criminalidad y sus frentes de hostilidad y de batalla. Deben integrarse a la civilidad social, política, económica, financiera y cultural, por el bien del mundo.
La historia de este conflicto heredado es preocupante e inacabable.
Los inocentes están en ambos lados, y los culpables también.
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