Reos...
de la iniciativa privada/RODRIGO VERA
Revista Proceso No- 1905, 12 de mayo de 2013;
Los
señores del dinero en México ya metieron las manos en un negocio que hasta hace
poco les era ajeno: las cárceles. Empresarios como Carlos Slim, Olegario
Vázquez Raña y las familias Hank y Quintana ya construyen prisiones gracias a
que en el sexenio pasado Genaro García Luna, entonces secretario de Seguridad
Pública, les abrió la puerta a ese esquema copiado de Estados Unidos. Pero
voces disidentes alertan: Privatizar el sistema penitenciario es darle paso al
crimen organizado para que lo controle, ahora sí formalmente.
Con
el respaldo del gobierno, la iniciativa privada ya incursiona en la
construcción y administración de cárceles en México, pues descubrió que el
sistema penitenciario nacional, con una población de más de 238 mil reclusos,
es un importantísimo “nicho de negocios” del que puede sacar jugosas ganancias.
Pese
a carecer de experiencia en un ramo tan delicado para la seguridad, ya empiezan
a invertir sumas multimillonarias en el rubro algunos empresarios como Carlos
Slim y Olegario Vázquez Raña y las familias Hank Rhon y Quintana.
El
actual promotor de las cárceles privadas es el titular de la Comisión Nacional
de Seguridad, Manuel Mondragón y Kalb, quien alaba así las bondades de este
tipo de prisiones: “En ningún caso hay autogobierno ni manejo interno de
estupefacientes ni violaciones a los derechos humanos”.
Pero
algunos analistas rechazan tajantemente este discurso idílico del gobierno y
advierten que ahora hasta el crimen organizado podrá manejar formalmente las
prisiones mediante este lucrativo esquema privatizador que facilita el lavado
de dinero.
El
exdiputado perredista Alfonso Suárez del Real, quien desde hace años ha
alertado sobre los peligros de la privatización de las cárceles, comenta: “Es
muy riesgoso para la seguridad del país dejar en manos privadas la construcción
y administración de nuestras prisiones, pues se facilita el lavado de dinero. A
este circuito de inversiones podrá entrar fácilmente dinero del crimen
organizado en cualquiera de sus modalidades: Los cárteles de la droga, del
tráfico de armas o incluso de la trata de personas”.
–¿Se
presta entonces a la triangulación de recursos y a valerse de prestanombres?
–Por
supuesto. Pueden darse ocultas alianzas empresariales entre distintos grupos.
Lo peor es que el gobierno se está reservando toda esa información con el
argumento de que las prisiones son instalaciones de seguridad. De ahí que
incluso las concesiones a los empresarios las otorgue por adjudicación directa
y no mediante concurso.
“Hasta
el momento no sabemos qué empresas y empresarios están participando, qué
alianzas están tejiendo entre ellos, cuánto están invirtiendo y cuántas
cárceles ya están manejando en todo el país. Sólo tenemos información aislada
de algunas cárceles federales y estatales manejadas por la iniciativa privada.”
–¿Realmente
es un buen negocio el manejo de las prisiones?
–¡Claro!
Es un nicho de negocios muy redituable. Y el negocio empieza desde la misma
construcción, que resulta costosa por la calidad de los materiales. Los muros
deben levantarse con materiales muy particulares que eviten cualquier intento
de fuga o ataque armado. El sofisticado equipo tecnológico de seguridad también
es caro.
“Ya
construida la prisión, la empresa privada se encarga del mantenimiento y la
administración integral por un lapso de unos 20 años. Provee al recluso de
alimentación, lavado de ropa, servicio médico… ¡Todo! A excepción de la
seguridad, que le corresponde al Estado.
“En
las cárceles privadas estadunidenses los reclusos pagan una determinada cuota
por estos servicios. Ignoro si aquí se vaya a aplicar el mismo esquema o si el
Estado vaya a pagar a plazos este financiamiento privado. Lo cierto es que al
concluir el lapso de esos 20 años la empresa ya recuperó lo invertido y además
obtuvo grandes ganancias. Y es entonces cuando le entrega al Estado las
instalaciones.”
–¿Se
aplicará el modelo de la prisión-fábrica para hacer las cárceles todavía más
rentables?
–Ese
modelo ya se viene aplicando en algunas prisiones. Ahí está el caso del
empresario Kamel Nacif, cuyos talleres de maquila de ropa estaban en algunas
prisiones del estado de Puebla. La elaboración de artesanías también se da en
algunas cárceles. Pero ahora podría generalizarse una industria carcelaria
aprovechando que se tiene mano de obra cautiva y barata, que puede explotarse
fácilmente sin darle prestaciones sociales.
“Gente
que sabe de negocios asegura que actualmente es más rentable invertir en
prisiones que en otras obras públicas, como la construcción de las líneas del
Metro o los segundos pisos de la Ciudad de México. Por eso los empresarios
empiezan a participar en el jugoso negocio carcelario.”
“Servicio
de hotelería”
El
grupo empresarial que comenzó a presionar para invertir en ese rubro fue el de
la familia Hank, sobre todo Carlos Hank González, presidente del Grupo
Financiero Interacciones, quien declaró en 2006: “Nosotros construiríamos los
ceresos y les prestaríamos el servicio de hotelería… La seguridad de los
reclusos estaría en manos del gobierno”.
Nieto
del profesor Carlos Hank González por el lado paterno, y del empresario Roberto
González Barrera, por el materno, el joven ejecutivo señalaba que Interacciones
le cobraría al gobierno por cada uno de los internos: “El esquema es como el de
una carretera: Se cobra cada vez que pasa un auto; aquí se cobraría por cada
uno de los reos”.
Y
después de unos 15 o 20 años de haberlos explotado –decía–, los penales
pasarían a manos del gobierno. Detallaba que su esquema empresarial era el de
Proyectos de Prestación de Servicios (PPS).
Cuando
fue diputado por el PRD (2006-2009), Suárez del Real alertaba sobre los riesgos
de dejar las prisiones en manos de empresarios, particularmente en las de los
descendientes del profesor Hank González.
“Aunque
no me toca acusarla de algún delito, pues parto de la presunción de inocencia,
existen señalamientos que achacan a la familia Hank González alianzas no
legales y lavado de recursos. Tenemos indicios que ponen en duda su presunción
de inocencia. ¿Cómo asegurarnos de que ahora no habrá lavado de dinero en esas
prisiones, de que no entrarán recursos del narcotráfico?”, decía Suárez del
Real, quien además argumentaba la falta de experiencia de los empresarios
mexicanos para administrar penales (Proceso 1704).
Al
morir (2001), el profesor Hank González dejó a sus hijos pujantes negocios,
entre los que aparte de Interacciones figuraban Grupo Hermes, Laredo National
Bancshares, Grupo Caliente y plantaciones en Costa Rica.
Su
hijo menor, Jorge Hank Rhon, exalcalde de Tijuana, se vio envuelto en negocios
poco claros, como el de casas de apuestas en algunas ciudades del país, el del
hipódromo y galgódromo de Tijuana, entre otros giros ligados a los juegos de
azar. A mediados de 2011 estuvo preso por acopio de armas.
Su
otro hijo, Carlos Hank Rhon, fue denunciado formalmente a finales de los
noventa por la Reserva Federal de Estados Unidos (FED) pues trasgredió las
leyes bancarias de ese país y se valió indebidamente de prestanombres para
hacerse del control del Laredo National Bank. Se le impuso una multa de 40
millones de dólares (Proceso 1294).
De
nada valieron aquellas advertencias del legislador, pues finalmente Carlos Hank
González –hijo de Carlos Hank Rhon y perteneciente al Grupo Atlacomulco, que ya
llegó a Los Pinos– se está haciendo del control de algunas cárceles a través de
Interacciones.
Los
Hank ya tienen bajo su mando el Centro de Reclusión Estatal de Ciudad Valles,
San Luis Potosí, al que le invirtieron mil 200 millones de pesos en asociación
con la constructora Ingenieros Civiles Asociados (ICA), de la familia Quintana.
Los Hank también financiaron dos centros de máxima y mediana seguridad en el
Distrito Federal, con 500 millones de pesos para cada uno.
Carlos
Slim no quiere quedarse atrás en el negocio carcelario. Acaba de firmar un
acuerdo para participar en la construcción de dos centros penitenciarios: uno
en Morelos y otro en Chiapas.
Esta
participación la tenía la desarrolladora de vivienda Homex, que decidió
vendérsela a Grupo Financiero Inbursa e Impulsora del Desarrollo y el Empleo en
América Latina (IDEAL), ambas de Carlos Slim.
En
un comunicado enviado a la Bolsa Mexicana de Valores, Homex informó que con
esta venta estima recibir recursos por alrededor de 4 mil millones de pesos.
Mientras que Gerardo de Nicolás, director general de la desarrolladora, indicó
que esos recursos “serán aprovechados para fortalecer nuestra posición
financiera y acelerar nuestras operaciones en la división de vivienda”.
El
dueño del periódico Excélsior y de los hospitales Ángeles, Olegario Vázquez
Raña, también incursionó en el negocio de las prisiones por conducto de su
empresa Promotora y Desarrolladora Mexicana (Prodemex), que construye penales
en Durango y Michoacán. Prodemex también hizo importantes obras viales en el
Estado de México cuando Enrique Peña Nieto gobernaba esa entidad.
Por
su parte ICA –que actualmente dirige Alonso Quintana– construyó el Centro
Federal de Readaptación Social número 11, en Sonora, regido igualmente por el
esquema empresarial de los PPS.
Otras
empresas que intervienen en el rubro son Tradeco, Arendal, La Nacional y La
Peninsular, entre otras. Están construyendo prisiones estatales y federales en
el Distrito Federal, Coahuila, Chiapas, Durango, Morelos, Guanajuato, Sonora,
Michoacán…
A
su vez Pedro Aspe Armella, mentor del Grupo Atlacomulco y quien fuera
secretario de Hacienda en el sexenio de Carlos Salinas, está diseñando
proyectos de inversión carcelaria a través de su empresa Protego Asesores.
Así
en México entra al boom del negocio carcelario, impulsado por los gobiernos
federal y estatales.
Esquema
sajón
El
encargado del sistema penitenciario federal, Mondragón y Kalb, señala que a la
iniciativa privada se le encargaron ocho cárceles federales; ya terminó dos y
seis están en construcción.
Y
elogió así las ventajas de la cárcel privada: “Las fallas son tan poco
sensibles que no se conocen. En ningún caso hay autogobierno ni manejo interno
de estupefacientes ni violaciones a los derechos humanos”.
En
entrevista con el diario La Jornada, publicada el pasado 25 de marzo, Mondragón
y Kalb adelantó que –aparte de las ocho prisiones federales ya otorgadas– se le
pedirá a la iniciativa privada que construya otras 10 federales, pues el
objetivo es que todas juntas tengan capacidad para albergar a 75 mil reos.
Actualmente,
explicó, existen alrededor de 50 mil internos por delitos del fuero federal. De
manera que con las nuevas prisiones se aumentará en 50% la capacidad
penitenciaria federal, que se traduce en 25 mil reos más.
Con
un lenguaje eufemístico, la iniciativa privada viene publicitando que sus
servicios a los reclusos son de “hospedería”, para crear la impresión de que
son similares a los de los hoteles. Sus inversiones se enfocan principalmente
en los 238 mil 269 reos que hay en todas las cárceles del país, tanto del fuero
común como del federal y según las estadísticas de 2012.
La
subsecretaria del Sistema Penitenciario del Distrito Federal, Mayela Almonte
Solís, propone que sean “autofinanciables” las cárceles capitalinas a través de
la participación de la iniciativa privada, que obtendría una “renta mensual por
costo-interno”.
Y
para que la prisión deje de ser “una carga millonaria para el erario”, añadió,
sus internos también deben producir, comercializar y hasta exportar productos,
así como “bancarizar sus ingresos”. Ante esto la Secretaría de Hacienda –dijo–
tendría que reconocer a los centros de readaptación como contribuyentes bajo el
régimen de personas morales, a fin de que puedan generar comprobantes fiscales.
El
ómbudsman del Distrito Federal, Luis González Placencia, apoya este proyecto de
privatización: “El que se otorguen bajo el régimen de outsourcing algunos
servicios de las instituciones penitenciarias, como el servicio de comida,
parece ser una idea bastante razonable”, dice.
En
tanto, los legisladores de la capital ya discuten la nueva Ley de Centros de
Reclusión del Distrito Federal, que prevé crear fábricas dentro de los penales,
entre otras medidas privatizadoras.
Sin
embargo, el titular de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, Raúl
Plascencia, ha advertido que “hay que tener mucho cuidado con la idea de la
privatización” y que no debe tomarse “a la ligera” la “administración” de los
penales, pues son asuntos que interesan a la “delincuencia organizada”.
Muchos
motines que estallan en los penales son expresión de las pugnas entre los
cárteles de la droga que extendieron su guerra por el control de la venta de
estupefacientes a los centros de reclusión, donde incluso logran controlar a
directivos y custodios (Proceso 1668).
Empresas
constructoras ligadas al crimen organizado también han participado en obras
realizadas en algunos penales, como sucedió con la constructora Safie, ligada a
los Beltrán Leyva, que en 2009 remodeló el penal de Cancún gracias al apoyo que
le dio el entonces secretario de Seguridad Pública de Quintana Roo, Salvador
Rocha Vargas, quien luego fue arrestado por sus vínculos con el narcotráfico
(Proceso 1732).
Por
estos y otros antecedentes, Alfonso Suárez del Real insiste en que el crimen
organizado podrá controlar más fácilmente las cárceles aprovechando la
privatización, la cual tampoco garantiza que no habrá autogobiernos o que no se
violarán los derechos humanos.
Comenta:
“En Estados Unidos existen observatorios encargados de estudiar el
funcionamiento de las cárceles privadas de ese país, como el que dirige Jim
McGreevey, exgobernador de Nueva Jersey, quien llegó a la conclusión de que
esas prisiones reducen al reo a una mercancía altamente rentable. Pero además
en ellas sigue habiendo venta de droga, homicidios, prostitución, segregación
racial, etcétera”.
–¿Cómo
surgió la idea de implantar la cárcel privada en México?
–Para
empezar, ese tipo de cárcel proviene de los países sajones, cuya concepción del
sistema penitenciario es muy punitiva. No cree que el delincuente sea capaz de
redimirse y de lograr una reinserción social. Por eso hay que castigarlo y
mantenerlo aislado.
“En
cambio, el sistema penitenciario mexicano es de origen latino y católico, cuyo
objetivo central es la reinserción social del recluso bajo el supuesto de que
el pecador puede enmendar su conducta.
“Es
muy reciente la introducción a México del modelo sajón. Lo introdujo Genaro
García Luna siendo titular de la Secretaría de Seguridad Pública federal en el
sexenio pasado, cuando esa instancia manejaba las cárceles federales. García
Luna echó a andar la privatización de las prisiones. Ahora su labor la continúa
Mondragón y Kalb, quien tiene una férrea formación marino-militar.
“Me
preocupa que Mondragón proyecte construir tantas cárceles y aumentar sus
espacios para 75 mil reclusos del orden federal, para que así los empresarios
tengan un negocio redituable. A ellos les conviene tener las prisiones llenas.”
–¿De
dónde irán a sacar gente para ocupar esos espacios?
–De
criminalizar más la pobreza y la disidencia social. Ahora lo estamos viendo con
la criminalización de los maestros disidentes en Guerrero y Michoacán o de las
policías comunitarias a las que se empieza a ligar con la delincuencia. El
llamado “estado de bienestar” se está transformando en un Estado punitivo y
carcelario, sin cauces para que la población se gane dignamente la vida.
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