11 may 2013

Juicio en Austin: cuando los zetas hablan, salpican...


Juicio en Austin: cuando los zetas hablan, salpican...
LA REDACCIÓN
Revista Proceso No- 1905, 12 de mayo de 2013;
Tras semanas de diligencias y testimonios recabados entre antiguos sicarios de Los Zetas, una corte de Austin, Texas, concluyó que José Treviño Morales –hermano de Miguel Ángel Treviño Morales, líder de la organización delictiva– y otros coacusados, entre ellos el empresario veracruzano Francisco Colorado, resultaron culpables del delito de lavado de dinero y de arreglar carreras de caballos. El nombre de un político mexicano salió a la luz en este juicio, el del priista Fidel Herrera Beltrán, en quien, según los enjuiciados, “invirtieron” 12 millones de dólares para que alcanzara la gubernatura de Veracruz y dejara operar a Los Zetas en esa entidad.
AUSTIN, TEXAS.- Los caballos cuarto de milla de los “establos zetas” triunfaron en los principales derbis de Estados Unidos: Mr. Piloto se coronó en el All America Futurity, el más relevante de todos, mientras Tempting Dash lo hizo en el Texas Classic Futurity. En total, ambos ganaron de manera “legal” alrededor de 2.5 millones de dólares.

No obstante, sus propietarios repartieron alrededor de 10 mil dólares para obtener ventajas para esos y otros de sus potros de nombres singulares: Sicario, Cártel Número Uno y Coronita Cártel. Los detalles de esos arreglos salieron a relucir en el juicio que se les sigue a José Treviño Morales –hermano de Miguel Ángel y Omar Treviño Morales, alias Z40 y Z42, respectivamente– y al empresario veracruzano Francisco Colorado Cessa por presunto lavado de dinero.
En este proceso, que conduce el juez Sam Sparks en la Corte del Distrito Oeste de este estado, también están acusados los entrenadores de caballos Fernando Solís García y Eusebio Huitrón, así como el hermano de este último, el constructor Jesús Huitrón.
También salieron a la luz pormenores acerca de los actos criminales cometidos por Los Zetas, contados por importantes capos y exmiembros de la organización que ahora colaboran con las autoridades antidrogas de Estados Unidos, entre ellos José Carlos Hinojosa, excontador del Cártel del Golfo (CDG); Mario Alfonso Cuéllar, alias Poncho Cuéllar, antiguo encargado de la plaza de Piedras Negras, y su subalterno Héctor Moreno.

El “testigo estrella” fue Jesús Enrique Rejón Aguilar, alias El Mamito, Z7, Caballero o El Señor de los Anteojos, quien rindió su testimonio vestido con sudadera y pants grises, así como sandalias tipo crocs color naranja. Hasta el momento de su detención, él era el tercero en mando en la jerarquía de la organización después de la ruptura con el CDG.
 Según Rejón Aguilar, de 37 años, se unió a Los Zetas en 1999, cuando el Cártel del Golfo reclutó a exmilitares y a expolicías federales para trabajar como escoltas de los líderes de esa organización que nació en Matamoros, Tamaulipas.
 Rejón llegó a Reynosa con un grupo de 14 militares del Grupo Aeromóvil de Fuerzas Especiales (Gafes), quienes fueron incluidos en la Policía Judicial Federal como parte de los acuerdos de la “Operación Intercepción” instrumentada por los gobiernos de México y Estados Unidos.
 Junto con otros soldados –entre ellos Arturo Guzmán Decena, alias Z1, y Heriberto Lazcano, alias Z14–, Rejón llegó a Tamaulipas bajo el mando del general brigadier Ricardo Martínez Perea, quien fue detenido en 2001 acusado de brindar protección a los capos Gilberto García Mena, El June, y a Osiel Cárdenas Guillén.
 “En los Gafes fui entrenado como francotirador, como paramédico, en guerrilla y contraguerrilla y para sobrevivir en todo tipo de terreno”, recordó el testigo. Dijo que en 1999 renunció al Ejército y comenzó a trabajar con el CDG, donde “hacía de todo”; luego pasó a ser parte de la escolta de Osiel.
 Los Zetas se constituyeron en el ejército del Cártel del Golfo cuando sus rivales de la Federación de Sinaloa intentaron tomar la estratégica plaza de Nuevo Laredo y enviaron a Édgar Valdez Villarreal, La Barbie, al frente de unos 500 pistoleros. La narcoguerra comenzó en 2003 y se recrudeció al año siguiente.
 “Participé en más de 10 batallas contra el Cártel de Sinaloa”, contó el testigo al fiscal Douglas Gardner; admitió también estar implicado en el secuestro, tortura y asesinato de unas 30 personas.
 Como recompensa por evitar que el Cártel de Sinaloa tomara “la plaza”, relató, Osiel permitió a Los Zetas quedarse con Nuevo Laredo. Inmediatamente después se convirtieron en la punta de lanza para disputar importantes ciudades del noreste como Monterrey, Saltillo, Torreón y Piedras Negras, a la que consideraban su zona estratégica.
 A su vez, el testigo José Carlos Hinojosa, excontador del CDG, contó al jurado que para consolidarse en Veracruz la organización invirtió 12 millones de dólares en la campaña del priista Fidel Herrera Beltrán a la gubernatura. En 2007, tras controlar esa plaza, el cártel y su brazo armado comenzaron a organizar carreras de caballos en el Rancho Villarín, donde solían cruzar millonarias apuestas en dólares.

Una de esas competencias –en las cuales participaba el empresario Francisco Colorado, quien ya era socio de Los Zetas– terminó en balacera, cuando arribó al lugar un grupo de pistoleros que intentó ejecutar a Heriberto Lazcano; no lo lograron. Quien cayó fue Efraín Teodoro Torres, Comandante Z14.

A Colorado le cambió el semblante durante el juicio cuando Rejón dijo a los fiscales: “Lazcano invirtió parte de sus ganancias en la empresa Petroservicios de Colorado”. Según el declarante, la relación entre el empresario y Los Zetas comenzó a finales de 2006. Colorado tenía una compañía para comprar caballos en su rancho ubicado en la carretera Tuxpan-Poza Rica, el cual contaba con amplios establos para cuarto de milla.

Rejón expuso al fiscal Gardner que en febrero de 2010 su grupo –Los Zetas– rompió con el CDG por “inconformidades” y comenzaron las grandes batallas que se prolongaron durante dos años. A partir de la fractura, dijo, él se encargó de supervisar todas las plazas de Los Zetas a nivel nacional, por lo que ascendió al tercer nivel en la jerarquía de la organización.

Su organización criminal logró vender en México y Estados Unidos  alrededor de 40 toneladas de cocaína por año, lo que le redituaba ingresos por 350 millones de dólares. “Parte de ese dinero se usaba para los gastos de la guerra”, especificó Rejón.

El testigo Poncho Cuéllar, responsable del trasiego de la droga por Piedras Negras, señaló que en 2011 Los Zetas cruzaban entre 500 y 800 kilos de cocaína por mes a través de esa frontera, lo que les generaba ingresos cercanos a los16 millones de dólares.

Ese dinero, expuso, se enviaba a México en bolsas de plástico escondidas en los tanques de gasolina de los vehículos que conducían los sicarios. En una ocasión, dijo, agentes de Estados Unidos les decomisaron 800 mil dólares. Según él, parte de esos fondos era para pagar la red de protección en Coahuila, la cual incluía oficiales del Ejército, policías federales, delegados de la PGR y allegados al gobernador  Humberto Moreira, entre ellos Humberto Torres Charles, hermano del procurador estatal Jesús Torres Charles (Proceso 1843).

Héctor Moreno, de 35 años, declaró que en 2011 los hermanos Miguel y Omar Treviño Morales lo acusaron a él y a Poncho Cuéllar de estar pasando información a la Drug Enforcement Administration (DEA), por lo que ambos tuvieron que huir. Se llevaron cerca de 5 millones de dólares, lo que provocó la ira de los hermanos Treviño; incluso les advirtieron que si no regresaban el dinero matarían a sus familiares y amigos. Y cumplieron su amenaza (Proceso 1886).

Decenas de sicarios zetas llegaron a varios poblados de los municipios de Allende y Nava, en Coahuila, buscando a los familiares, amigos y conocidos de Moreno y Cuéllar. Usaron maquinaria pesada  para derrumbar alrededor de 80 casas y se llevaron al menos a 50 familias. Aprovecharon el despliegue para violar,  extorsionar, asesinar y robar propiedades a empresarios y ganaderos locales.

“Empezaron a matar a las familias de Allende y Piedras Negras y Múzquiz y Sabinas… Debido a esto, murieron 200 o 300 personas en Allende, Coahuila”, declaró Moreno ante el fiscal Gardner.

Rejón informó que durante los dos años que estuvo como mando de Los Zetas logró acumular 50 millones de dólares y los distribuyó en negocios, “mercancía” (droga) y caballos de carreras. En uno de sus ranchos ubicado en Miguel Alemán juntó alrededor de 250 caballos. “Le compré algunos a Pancho Colorado”, expuso.

Mencionó también que contagió su pasión por los caballos a Miguel Ángel Treviño Morales, quien comenzó a comprar cuarto de milla en Estados Unidos a través de un contacto: Ramiro Villarreal, El Gordo, quien le consiguió el potro ganador Tempting Dash. Villarreal se convirtió en el “agente” de los capos zetas para comprar los ejemplares en las subastas de Estados Unidos.

Las pruebas de la fiscalía evidenciaron que Villarreal compraba los potros cuarto de milla con dinero de Petroservicios, para que la operación pareciera legal; posteriormente los líderes zetas le entregaban los dólares en efectivo al empresario Colorado.

Así, los caballos pasaban a ser manejados por la empresa Tremor, de José Treviño Morales, quien administraba un rancho en Oklahoma, donde estaban resguardados más de 300 equinos, junto con los hermanos de éste, Miguel Ángel y Omar, así como los suyos, declaró Rejón. También expuso que José Treviño gastó durante tres años un promedio de un millón de dólares por mes para comprar potros cuartos de milla.

Como pruebas de las operaciones ilegales, los fiscales presentaron al jurado decenas de grabaciones telefónicas entre El Gordo y los capos zetas, además de conversaciones entre José Treviño y los directivos de las empresas con las que hacía negocios.

Los criminales ignoraban que El Gordo fue detenido en 2010 por agentes de la DEA; también desconocían que la agencia le dio la opción de convertirse en su informante. A su vez, el FBI visitó las compañías de la industria relacionada con caballos para obtener información sobre sus tratos con José Treviño y grabaron las conversaciones.

En junio de 2012 The New York Times reportó que la DEA pretendía que El Gordo convenciera a Miguel Ángel Treviño para que viajara a Estados Unidos a fin de capturarlo. Lo único que logró fue informarles que Miguel Ángel Treviño estaría en una carrera clandestina en Nuevo Laredo, Tamaulipas.

Las autoridades estadunidenses alertaron a sus homólogos mexicanos, quienes sólo se dedicaron a tomarle fotografías al capo. Argumentaron que no lo detuvieron porque se podría desatar una balacera que afectaría “al público”.

Rejón contó a los fiscales que meses después Miguel Ángel Treviño ordenó asesinar a Villarreal porque, dijo, “le conocía todos sus negocios”, Simuló un accidente automovilístico en Nuevo Laredo en el que El Gordo murió calcinado.

En una de las pruebas del FBI, Miguel Ángel Treviño se jactó de haber pagado alrededor de 10 mil dólares para contener a los caballos que compitieron  contra su cuarto de milla Mr. Piloto, según reportó el rotativo neoyorquino.

El testigo Rejón especificó que la organización pagaba sobornos para que la  tierra de las pistas de carreras estuviera más compacta y los potros tuvieran más agarre; además, sus jinetes usaban “chicharras” eléctricas para espolearlos y forzaban a los jockeys para que chocaran con los caballos de sus rivales y “restarles aliento”.

Al final del interrogatorio, el fiscal Gardner preguntó a Rejón si Miguel Ángel Treviño lo había entregado a las autoridades mexicanas después de la muerte del agente del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de Estados Unido Jaime Zapata en febrero de 2011. “Sí, creo que él me puso”, respondió el testigo.

Las audiencias terminaron el jueves 9. Con los testimonios y las pruebas recabadas, el jurado encontró culpables del delito de lavado de dinero a José Treviño, Francisco Colorado, Fernando Solís García y Eusebio Huitrón, mientras  que Jesús Huitrón fue absuelto.

La sentencia será dictada en próxima fecha. Las penas por ese delito en las leyes estadunidenses van de los dos a los 20 años de prisión.

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