15 may 2005

El caso de Enric Marco, simplemente ¡genial!



En lo personal, había leido el caso en la prensa española; pero, la verdad no le di importancia. Pero me encantó la forma en que lo describe el peruano-español Mario Vargas Llosa; espantoso y genial, lo denomina él.
Y es que..., de veras ..., de repente imagine a algunos de mis amigos que sufrieron de la guerra sucia de los sesenta-setenta, inventando historias. .
Pero, bueno ¡la historia y el trabajo del historiador se impone (y la del periodista) es implacable!
Buen trabajo de Benito Bermejo, profesor de Historia de la Universidad Nacional de Educación a Distancia.
Dice que cuando en mayo de 2003 su primera conversación con Marco, le pregunto varias cosas y sus respuestas fueron vagas. "Me sorprendió su falta de disponibilidad para hablar con detalle y me inquietó la poca rigurosidad histórica de su relato.", y el historiador se empeño por saber más de Enric , a través de otros deportados españoles y en el Archivo Memorial Flossenbürg, que en otoño de 2004 informó al historiador que su nombre no figuraba en el registro.
Y de ahí, se caýo el telón.


¿Qué le vamos hacer?
Pero Vargas Llosa le da la bienvenida " a la mentirosa patria de los novelistas". otros han sido duros con él.
Mi colega Raúl Fraga me envia el siguiente comentario:
Estimado Fred:
Muchas gracias por permitirme conocer el caso de Enric Marco.
Lo disfruté pero también lo padecí. Me recordó muchas cosa, como las crónicas de guerra de la conquista española en América, cuando los sacerdotes actuaban también como cronistas y reporteros teniendo la encomienda de enviar a la Corona registro de todo cuanto acontecía; ellos dieron vida a historias fantásticas como la leyenda de El Dorado, la existencia de sirenas (eran manatíes) en el hoy golfo de México, el "descubrimiento" del pueblo de las legendarias amazonas, o mujeres expertas en el arte dela guerra, etc. También me recordó que el hombre teatral ha hecho de la simulación un arte escénico cotidiano, que de tanto interpretarlo llega a creérselo...,
Lástima que Alejo Carpentier no pueda darnos su opinión sobre este fiel expositor del realismo bélico...digo mágico.
Salud y saludos.
Raúl Fraga
***Espantoso y genial/MARIO VARGAS LLOSAEL PAÍS - Opinión - 15-05-2005El historiador Benito Bermejo, residente en Viena, debe ser muy quisquilloso, uno de esos espíritus rectilíneos e implacables en la búsqueda de la verdad. Sólo a alguien así se le hubiera ocurrido ponerse a averiguar si en los archivos de los campos de exterminio nazi de Mauthausen y de Flossenburg aparecía el nombre de Enric Marco, el más visible y publicitado del puñadito de deportados españoles que sobrevivió al horror pardo, víctimas del cual perecieron, en aquellos y otros campos de aniquilamiento hitlerianos, siete mil de sus compatriotas.Enric Marco, nacido en 192l, conocido como "el deportado número 6.448", era presidente de la asociación Amical Mauthausen, que cuenta con 650 socios en España, cargo para el que había sido re-elegido el 1 de mayo, y se encontraba ya en Austria, rumbo a Mauthausen, para participar en las ceremonias conmemorativas de los 60 años del fin del nazismo, a las que iba a asistir Rodríguez Zapatero, presidente del Gobierno español, cuando el historiador concluyó su rastreo y elaboró su informe. Marco tenía, en su bolsillo, el discurso que había preparado para leerlo en aquella ocasión. Desconcertada, estupefacta con las conclusiones de Bermejo, la Amical de deportados españoles pidió a su presidente que, mientras se aclaraban las cosas, regresara a España. Su discurso lo leyó en Mauthausen otro deportado, Eusebi Pérez.En Barcelona, conminado por los miembros de la Amical Mauthausen a presentar pruebas que desmintieran a Bermejo, Enric Marco confesó que aquél había descubierto la verdad: era un impostor, nunca había estado en un campo de concentración nazi, desde hacía 30 años engañaba a todo el mundo. ¡Y de qué manera! En 1978 había publicado una autobiografía, Los cerdos del comandante, que enriqueció en 2002 en un volumen colectivo titulado Memoria del infierno, en la que narraba con atroz dramatismo las infinitas crueldades, humillaciones y vejaciones de toda índole que padecían los deportados antes de ser exterminados por sus verdugos nazis en los campos de concentración. Como miembro de la Asociación de Padres y Madres de Alumnos de Cataluña, de la que fue vicepresidente veinte años, el incansable Enric Marco daba unas 120 charlas y conferencias cada año en los colegios, educando a los jóvenes sobre los crímenes y atropellos cometidos por el totalitarismo nazi. Sus empeños fueron reconocidos y premiados por las instituciones democráticas de múltiples maneras. La Generalitat de Cataluña, por ejemplo, le otorgó en 2001 la Cruz de Saint Jordi por toda una vida entregada a la lucha antifranquista y sindicalista. Y el 28 de enero de este año, Enric Marco fue recibido por el Congreso Nacional de España, donde su desgarrador testimonio causó una profunda impresión en todos los parlamentarios, con evocaciones como ésta: "Cuando llegábamos a los campos de concentración en esos trenes infectos, para ganado, nos desnudaban, nos mordían sus perros, nos deslumbraban sus focos. Nosotros éramos personas normales, como ustedes. Nos gritaban en alemán links, recht -izquierda, derecha-. No entendíamos, y no entender una orden podía costar la vida". Las cámaras de la televisión mostraron que a algunos congresistas españoles, como Carme Chacón, la joven vicepresidenta de la Cámara Baja, las palabras del sobreviviente del infierno les llenaban los ojos de lágrimas.¿Cómo pudo engañar a tanta gente por tanto tiempo? ¿Cómo pudo llegar a los 84 años de edad que ahora tiene sin que ni su propia esposa y sus hijas llegaran a sospechar que toda su biografía pública era un embauco monumental? Da vértigo imaginar el esfuerzo de memoria y las invenciones constantes que tuvo que hacer a diario, para no caer en contradicciones que lo delataran ni despertar recelos. Debió de vaciarse de sí mismo y reencarnarse en el fantasma que se fabricó. Lo más extraordinario es que engañara a quienes estaban mejor equipados que nadie para desenmascararlo: las españolas y españoles que sí habían vivido el horror concentracionario y escapado poco menos que de milagro a la muerte. Los engañó tan bien que lo convirtieron en su portavoz y dirigente, a lo largo de muchos años. Para perpetrar una farsa de este calibre no basta carecer de escrúpulos; es preciso ser un genio, un fabulador excepcional, un eximio histrión.Desde que la noticia salió a la luz, hace pocos días, leo en los diarios, escucho en las radios y veo en la televisión todo lo relativo a Enric Marco con la fascinación que me han merecido las novelas más queridas. Las explicaciones que ofrece sobre su proceder tienen un inconfundible saborcillo borgiano y él mismo parece un tránsfuga de la Historia universal de la infamia. Según su amañada biografía, él fue uno de los republicanos españoles que salió al exilio, al término de la guerra civil, a Francia, donde, como muchos compatriotas suyos, se incorporó a la resistencia al comenzar la segunda Guerra Mundial para luchar contra los nazis. Entonces, cayó en manos de la Gestapo, que, luego de torturarlo, lo envió al campo de Flossenburg, de donde lo liberaron las tropas aliadas en 1945. En esta fecha, entró clandestinamente a España, enviado por la CNT, a luchar contra la dictadura franquista. En 1978, el ficcionista llegó, aunque ustedes no lo crean, a ser elegido secretario general de esa central sindical.Aunque su verdadera historia probablemente no se conocerá nunca, lo que Enric Marco reconoce ahora es que en 1941 salió de España, como voluntario, para ir a trabajar en las industrias de la Alemania nazi. Y que allí, por violar la censura, fue capturado por la Gestapo, que, en vez de enviarlo a los campos, lo retuvo y torturó en sus calabozos, de los que salió en 1943. ¿Por qué se fabricó la falsa identidad de deportado? "Por una buena causa": para poder ser más convincente y efectivo en sus campañas contra el totalitarismo, para que sus esfuerzos encaminados a alertar las conciencias contra los crímenes del nazismo y sobre los suplicios y el coraje de los deportados fueran más persuasivos y dejaran una huella más imperecedera en la memoria de las gentes. Aunque reconoce que mintió, no se arrepiente. "Todo lo que cuento lo he vivido, pero en otro sitio; sólo cambié el lugar, para dar a conocer mejor el dolor de las víctimas". "Nadie tiene derecho a decir que el dolor en una cárcel de la Gestapo no es igual que el dolor en un campo de concentración". "Cambié el escenario, pero yo también soy un superviviente. ¿Cómo se atreve alguien a decirme que yo no era de los suyos sólo porque no estuve en un campo de concentración?".Los auténticos deportados no parecen nada convencidos por estas razones y, como es natural, hablan con amargura y tristeza del engaño de que han sido víctimas. La Generalitat se ha apresurado a quitarle a Enric Marco la Cruz de Sant Jordi y distintas asociaciones amenazan con llevarlo ante los tribunales por la larga impostura que encarnó. Todo lo cual, ética y cívicamente, parece de justicia.Sin embargo, a la par que mi repugnancia moral y política por el personaje, confieso mi admiración de novelista por su prodigiosa destreza fabuladora y su poder de persuasión, a la altura de los más grandes fantaseadores de la historia de la literatura. Éstos fraguaron y escribieron la historia del Quijote, de Moby Dick, de los hermanos Karamazov. Enric Marco vivió e hizo vivir a cientos de miles de personas la terrible ficción que se inventó. Ella se hubiera incorporado a la vida, pasado de mentira a verdad, integrado a la Historia con mayúsculas si el historiador Benito Bermejo, ese aguafiestas, ese maniático de la exactitud, ese insensible a las hermosas mentiras que hacen llevadera la vida, no hubiera empezado a hurgar los archivos del III Reich en busca de precisiones y datos objetivos, hasta desbaratar y poner fin al espectáculo que, en el escenario de la vida misma, venía representando desde hacía treinta años, con formidable éxito, el ilusionista Enric Marco.Todo esto lleva a reflexionar sobre lo delgada que es la frontera entre la ficción y la vida y los préstamos e intercambios que llevan a cabo desde tiempos inmemoriales la literatura y la historia. Enric Marco tiene los pies firmemente asentados en ambas disciplinas y será muy difícil que alguien consiga separar lo que en su biografía corresponde a cada uno de esos ámbitos. Como en las mejores novelas, él se las arregló para fundirlos en su propia vida de manera inextricable. Él mismo es una ficción, pero no de papel, de carne y hueso.En mi primero o segundo año de universidad tuve que hacer un trabajo sobre la Amazonia, y entre los libros que consulté figuraba uno, de Geografía, escrito por un sacerdote, el padre Villarejo, que había recorrido esa región al revés y al derecho, pernoctado en las tribus y aprendido, incluso, creo, algunos dialectos. El libro no lo he olvidado porque en él se daba valor científico, realidad monda y lironda, a animales y plantas imaginarios, que existían sólo en las leyendas y mitos del folclore amazónico. Estoy seguro de que, a diferencia de Enric Marco, el padre Villarejo no quería engañar a nadie y seguramente su vocación científica lo hacía desconfiar de la ficción. Simplemente, tomó como verdades objetivas las informaciones recogidas en sus viajes de boca de unas mujeres y unos hombres para los que todavía no existían esas barreras racionales, estrictas, entre lo objetivo y lo subjetivo, la vigilia y el sueño, la verdad y la mentira, la magia y la ciencia, inexistentes en el mundo primitivo. De esta manera, su manual de Geografía, sin quererlo él ni saberlo, abrió una puerta a la invención y a la fantasmagoría, y hoy día, aunque los científicos lo descarten, existe, como parte de la literatura, y, más precisamente, del realismo mágico.
Señor Enric Marco, contrabandista de irrealidades, bienvenido a la mentirosa patria de los novelistas.
***
El increíble caso Marco/XAVIER BRU DE SALA
Publicado en La Vanguardia, 14 de mayo de 2005;
A que adivinan cuál será el último país en homenajear con un monumento permanente a las víctimas del fascismo? ¿A que no adivinan cuál no será el primero en erigir un monumento a las víctimas de la barbarie de izquierdas? Si la respuesta a la primera pregunta es España, la segunda es Catalunya, y por las mismas razones: jamás avergonzarse, siempre enorgullecerse, de los crímenes del pasado, o por lo menos justificarlos en nombre de un bien superior; al fin y al cabo fueron cometidos a fi de bé, según el incierto principio ético del mal menor, compartido por nazis, comunistas, anarquistas y no pocos demócratas y hasta cristianos..., sólo que el mal para la España nacional era el bien para la España que incluía a Catalunya, y viceversa.
Si tuviéramos el sentido de la responsabilidad histórica, de la expiación pública y permanente por los crímenes del pasado, un encomiable sentimiento parecido al que han demostrado los alemanes al construir el monumento en recuerdo del holocausto junto a la puerta de Brandemburgo, en la plaza Catalunya habría uno en recuerdo de la barbarie gratuita e injustificable del bando republicano y catalanista, mientras que en la puerta del Sol el viandante debería rodear, y por ello tener presente día tras día, otro memorial, igual de lacerante en el recuerdo, dedicado a las víctimas del fascismo. Luego lo fácil, en Paracuellos habría un monumento a la resistencia de Madrid, como en la Via Laietana tenemos uno, que bien lo mereció, a Francesc Cambó. Pero antes lo difícil, exhibir, iluminar los propios demonios -no los ajenos, los propios, los que duelen- bajo potentes focos perennes, a fin de que, así expuestos y vigilados sin sombra de tregua a la pública vergüenza, no vuelvan a sembrar el mismo mal bajo la misma tierra. Lo difícil, lo moralmente nítido, no es cosa nuestra. La ambigüedad, el claroscuro, es lo máximo a que podemos aspirar frente a los que siguen creyendo que se salvan de su infierno encolomant-l´hi (endilgándoselo) a los demás.
El ya ex presidente de la Amical Mathausen no es un impostor completo sino un pseudo o un semiimpostor. No uno que se lo inventa todo de arriba abajo, sino algo más entrañable y penoso, un impostor a medias. Su vivencia en los calabozos nazis pudo ser horrible, y desde luego no hay que deseársela a nadie, pero no alcanza el grado máximo de la crueldad humana, la muerte en masa organizada desde el poder, que se dio en los campos de exterminio. Lo que para él pudo ser una cuestión de matiz, para cualquiera que haya vivido el máximo de los horrores sobre la faz de la tierra es de una importancia crucial. Lo que para él fueron adornos a fin de llamar y captar la atención del prójimo, son en realidad embustes, ficciones poco o nada verosímiles cuando son oídas por un auditorio no predispuesto a dejarse embaucar por relatos poco coherentes. Quienes le animaron a contar la ya famosa partida de ajedrez contra el carcelero nazi debieron haber indagado a fondo por la reacción del perdedor, en vez de embriagarse con su exhibición del increíble momento de dignidad. Quien haya leído el testimonio de Primo Levi o los análisis de Sebastian Haffner sabe de sobras que los nazis, lejos de tolerar el menor atisbo de dignidad a sus perseguidos, habían programado y ejecutaban sin pestañear su reducción a seres de una subespecie. Aun así, nadie puede asegurar que no se habría dejado engañar. Crédulos nacimos y poco incrédulos nos despediremos.
La revelación de la pseudoimpostura de Enric Marco suscita una reacción en la que se entremezclan el enfado y la conmiseración. Enfado ante la estafa a la buena fe de los que creyeron en él, conmiseración ante quien, habiendo vivido una situación de veras lamentable pero aún lejos del grado máximo del crimen, tergiversó sus recuerdos, inventando lo esencial, a fin de cobrar protagonismo, al precio de sacrificar la veracidad, la honestidad que se exige y da por supuesta ante quien testifica haber sufrido la barbarie en primera persona. Vanidad y debilidad moral se entremezclan también en su caso. Sorprendentemente, el señor Marco ha reaccionado admitiendo su impostura ante las cámaras. No parecía avergonzado, sólo algo compungido pero seguro de sí mismo, y justificó su impostura con el argumento de mejor servir a la causa de la denuncia del mal en estado puro. ¿Quién va a indignarse por la desfachatez añadida del farsante?Hay un dato desconocido, el sufrimiento real que se le infligió, sin el cual es difícil establecer el grado adecuado de condena pública. Lo mejor sería no olvidarle, pero sí dejar de premiarle en el futuro paseándole por los medios. Sobre lo que dijo ser testimonio, no tiene nada que decir. Indagar sus motivos es signo de morbosidad pública. La mejor condena, y lo mejor para lo que quede de su propia dignidad, es que se sumerja en el anonimato del que no debió salir. Que su caso sirva al menos para conocer un poco mejor nuestros propios lindes y dobleces morales. Los de cada cual, y los de la sociedad.
***
La naturaleza del impostor/ Freforio Morán,
La Vanguardia, 18/06/2005
Todo aquel que se dedique a la literatura siente una irresistible fascinación hacia los impostores. Insuperable quizá porque en el fondo hay algo de complicidad. Porque somos impostores. Escribimos sobre cosas que no hemos vivido y que imaginamos. ¡Lloré de risa el pasado viernes al enterarme de que en el aeropuerto Newark Liberty de Nueva York había sido detenido y encarcelado por estafador el hasta entonces eminente financiero Alberto Vilar. Aún le recuerdo en la contra de este diario entrevistado por Víctor Amela, hará unos años, exhibiendo bíceps culturales, filantropía operística y contando una historia hilarante de su abuelita, un violín, un padre rico y duro, una vibrante emoción musical... y los grandes tenores sometidos a sus talones (bancarios). Deberíamos enviarle la entrevista a la prisión donde se encuentre, dedicada atentamente por todos nosotros, ingenuos plumillas de la clase de tropa.
Lo reconozco,me fascinan los impostores. Por muchas razones, una de ellas y muy principal porque carecen de rubor y de vergüenza. Un tímido adora a quien carece de timidez. Ellos jamás conocieron esa sensación que te delata y que no es más que el color que se te viene a la cara, a la primera de cambio: ¿por qué te ruborizas? Y tú intentas salir del atolladero, balbuceante y doblando aún más el rojo púrpura de tu cara de semáforo. Adorables impostores. Individualistas siempre porque el impostor es la forma patológica del rebelde. Las filmotecas de toda España han proyectado hace unas semanas una serie sobre Roberto Rossellini el Grande, y ahí los viciosos de la pantalla pudimos gozar de Vittorio De Sica interpretando a uno de los mejores impostores de la historia del cine, el general Della Rovere.
Sin embargo, hay una gama de impostores que me produce repulsión, el que juega con los sufrimientos ajenos y hace de ellos su modo de vida y su negocio. Ese ser despreciable que después de ser cómplice de los verdugos asume, cuando desaparecen, el papel de víctima y es entonces más víctima que nadie porque nadie como él ha ejercido de verdugo, y ha visto sufrir, y nadie como él sabe lo que debe de sentir una víctima. Estoy hablando de una basura que tiene nombre y se llama Enric Marco Batlle, el impostor que asumió el papel de represaliado en los campos de concentración nazis y que llegó a ser su representante más cualificado en España dada su condición de Presidente de la Amical de víctimas de Mauthausen. Hay cosas con las que no se puede jugar, aquellas en las que cualquier frivolidad es crimen. Los campos de concentración nazis son una de ellas.
Que un tipo se haga pasar por víctima y lleve años explicando por colegios, institutos y universidades cómo se sufría en los campos de exterminio a partir de su experiencia y que luego resulte que es un impostor, un tipo que se apuntó para trabajar con los nazis como obrero voluntario en los astilleros de guerra de Kiel y que si conoció alguna cárcel, puedo apostar con absoluta seguridad que fue por delincuente o estafador, y no por razón política alguna.
La media anual era de 140 conferencias, pagadas por supuesto. Añadan viajes, emociones intensas ante un heroico personaje y sobre todo, sobre todo la manera de contar. He leído la carta a un compañero de celda concentracionaria donde no estuvo nunca y los versos -deleznables- evocando la Navidad de 1944 en el campo de Flossemburg, que esta basura no pisó. No me gustan las Amicales de nada, porque los mejores son los que han muerto, los que sobrevivimos siempre hemos traicionado algo. El único mérito del superviviente es haber ganado la vida a costa de entregar otro montón de cosas. "Había una gran abundancia de detalles truculentos cuando contaba su historia", dice Benito Bermejo, el historiador que desenmascaró a este tipo despreciable. A nadie que haya sufrido tortura le gusta recordarla.
¿Tan desarmados estamos como para que un tipo así pueda seguir galleando como si hubiera hecho buenas obras con malos principios? El muy gañán ha tenido la desvergüenza, tras su desenmascaramiento, de protestar ante sus víctimas -que somos todos- que no se le ha concedido "el beneficio de la duda". ¿No hay ley que pueda aplicarse a este estafador ideológico para que al fin conozca la cárcel por alguna razón de mérito? Y todo empezó por un hombre, al que muchos cómplices del impostor tratan de anular, a su estilo, calumniando, Benito Bermejo, al que no conozco de nada -es horrible que cada vez que alguien elogia a alguien debe apuntar que no se trata de amigo ni de socio, porque últimamente el elogio cotiza en la bolsa de las miserias-, un historiador, al parecer de Salamanca, ahora que las bestias pardas están a punto de exigir pureza de sangre de nuevo-. ¿No habrá nadie que cuente de una manera normal la diferencia que existe entre una Documentación para historiadores y las reliquias de los santos de la Castilla profunda y la Catalunya de la ceba?El toque surrealista, muy español por otra parte, está en la contemplación en paralelo de un analfabeto exponencial, fascista por más señas, en la Plaza Mayor de Salamanca exigiendo que le dejen los Papeles y otro de aquí, cuyo padre se lo incautó todo y se lo llevó a Salamanca, y ahora exige que se los devuelvan; tiene el mérito de la restitución, pero habría que explicarlo de verdad y no jugar a la impostura. ¿Quién se llevó los archivos de la Generalitat a Salamanca y no se preocupó de ellos hasta anteayer? (Lo digo en singular por razones de construcción literaria, pero lo podría escribir en plural; el primer deber de muchos historiadores en Catalunya sería explicarse a sí mismos antes de explicar la historia del país, o más bien, ayudarían mucho a explicar el país si explicaran su evolución, o su involución).
Al día siguiente de que se hiciera público que Enric Marco, presidente de la Amical de Mauthausen era un impostor, la revista emblemática de los historiadores en Catalunya -L´Avenç-aparecía con un artículo impúdico firmado por Enric Marco narrando su experiencia en el campo de concentración que no había pisado nunca. Lo digo con sinceridad, yo hubiera retirado ese número de los kioskos y me hubiera planteado sobre qué demonios estamos investigando si resulta que el más conocido y afamado de nuestros héroes antinazis es un falsario.
Un tipo que es capaz de mentir en algo tan descomunal como hacerse pasar por víctima, cuando estaba en el campo de los verdugos, no se para en barras. Sostengo (es una hipótesis basada en viejas experiencias) que de Enric Marco Batlle no es verdad ni la fecha de nacimiento. Un impostor no tiene límites, o por decirlo con precisión, no tiene más límite que nuestra credulidad, que es infinita. ¿Que luchó con 15 añitos en el batallón de Durruti? No me haga reír, porque ofendería a tantos como dejaron la vida mientras este desecho se monta sobre sus cadáveres. ¿Que fue anarquista en la clandestinidad y alcanzó la secretario general de la CNT en 1978? Pobres ácratas de otros tiempos, llevar esta mochila es peor que una traición, es una muestra de incompetencia. Este fantasma,como le llamaban los veteranos anarquistas que se lo encontraron organizando el VI Congreso de la CNT -el primero del posfranquismo, en la Casa de Campo de Madrid, diciembre de 1979- que tuvo relaciones con Gobernación (Belloch, gobernador civil de Barcelona) y Martín Villa (ministro del Interior), y que tuvo algo que ver en el oscuro incendio del Scala y en la división letal del anarquismo español, terminó su periplo con una Cruz de San Jordi, por vicepresidente de la Federación de Padres y Madres de Alumnos de Catalunya.
¡Qué sarcasmo! El encargado de formar a las nuevas generaciones resulta un estafador y su engaño es tan inconmensurable, que sus cómplices afirman que fue positivo, porque hizo un buen trabajo de representación. No hay un solo criminal sin disculpa. Los grandes atracadores aseguran cuando los pillan que al fin y al cabo ellos no roban tanto como los propios bancos. No existe asesino que no solicite nuestra benevolencia asegurando que Estados Unidos o el fundamentalismo islámico mata bastante más que ellos y con menos castigo.
Enric Marco Batlle puede ser todo, pero nada de ello será digno. Porque quien ejerce de víctima habiendo estado con los verdugos produce una distorsión inmensa, irrecuperable, entre quien le oye y le atiende y le cree. En su palabra está la voz de la verdad, de la experiencia, del sufrimiento. Y si no es así merece un castigo ejemplar, porque la sociedad no es tan despreciable como para confundir a los actores con los protagonistas, a los héroes con los extras, a las víctimas con los usurpadores.Un estafador es alguien que engaña a sus socios, a sus amigos, a todos los que logra embaucar. Y eso es un delito, penado por la ley. Un hombre que estaba sobre los muertos y se hace víctima, y se beneficia de un prestigio, de una imagen, de algo tan sensible como el sufrimiento, no hay pena que pueda resarcirlo. Jerzy Kosinski, un escritor por el que siento especial estima y al que debemos textos espectaculares, como aquel Mister Chance que luego llevaría a la pantalla Peter Sellers, escribió una autobiografía de judío polaco en familia sufriente, y un par de historiadores norteamericanos descubrieron que era un impostor, que había pasado su infancia en una casa normal y sin represalias. La humillación ante la verdad lo llevó al suicidio.
No hay temor, los tipos como Enric Marco no se suicidan. Ya saben, ni siquiera el rubor en las mejillas. Cuando mueren están seguros de haber hecho un buen trabajo social y hasta les sorprende que no se les valore como ejemplares únicos. Cuentan que en la última asamblea de la Amical de Mauthausen varios de los cómplices de Marco acusaron al historiador Benito Bermejo de ser de Salamanca y de tratar de humillar a Catalunya. Y yo pregunto: ¿dónde está el mérito de ser hijo, hermano, sobrino de un preso? Cuervos sobre la memoria de los muertos. Cuentan que Antonio Pastor, el supuesto miembro de la orquesta musical que los nazis permitieron en Mauthausen, murió hace apenas dos semanas sin saber que habían descubierto su impostura. Era de Almansa, en la provincia de Albacete, y se había empeñado y protegido para convertirse en víctima de los campos nazis hasta que descubrieron que era un impostor. La familia, dicen, se cuidó de que no supiera que había pasado de héroe a falsario, para que no sufriera.
Algunos de los tipos más despreciables que he conocido en mi vida habían sido heroicos combatientes por la libertad. La vida es demasiado compleja y la gente tiende a ser simple.

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