28 may 2006

¿El silencio de Dios?


En la última jornada de su viaje de cuatro días a Polonia, Benedicto XVI realizo una vista al campo de concentración y exterminio de Auschwitz y Birkenau, símbolo del Holocausto.


La visita tiene una gran carga simbólica, ya que Ratzinger, como ciudadano alemán se vio obligado a servir a las Juventudes Hitlerianas durante la II Guerra Mundial.

Benedicto XVI ha entrado en Auschwitz caminando sólo. Con las manos entrelazadas y en silencio, ha atravesado la puerta por la que entraban los prisioneros judíos, sobre la que se puede leer la famosa inscripción Arbeit Macht Frei (El trabajo te hará libre).

Fue la primer visita de Benedicto XVI a ese lugar del horror, como Papa. No así, en su calidad de cardenal Joseph Ratzinger quien había estado en dos ocasiones anteriores, la primera en 1979 cuando acompañó a Juan Pablo II, y en 1980 estuvo con una delegación de obispos alemanas. El tributo de ayer era, según dijo, "implorar la gracia de la reconciliación".
El Papa evocó aquel exterminio relacionándolo con el presente, "en el cual suceden nuevas desventuras, en el que parecen emerger nuevamente en el corazón de los hombres las fuerzas oscuras".
Después de visitar en silencio los lugares del horror, después de haber rezado durante largo rato en el símbolo del Holocausto, después de haber hablado con supervivientes del campo de exterminio, encendió una vela en memoria de los asesinados y pronunció un discurso en italiano:
"Tomar la palabra en este lugar de horror, de crímenes contra Dios y contra el hombre sin parangón en la historia, es casi imposible, y es particularmente difícil y oprimente para un cristiano, para un Papa que procede de Alemania", reconoció al comenzar su discurso.
El lugar en que nos encontramos es un lugar de la memoria, y al mismo tiempo es el lugar de la Shoá", dijo empleando por primera vez en este viaje el nombre con que los judíos designan el holocausto.
En medio del silencio de los presentes, sentencio: "El objetivo de mi estancia hoy, aquí, es para implorar la reconciliación, con Dios, con los hombres que han sufrido y con todos aquellos que en esta hora de la historia sufren de nuevo bajo el poder del odio y bajo la violencia fomentada por el odio".
"Estoy aquí como hijo del pueblo alemán y por ello tenía que venir. Era y es un deber frente a la verdad y al derecho de cuantos han sufrido, un deber ante Dios", ha dicho el Papa. "Soy hijo de aquel pueblo en el que un grupo de criminales alcanzó el poder mediante falsas promesas, en nombre de perspectivas de grandeza y de recuperación del honor de la nación y su relevancia, con previsiones de bienestar e incluso con la fuerza del terror y la amenaza"
De este modo, reconoció, "nuestro pueblo pudo ser usado y abusado como instrumento de su manía de destrucción y dominio".
¿Dónde estaba Dios en aquellos días?
¿Por qué calló?¿Cómo pudo tolerar ese exceso de destrucción, ese triunfo del mal?", se preguntó
Al aludir al silencio de Dios ante el holocausto, Benedicto XVI aseguró también que los seres humanos "no podemos escrutar el secreto de Dios; vemos sólo fragmentos, y nos equivocamos al querer erigirnos en jueces de Dios y de la Historia".
María- Paz López en una crónica para el periódico español La Vanguardia, comenta que entre los vaticanistas sorprendieron del discurso esas dos cuestiones: la absolución colectiva como pueblo de los alemanes por los crímenes del nazismo, y la equiparación entre Dios e Historia como posibles depositarios de responsabilidades.
Añade que la conclusión de los analistas fue que, si bien el creyente no está llamado a juzgar los designios divinos, sí puede juzgar el devenir de la historia, y adjudicar culpas.
Ratzinger ha condenado varias veces el nazismo como ideología pagana y anticristiana.
Después de haber dejado el campo de Birkenau se tranlado al aeropuerto de Cracovia/Balice donde se celebró la ceremonia de despedida, con la participación del presidente de la República Lech Kaczyski.
Auschwitz y Birkenau constituían un gran complejo de campos, barracones, fábricas y campos auxiliares en las cercanías de la localidad polaca de Oswiecim. Los nazis exterminaron 1,1 millones de judíos europeos, 150,000 polacos, 23,000 gitanos, 15,000 prisioneros de guerra soviéticos y miles de ciudadanos de otras nacionalidades.
El campo funcionó del 14 de junio de 1940 al 27 de enero de 1945.

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