29 jul 2006

Hezbollah o Hizbulá


El secretario general del movimiento chií libanés Hezbollah el jeque libanés Hasan Nasrala (o Sayed Hasan Nasrallah) se ha mostrado desafiante en un reciente discurso transmitido por la televisión Al Manar y prometió atacar más ciudades del centro de Israel como el viernes hicieron sus milicianos contra la localidad de Afula.

En su discurso de 25 minutos, Nasralá prometió la victoria, como prometió a los desplazados "regresar orgullosos a sus casas, como salieron orgullosos".

Nasralá descalificó la visita al Líbano de la secretaria de Estado de EE UU, Condoleezza Rice, diciendo que "viene a conseguir con la política lo que no ha conseguido en el campo de batalla".
El líder chíi aseguró que Israel "no ha conseguido ningún éxito militar", y afirmó que "sus pérdidas son mucho mayores que las que reconocen". A los libaneses, les dijo que deben mantenerse unidos y que nadie, ni cristianos ni musulmanes, deben temer la victoria de Hizbulá, pues "será una victoria de todo el Líbano".
El líder de Hizbulá además de respetado dirigente religioso, versado en la más alta teología islámica, es un astuto comandante militar. Y como lo estamos viendo capaz capaz de manejar a su antojo a las masas de chiíes libaneses.
Tiene 46 años y hoy esuna pesadilla para Tel Aviv.
Fawaz A. Gerges, profesor de la cátedra Christian A. Johnson de Oriente Medio y Asuntos Internacionales del Sarah Lawrence College, Nueva Jersey, Estados Unidos, publicó este sábado un excelente texto sobre Medcio Oriente: Lo que debe saberse sobre Hezbollah. Y aunque no profundiza en su líder vale la pena leerlo.
El artículo fue publicado en español en el periódico La Vanguardia: 29/07/06. . La traducción es de José María Puig de la Bellacasa.
Lo que debe saberse sobre Hezbollah/Fawaz A. Gerges
¿Puede Israel librar a Líbano de Hezbollah? Sobre esta primera cuestión, que considero en estas líneas, existe un malentendido en Israel y en Estados Unidos en el sentido de que Israel puede derrotar a Hezbollah, el Partido de Dios, en el campo de batalla y librar a Líbano de la militancia chií proiraní.

En primer lugar, Hezbollah no se reduce a unas milicias; se trata de un movimiento social y político que goza de una gran base de apoyo en el seno de la comunidad libanesa chií, que representa alrededor del 35% de la población del país, cuatro millones de habitantes. Hezbollah dispone de toda una infraestructura de servicios sociales - escuelas, clínicas, ambulatorios y puestos de trabajo- que mantiene a cientos de miles de chiíes pobres en el sur de Líbano, en el sur de Beirut y en el valle de la Beqaa.
Igualmente importante resulta el hecho de que Hezbollah insufla en una amplia capa de la comunidad chií -en situación de desventaja y marginalizada en Líbano- un sentimiento de identidad y orgullo. Los ataques de Israel contra los chiíes no harán más que ahondar el sentimiento de humillación y condición de víctima entre los miembros de esta confesión, convirtiéndoles en enemigos aún más acérrimos de Israel y de Occidente en general.
En el curso de conversaciones que a lo largo de las dos últimas semanas he tenido ocasión de sostener en Beirut con chiíes de mentalidad abierta -críticos en el pasado con la ideología radical de Hezbollah-, me he sentido sorprendido por su defensa de Hezbollah contra sus críticos internos y externos. Como me dijo una periodista progresista (chií) la semana pasada, “esta guerra tiene como blanco a todos los chiíes, no sólo a Hezbollah”.
En segundo lugar, y en contra de los tópicos al uso o ideas generalmente admitidas, Hezbollah no es la muela cariada que pueda extraerse con facilidad. Hezbollah es uno de los actores políticos más fundamentales del paisaje libanés. Tiene dos ministros en el Gobierno actual y una amplia base de apoyo tanto en el país como en el mundo musulmán.

En tercer lugar, desde mediados de los años ochenta Hezbollah se ha medido en el campo de batalla contra el poderío militar israelí. En el 2000, obligó a Israel a retirarse bajo intenso fuego de una estrecha lengua de tierra en el sur de Líbano. La pericia militar y organizativa de Hezbollah deja pequeña la del palestino Hamas y de otros grupos radicales como Al Qaeda. En las últimas fechas, los líderes israelíes han rebajado sus exigencias. Ahora saben que puede ser excesivamente costoso y contraproducente situar el listón de su combate contra Hezbollah demasiado alto.

Sobre la cuestión de la comparación entre Hezbollah y el IRA, Hezbollah guarda cierta similitud con el IRA en términos de estructura, organización y objetivos.
Ante todo, Hezbollah dispone como ya he dicho de una amplia base social, factor que implica que Hezbollah no teme que se agote su fuente de reclutamiento de adeptos. Esta amplia base -cientos de miles- le permitirá resistir y sobrevivir a los bombardeos israelíes. De hecho, si Israel logra matar a la generación actual de combatientes de Hezbollah, surgirá otra generación más radical y militarizada que la actual. Ni EE UU ni Israel parecen prestar adecuada atención a este hecho. El desafío planteado no estriba en derrotar militarmente a Hezbollah -tarea imposible-, sino en rodearlo desde dentro: alentar y fomentar las fuerzas progresistas en el seno de la comunidad chií, animadas de una perspectiva distinta, y ayudar a reforzar y consolidar las instituciones libanesas como alternativa a las redes sociales y paramilitares de Hezbollah.

Otro malentendido sobre Hezbollah se refiere a la opinión de que es un secuaz y paniaguado de Irán y Siria y de que el líder de Hezbollah, Sayed Hasan Nasrallah, obedece órdenes directas de las autoridades iraníes y sirias. Es una necedad. Aun armado y financiado por Irán y Siria, Hezbollah ha obrado con mayor autonomía desde la retirada israelí del sur de Líbano en el 2000. Hezbollah se halla bajo influencia de las políticas iraníes y sirias, pero no recibe órdenes directas de Teherán ni de Damasco.

El carismático Nasrallah ha convertido Hezbollah en el actor más poderoso de la escena libanesa y a sí mismo en la figura más influyente. Si su programa y previsiones prosperan, sus planes pueden demostrarse determinantes en toda la región, cuya fisonomía puede modificar. Nasrallah ha transformado Hezbollah a partir de un grupúsculo chií para convertirlo en la nueva vanguardia de la resistencia armada musulmana contra Israel.

En cuanto a la responsabilidad del Gobierno libanés, éste no controla a Hezbollah ni puede hacerlo, aunque tal sea su voluntad. La situación política es muy frágil. Hezbollah es más poderoso que el Estado libanés. Y, por consiguiente, el Gobierno libanés se encuentra entre la espada y la pared: las acciones unilaterales de Hezbollah contra Israel y las acusaciones de Israel responsabilizándole de los ataques de Hezbollah.
¿En manos de Hezbollah? Si el conflicto prosigue e Israel sigue eligiendo como blanco de sus ataques las infraestructuras e instituciones civiles, el Gobierno libanés democráticamente elegido podría derrumbarse. No es de extrañar que el primer ministro libanés, Fuad Siniora, haya hecho llamamientos a la comunidad internacional, sobre todo a EE UU, para alcanzar un alto el fuego por razones humanitarias. Ha advertido además a EE UU y a Europa de que la política israelí de castigar colectivamente al pueblo y al Gobierno libaneses pone en peligro el futuro de Líbano y su Gobierno.
De confirmarse, esta inestabilidad apuntaría en dirección a una importante fractura entre las comunidades chiíes y suníes en Líbano, un foso abierto que podría hacer trizas el país. Si las acciones de castigo israelíes están destinadas a volver al pueblo libanés contra Hezbollah, puede que el tiro les salga por la culata.
¿La salida? Es fundamental alcanzar un alto el fuego inmediato para impedir el desmoronamiento del Gobierno y el Estado libaneses, así como el continuo sufrimiento de la población. Al propio tiempo, debe iniciarse un serio y profundo diálogo interno en el país sobre la necesidad de desarmar a Hezbollah e integrarlo plenamente en las instituciones existentes. Deben desplegarse las fuerzas armadas libanesas, así como una fuerza internacional que ayude al Gobierno libanés a controlar y garantizar la seguridad de la frontera líbano-israelí. Debe garantizarse la soberanía del Gobierno libanés sobre todo el territorio de Líbano. Y, por último, la comunidad internacional ha de enviar a Líbano una importante ayuda para reconstruir el país.

En cualquier caso, todo acuerdo que no tome en consideración la fragilidad del sistema político libanés será un tiro por la culata y se revelará de efectos desastrosos para la armonía y la convivencia, tanto en Líbano como en toda la región.

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