23 nov 2006

Jorge Castañeda: ¡el provocador!


No cabe duda que Jorge G. Castañeda, "el guero" ¡es un provocador! en el buen sentido de la palabra.
Dice Félix Ovejero Lucas, profesor de Ética y Economía de la Universidad de Barcelona que la provocación hoy día es un asunto raro, aunque "hubo un tiempo en el que provocar se juzgaba saludable."
Que dijo el Guero, escribió - más bien sugirió al presidente electo Felipe Calderón- ayer en el periódico Reforma: ¡dar un quinazo! a los monopolios; "un golpe a golpe".

Y ya consiguió lo que quería. La primera reacción fue de Mario Huacuja; soberbio fue lo que le dice por osar mencionar a José Woldemberg junto con los monopolistas Elba Esther Gordillo, Carlos Slim, Lorenzo Zambrano, Ricardo Salinas, Rogerio Azcárraga, Gastón Azcárraga, Emilio Azcárraga, la familia Servitje.
Agrega el profesor Ovejero en un articulo en El País que "el provocado respetable se presenta como un reaccionario en sentido literal. Simplemente, reacciona. Sin más. Es un incontrolado de sí mismo, incapaz de echar el freno. Entre la acción que le molesta, su enojo y su represalia no hay lugar para la meditación. En ese sentido se muestra poco humano."
Podemos estar o no de acuerdo con él Guero; pero de que es uno de los intelectuales más lúcidos que tienen México no hay duda.

¡Yo me espero a leer la serie! de aretículos para opinar. Aunque me imagino por donde va. Tiene que ver con las candidaturas ciudadanas, el papel del IFE y de la SCJN.
Vale la pena leer el artículo completo, junto con los que siguen...
Este es el texto completo y el primer reclamo y la respuesta del excanciller.

Golpe a golpe: ¿un 'quinazo'?; Reforma, 22711/2006
Se comenta que hace poco el ex presidente Carlos Salinas dijo con resignación que Felipe Calderón arrancará su sexenio como el presidente de la República más débil en la historia del México moderno. Sabe de lo que habla, en materia de presidencias inicialmente débiles o fuertes. Por tanto la pregunta que no puede esquivar el propio Calderón es simple: no cómo legitimarse -ya lo es- sino cómo fortalecerse. Y la razón de la pregunta también es sencilla: sin una Presidencia fuerte México no puede crecer, sin crecer, no puede erradicar la pobreza, reducir la desigualdad, construir instituciones funcionales y destacar en el ámbito internacional.
De esta retahíla de silogismos se desprende una de las conclusiones más socorridas de los últimos meses para caracterizar la forma en que el nuevo Presidente debe comenzar su sexenio: con un quinazo, al estilo Salinas, justamente, ya que, si las mismas causas surten los mismos efectos, el joven Presidente michoacano podrá superar su fragilidad inicial recurriendo al mismo estratagema de su predecesor, joven y cercado también: un golpe de mano espectacular que de tajo rompe el círculo vicioso de protesta, debilidad e ilegitimidad de origen.
El problema es que el México de hoy no es el de 1988, ya no se pueden fabricar cargos y cadáveres, ni siquiera con la mejor de las intenciones, y los manotazos son sólo eso: gestos aislados, mediáticos y efímeros, como todo lo mediático, aunque se dirigieran contra objetos de la supuesta ira popular como Marta y sus hijos. En realidad, Calderón tendría que hacer mucho más, provocar, como hubiera dicho el Che Guevara, uno, dos, muchos quinazos, para sacar al país del impasse en el cual se encuentra. Pero quinazos con rumbo: con una visión programática global, que no por haber sido mencionada múltiples veces, por múltiples voces, en sus distintos componentes por separado, pre-existe a su construcción integral.
Aclaro de entrada dos puntos: no comparto la visión catastrofista del México actual, ni sobre el sexenio de Fox. Y no disimulo el deseo que abrigaba de colaborar con el gobierno de Calderón, para impulsar estas tesis y este programa desde allí; pero afortunadamente las ideas se justifican por sí solas, y hacen su propio camino.Para saber qué habría que hacer, resulta indispensable saber lo que no se hizo, ni en este sexenio que concluye ni en los dos anteriores (a De la Madrid le tocó el ocaso de un sistema que sus sucesores debieron desmontar, pero que prefirieron preservar aun desahuciado). Lo que no se ha hecho, ni bajo Salinas ni bajo Zedillo ni bajo Fox, fue desmantelar el sistema corporativista mexicano, indisociablemente ligado al PRI en sus orígenes pero que, como las gallinas degolladas, sigue andando después de la agonía de sus fundadores, creado en los años treinta, agotado para los setenta, y mantenido vivo mediante respiración artificial desde finales de la década de los ochenta. Es ese sistema, en sus nuevas modalidades y sus viejas raíces, el que impide que el país progrese; es él quien le cierra el paso al crecimiento, al Estado de derecho, a una mayor igualdad y una menor pobreza. Se pensó que la apertura económica de Salinas bastaría para dejarlo atrás: nada más falso. Se creyó que la democratización de Zedillo resultaría suficiente para darle el golpe de gracia: ¡qué ingenuidad! Y se esperó que la alternancia de Fox, sumada a la renovación económica salinista y a la reforma política zedillista, enterrarían a un sistema que ya había dado de sí: otra ilusión. Pero la mala hierba en efecto nunca muere, y hoy ese sistema goza de cabal salud, aggiornado por la globalización, la democracia representativa y la transformación de los procesos de trabajo.
El leviatán mexicano (ante el cual Hobbes se hubiera deslumbrado, y el "license Raj" de la India empalidecido) descansaba, como se sabe, en tres patas: los monopolios sindicales, los económico-empresariales, y el monopolio político excepcional que fue el PRI, en sus distintas transmutaciones, durante 70 años. Nostalgias y consideraciones personales aparte, se puede simultáneamente pensar que ese sistema le sirvió al país durante un tiempo -sin duda, le permitió crecer a tasas envidiables durante 40 años- y que se transformó en su contrario -en un serio obstáculo para el crecimiento- al agotarse. Y huelga decir que hoy importa más que nunca deslindar a las personas que encarnan los componentes monopólicos del sistema, de las estructuras monopólicas en sí mismas.
A muchas de esas personas les tengo cariño, agradecimiento, admiración, o la suma de los tres atributos: Elba Esther Gordillo, Carlos Slim, Lorenzo Zambrano, José Woldenberg, Ricardo Salinas, Rogerio Azcárraga, Gastón Azcárraga, Emilio Azcárraga, la familia Servitje. Son mexicanos y mexicanas sobresalientes; pero ése no es el problema.
Mañana: Golpe a golpe: contra el corporativismo y los monopolios.
Replica:

Sr. Director:

En su soberbio y persistente empeño de aconsejar a Felipe Calderón sobre cómo gobernar a México, ayer Jorge G. Castañeda ("Golpe a golpe: ¿un 'quinazo'?") le propone desmantelar el sistema corporativista mexicano, representado por los monopolios sindicales, los monopolios empresariales y -según dice-, por el PRI. Para ello, citando al Che Guevara, Castañeda le aconseja provocar "uno, dos, muchos quinazos, para sacar al país del impasse en el cual se encuentra".

¿Qué quiere decir eso? Sólo Castañeda lo sabe. Pero no tiene la menor importancia.

Lo grave de su alegato es que, refiriéndose al "quinazo" como el encarcelamiento del líder petrolero en el arranque del sexenio de Carlos Salinas, Castañeda afirme que "hoy importa más que nunca deslindar a las personas que encarnan los componentes monopólicos del sistema", entre los que menciona a Elba Esther Gordillo, Carlos Slim, Lorenzo Zambrano y... ¡José Woldenberg!
Es conocido el hecho de que José Woldenberg ha sido presidente consejero del IFE, analista político, periodista, profesor universitario y en la actualidad director de la revista Nexos. Nunca ha "encarnado" intereses monopólicos, y durante su gestión en el IFE, por cierto, le impuso al PRI la multa más elevada que ese partido ha recibido en su historia.

La calumnia, dicen los poetas, es un dardo que hermana con su uso a los cultos y los ignorantes.
Mario Guillermo Huacuja
Coyoacán, DF
¡Bolas!!
Castañeda responde

Adjetivos aparte, le sugiero al señor Huacuja, ya que lee con tanto detenimiento mis artículos, que lea el del sábado, sobre la partidocracia, y luego relea los de José Woldenberg sobre el mismo tema y verá que con mucho orgullo José Woldenberg ha sido en el IFE y después un gran defensor del sistema de partidos que tenemos en México. Me limito a señalar esto con el mismo respeto que le tengo a las demás personas que menciono en el artículo del día de ayer.
Jorge G. Castañeda
¡Orale!!
Y hoy escribió el Guero:
Golpe a golpe: contra el corporativismo y los monopolios; Reforma, 23/11/2006
El primer pilar monopólico del sistema corporativista mexicano, quizás el menos estudiado en el pasado, pero el más actualizado, es el económico. México es hoy un país de cientos de miles de pequeñas empresas, y de algunas decenas de imperios corporativos con un dominio casi completo de su sector. Unas son públicas, otras privadas. La propiedad, sin embargo, no es lo esencial: ni los nacionalistas trasnochados -que defienden todo tipo de propiedad estatal, cualquiera que sea su efecto en la economía y en la sociedad- ni los partidarios fervientes de la libre empresa -que consideran que con tal de ser privados, los monopolios no muerden- ven que el problema es la falta de competencia y de alternativas, y que el viejo sistema sobrevive perfectamente con monopolios públicos o privados. Como se ha analizado hasta la saciedad, el grado de concentración del capital en México es elevadísimo. Lo dijo The Economist en su informe especial sobre nuestro país apenas la semana pasada: importar cemento, generar electricidad, buscar petróleo, poner una telefónica, abrir una tercera cadena de televisión o crear un banco competitivo (y no vinculado a otra megaempresa) es prácticamente imposible en México hoy. Cemex, Telmex, Maseca, Banamex, BBVA, Pemex, CFE, Compañía de Luz y Fuerza del Centro, Televisa y Bimbo son monopolios con un control total o prácticamente completo del mercado nacional, y en algunos casos, internacional; Wal Mart se está paulatinamente transformando en un controlador aplastante de ventas al menudeo departamentales.
El IMSS/ISSSTE es un prestador de servicios de salud casi único en el país; a menor escala, diversas empresas -construcción de vivienda, o de infraestructura, transporte carretero de carga o pasajero, todos los insumos nacionales de la petroquímica secundaria, autopartes- detentan monopolios innegables en su sector.
Nadie se llama a engaño: no hay economía de mercado sin concentración del capital. Todos sabemos que los marcos regulatorios, por rigurosos y autónomos que sean, siempre son insuficientes. Más aún: ni siquiera los esfuerzos de resquebrajamiento por la vía jurídica o la nacionalización de determinados monopolios por razones circunstanciales (en Alemania o Francia después de la guerra, por ejemplo) resultan duraderos. Pero si Felipe Calderón quiere dar un verdadero "quinazo", tiene a su alcance tres opciones para empezar a desarmar el dispositivo corporativista económico de México. Al igual que los demás ejemplos que mencionaremos más adelante, unos pueden ser resueltos casi por decreto; otros requieren de aprobación legislativa, y otros más entrañan modificaciones constitucionales. Cómo lograr estas últimas dos condiciones es un tema a parte.
La primera es simplemente la desintegración de Telmex. Nadie discute el genio empresarial de Slim, ni que la privatización haya mejorado el servicio, ni que se necesitan empresas grandes para competir en el mercado nacional (que es también internacional), ni que en teoría se podría obligar a Telmex tal cual a reducir tarifas y mejorar servicio a través de un mayor rigor regulatorio. Pero en determinados momentos, en ciertos países, un monopolio se vuelve emblemático, se transforma en un símbolo, y entonces, resulta imperativo acabar con él, incluso en el país de los monopolios por excelencia: Estados Unidos. Así sucedió con la Standard Oil de John D. Rockefeller, en 1911 al aplicar el gobierno de Theodore Roosevelt la Ley Sherman Antitrust de 1890, promulgada justamente con la intención de desintegrar el imperio de Rockefeller, que a esas alturas controlaba el 95 por ciento de la producción de refinados de petróleo en Estados Unidos. Al escindir en varios gajos a la Standard Oil, se formaron, a lo largo de los años, un gran número de empresas petroleras, incluyendo ExxonMobil, Conoco Phillips, Chevron, Amoco, Sohio, ahora British Petroleum de Norteamérica, Atlantic Richfield y Marathon.
Conviene citar el fallo de la Suprema Corte de Estados Unidos: "La evidencia es, de hecho, absolutamente concluyente de que Standard Oil cobra precios totalmente excesivos donde no hay competencia, y en particular donde hay sólo una remota posibilidad de que competidores ingresen al mercado, y por otro lado, allí donde hay competencia, reduce los precios al grado que aunque no obtenga beneficios, tampoco los tienen sus competidores, cuyos costos son más elevados". El 15 de mayo de 1911, la Corte ordenó la fragmentación del grupo Standard Oil en 34 compañías independientes. Declaró que Standard era "un monopolio no razonable", de acuerdo con la Ley Sherman Antitrust.Lo mismo sucedió medio siglo después, con el gigante telefónico AT&T. En 1974, el Departamento de Justicia norteamericano inició la desintegración de "Ma Bell", también mediante una demanda invocando la Ley Sherman. De acuerdo con los términos del acuerdo logrado en 1982, el monopolio telefónico accedió a desprenderse de sus empresas de servicio local a cambio del permiso de ingresar al negocio de las computadoras. A partir de enero de 1984, las operaciones locales de AT&T se dividieron en siete empresas regionales, las llamadas Baby Bells, (una de ellas, Southwestern Bell, fue socia de Carlos Slim en la compra de Telmex). El tamaño de AT&T se redujo en un 70 por ciento; retuvo sus servicios de larga distancia, aunque fue cediendo mercado a la competencia incluso en ese rubro. Siguiendo estos dos ejemplos, sería perfectamente factible ordenar a Telmex desprenderse de Telcel, o del servicio local, por ejemplo, o dividirse en varias empresas regionales, favoreciendo así la entrada de otros proveedores en esas regiones (en algunos casos como el noroeste, ya es el caso a pequeña escala).
Mañana: Golpe a golpe: TV, el IMSS y el SNTE.
Le daremos seguimiento puntual en esta bitácora.

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