3 nov 2006

Los sin papeles

Movimientos de Pueblos/Miguel León-Portilla*
Aconteceres muy frecuentes, si no una constante en la historia, son los movimientos o migraciones de pueblos. Unas veces esas marchas han sido voluntarias y otras obligadas. En alemán existe un vocablo, völkerwanderungen, empleado por los historiadores germanos, que literalmente significa “movimientos de pueblos”. Con él se han referido a lo que en otros contextos culturales se han descrito como “invasiones de los bárbaros”, específicamente las incursiones de pueblos germánicos en distintos lugares de Europa durante los siglos V y VI d. C.

Pero las völkerwanderungen se iniciaron en realidad desde los tiempos prehistóricos y continúan ocurriendo en la actualidad. Más aún todo apunta a que los movimientos de pueblos habrán de seguir cada vez con mayor intensidad. Importa tomar conciencia de esto, que desde luego ha ocurrido de formas muy diversas. Hay muchos que hoy ponen el grito en el cielo al ver cómo miles y aun millones de hombres y mujeres se desplazan desde distintos lugares. Los desplazamientos que alarman a los gobiernos y a muchos ciudadanos de los países prósperos son los que provienen de regiones pobres. Allí cada día son más los que -como ocurrió en la antigüedad- emprenden viajes, travesías o recorridos terrestres en busca de lugares en los que esperan encontrar mejores condiciones de vida.

Historias y leyendas hablan de las formas cómo pueblos enteros se pusieron en marcha en busca de una tierra prometida. Así sucedió con los judíos que siguieron a Moisés; también con los que acompañaron a Eneas en su camino a Roma y tal fue asimismo lo que ocurrió a los aztecas o mexicas que, por órdenes de su dios, tras largo peregrinar, llegaron a la que iba a ser la ciudad de México.

Y debemos recordar que en los casos aducidos y en otros más, los peregrinos o migrantes tuvieron que enfrentarse a pueblos encontrados en el camino y a aquellos asentados ya en el lugar en pos del cual marchaban. Tan frecuentes han sido las migraciones de pueblos y sus penetraciones y encuentros en ámbitos ajenos, que la historia universal podría ser estudiada a la luz del concepto de los movimientos de pueblos. Recordaré sólo unos casos más. El de la penetración de europeos en el continente americano. Generalmente se ha hecho referencia a ella como “descubrimientos y conquistas”, aunque en los últimos años, a partir del V centenario en 1992, los descendientes de los pueblos indígenas hablan ya de invasiones.
En ese contexto se inscribe el establecimiento de ingleses que, huyendo de persecuciones religiosas, penetraron en Norteamérica y fueron ensanchando sus territorios a expensas de los indios, repelidos una y otra vez y encerrados a la postre en reservas. Y tiempo después, los angloamericanos, prosiguieron en sus movimientos ensanchando su frontera a costa de México al que arrebataron dos millones de kilómetros cuadrados.
Hay otro caso de penetración europea, si bien precedido por las entradas y conquistas de grupos árabes en África. Las conquistas en dicho continente han sido probablemente para sus habitantes unas de las más trágicas experiencias que registra la historia. No hubo sólo apoderamiento de tierras sino también de seres humanos. Me estoy refiriendo obviamente a la trata de negros. Capítulo posterior, en pleno siglo XIX fue el llamado “reparto de África”. Representantes de las potencias europeas se sentaron en la mesa para adjudicarse territorios en el continente africano.

A la luz de estos hechos, ¿qué habrá que pensar acerca de los miles de africanos que tratan de penetrar en Europa, obviamente “sin papeles”, como tampoco los tuvieron quienes incursionaron antes en sus tierras? Los africanos, que fueron desposeídos por sus antiguos dominadores, se trasladan ahora en busca de trabajo y recursos. Exponen sus vidas en sus migraciones pero están decididos a “pagar la visita” a los descendientes de quienes fueron sus amos.
Y algo parecido ocurre con los millones de mexicanos que penetran indocumentados en territorio que antes fue de sus padres y del que se han adueñado los norteamericanos. Y puede añadirse que en la actualidad los movimientos de pueblos abarcan a gentes innumerables. Colombianos, ecuatorianos, argentinos y muchos más emprenden el camino principalmente hacia España, país con el que comparten lengua y cultura y con el que están vinculados bien sea desde los tiempos de las conquistas o de las ulteriores migraciones de españoles, italianos y otros al Nuevo Mundo.

Como puede verse, la historia es elocuente a propósito de los movimientos de pueblos. Por encima de las diferencias, existe el hecho de su recurrencia. El problema -si así se mira- de “los sin papeles”, no es en última instancia, el de su presencia, sino el de aceptar que lo que ocurre no es algo inesperado. Si muchos de los antepasados de quienes hoy viven en los países ricos, migraron, conquistaron y penetraron en tierras distantes en busca de riquezas, ¿es extraño que los de esas tierras, hoy se pongan en marcha en busca también no ya de oro y diamantes sino siquiera de fuentes de trabajo para salir de su miseria y la de sus propias familias? Y, además, ¿no es cierto que los países receptores requieren muchas veces esa mano de obra para el desarrollo de su economía?
A la vista está el caso de España. De ella salieron millones de seres humanos, primero para “hacer las Américas” y mucho más tarde, con el fin de trabajar en otros países europeos: Francia, Alemania, Suiza… Ese flujo de gentes sólo ha terminado con la transformación económica de España durante las últimas décadas. Y en ello ¿no ha jugado un papel muy importante la ayuda económica que ha recibido de la Unión Europea? ¿Será posible aprovechar esta y otras lecciones de la historia para promover el desarrollo de los países de los que hoy salen torrentes de gente?
Estamos constatando hechos; lo que hoy urge es encontrar formas justas, humanitarias de atender a todo lo que implican estos modernos movimientos de pueblos. El mero rechazo, la construcción de cercas o muros; el envío de helicópteros y patrullas interceptoras, ciertamente no van a ser la solución.
* Antropólogo e historiador mexicano
Tomado de EL PAÍS, 02/10/2006):

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