25 dic 2006

Reacciones sobre el texto de Castañeda


Réplica de Jorge Martínez Ramos a Jorge G. Castañeda por el artículo

"Cuba en Chiapas, 20/12/2006, en Reforma.


Castañeda miente

Señor Director:


Me refiero a la columna que Jorge Castañeda escribió el pasado miércoles 20 de los corrientes, "Cuba en Chiapas", en la cual hace distintas especulaciones y afirmaciones sobre mi padre Jorge M. Rosillo, mis hermanos y un servidor, para expresar lo siguiente:

Mi padre efectivamente lo conoció y tuvo razones para introducirlo con distintas personalidades cubanas cuando trabajaba en su libro sobre la vida del Che. Se le abrieron las puertas y se le brindó confianza.


Como es un traidor recurrente, respondió pateando esas puertas; defraudando la confianza de personas que actuaron de buena fe; mintiendo, tergiversando la realidad de distintas maneras y provocando que Rosillo se avergonzara de haberlo introducido en Cuba por el agravio involuntario contra sus amigos.

No tengo ninguna duda sobre la amargura que este episodio le representó a mi padre. Aquel hombre que de nada se arrepentía, de esto, se arrepintió.

En cuanto a los oficios de los que habla el traidor, son apócrifos. Si pensamos en las formas de su "lance", este sólo puede explicarse como un trabajo sucio hecho para su patrón en turno con un extraño interés todavía desconocido.


La pregunta es: ¿Para quién está trabajando?

Una historia construida sobre hipótesis falsas o no comprobables, es falsa o deliberadamente inducida para demostrar presuntos hechos con fines inconfesables.


El resto de la columna no me merece ningún comentario viniendo de un mercenario que, como es evidente, nunca fue amigo de mi padre.

Por lo demás, mis hermanos y yo estamos profundamente orgullosos de un hombre que fue muy amigo de sus amigos, y que enarboló con absoluta convicción las mejores causas en México, en muchos países latinoamericanos, y aun en África.

Cualquiera que lo haya conocido un poco sabe de su visión de Estado, de su manera de conducirse y de su capacidad para sobreponerse a las adversidades.

No necesita mi padre, ni muerto, defensa contra la pequeñez ignominiosa de la envidia y la megalomanía de Castañeda.

Él miente, y sabe que miente.

Atentamente,

Jorge Martínez Ramos


Por cierto, sobre los mismo hay dos comentarios en Milenio Diario sobre el Guero Castañeda y Bernardo Gómez.


Columna Trascendió de Milenio Diario, 22/12/2006, comenta:


Que muy duras fueron las palabras expresadas ayer en la tarde en Radio Fórmula por Jorge Castañeda, a propósito de una historia que involucra a Manuel Camacho, el EZLN y el gobierno cubano, y en donde aparece marginalmente Bernardo Gómez, vicepresidente de Televisa.


Dijo el ex canciller: “Efectivamente, yo quisiera hacer leña del árbol caído. Me encantaría pegarle con todo lo que pueda pegarle a Bernardo Gómez, porque, a mi entender, él me quitó del aire en el 2004 y no pude volver a aparecer en Televisa en noticieros ni en programas de mediano rating, desde entonces. Y por lo tanto, yo sí quisiera golpear cuando pueda. Lo he dicho muchas veces”.


¡Orale!


Trascendió; 25/12/2006, dice:


Que Jorge G. Castañeda reconoce que sí desayunó en el Ritz Carlton de Miami con el presidente de Televisa, Emilio Azcárraga Jean, pero dice que las cosas no ocurrieron como las contó Joaquín López-Dóriga el viernes en su programa de radio.

López-Dóriga afirmó que en dicho desayuno, el ex canciller trató de chantajear y terminó amenazando a Azcárraga Jean, si no se le condonaba una deuda y se le daba tiempo en pantalla.


Pero Castañeda asegura que ya se había reunido con Azcárraga Jean en Nueva York para tratar el asunto de la deuda con Televisa, lo que molestó al vicepresidente de la televisora, Bernardo Gómez.

En el desayuno con Azcárraga Jean, celebrado el 9 de julio, día en que Italia y Francia jugaban la final del Mundial, pasaron juntos un par de horas que, según el ex canciller, fueron muy cordiales. Además de sus diferencias hablaron de futbol, las elecciones y las dificultades para que regresara a la “pantalla de alto rating en el corto plazo”.

Castañeda afirma que, incluso, Azcárraga Jean le dio un aventón a casa de un amigo y que se despidieron con un afectuoso abrazo. Y que siguió en contacto con él y con otro vicepresidente de Televisa, Alfonso de Angoitia, y que con ambos sostiene una excelente relación.

Y en la colaboración de este domingo en El Universal, Manuel Camacho Solís, no contesto a la "provocación" del Guero:
Escribió.

La necesaria introspección en los políticos/ Manuel Camacho Solís
El Universal 25/12/2006);
A los seres humanos se nos dificulta mirar hacia adentro. Hacer un balance sobre los hechos o estados de ánimo y conciencia. Nos disgusta la autocrítica. Nos aferramos a las interpretaciones de los hechos que nos acomodan y solemos rechazar con furor los argumentos de quienes tienen una idea diferente, hasta el grado de alejarlos de nuestro alcance.
Si eso sucede en la vida cotidiana, en la política ocurre lo mismo, sólo que de manera exagerada. No nos damos cuenta de que, al rechazar la introspección y la autocrítica, estamos perdiendo la herramienta más valiosa para serenar nuestros estados de ánimo y para corregir los errores en el futuro.
La introspección en la política es especialmente difícil. Quien actúa en la política, es parte de un combate permanente. La política es inevitablemente confrontación. Es diálogo, pero también es lucha. Es un duro combate en el cual sólo quienes están construidos con valentía pueden sobrevivir las inevitables frustraciones y la feroz crítica que la acompañan.

La introspección, al final de un año político como el de 2006, es especialmente difícil por el nivel que alcanzó la confrontación y por los riesgos que para las partes significaría modificar sus discursos e interpretaciones de lo ocurrido y del papel que cada cual tuvo en el proceso.
Quienes ganaron, qué estímulo podrían tener para sentarse a reflexionar sobre lo ocurrido. Ellos están en el vértigo de la victoria, en la montaña rusa que acompaña a la Presidencia en México. Se treparon y tienen que resistir hasta el final.
Quienes perdieron tienen la justificación perfecta para no tener que hacer un ejercicio de introspección: la ilegitimidad del proceso. Con esa explicación es suficiente. Se perdió por el abuso y arbitrariedad de los otros, por los actos inmorales cometidos en su contra.
La introspección es incómoda para quienes están en el poder y para quienes están en la oposición. Cada quien seguirá el año que viene con su discurso y su ánimo de combate. Repetirá las mismas decisiones, aunque estén equivocadas y tendrá un pretexto para empecinarse.
Rechazar la introspección es muy cómodo, pero no es lo más juicioso. Para resistir los embates más duros de la política se requiere de tranquilidad interna. La soberbia o el rencor pueden alimentar una lucha larga, pero con un costo interno grande y grados inferiores de efectividad.
Nada da más fuerza a un ser humano que poder mirar la realidad desde una cierta distancia. Nada es más necesario en la política que absorber la adversidad, sin que ésta destruya nuestras esperanzas futuras por el rencor o el sentimiento de impotencia.
Pero si en el terreno de la conciencia, la introspección es un arma poderosa para serenar el alma y fortalecer la voluntad, en el terreno de la política la incapacidad para mirar de manera desprendida y honesta a los hechos, puede ser fatal.
Para quienes perdieron, el gran reto es ir más allá de la denuncia moral. Es mirar con total objetividad los eventos principales que determinaron el resultado, sobre todo en lo que toca a la responsabilidad propia. Ahí estará la clave de su éxito para el futuro, o la explicación de su próximo fracaso.
Para quienes ganaron, la introspección es igualmente necesaria. Se podrá pensar que no: si ya se aprendió cómo ganar para qué detenerse en la contemplación, o para qué corregir. Nada más lejos de la realidad.
Quien está en el poder necesita más que nadie de serenidad y objetividad. El poder mueve a los seres humanos en el sentido contrario: enferma y confunde. Sólo se puede evitar ser dominado por los peores instintos, si vencen la verdad y la generosidad.
Quienes están en el poder le deben al país una respuesta sincera y generosa frente a lo ocurrido en 2006. Eso, siempre y cuando no se haya perdido el ideario democrático que dio justificación a una lucha larga que se propuso quitar el poder a los aparatos para formar una ciudadanía libre. Estos días son apropiados para la introspección. Unos y otros haríamos bien en darnos la oportunidad de descansar y pensar.

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