29 nov 2007

Las Farc, hoy


Reportaje de la revista colombiana Cambio, EDICIÓN No. 752, 29 de Noviembre a 5 de Diciembre
En qué están las Farc
Esta imagen, de los principales miembros del Secretariado juntos, no se repite desde 2002. Hoy están en desbandada y lejos uno del otro.
EL 29 DE ABRIL DE 2000, Jacinto Bermúdez, tercero al mando del frente 36 de las Farc en Antioquia, llegó a San Vicente del Caguán, Caquetá, para asistir al lanzamiento del Movimiento Bolivariano por la Nueva Colombia y fue recibido por dos guerrilleros sonrientes e impecablemente uniformados que le ofrecieron una taza de tinto caliente. Una vez en el lugar donde Alfonso Cano pronunciaría el discurso central, Bermúdez les comentó a sus compañeros en armas: "Carajo, ahora sí nos vamos a tomar el poder".
El entusiasmo del guerrillero por el futuro de la organización armada ilegal tenía que ver con el hecho de que por primera vez veía a 5.000 alzados en armas, con fusiles modernos, uniformes de fatiga recién estrenados y equipados con todo tipo de pertrechos. La vistosidad del desfile y el despliegue de fuerza militar en plena zona de distensión convencieron a Bermúdez de que su viejo sueño de manejar los destinos de Colombia estaba a la vuelta de la esquina.
La percepción del guerrillero no se alejaba de la realidad, puesto que por aquella época las Farc habían llegado a la increíble cifra de 16.900 hombres armados, distribuidos en 67 frentes en todo el país, y respaldados por 20.000 milicianos en las cabeceras municipales. El esfuerzo que habían hecho en ese momento las Fuerzas Militares y de Policía por copar todo el territorio nacional parecía insuficiente ya que 199 municipios se encontraban a merced de los subversivos. "No es que las Fuerzas Militares fueran incapaces de doblegar al enemigo: era que no teníamos ni los recursos ni la tropa suficiente para enfrentarlos y vencerlos", dijo a CAMBIO un alto oficial que estuvo al frente de un batallón en 2000.
Pero es mucha el agua que ha corrido bajo los puentes desde 2002, cuando Andrés Pastrana rompió en febrero el proceso de paz con las Farc y Alvaro Uribe arrasó en las elecciones de mayo con su consigna de derrotar a la guerrilla por la vía militar. Hoy, cinco años después, y cuando ese grupo guerrillero ha sido golpeado por la Fuerza Pública en algunas de sus estructuras y han fracasado varios intentos de acercamientos para el intercambio humanitario, incluyendo el más reciente de Hugo Chávez y Piedad Córdoba, parece cada día más distante que las Farc logren el objetivo primordial que se trazaron hace más de 40 años: tomarse el poder por las armas.
Después de consultar diversas fuentes oficiales y de efectuar varias entrevistas con jefes guerrilleros desmovilizados, hablar con expertos en el comportamiento de ese grupo rebelde y tener acceso a documentos de esa organización, CAMBIO logró armar el rompecabezas de la situación actual de las Farc desde el punto de vista militar y político.
Aún cuando es claro que el movimiento insurgente comandado por Manuel Marulanda está lejos de ser derrotado, es evidente que en los últimos cinco años ha sido duramente golpeado. De acuerdo con la investigación de CAMBIO, el número de combatientes en armas se redujo de 16.900, que había en plena época del Caguán, a 8.900. Al mismo tiempo, los frentes subversivos han sido diezmados de manera significativa, hasta el punto de que al menos 20 de ellos han desaparecido en la práctica. El caso más dramático para esa organización es el de la columna móvil Teófilo Forero, considerada el cuerpo élite más eficiente en la historia de las Farc, que prácticamente se encuentra desmantelada.
La pérdida de control territorial de las Farc es tan clara que en la actualidad no tienen frentes operando en Cundinamarca y Boyacá, y no cuentan con la influencia que ejercían en la mayor parte de la Costa Caribe. Hoy la fuerza militar del grupo rebelde se ha desplazado a la zona de frontera con Venezuela, Ecuador y Panamá, y ha replegado a sus mejores hombres a proteger sus antiguos santuarios en Guaviare, Caquetá, sur del Meta, Putumayo y Nariño.
El declive
La época de las vacas gordas de las Farc empezó su declive cuando la Política de Seguridad Democrática de Uribe lanzó a las selvas del sur del país a cerca de 18.000 hombres para que pusieran en marcha el Plan Patriota, cuya finalidad era arrebatarles el control que ejercían a su antojo en Caquetá, Putumayo, Guaviare, Cauca y sur del Meta.
Pese a que las tropas fueron diezmadas por acción de las plagas y los factores climáticos -2.000 hombres fueron retirados de la zona de combate-, el tiempo confirmó que la estrategia era adecuada porque las Farc debieron desplazar a sus hombres a otras regiones y dejar una retaguardia estratégica para enfrentar a los militares. El Plan Patriota dio paso muy pronto al Plan Consolidación, de carácter nacional, soportado en el aumento notable del pie de fuerza del Ejército y la Policía, que pasaron de 200.000 hombres en 2002 a 380.000 en 2007.
Al tiempo que el Ejército dispone hoy de 30 brigadas que copan todo el territorio y 20 estructuras móviles altamente profesionalizadas, la Policía logró cubrir los municipios de donde había tenido que salir y además ejerce presencia en otras 200 poblaciones.
Pero de la misma manera que las Farc perdieron presencia territorial, desde el punto de vista militar se vieron forzadas a cambiar la estrategia que a finales de la década de los 90 les permitió propinarles al Ejército y a la Policía los mayores golpes de su historia. La toma de la base de Las Delicias, el asalto al Cerro de Patascoy y la ocupación del casco urbano de Mitú, entre otros, demostró que esa guerrilla había dado un salto cualitativo al pasar de la guerra de guerrillas a la guerra de posiciones, es decir, a la concentración de grandes cantidades de hombres para copar un objetivo.
Esa tendencia empezó a cambiar a finales del mandato de Andrés Pastrana, cuando las Fuerzas Militares obtuvieron recursos para comprar 15 helicópteros Black Hawk de última generación con los que pusieron en desbandada a los subversivos y de paso neutralizar la toma de poblaciones, los retenes en las vías y los ataques a la Fuerza Pública.
El gobierno de Uribe, posteriormente, se la jugó por los aviones Súper Tucano, de fabricación brasilera, que inclinaron la balanza. Esas aeronaves fueron dotadas con sofisticados sistemas de tiro que eliminaron el margen de error en los bombardeos a las posiciones guerrilleras. "Con los mecanismos de antes lanzábamos las bombas pero éstas caían a 100 o 150 metros del objetivo. Y por las dificultades para el desembarco de tropas nos quedábamos casi siempre sin saber qué había pasado allá abajo -dijo a CAMBIO un piloto de la Fuerza Aérea-. Ahora el margen de error no sólo es cero sino que las tropas del Ejército llegan casi de inmediato al lugar para chocar con los guerrilleros".
Esto fue justamente lo que sucedió con las operaciones militares que permitieron la muerte de Tomás Medina Caracas, El Negro Acacio, el pasado 3 de septiembre, y de Gustavo Rueda Díaz, Martín Caballero, el 25 de octubre, quienes fueron abatidos después de que los aviones Súper Tucano bombardearon los campamentos donde se encontraban. "La utilización de las llamadas armas inteligentes mejoraron la eficacia de las operaciones y acabaron con la modalidad de las bombas escalabradoras, que hacían más ruido que bajas", le dijo a CAMBIO un general del Ejército.
Acacio y Caballero fueron abatidos después de que los militares conocieron su localización por labores de inteligencia desarrolladas por el Ejército, la Armada y la Fuerza Aérea, que ahora y por primera vez trabajan conjuntamente y comparten la información que obtienen sobre cada uno de sus objetivos. En el caso de Acacio, el Ejército obtuvo detalles de su localización y los compartió con la FAC, que envió los aviones Tucano al Guaviare donde bombardeó las posiciones del jefe guerrillero y los 20 hombres que lo acompañaban. Lo mismo ocurrió con Caballero, detectado por la inteligencia de la Armada, que de igual manera alertó a los pilotos de la FAC y les suministró las coordenadas de su campamento en los Montes de María.
Desbandada
La pérdida del control territorial, como consecuencia del creciente número de policías y militares y el perfeccionamiento en la capacidad de fuego aéreo, terminaron por golpear a las Farc en la mayor parte del país. El fenómeno más claro en este sentido está relacionado con la deserción de guerrilleros: de agosto de 2002 a noviembre de este año desertaron 8.221 hombres de las Farc, de los cuales 118 ocupaban puestos de importancia dentro de la organización y optaron por dejar la milicia.
Tampoco son menores las cifras relacionadas con la muerte de guerrilleros en combate. Un informe oficial indica que en 2005 fueron abatidos 1.891 subversivos y al año siguiente, 2006, la cifra subió a 2.184. El mismo reporte asegura que hasta mediados de noviembre de este año el número de irregulares dados de baja es de 2.717.
El sueño de Jacinto Bermúdez de ver a las Farc en el poder se desvaneció completamente. El otrora poderoso ejército que vio en el Caguán en 2000 está diezmado notablemente, así como buena parte de los frentes que conformaban la poderosa organización militar de Tirofijo. Los detalles obtenidos por CAMBIO no dejan duda de que al menos 20 de ellos, incluida la poderosa columna Teófilo Forero, fueron desmantelados o reducidos a su mínima expresión. Esta estructura, que se hizo famosa por la ejecución de atentados como el del Club el Nogal de Bogotá o el asalto de un edificio en Neiva, llegó a tener en 2000 cerca de 500 hombres. En la actualidad tiene tan sólo 54 integrantes.
Uno de los casos que más llama la atención es el del frente 52, que operaba en la región del Sumapaz, en Cundinamarca, que se desintegró por física sustracción de materia, pues de sus 200 integrantes sólo quedaron tres, que fueron reubicados en otros frentes. Similar suerte corrió el 40, que actuaba en Meta, disuelto ante el creciente número de deserciones y la pérdida de cerca de 7.000 millones de pesos que, al parecer, fueron robados por sus comandantes. Algo parecido ocurrió con los frentes 26 y 31, que sumaban 220 hombres y a mediados de este año apenas contaban en sus filas a menos de 50.
Y en lo que tiene que ver con la Costa Caribe, las estructuras más golpeadas son las que estaban bajo el mando del extinto Martín Caballero. Según la información obtenida por CAMBIO, los frentes 19 y 35, que operaban en los Montes de María y la Sierra Nevada fueron borrados del mapa por cuenta de las deserciones y las bajas. La muerte de su comandante se convirtió en la estocada final de esas estructuras militares.
Si bien es inocultable que las Farc han perdido territorios y a una parte importante de sus hombres, esta situación adversa las ha forzado a modificar su modo de operar. De un lado, la amenaza de los bombardeos llevó a los rebeldes a actuar de nuevo en grupos pequeños -no superiores a 10 unidades- y evitar las grandes concentraciones de subversivos.
De otro lado, el desmantelamiento de frentes obligó a la organización a replegarse hacia el sur del país, donde mantienen una fortaleza militar evidente, y a situarse en las zonas de frontera.
En tal sentido, el poder de Jorge Suárez Briceño, Mono Jojoy, se mantiene intacto y por ello es comandante indiscutible de los bloques Oriental y Sur. El repliegue de sus hombres y el conocimiento del terreno les ha permitido enfrentar, con relativo éxito, la ofensiva de las tropas.
Con todo, el flanco financiero de las Farc depende cada día más del narcotráfico, ante la curva decreciente que muestran el secuestro y otras fórmulas de carácter extorsivo. De acuerdo con el más reciente estudio del Sistema de Monitoreo Satelital de la Organización de las Naciones Unidas (Simci), las Farc producen cerca de 510 toneladas de cocaína anualmente.
¿Qué sigue?
Pero el hecho de que las Farc se encuentren duramente golpeadas en el terreno militar y prácticamente sin ningún juego político nacional e internacional, mucho más después del fracaso de la mediación de Hugo Chávez y la facilitación de Piedad Córdoba para lograr el intercambio humanitario, no significa que ese grupo guerrillero se encuentre al borde del colapso. Para el analista político Alejo Vargas, "las Farc en su historia han sido muy capaces de adaptarse a los nuevos desarrollos de sus contrincantes. Una derrota militar no es posible en el corto plazo". El analista sostiene, además, que pese a haber perdido un buen número de hombres en los últimos años, todavía mantiene una fuerza militar suficiente para seguir enfrentando al Ejército Nacional y por ello "no puede subestimarse su capacidad de reacción".
Una visión distinta tiene Jorge Rojas, director de la Consultoría para los Derechos Humanos y el Desplazamiento, Codhes, quien sostiene que "las Farc se trasladaron a Amazonas, Guainía, Vichada y Vaupés, en un proceso de copamiento de territorio. Es una estrategia de expansión de su retaguardia en 360.000 kilómetros de selva en la Orinoquía, donde es posible un escalonamiento del conflicto".
Pablo Casas, investigador de la Fundación Seguridad y Democracia, explica que la política de Seguridad Democrática ha puesto a las Farc en las condiciones de hace 10 años y por eso optaron por el repliegue a sitios apartados. "Ha habido un repliegue muy importante y se han visto obligadas a volver a zonas más apartadas reduciéndose sustancialmente su capacidad operativa. Asimismo, se han debilitado en sus estructuras de apoyo -dice el investigador-. Sin embargo, aún falta golpear las estructuras más fuertes en su capacidad militar".
Uno de los más acuciosos analistas del comportamiento de las Farc es Carlos Lozano, director del periódico Voz Proletaria, quien sostiene que "es cierto que las Farc han sufrido un desgaste militar producto del Plan Patriota y las estrategias de la Seguridad Democrática. Pero no se puede hablar de unas Farc derrotadas y ellas insisten en mantenerse en una guerra de guerrillas".
Carlos Medina, profesor de la Universidad Nacional, que acaba de terminar un estudio sobre las Farc y el Eln, precisa que las guerrillas avanzan en uan especie de "repliegue táctico, militar y político", planeado para no agotar a sus hombres puesto que tienen claro que están perdiendo una de las batallas que más le preocupan: la política. Y agrega que "el operativo militar que más ha golpeado a las Farc, luego de la ruptura de las conversaciones de paz en San Vicente del Caguán con el gobierno de Pastrana, han sido los consejos comunitarios realizados por Uribe, pues es evidente que las Farc no tienen un brazo político reconocido en el país, mientras que otros sectores se afianzan en la oposición sin necesidad de utilizar las armas, como es el caso del Polo Democrático".
Teófilo Vásquez, investigador del Centro de Investigación y Educación Popular, Cinep, sostiene que las Farc están en un repliegue táctico ordenado que podría obedecer a las acciones emprendidas dentro de la Seguridad Democrática. "Parece que están esperando, aguantando la embestida para luego contraatacar", dice, aunque también reconoce que ese grupo guerrillero ha sido golpeado por la Seguridad Democrática.
Indudablemente, la ofensiva lanzada contra las Farc en los últimos años, con el apoyo de Estados Unidos a través del Plan Colombia, ha dado resultados, lo cual no significa que estén acabadas o que su derrota militar sea inminente. El presidente uribe ha utilizado la metáfora de la culebra para indicar que la tarea es larga. En esos términos habría que decir que aunque la culebra está debilitada, se resiste a morir.

OPTIMISMO
Los buenos resultados de las últimas semanas se han visto reflejados en las encuestas. El Gallup Poll de noviembre indica que el 63% de los encuestados cree ahora que es posible vencer a la guerrilla. En septiembre esa cifra era del 59%.
En la misma medición aumentó del 70 al 76% la imagen favorable de las Fuerzas Militares y su desfavorabilidad bajó del 25 al 19%. La imagen favorable de la Policía subió del 56 al 65% y la desfavorable bajó del 39 al 31%. En contraste, el 93% de los encuestados tiene una imagen desfavorable de las Farc, frente al 1% de favorable.
EL FLANCO FINANCIERO
Cuatro de los 11 secuestros de carácter extorsivo atribuidos a las Farc en 2006 tuvieron una particularidad: los captores no exigieron dinero en efectivo para el rescate sino que usaron las razones sociales de empresas de propiedad de las víctimas y sus cuentas personales para mover no menos de 11 millones de dólares que serían blanqueados en las corrientes financieras.
Ese fenómeno demuestra dos cosas: que esa guerrilla se ha alejado de los métodos tradicionales de secuestro como fuente de financiación y prefiere cada vez más apelar a maniobras extorsivas que le sirvan para cubrir operaciones de lavado de recursos provenientes del narcotráfico.
Y es que según el más reciente informe del Simci, sistema de monitoreo satelital de la Organización de Naciones Unidas, las Farc producen cerca de 510 toneladas de cocaína anualmente, que podrían dejarles más de 750 millones de dólares de utilidades. Sus centros de producción y acopio de la droga están localizados en 89 municipios, sobre terrenos aptos para el cultivo de 85.750 hectáreas de hoja de coca.
De acuerdo con un documento del Grupo de Acción Financiera de Sudamérica contra el Lavado de Activos (Gafisud), anualmente dentro del circuito financiero y comercial colombiano son 'blanqueados' unos 3.500 millones de dólares, 600 de los cuales son movidos por la guerrilla.

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