22 abr 2008

La Biblia

La Biblia y el color de la hormiga/Josep Piqué, economista y ex ministro
Publicado en LA VANGUARDIA, 19/04/2008;
Aunque ahora, lamentablemente, no se estudia lo que en nuestra infancia se llamaba “Historia Sagrada” (vital para entender nuestro entorno cultural, al margen de las creencias respetables de cada cual), recurrimos a menudo a la mención bíblica, cuando relata la dolorosa estancia del pueblo judío en Egipto, relativa a los periodos de vacas gordas y vacas flacas. El Antiguo Testamento refleja una de las primeras teorías conocidas sobre los ciclos económicos. Y los sitúa en siete años.
Tiempo después, aparecieron muchísimas otras teorías: de ciclos largos (el más conocido es el de Kondratiev), y de ciclos a medio y a corto plazo. La literatura económica es vastísima y no la vamos a repasar aquí.
Pero quisiera quedarme en dos afirmaciones. La primera es que, aunque se nos olvide cada vez que disfrutamos de una fase expansiva, los ciclos existen; y vienen irremisiblemente. La segunda es que, también irremisiblemente, nos olvidamos de que existen. Y tropezamos, como si de una maldición bíblica se tratara, en la misma piedra una y otra vez.
Es cierto que hemos disfrutado de una muy larga fase expansiva y que eso ha podido despistar a muchos. Si nos situamos en España, la recuperación de la actividad económica empezó en la segunda mitad de 1993. Y la caída de la misma en la segunda mitad de 1989.
Sé muy bien que estas fechas pueden sorprender a muchos. El tópico dice que España despertó de su sueño eufórico después de los Juegos Olímpicos de Barcelona y de la Expo de Sevilla, en otoño de 1992. Es absolutamente falso. Otra cosa es la percepción de la opinión pública. El cambio de ciclo se produce mucho antes y se agrava, por cierto, por la nefasta reacción gubernamental a la exitosa - para los sindicatos- huelga general de diciembre de 1988. Los sectores básicos de la economía, que anticipan los ciclos, saben muy bien que las cosas empezaron a empeorar a finales de 1989. Y que los años 90, 91 y 92 fueron muy malos; y que sólo a finales de 1993 se empezó a ver la luz al fondo del túnel. Otra cosa es el alucine colectivo de los “fastos” del 92.
Bien. Añadamos algún comentario adicional. Es evidente que la recuperación del nivel de actividad económica empieza a finales de 1993 y que el Gobierno de la época pone un cierto orden (con Solbes al frente de la política económica). Pero creo que su propia debilidad política explica su poca ambición y la estrechez de sus límites.
El ejemplo paradigmático es el hecho de “tirar la toalla” en cuanto a las posibilidades de la economía española de estar, de entrada, en la tercera fase de la Unión Económica y Monetaria, es decir, en el euro. Se asumía que eso era imposible.
El nuevo gobierno (bajo la batuta de Rato y el impulso de Aznar) no lo entendió así. Y lo hizo posible, cumpliendo las llamadas condiciones de Maastricht. Con ambición y riesgo político. Con reformas estructurales.
Y se reforzó de forma considerable la fase expansiva del ciclo. Tanto que permitió superar situaciones tan duras como la crisis asiática de finales de los noventa, el “efecto tequila” o la crisis rusa del 2001 o el pinchazo brutal de la “burbuja tecnológica”. Es cierto también que faltó más impulso reformista al final de la segunda legislatura “popular”.
Pero más cierto parece que ese impulso reformista ha brillado por su ausencia en la última legislatura, con Pedro Solbes de nuevo a la cabeza de la política económica. Se ha gestionado con la diligencia del “buen padre de familia”, pero sin abordar los problemas de fondo, con la comodidad de disfrutar de un ciclo alcista.
Pero el trasfondo era preocupante. Y ahora se ve con toda crudeza.
La evolución de la competitividad de la economía española es muy negativa. Las cifras de nuestras cuentas exteriores nos sitúan a la cabeza - negativa- de los países desarrollados. Nuestro modelo de crecimiento ha mostrado, con total nitidez, sus límites.
Es hora de actuar. Y que el nuevo Gobierno asuma sus responsabilidades. Y ejerza.
Ya no vale disimular. Han pasado las elecciones. Y hoy todos sabemos que el cambio de ciclo se percibió en la segunda mitad del 2006. No con la crisis de las subprime en Estados Unidos. Obviamente, esta crisis ha venido a complicar extraordinariamente las cosas. Hasta límites que todavía no somos capaces de precisar y aunque cada día que pasa se añadan motivos para el pesimismo. Hoy vemos una crisis nueva: una profunda crisis financiera y de confianza como la de 1929, y una crisis típica de “shocks” de oferta como las anteriores del petróleo de 1973 y de 1979. Y un cambio de ciclo que, en cualquier caso, viene de antes. Y Solbes lo sabe. Si a eso añadimos que el modelo español de crecimiento no puede continuar, que la crisis inmobiliaria ha dado paso a una de liquidez y que eso está dando paso a una crisis de solvencia dentro y fuera de nuestros sistemas financieros, la cosa está cruda. Rodrigo Rato usaba una expresión, desconocida antes para mí, cuando quería decir que las cosas estaban mal: “Esto tiene color de hormiga”.
El nuevo Gobierno debe actuar ya. Con firmeza, determinación y coraje. Si no, el color de la hormiga nos sumergirá a todos en la más profunda de las depresiones. Los ciclos existen y existirán. Pero las respuestas a los ciclos no pueden ser resignadamente fatalistas o simplemente acomodaticias. Es la hora de la valentía.

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