28 may 2008

Bombas racimo

El tratado internacional que prohíbe el uso, fabricación y almacenamiento de las bombas de racimo ha sido aprobado por 109 países, despues de intensas discusiones.
El acuerdo, no obstante, ha sido negociado sin la participación de los principales productores y usuarios de este tipo de armas (Estados Unidos, Israel, Rusia, China, India y Pakistán), que se oponen a su prohibición.
El encuentro de Dublín ha sido el más importante celebrado en el mundo sobre cuestiones de desarme desde que en 1997 se prohibiese en Ottawa (Canadá) el uso de la minas antipersonales. El funcionamiento de las bombas de racimo, causa de miles de víctimas en conflictos como el de Líbano, Irak o Kosovo resulta muy polémico porque, al hacer explosión, diseminan bombas muy pequeñas en una amplia zona, muchos de las cuales no estallan al hacer impacto y pueden ser activadas más tarde si son pisadas o las toca algún civil.
El Gobierno irlandés presentará en Dublín este viernes el texto final que ratificarán los 109 países firmantes en una ceremonia que se celebrará en Oslo (Noruega) el 2 de diciembre.
Dublin y las bombas de racimo: un paso vital para su prohibición/Enrique Figaredo
Publicado en EL CORREO DIGITAL, 27/05/2008;
Desde el 19 de mayo más de 100 países, entre ellos España, se reúnen en Dublín para negociar un nuevo tratado internacional cuyo objetivo es la prohibición de las bombas racimo, un armamento que ‘produce un daño inaceptable’. El mayor peligro que representan es que son armas de saturación área con un efecto indiscriminado; es decir, están formadas por una bomba ‘contenedor’ que se abre en el aire dispersando cientos de submuniciones que, al caer, no distinguen entre los objetivos, alcanzando, en un 98% de las ocasiones, a civiles. Pero esto no es lo peor: una parte de las submuniciones no explotan y quedan esparcidas sin control por amplios territorios, prolongando indefinidamente las guerras, actuando como minas antipersonales y mutilando a personas muchos años después del término del conflicto.
El Papa, Benedicto XVI, aprovechó el día previo al inicio de la Conferencia en Dublín para realizar un último llamamiento, tras una larga serie de enérgicas condenas a estas armas, para alentar a las partes negociadoras a que promuevan «una convención que prohíba estos mortíferos artefactos», haciendo especial hincapié en que «gracias a la responsabilidad de todos los participantes se pueda alcanzar un instrumento internacional fuerte y creíble». Es este precisamente el gran desafío de la Conferencia de Dublín: que todos los gobiernos rechacen una versión ‘diluida’ de este tratado, y consigan que toda variante de las bombas de racimo queden prohibidas en virtud del mismo.
Las industrias del sector, y aquellos que defienden su utilidad, aseguran que los avances técnicos pueden lograr unas tasas de error (es decir, submuniciones que no explotan) inferiores al 1%, mejorando así la seguridad para los civiles. Sin embargo, esto nunca se ha demostrado en la práctica y en todos los casos las tasas de error han sido superiores. Incluso aunque se lograran esas tasas en laboratorio, hay que recordar que las condiciones reales durante un bombardeo son muy diferentes, e influyen la situación meteorológica, el tipo de terreno, los errores humanos. Un solo fallo ya sería inaceptable.
El borrador del tratado prohíbe el uso, la producción y la comercialización de estas armas, y establece un periodo de seis años para la destrucción de todo almacenaje. Prevé también la limpieza de zonas contaminadas -con una fecha límite- y la asistencia a las víctimas y a las comunidades afectadas. «Tal y como está redactado ahora, el borrador del tratado es fuerte e incluye una prohibición suficiente de las bombas racimo. Cualquier intento de diluirlo debe ser totalmente rechazado», según indica Steve Goose, director del departamento de armas de Human Rights Watch. «El tratado es una combinación potente de legislación humanitaria y de desarme, y prevé requisitos específicos para las acciones humanitarias sobre el terreno -explica Goose-. Tiene el potencial de salvar incontables vidas hoy y en las próximas generaciones».Hay tres puntos de contención que surgirán en las dos semanas de negociación. Uno: algunos Estados -Dinamarca, Francia, Alemania, Japón, Países Bajos, Suecia, Suiza y Reino Unido- buscan excepciones a la prohibición para ciertas armas que tienen almacenadas, y argumentan que aún son necesarias para fines militares y que no producirán tanto daño como otras bombas de racimo. Dos: algunos países tratan de defender un ‘periodo de transición’ de más de siete años durante el cual podrían todavía utilizar bombas prohibidas. Su argumento es que no pueden prescindir de estas armas hasta que no hayan desarrollado alternativas militares. Los países que defienden con más fuerza esta tesis son Francia, Alemania, Japón, Suiza y Reino Unido, aun declarando que estas armas causan un daño inaceptable a los civiles. Tres: algunos Estados tratan de suprimir una disposición del tratado que prohíbe a los Estados firmantes asistir a otros que utilicen bombas de racimo durante operaciones militares conjuntas. Los que más defienden la tesis de la ‘interoperatividad’ son Australia, Canadá, Japón y Reino Unido. EE UU ha presionado sutilmente a muchos de sus aliados sobre esta cuestión.
En Dublín se encuentran 140 países negociadores que incluyen a la mayoría de los que más utilizan, producen o almacenan estas armas. Pero entre los que no están presentes figuran grandes potencias como EE UU, China, Rusia, India, Pakistán e Israel, todos ellos importantes productores de bombas de racimo. El Ejecutivo español tiene la ocasión de demostrar su compromiso con la paz mediante la prohibición total de este tipo de armamento en el ámbito nacional, y con su apoyo a un tratado integral en el internacional. Así demostraría que sitúa los derechos de las víctimas por encima de los intereses empresariales. Varias empresas españolas -Expal (Explosivos Alaveses S.A.) e Instalaza, con sede en Zaragoza- y entidades bancarias aún apoyan la producción de bombas de racimo. «La guerra en Camboya terminó en 1998, pero cada día entre dos y tres personas mueren o quedan mutiladas en el camino a la escuela, en los campos de arroz o en los bosques», explica desde su silla de ruedas Chan Neing, camboyano de 19 años que perdió las dos piernas y el brazo izquierdo mientras circulaba por un camino en el norte del país en 2005.
Intervención vaticana en la conferencia sobre bombas de racimo
Discurso del arzobispo Silvano Maria Tomasi, observador permanente ante las Naciones Unidas y las Organizaciones Internacionales en Ginebra, al comenzar la Conferencia diplomática sobre bombas de racimo, el 19 de mayo.
El prelado intervino posteriormente en otras dos ocasiones durante el desarrollo de la cumbre, concluida el 30 de mayo.
* * *
Señor Presidente,
1. La Delegación de la Santa Sede se siente especialmente honrada por intervenir al comienzo de esta Conferencia Diplomática. Expresa su alegría por ver los esfuerzos de un gran número de actores para dar una conclusión positiva a un proceso que busca mayor seguridad y protección. Necesitamos ir más allá de una visión reductora y estrecha que diera la ilusión de que la protección sólo viene a través de las armas, en especial, a través de aquellas que intentamos prohibir.
En primer lugar, la Delegación de la Santa Sede querría expresar su satisfacción por verle presidir, Señor Embajador, la marcha de este encuentro y por facilitar las negociaciones hacia un acuerdo sólido y operativo.
La Santa Sede ofrece a Irlanda su apoyo y su disponibilidad para unir fuerzas en la construcción de un mundo más humano, más seguro y más cooperativo.
Señor Presidente,
2. Esta Conferencia de Dublín es el resultado de la toma de conciencia de que se necesita una actuación concreta, creíble y eficaz para responder a un problema que ha durado demasiado. Durante años, las ONGs, ICRC, y diversos países, han planteado sin éxito al principio el tema de las bombas de racimo. Nuestra satisfacción ahora es grande. Hoy nadie niega la existencia de los problemas humanitarios ligados a las bombas de racimo, la urgencia de una acción colectiva, y el esfuerzo indispensable de trasladar estas preocupaciones a un desarrollo del derecho humanitario internacional.
Los diferentes socios del Proceso de Oslo y los estados miembros de la Convención sobre Ciertas Armas Convencionales (CCW) están de acuerdo en esta urgencia. No hay duda de que todavía existen diferencias importantes sobre la respuesta apropiada.
La Santa Sede, sin embargo, no puede dejar de insistir en la prioridad de la dignidad humana, del interés de las víctimas, en la prioridad de la prevención y de la estabilidad, y en el concepto de seguridad basado en un menor nivel de armamento. La paz trasciende con mucho el marco de las consideraciones militares. La paz no es sólo la ausencia de guerra.
Los derechos humanos, el desarrollo, la participación social y política, la justicia, la cooperación, estos y otros conceptos similares, tienen un papel crítico en la definición moderna de la paz auténtica.
Confiar la seguridad sólo a las armas y a la fuerza es algo efímero y una ilusión. Las bombas de racimo ilustran a la perfección este punto. Incluso las así llamadas victorias demuestran ser derrotas duraderas para la población civil, para el desarrollo, para la pacificación, para la estabilidad. Décadas después de la utilización de bombas de racimo, la paz conserva un amargo sabor con miles de víctimas, con el desarrollo socio-económico estancado, con considerables recursos humanos y económicos perdidos.
3. Aquí y ahora se nos da la oportunidad de tomar una decisión. En un mundo globalizado y cada vez más interdependiente, los problemas de algunos son los problemas de todos: de los países ricos y pobres; de los países desarrollados y en desarrollo; de los países productores y exportadores de bombas de racimo y de los países que las importan; países consumidores y no consumidores. Lo que hoy no se haga, tendrá que hacerse mañana con un añadido de sufrimiento, de costes económicos, y de heridas más profundas que curar.
4. Es comprensible que algunos países tengan que hacer frente a dificultades para cumplir los compromisos que se deriven del futuro instrumento. Pero no incurramos en error. Los países afectados y las víctimas son quienes están pagando y continúan pagando el precio más desorbitado. Tendrán que hacer algunos esfuerzos quienes tengan que renunciar a este tipo de armas, quienes tengan que dejar de exportarlas, quienes se obliguen a destruir sus almacenes, quienes se comprometan en actividades de desminado y descontaminación, quienes inviertan recursos para las víctimas, todas las personas implicadas en las diversas actividades humanitarias. Los líderes políticos y militares deberían considerar todos estos esfuerzos, al igual que la población de sus países, como algo necesario pero absolutamente valioso para la construcción de un mundo más pacífico y más seguro, en el que todos gocen de mayor seguridad.
5. En este como en otros contextos, la cooperación y la labor conjunta son esenciales para el éxito. La labor conjunta entre Estados, Naciones Unidas, Organizaciones Internacionales, el Comité de la Cruz Roja y las ONGs, es el secreto de un éxito común y un elemento indispensable para lograr el objetivo del futuro instrumento. Las víctimas deberían ocupar un lugar privilegiado en este plan, deberían tener un papel activo desde el principio al fin. En las negociaciones entabladas, cada parte debería encontrar su propio lugar, de forma que el apoyo a la Convención que se adopte resulte completo, sólido y operativo. Todo el mundo es necesario en la puesta en práctica de este proyecto. Trabajemos hombro con hombro como socios para afrontar hoy el desafío de la adopción de medidas y mañana el de su puesta en práctica.
Señor Presidente,
6. Es verdad que los Estados tienen el derecho a defender la paz, la seguridad y la estabilidad de la población bajo su responsabilidad. Pero esto se puede lograr mejor sin el recurso a la carrera de armamentos y a la guerra. En su discurso ante la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1965, el Papa Pablo VI recordaba a la Comunidad de Naciones el desafío de la paz sin el recurso a las armas: "No es posible amar con armas ofensivas en las manos. Las armas, sobre todo las terribles armas que os ha dado la ciencia moderna antes aún de causar víctimas y ruinas engendran malos sueños, alimentan malos sentimientos, crean pesadillas, desafíos, negras resoluciones, exigen enormes gastos, detienen los proyectos de solidaridad y de trabajo útil, alertan la psicología de los pueblos. Mientras el hombre siga siendo el ser débil, cambiante y hasta malo, que demuestra ser con frecuencia, las armas defensivas serán, desgraciadamente, necesarias. Pero a vosotros, vuestro coraje y vuestro valor os impulsan a estudiar los medios de garantizar la seguridad de la vida internacional sin recurrir a las armas. He aquí una finalidad digna de vuestros esfuerzos. He aquí lo que los pueblos aguardan de vosotros".
Señor Presidente,
7. Como recordaba ayer el Papa Benedicto XVI al mundo, los ojos de los pueblos, de las víctimas, de los países afectados, se centran en esta Conferencia Diplomática, y todos esperan de nosotros una decisión valiente. El mundo espera un acto de fe en la persona humana y en sus más altas aspiraciones a vivir en paz y en seguridad, un compromiso que haga de la solidaridad la expresión más espléndida de la unidad de la familia humana y de su destino común.
Estoy convencido, Señor Presidente, que, al concluir esta Conferencia, todos los participantes quedarán como ganadores y satisfechos de haber hecho la elección correcta.
Gracias, Señor Presidente.
[Traducción del original inglés realizada por Justo Amado]

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