3 jul 2008

Operación Jaque Mate en los medios

Betancourt: "Pensé que el rescate era otro circo montado por las FARC"
Nuevos detalles de cómo militares colombianos se infiltraron en las FARC, engañaron a los guerrilleros y a los rehenes y en una operación relámpago les liberaron sin pegar ni un sólo tiro.- Betancourt relata su rescate lleno de desasosiego
ELPAÍS.com - Madrid - 03/07/2008
"Hay veces, cuando uno ha vivido momentos tan difíciles, que no cree que la felicidad sea para uno". Pero ahora Ingrid Betancourt, después de seis años secuestrada en manos de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), es feliz, después del éxito de la Operación Jaque, que ha puesto en libertad a la ex candidata presidencial y otros 14 rehenes.
El golpe, que puede ser considerado el mayor de Bogotá a las FARC junto con la muerte de Raúl Reyes, se empezó a preparar hace un año, cuando la fuga del subintendente Jhon Frank Pinchao dio las primeras pistas al Ejército colombiano. Según informa el diario colombiano El Tiempo, Bogotá supo desde entonces por donde se movían los cautivos y cómo eran las estrategias que usaban los miembros de las FARC para burlarse de los soldados colombianos.
Un grupo de inteligencia militar, coordinado por el general Mario Montoya Uribe, logró penetrar el primer anillo de seguridad del frente primero de las FARC. A partir de ahí, dos hombres se ganaron la confianza del jefe de seguridad de Cesar, el carcelero mayor de las FARC a quien directamente el Mono Jojoy encomendó cuidar a los cautivos.
Los infiltrados lograron que un guerrillero de alto rango, cuya identidad no ha sido revelada, convenciera a César de que había orden de enviar los cautivos con el nuevo jefe de las FARC, Alfonso Cano, y que se iban a usar helicópteros de una ONG extranjera para trasladar a los secuestrados. Una operación que contaba con el apoyo técnico de Estados Unidos.
Relato de Betancourt
Al margen de este dispostivo, Bentacourt, como los otros 14 rehenes que iban con ella ayer, pensaron que lo que terminó siendo su ansiado rescate no era otra cosa más que un operativo interno de los guerrilleros para trasladarlos de lugar, y volver hacer de ellos moneda de cambio con el Gobierno de Colombia. La ex candidata presidencial ha relatado cómo fue el rescate en un acto institucional bajo la presencia del presidente colombiano, Álvaro Uribe.
Betancourt reconoce que los cautivos estaban muy inquietos. Ninguno sabía que iba a pasar con ellos cuando a primera hora de la mañana se levantaron con la orden de dirigirse a un lugar desconocido en mitad de la selva para coger un helicóptero. "Pensamos que íbamos a ser trasladados a otro país", dice la ex política.
Una hora antes de la llegada de los helicópteros, Betancourt habló con el comandante Asprilla, que la propia Betancourt ha definido como un déspota, pero hizo pocas concesiones. "Era parco en darnos información. Lo que él me transmitió fue que nos iban a llevar a hablar con un alto mando, pero no sabíamos nada. Es más, trató a darme de entender que nos iban a trasladar a otro país a mejorar nuestras condiciones de secuestro". Sin embargo, la operación Jaque estaba en marcha.
Gran confusión
Mientras tanto, en la espesa selva colombiana, la confusión reinaba entre los secuestrados. Como es costumbre en las operaciones de los guerrilleros, los cautivos no sabían qué pasaría con ellos. Después de una caminata y de cruzar el río Inírida, "estábamos de un lado del río, y nos hicieron ir al otro lado en una canoa", relata Betancourt, vieron salir el helicóptero que aterrizó cerca de ellos. Cada detalle era importante para hacerse una idea de lo que podía pasar. "Al poco de llegar a los helicópteros, tratamos de mirar quienes eran, cómo eran. Mis compañeros me preguntaban si podía tratarse de una misión internacional pero parecía imposible".
Dos helicópteros rusos M-I pintados de blanco y rojo se internaron en las selvas de Tomachipán (Guaviare), a 72 kilómetros de San José. Uno de ellos aterrizó en medio de una patrulla guerrillera. El desasosiego invadió a cada uno de los 15 rehenes cuando vieron los aparatos entre los árboles. Pensaban que podía tratarse de un helicóptero de la Cruz Roja, de una misión humanitaria internacional bajo supervisión suiza o francesa, pero se sumieron en lo peor. Como asegura Betancourt: "Los secuestrados nos hemos vuelto expertos en identificar quién está delante nuestro". Y lo que tenían ante sus ojos eran dos helicópteros blancos, sin banderas ni insignias, sin un solo signo de esperanza.
El traspaso a los aparatos, que se iba a hacer según los guerrilleros en siete minutos, se alargaba hasta más de veinte minutos. Y cada minuto que pasaba era peor que el anterior. Cuando los rehenes vieron a los pilotos con las camisetas de Che Guevara, todos se convencieron que iban a seguir dentro de su cautiverio. Les habían prometido trasladarles para mejorar las condiciones de su infierno, pero poco importaba. "Durante todos estos años de secuestro oír un helicóptero es motivo de angustia. Pensamos que era otro circo montado por las FARC para mostrar al mundo cómo nos tenían secuestrados".
Dignidad
Muchos secuestrados no quisieron ponerse las esposas. Betancourt asegura que rezó con todas sus ganas mientras le apretaban las esposas tan fuerte que pidió que se las aflojaran. Pero ese dolor no era nada en comparación con el que llevaba por dentro. Cuenta Betancourt que, después de unos años, la guerrilla decidió darle un diccionario que había solicitado insistentemente. Desde entones nunca se separa de él, aunque, como ella misma reconoce, "pesa una tonelada".
Un guerrillero le obligó a dejar su bolsa con el diccionario fuera del helicóptero. La ex candidata presidencial se negó: "Estaba con mi equipito a cuestas. Y trataron de quitármelo y dije que no. Ese diccionario, esa bolsa, era mi dignidad". Betancourt no soltó su diccionario pese a la angustia que arrastraba. "Cada prueba de supervivencia es un dolor, porque nos sentimos humillados. Utilizan el dolor de nuestras familias para impresionar al mundo entero. Para nosotros es muy difícil. Y con esta operación volví a sentir lo mismo".
Emoción
En plena ansiedad, Betancourt tuvo un sentimiento extraño: "Pensé: qué raro estar emocionada si ya nada me emociona". Fue algo así como un presentimiento. Pocos minutos después de subir al aparato, saltó la chispa del rescate. Eran la 1 de la tarde y 15 minutos. Los militares infiltrados, agentes del Ejército colombiano camuflados en el seno de la propia cúpula guerrillera, se lanzaron a por los miembros genuinos de las FARC.
"No se cómo lo hicieron pero en menos de cinco minutos los embistieron. Me cayó sangre en el pantalón. Asprilla estaba en el suelo, pensé que se había desmayado pero no. Estaba con los ojos vendados, amarrado, y lo siguiente fue oír: 'Somos Ejército Nacional. Están en libertad", relata con emoción la ex política colombiana. Luego llegaron los saltos, los abrazos y los lloros. Nadie se lo podía creer.
Sin embargo, el miedo no abandonó a Betancourt. Asegura que temía por si el helicóptero se caía, y preguntaba todo el rato cuánto faltaba para llegar a San José de Guaviare. Una vez que aterrizaron y estaban a salvo, pensó en su familia en mitad de una historia no exenta de paradojas, como afirma la ex política: "Sabía que mi mamá tenía programado un viaje a Oriente. Y mi familia estaba fuera de Colombia. Y pensé que era increíble porque llegaba a Bogotá después de tanto y podía no haber nadie de mi familia". Pero la familia estaba al completo, a excepción de sus hijos que se encuentran en París.
Mensaje de paz
Antes de terminar su discurso junto al presidente colombiano, Álvaro Uribe, en un acto institucional, empezó a sonar la alarma de un reloj de pulsera que Ingrid lleva en su muñeca: era el despertador que le recordaba todas las noches la hora de sintonizar la radio y escuchar los mensajes de su familia a través del programa Voces del Secuestro, del periodista Herbin Hoyos. Una alarma que parece recordar que todavía hay cientos de secuestrados que viven en condiciones infrahumanas bajo el yugo de las FARC.
Menos de 24 horas después de su rescate, Ingrid Betancourt no se olvidó de sus compañeros. Y lo hizo lanzando un mensaje al Comandante Alfonso Cano: "Quisiera que se les perdone a los secuestrados que quedaron allá. Son una extraordinaria partitura que no tienen culpa de nada. Sólo puedo creer en la paz".
Una paz, que según ha dicho Betancourt a todos los colombianos, pasa por los hombres que la representan. "Cuando murió Manuel Marulanda pensaba que mis nietos nunca sabrán quién fue ese hombre. La historia nunca registra a los que hicieron mal, sólo a los que hicieron la paz. Y este señor no estará grabado en los anales de la historia".
EDITORIAL/ EL País, 3/07/2008;
La libertad de Ingrid
El presidente colombiano, Álvaro Uribe, obtuvo ayer el mayor éxito de su carrera política, que le abre el camino, si ése es su objetivo, a un tercer mandato
. La ex candidata presidencial Ingrid Betancourt, secuestrada en 2002, ha sido liberada por el Ejército en una operación minuciosamente preparada en la que un infiltrado en el comando de las FARC que retenía a la ciudadana franco-colombiana y a otros 14 rehenes -entre ellos tres civiles estadounidenses- engañó a los guerrilleros y logró que los cautivos subieran a un helicóptero militar camuflado, que les condujo hasta la libertad.
Aunque las cifras oficiales sobre la deserción de guerrilleros pueden pecar de optimistas, la guerrilla vive sus horas más bajas. Si hace unos años tenía más de 20,000 miembros, hoy son apenas la mitad. Están rindiendo fruto el esfuerzo de infiltración e información del Ejército, la vigilancia de alta tecnología sobre los refugios selváticos de la guerrilla terrorista, la movilidad aérea de tropas especiales y un programa de recompensas económicas a los que abandonen y faciliten información contra sus jefes.
El presidente ha ganado un importantísimo asalto en su pugna con la Corte Constitucional; el alto tribunal se opone a que opte a un nuevo mandato, por considerar que va contra la tradición jurídica latinoamericana, y Uribe parece obrar con el convencimiento de que debe extender su periodo de gobierno de 2010 a 2014 para acabar hasta con el último guerrillero. Y es de esperar que no sienta ya la necesidad de repetir las elecciones de 2006, como estaba dispuesto a hacer, en respuesta a acusaciones de la Corte sobre prácticas corruptas en relación con aquellos comicios.
Y una última buena noticia para Bogotá; el presidente venezolano, Hugo Chávez, que se medio ufanaba de ser quien mejor podía convencer a las FARC de que liberaran a Betancourt, se ha quedado con un palmo de narices
El mensaje de Íngrid/ Editorial, El Tiempo, 3 de julio
Colombia recordará siempre la imagen de Íngrid Betancourt, siete miembros del Ejército y cuatro de la Policía cuando bajaban ayer en Bogotá del avión de la Fuerza Aérea que los trajo a la libertad desde el Guaviare (los tres estadounidenses volaron directamente a su país). El impecable rescate de estos 15 secuestrados que llevaban largos años en manos de las Farc es, sin duda, la noticia más bienvenida en muchos muchos años, en este país tan sacudido por las malas nuevas. Es, además, una noticia de profundas implicaciones políticas, militares y humanitarias.
Esta liberación ha producido un inmenso júbilo nacional. Difícilmente habrá un colombiano que no se alegre hasta lo más íntimo al ver terminado el calvario de estos cautivos. Hubo pitos, trancones, aplausos y lágrimas de felicidad en sitios públicos y toda clase de reacciones desde todas las orillas políticas. Y también en el mundo. La estatura internacional que ganó Íngrid Betancourt durante sus casi seis años y medio de cautiverio puso el infame drama del secuestro en Colombia en el foco de todas las miradas. Su imagen, con el rostro alegre y la mirada limpia, dio la vuelta al mundo en completo contraste con esa otra fotografía en la que hace apenas unos meses aparecía vencida y demacrada.
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Fue una "operación perfecta", según la calificó la propia Íngrid en las emotivas y lúcidas palabras que pronunció en el aeropuerto. Un "rescate de película", como bien lo llamó el ministro de Defensa, Juan Manuel Santos, quien se anotó un éxito contundente. Sin disparar un solo tiro, "sin un rasguño", en palabras del general Freddy Padilla. Una operación como esta tiene pocos precedentes en los anales de la inteligencia universal, y el país está ávido por conocer cómo se logró tan admirable rescate.
Más allá de ello, esta puede ser también la noticia más importante de la guerra en Colombia en los últimos años. Más que las muertes de 'Reyes', de 'Ríos' e, incluso, de 'Tirofijo'. No es una exageración. El golpe para las Farc es aún más demoledor que esas muertes. Lograr infiltrarlas del modo en que lo proclaman las autoridades es una derrota aún más severa que la muerte de algunos de sus jefes, pues indicaría lo afectada que está una organización que se ha caracterizado por su carácter impenetrable y monolítico. Y les inflige un golpe moral sin precedentes.
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Después de esto, no puede ser que las Farc no reaccionen. No solo porque el júbilo de la liberación debe mostrarles definitivamente que el país entero rechaza de manera unánime la práctica horrenda del secuestro. Sino porque, ante esta liberación, deben asumir que la ecuación de la guerra ha cambiado de manera irreversible. Es hora no solo de liberar a los demás rehenes -los 42 militares, pero también los cientos de secuestrados extorsivos que mantienen en su poder-, sino de entrar en un proceso definitivo de negociación de buena fe para poner fin al conflicto armado. ¿Tendrá el nuevo Secretariado los elementos de juicio para avanzar hacia tales decisiones, o, como ha hecho antes, se empeñará en sostener una lucha que hasta Hugo Chávez le está pidiendo que abandone?
Otro elemento importante es el momento en que sobreviene esta liberación. El país está en medio de una delicada crisis institucional, con el enfrentamiento entre la Corte Suprema de Justicia y el presidente Uribe. Difícilmente podría aspirar el mandatario a contar con una carta triunfal de la magnitud que le ofrece haber logrado el retorno a la libertad, sanos y salvos, de Íngrid Betancourt, los estadounidenses y los once militares y policías. Con el indudable apoyo y el refuerzo a su altísima popularidad, es la oportunidad de oro para un gesto magnánimo de parte del Presidente, que el país entero saludaría con entusiasmo, para desactivar el enfrentamiento con la Corte, que sin duda también entenderá el momento histórico que vive Colombia. Nadie cuestiona la legitimidad de su mandato -mucho menos después de los hechos de hoy-, lo cual vuelve innecesario pensar en un referendo que lo avale.
Tras tantos años de privaciones y sufrimientos, de rabia y dolor, bien habría podido Íngrid Betancourt estrenar su libertad con un discurso pugnaz y descalificador de la posición del Gobierno frente al secuestro. Más aún cuando todas las organizaciones que clamaban por su libertad exigían que no hubiera intervención militar. Pero Íngrid demostró un talante superior al enviar a los colombianos, y al mundo, un mensaje de reconciliación, en el que agradece al presidente Uribe y exalta la labor del Ejército, que "¡puede llevarnos a la paz!".
Mensaje que traduce el espíritu de concordia y unidad que necesita el país.
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Last but not least', como dicen en inglés, es la suerte de los secuestrados que siguen en manos de las Farc (y del Eln, no hay que olvidarlo). Marleny Orjuela, de Asfamipaz, la asociación de familiares de varios de ellos, lo dijo con toda claridad, cuando pidió al presidente francés, Nicolás Sarkozy, que Francia no los abandone. Colombia tampoco debe abandonarlos. Su liberación sigue pendiente. Ojalá Íngrid, como ella misma lo dijo, se abandere de su causa en Francia. La felicidad que experimentaron todos los colombianos con su rescate y el de sus 14 compañeros tiene una contrapartida dolorosa en la pena que continúan sobrellevando las familias de quienes aún no han recuperado a sus seres queridos.
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