3 sept 2008

Un Rincón cerca del cielo, por Nicolas Alvarado

Excelente texto.
¡Felicidades Nicolás!
UN RINCÓN CERCA DEL CIELO/Nicolas Alvarado
Publicado en El Centro, 3 de septiembre de 2008;
Hacía cosa de dos años que no veía a Gilberto Rincón Gallardo y aun así no pude sustraerme a una enorme pesadumbre cuando me enteré de su deceso.
Gilberto cumplió funciones clave en mi vida, pero había terminado por figurar poco en ella: si acaso como una de esas figuras del propio pasado por las que guarda uno un cariño tenue y nostálgico, mitigado por resentimientos que hoy se antojan más bien mezquinos. De esos resentimientos habrá que hablar, por siempre, en pasado. Lo constaté cuando, pasmado por la sorpresa y el dolor, comencé a balbucir incoherencias dirigidas a mi mujer, en las que afirmaba yo ignorar por qué me había afectado tanto su muerte, cuando el destino me había llevado por derroteros harto distantes y harto distintos de los suyos. Mi mujer es psicoanalista. Y es, sobre todo, sabia. Así también su explicación: “El trauma causado por la pérdida de un ser querido”, me dijo, “neutraliza los enojos coyunturales, restaura el sentimiento originario que esa persona te inspiraba. Y la verdad es que Gilberto siempre te inspiró cosas buenas.”
En efecto, Gilberto Rincón Gallardo constituyó fuente de inspiración para la izquierda mexicana toda, desde los rijosos comunistas con los que compartiera militancia en los 60 y 70 , hasta la vertienter eformista, respetuosa de las instituciones y del Estado de Derecho, insertada en la globalización y en la economía de mercado, a la que me adscribiera yo como parte de Democracia Social, el partido que l opostulara en la elección presidencial de 2000.
Mi admiración por él surgió a distancia, a partir de la lectura y, sobre todo, de la escucha radiofónica. En su voz, a un tiempo brillante y cascada, encontré a mi primer héroe político de carne y hueso: un hijo dela izquierda pero, antes, de la sensatez; un apóstol del diálogo, la negociación y aun la conciliación; una encarnación del espíritu republicano.
En una izquierda sembrada de tentaciones caudillistas y clientelares, marcada desde entonces por la intransigencia, Gillberto parecía, pues, una esperanza. Acaso la única. Después vinieron los años en que milité a su lado. No fueron fáciles, en gran medida por causa del grupo de Democracia Social al que yo pertenecía. Y es que, inexpertos, comenzamos por oponernos a su candidatura, temerosos de que la imagen de un hombre discapacitado, no demasiado joven y de personalidad encantadora pero nunca arrolladora nos restara atractivo a los ojos de un electorado polarizado y, suponíamos, frívolo.
Nos equivocamos.
Una vez candidato, Gilberto hizo suyo nuestro interés por la diversidad y los derechos de las minorías hasta triunfar en ese debate presidencial que le granjeara el bien ganado estatuto de figura icónica. Democracia Social, que se quedó a 0.3 por ciento de los votosn ecesarios para refrendar su registro, ganó perdiendo.
Gracias a la campaña de Gilberto, logró poner en la agenda política temas como la despenalización del aborto, las sociedades de convivencia o el combate a la discriminación, mismos que terminaron por mutar en ley gracias a los herederos de un proyecto que Rincón Gallardo supo inspirar.
Gilberto ha muerto. Hay hoy en el cielo un rincón más que gallardo: el que habita aquel que me honrara un día con ser mi maestro.

1 comentario:

Fred Alberto Blog dijo...

Sincero. Atinado. Bien por Nicolás que lo conoció de cerca. Mal por aquellos que sólo buscan ufanarse aprovechadamente de su muerte, sin saber siquiera que era cruzar palabra con ese gran hombre. Felicidades por el artículo.

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