23 dic 2008

Las declaraciones de Mons. Aguiar


Ernesto Núñez entrevista a Mons. Carlos Aguiar Retes, Presidente de la CEM
¿Perdón a los narcos?
Publicado en el suplemento Enfoque de Reforma; 21-Dic-2008;
Ex narcotraficantes en labores de contraespionaje para combatir a las bandas de crimen organizado y una ley que proteja a los arrepentidos para que puedan colaborar en la guerra contra el narco son las propuestas de la Iglesia Católica (Sic, serán las de Mons. Aguiar en todo caso) para combatir de manera más eficiente a los traficantes de droga.
Ocho meses después del "llamado a la conversión" que hizo la Conferencia del Episcopado Mexicano durante la Cuaresma 2008 a todos los católicos, pero especialmente a los
narcotraficantes, el obispo Carlos Aguiar Retes, presidente de la CEM, insiste: "La legislación tendría que prever la forma para ofrecer una alternativa a quienes ya se involucraron y hacerlos una especie de contraespionaje... para poder tener una inteligencia precisa y poder llevar un combate mucho más rápido y efectivo en esta guerra contra el narcotráfico".
El también obispo de Texcoco no niega que haya narcos que se acerquen a la Iglesia a confesarse, pero asegura que en todos los casos se les aclara que el perdón de la Iglesia no sustituye el proceso judicial que deben enfrentar por los delitos cometidos.
El presidente de la CEM pide no "sacar la metralleta" contra los delincuentes, pues siempre hay esperanza de reconversión y, si lo aceptan los poderes Ejecutivo y Legislativo, existe la posibilidad de que los arrepentidos colaboren con el gobierno.
-¿Ustedes apoyan la idea de que el Estado retome el control del uso de la fuerza, que despliegue esta guerra contra el narcotráfico?, ¿ven bien esa estrategia?
-En principio es el Estado el que tiene en sus manos el control de la fuerza pública, es a quien le corresponde dentro de un concepto de Estado, pero todo depende de que se haga con transparencia, con equilibrio de supervisión, de vigilancia, de auditoría, como puede ser el observatorio ciudadano que se va a crear a raíz de la marcha de Iluminemos México y el Acuerdo Nacional por la Seguridad, y que el Estado no sea el único responsable de la marcha, sí el último responsable con capacidad para ejecutarla, pero que se vea en un diálogo con participación de la sociedad civil y de otras instancias de autoridad.
-Cuando el Presidente dice 'unámonos' y convoca a todos, ¿convoca también a la Iglesia?, ¿cuál es su papel en esta guerra?, ¿se les ha pedido en específico algo?
-Sí, hemos dialogado. Aquí es donde tenemos que entender que en el "unámonos" cada quien tiene que revisar y volver a clarificar cuál es el papel y la tarea que le corresponde. Por ejemplo, como Iglesia sabemos nuestra responsabilidad, que nos toca favorecer la reconstrucción del tejido social, nos toca velar por la honestidad, por la transparencia, por la colaboración, por la dignidad de la misma persona humana, que son las bases para que la sociedad salga de este anonimato y vuelva a reconstruirse en sectores territoriales, como son los barrios, la confianza en las instituciones. En este ámbito es donde tenemos mayor capacidad de colaboración.
Vuelta a la polémica
El 4 de abril pasado, al término de la asamblea ordinaria del Episcopado, Aguiar Retes hizo declaraciones que levantaron polémica, pues habló del respaldo que tiene el narco en ciertas comunidades por las "obras significativas" que hace en lugares donde el gobierno no llega. "Son muy generosos con las sociedades de sus pueblos habituales", dijo, "en general meten la luz, ponen comunicaciones, carreteras, caminos, por cuenta de ellos. Son muy generosos y muchas veces también construyen alguna iglesia o una capilla por ahí".
También planteó, por primera vez, la posibilidad de que el Estado acoja a narcos arrepentidos dispuestos a convertirse.
Ante las críticas que se generaron contra la Iglesia por estas declaraciones, la CEM se vio obligada a emitir un comunicado aclaratorio el 7 de abril, en el que aseguraba que de esos dichos no se podía desprender que la Iglesia avale la conducta de los narcotraficantes.
El comunicado arrancaba con un pasaje bíblico; aquel en el que Jesús defiende a una mujer sorprendida en adulterio a la que los fariseos se disponían a lapidar. Jesús dijo a los fariseos: "aquel de ustedes que esté libre de pecado, que tire la primera piedra", y todos ellos se retiraron del lugar.
La CEM decidió citar estos versículos del Evangelio de San Juan, para enfatizar cómo Jesús "prohíbe emitir juicios condenatorios sobre los demás".
Ocho meses después, Aguiar aclara algunos puntos de esas polémicas declaraciones.
-¿Sigue pensando que los narcos derraman beneficios y tienen ciertas bases sociales?
-Decía yo que fue en los años ochenta cuando sucedió esto; cuando el narco estaba todavía muy en pañales en cuanto a descubrimiento de la sociedad del daño que traía como cultura de muerte. Hoy en día eso está fuertemente superado, hoy la gente piensa y tiene conciencia de que el narco y todos sus derivados son un camino de muerte inconveniente. Sería muy difícil imaginar hoy ese cuadro que ciertamente sí existió en nuestro país en los años ochenta.
Pero aquí lo interesante es; el narcotraficante es -y todos los que están metidos en la cadena- un ser humano. El que tenga bloqueada su sensibilidad, de respeto a la dignidad humana, el que esté sometido por temor mismo que internamente sabe que le puede costar la vida el no aceptar cometer un delito... tiene una conciencia, y muchos, sobre todo aquellos que apenas acaban de entrar en contubernio con esta mafia, al darse cuenta, hay unas posibilidades reales de cambio, de conversión, de deseos de mejor salirse de ella.
La legislación tendría que prever la forma para ofrecer una alternativa a quienes ya se involucraron y hacerlos una especie de contraespionaje, como se hace en otros países, con muy buenos resultados, para poder tener una inteligencia precisa y poder llevar un combate mucho más rápido y efectivo en esta guerra, como se le ha llamado, contra el narcotráfico. Por ahí tendríamos mucho qué reflexionar.
-¿Confía en que haya muchos arrepentidos?
-N
o es que lo confíe, simplemente por mi experiencia de haber estado yo en Colombia del 2000 al 2003 con mucha presencia, y después del 2003 al 2007 con una relativa frecuencia de seguir yendo y tener una relación con muchos actores, es una realidad. Eso sucede.
La liberación de Ingrid Betancourt es un ejemplo magnífico, de como es gracias a estos arrepentidos, que vuelven vestidos de guerrilleros pero ya en coordinación con el Ejército, que hacen posible la liberación, salvando la vida a estas personas.
Es por allí por donde hay que imaginar... no hay que condenar y sacar la metralleta para asesinar también, con la fuerza pública, a quienes han delinquido. De hecho por eso la Iglesia no está con la pena de muerte; es decir, se tiene siempre la esperanza de que el ser humano es alguien que puede reconvertirse, y hay que propiciar que se den esas posibilidades.
-La Iglesia no puede negar la confesión a un narcotraficante, ¿cómo manejan esto?, ¿cómo se trata a los narcos creyentes?
-Nadie se acerca diciendo "yo soy narcotraficante", sí se acercan, sí hay una relación, pero no en los términos de: "padre, yo soy narcotraficante, perdone mis pecados". Al menos a mí no me ha tocado ni he sabido que sea lo que pase.
Lo que sí quiero decir es que una cuestión es el trabajo de la Iglesia y otro el trabajo de la justicia, que tiene que realizar el Estado.
Por el hecho de que yo a una persona le diga que Dios le perdona sus pecados, no queda eximida de dar cuentas a la justicia. Eso es muy importante, porque a veces se piensa que con nuestras declaraciones estamos queriendo absolver a quien ha cometido gravísimos delitos y eso no es así. Cuando nosotros trabajamos, actuamos para tocar la conciencia de las personas en nombre de dios, y en nombre de dios le pedimos un cambio; es decir, si alguien quiere recibir el perdón de sus pecados, de delitos graves, tiene en la medida de lo posible que repararlos cuando es posible, y tiene que cambiar de vida.
Son exigencias insalvables, totales, que se le piden a alguien que se acerca al sacramento de la confesión.
-Hay quien plantea pena de muerte a esos delincuentes, especialmente a secuestradores, ¿qué le dice la Iglesia a quienes lo piden?
-Si realmente queremos resolver el problema no es esa la forma de resolverlo. Sí nos indigna, nos molesta, nos enoja un delito tan grave como el secuestro, pero la forma de resolverlo en el país no es imponiendo una pena, por más grande que ésta sea, como la pena de muerte. Porque los países que la mantienen no han resuelto sus problemas de delitos: por delitos menos graves en Estados Unidos son llevados a la pena de muerte y esos delitos siguen presentes. La experiencia es que no es una solución.
Yo trato de entender a quienes creen en esto, porque consideran que con esa forma se sienten satisfechos por el castigo que recibirían esas personas por el mal tan grave que hicieron; pero en vez de pensar en ese castigo, que sí merecen los secuestradores, yo creo que hay otras formas en las cuales se pueden encontrar caminos que den solución al problema y creo que están consideradas en los estudios que se hacen en el Senado y la Cámara de Diputados para esta legislación, y me refiero, por ejemplo, a la cadena perpetua, que es mucho más fuerte que la pena de muerte.
También es muy buena la iniciativa de una cárcel especial para secuestradores; es decir, separarlos del resto de los delincuentes. En los delitos graves se tiene que hacer para que el control de quienes están sujetos a cadena perpetua sea efectivo y se lleve con una cierta dureza de vida interna, -porque sabemos que en ciertas condiciones, dependiendo del dinero que tenga, se puede llegar a contar con una celda de cinco estrellas-, y que eso sea vigilado por la sociedad civil.
-¿Cómo ve la Iglesia que la corrupción esté presente en muchos de los aspectos que tienen que ver con el combate a la delincuencia?
-La corrupción es algo innato, que va dentro del ser humano, la Iglesia Católica lo define como consecuencia del pecado original, es decir de las tendencias del hombre a dejarse seducir por el mal; va dentro de la misma naturaleza del hombre. Por lo tanto, la corrupción hay que combatirla siempre, lo importante es saber que no vamos a eliminar la corrupción como tendencia, pero sí vamos a superar la corrupción cuando haya sistemas que garanticen la aplicación de la justicia; es decir, que no haya impunidad, que cualquiera que cometa un acto sea castigado, ahí está la clave.
Ciertamente nuestro país adolece de una instancia de procuración de justicia que deja todavía mucho que desear, y ahí es en donde hay que estar mucho más atentos para lograr una renovación del país y pueda salir con una mejor calificación en el tema de corrupción.
-¿Dentro de la Iglesia hay corrupción?

-Si hay seres humanos hay tendencia y dentro de esa tendencia también se dan situaciones en las que cae una persona. Aquí, lo mismo que decimos para la sociedad en general, lo debemos tener para la Iglesia en particular: si alguien dentro de la Iglesia se ve seducido por el mal también tiene que dar cuentas, y no sólo ante el creador cuando ya muera, sino aquí. Para eso, todas las diócesis tenemos establecido por derecho canónico, un tribunal ante el cual se establecen las normas. Alguien puede ser llamado a ese tribunal, alguien puede ser denunciado si tiene cualquier forma de delito de todos los que están tipificados dentro del derecho canónico.
-¿Tienen casos de sacerdotes que hayan aceptado dinero del narco para encubrirlos?
-Que yo sepa no, al menos en el ámbito de esta Diócesis de Texcoco y en lo que uno va viendo por las conversaciones, las charlas con otros obispos. Como digo, no se puede nunca excluir, pero en el ámbito de lo que uno conoce, no. Aquí tocamos un ámbito muy interesante, no sólo para la Iglesia, sino para ese camino de lograr que no haya impunidad: la capacidad de denuncia, que ése es uno de los grandes retos o desafíos que tenemos en este momento en nuestra patria.
En muchos sectores está perdida la confianza hacia las autoridades, y eso que hay muchos que pensamos que no está corrompida toda la autoridad -hay quien se corrompe, pero no está corrompida toda la institución, pero esas experiencias negativas influyen para que no se tenga confianza en las autoridades y entonces disminuye la denuncia real-. Ése es uno de los aspectos que tenemos que trabajar mucho en nuestra sociedad: abrir los cauces, buscar con creatividad qué maneras tenemos para hacerle a la sociedad un llamado a hacer la denuncia, pero que al mismo tiempo se proteja al que denuncie.
¿Llegaron a detectar la entrada de narcolimosnas?
-Es como un mito que se creó en torno a este tema por algunas declaraciones sacadas de contexto y que en la práctica, al menos en lo que es la Iglesia en México, es muy difícil que se dé. La Iglesia vive del sustento de las limosnas, de la donación, y esas limosnas son dadas hasta cierto punto sin identificación de las personas, pero son montos que no son muy llamativos, que alguien dé un billete de 100, de 200 pesos es muy raro, aquí simplemente vemos moneditas. En la Ciudad de México o en otras zonas sí que las hay. Y cuando se acercan con algún obispo en particular para donativos específicos, no lo hace el sacerdote de una forma aislada, siempre se genera un patronato, un comité de obras, y se mueven con la gente conocida del sector o de una zona de una comunidad, y siempre hay un conocimiento de las personas. No lo excluyo en lo absoluto, pero veo que más bien se ha hecho un mito de las narcolimosnas.
-¿Ustedes han tomado medidas para blindarse del dinero sucio?
-El mejor blindaje es ése, el de ser transparentes en la solicitud de donativos, y que esté compartido con las personas que están al frente de recogerlos, y que de eso se dé cuenta a la comunidad.
-¿Cómo ve la Iglesia esta ola de violencia e inseguridad que sufre el país?
-La Iglesia venía ya haciendo una reflexión muy seria y profunda de la situación, no sólo nacional, sino en América Latina y el Caribe. Me tocó a mí presidir esa reflexión como secretario general del Cela en el año 2000-2003, que se combinó con la de la Iglesia en México que se plasmó en la Carta Pastoral del 2000, (una carta programática, y no sólo un comunicado). En estas dos corrientes de pensamiento al interior de la Iglesia aparecía ya, con toda claridad, que estábamos en un momento de transformación cultural que le hemos llamado cambio de época, una transformación cultural muy seria porque, a diferencia de otras que ha sufrido la humanidad, ésta es muy intensa y acelerada. No nos permite a las generaciones hacer un aporte sustancial, debido a lo vertiginoso de los cambios; estamos tratando de entender lo que está pasando cuando ya volvió a cambiar.
A México y América Latina le toca sufrirla con una responsabilidad enorme: la de una población juvenil muy amplia, cercana al 60 por ciento de la población. La capacidad de una generación de transmitir los valores que sostienen un modelo cultural, de por sí difícil, ahora se ha agravado.
Éstas son las raíces profundas de la problemática que vivimos. Es el marco general de por qué vivimos inseguridad, delincuencia y descomposición del tejido social.
-¿Cómo asimila la Iglesia que un joven decida cortar una cabeza por 2 mil pesos?

-Son expresiones que muestran que hay un vacío total del significado de la existencia y la dignidad humana, son las muestras más contundentes y más alarmantes en donde podemos ver hasta dónde ha calado esta crisis cultural.
-La crueldad, la saña con la que actúan los secuestradores y narcos, ¿no alarma a la Iglesia Católica?
-La forma como camina siempre una sociedad es en base a la transmisión de los valores que habitualmente se realizaron en el ámbito familiar. La familia tiene esa función primordial, pero hoy no se ve acompañada de los factores que le facilitaban la tarea de transmisión de valores, además de los problemas que hay en el cuadro familiar (falta de inestabilidad, divorcios, madres solteras, etcétera). La Iglesia y otras instituciones, tenemos que crecer para incidir en las políticas púbicas, en la perspectiva de familia.
Debe de entrar una mayor colaboración entre la escuela, la Iglesia y el Estado.
-En esta pérdida de valores, ¿qué le ha faltado hacer a la Iglesia, en qué ha fallado?

-Volviendo a las causas que están latentes, también a la Iglesia le han afectado los cambios y los momentos históricos, particularmente en nuestro país. Hay situaciones que le han restringido, limitado o dificultado su tarea a la Iglesia, y a la propia Iglesia le ha faltado la valentía o capacidad de correr riesgos para llevar a cabo su misión, a pesar de las adversidades.
La Iglesia, si solamente se queda en la enseñanza tradicional, en la transmisión de valores por doctrina, que hasta ahora es lo que se ha hecho, se queda completamente corta respecto al objetivo que debe tener.
A la escuela pública no hemos sabido entrar, tenemos que correr ciertos riesgos para entrar: no de manera oficial o sustentados por un presupuesto del gobierno, pero sí de ofrecer servicios para el trabajo con niños y adolescentes.
La Iglesia tiene otras formas, como la convocatoria de familias, salirse de las inercias de siempre y convocar más, meterse a las problemáticas de cada secor de la feligresía.
La Iglesia está replanteándose trabajos específicos con la juventud, con la niñez, con el sector de empresarios, de médicos, con el sector laboral... entrar a los ambientes propicios para que haya una transmisión de valores.
-Cuando habla de condiciones adversas, ¿se refiere a la educación laica y al hecho de no tener concesiones en medios de comunicación?
-Ésas son las históricas que traemos, hemos sobrevivido sin ellas, pero sí son necesarias si queremos incidir en esos ámbitos tan propicios para la formación.
Pero yo creo que se van a ir abriendo, no en la forma en la que muchas veces se piensa, que no es el ideal, por ejemplo, abriendo la escuela pública para que demos una clase, sino desarrollar talleres fuera del ámbito de la escuela, pero que se pueda convocar desde la escuela.
Igual en los medios, estamos con una legislación corta en cuanto a esta posibilidad de participar como propietarios o en concesión.
El peso de la CEM
· La Conferencia del Episcopado Mexicano es el organismo mediante el cual los obispos de México actúan colegiadamente.
· Tiene, entre sus principales funciones, la relación de la Iglesia ante las autoridades civiles, la promoción de la justicia social y el uso de los medios de comunicación para evangelizar.
· La integran tres cardenales arzobispos, 15 arzobispos residenciales, 65 obispos residenciales, 31 obispos auxiliares, cuatro obispos prelados, tres obispos eméritos con cargo especial, un obispo de la Eparquía Maronita y un administrador de la Eparquía Greco-Melquita.
Conózcalo
· Nombre: Carlos Aguiar Retes.
· Cargo: presidente de la CEM en el trienio 2007-2009 y obispo de la Diócesis de Texcoco desde 1997.
· Fecha y lugar de nacimiento: 9 de enero de 1950, Tepic, Nayarit.
· Estudios: humanidades y filosofía en el Seminario de Tepic; teología en el Seminario de Montezuma (Estados Unidos); licenciado en Sagrada Escritura en el Pontificio Instituto Bíblico de Roma; doctor en teología bíblica en la Pontificia Universidad Gregoriana. Además de español, habla italiano, inglés, francés y alemán.
· Cargos recientes: secretario general del Consejo Episcopal Latinoamericano (1999-2003); vicepresidente primero del Celam (2003-2004) y secretario general de la CEM (2004-2006). El 8 de marzo de 2007, el Papa Benedicto XVI lo nombró miembro del Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso.

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