18 oct 2009

Del libro "Secuestrados"

Calderón: un retrato
ÁLVARO DELGADO,
Revisa Proceso # 1720, a 18 de octubre de 2009;
En su libro Secuestrados, Julio Scherer García cuenta que, según le confió Carlos Castillo Peraza, renunció al PAN porque Felipe Calderón Hinojosa –a quien él llevó a la dirigencia del partido–, se había revelado como un ser “inescrupuloso, mezquino, desleal a principios y a personas”. Cartas del propio Castillo Peraza dirigidas a Calderón y cuyas copias tiene Proceso, ahondan en el concepto que el político yucateco tenía del actual presidente de la República y se adentran en rasgos de su personalidad que, sin duda, están influyendo en la forma como conduce a su gobierno.
El 25 de febrero de 1998, Carlos Castillo Peraza le reveló al periodista Julio Scherer García, en un viaje que hicieron a España, que había decidido renunciar al Partido Acción Nacional después de los maltratos que recibió de Felipe Calderón, su discípulo y sucesor en la presidencia del PAN.
“¿Cómo, de qué manera vivir sin el impulso de saberse útil en el mundo de tu pasión, la política?”, le decía Castillo Peraza a Scherer García, quien narra episodios clave de la unión y ruptura de ambos políticos en su libro Secuestrados, publicado por Editorial Grijalbo en agosto de 2009.
“A su propia torpeza y a Calderón Hinojosa, ‘inescrupuloso, mezquino, desleal a principios y a personas’, atribuyó Castillo Peraza una de las decisiones drásticas de su vida: la renuncia al PAN”, escribe el periodista en su más reciente obra, y explica:
“Castillo Peraza cuidó el porvenir político de Calderón Hinojosa, y Calderón Hinojosa se desentendió de Castillo Peraza cuando éste más lo necesitaba. Se dio así una radical diferencia entre ambos. Las consecuencias tardarían en sobrevenir, pero finalmente llegaron, dramáticas: estalló una amistad que muchos tenían por definitiva.”
Apenas cinco años antes, esa amistad y esa alianza política parecían a prueba de todo. Con los datos que le confió Castillo Peraza, Scherer lo registra, en unas cuantas líneas, del siguiente modo:
“El 5 de febrero de 1993, Acción Nacional viviría una jornada crucial para el propio partido y también para la República, según se sabría al paso del tiempo. Se trataba de la elección interna para suceder al presidente de la institución, Luis H. Álvarez.
“Después de horas sudorosas, los consejeros del partido privilegiados con el voto habían llegado a una encrucijada. La lucha entre dos de los contendientes, Alfredo Ling Altamirano y Carlos Castillo Peraza, hacía imposible definir al vencedor. El número de adherentes para uno y otro era insuficiente para levantar el brazo del ganador. Se llegaba así al último episodio de la ardorosa batalla: Sendos discursos de los finalistas, o de sus representantes, sellarían una página histórica en los anales del partido.
“Calderón Hinojosa se aproximó a Castillo Peraza y, baja la voz, le propuso hablar en su nombre. Campeón juvenil de oratoria, tenía confianza en sí mismo. Frente al rechazo de Castillo Peraza, insistió una y otra vez.
“–No, Felipe.
“Felipe buscó una explicación y la obtuvo:
“Si Castillo Peraza hablaba por él mismo y salía airoso de la prueba, él sería el ganador, pero también Calderón Hinojosa. Amigos en el entramado de una relación intensa, maestro y discípulo ascenderían juntos a la cumbre panista. Pero si hablaba Calderón Hinojosa en nombre de Castillo Peraza y perdía, perdían los dos el inmenso futuro de sus sueños.”
En esta como en otras ocasiones, Castillo Peraza había tenido razón y, con sus propios métodos y estrategias, alcanzó la victoria en la contienda por la dirigencia partidista llevando de la mano a Felipe Calderón.
Tras una exitosa gestión al frente del PAN, Castillo Peraza le heredó el cargo a Felipe Calderón, quien ya en el poder de su partido fue cobrando paulatina distancia de su amigo y mentor, lo que se hizo patente cuando, en 1997, Castillo Peraza contendió por la Jefatura de Gobierno del Distrito Federal.
En Secuestrados, Scherer lo relata así:
“El PAN lo dio por perdido y fue retirándole el apoyo. Hubo voces que plantearon su remoción como candidato.”
Y añade: “Vencido, conoció la antesala, calentando una silla y perdiéndose en la lectura de periódicos y de revistas para apartarse de los desaires que lo acosaban. Calderón Hinojosa se mostró distante, frío como un grillete que corta. Castillo Peraza optó por su renuncia al partido. No hubo en ella melindres ni reclamos”.
El 28 de abril de 1998, dos meses después de aquel viaje a España donde le hizo a Scherer algunas de las confidencias mencionadas, Castillo Peraza “renunció al PAN, pero no renunció a sí mismo –dice el periodista–. Poco a poco se fue rehaciendo, personaje de otra manera en la vida pública. Sus colaboraciones en Proceso continuaron, sin alteración posible; asistió a mesas redondas, pronunció conferencias, incursionó en Vuelta. Octavio Paz le dijo que dedicara su tiempo a la literatura, ‘noble señora que no traiciona a los escritores que le son fieles’”.
Las cartas
Seis meses antes de su salida definitiva del PAN, Castillo Peraza le había ya enviado a Calderón una carta donde, con fecha del 31 de octubre de 1997, le habla del “sentimiento de frustración, de hastío y de hartazgo” que había entre los colaboradores de Calderón, y le comunica el “dolor” que le ocasionó la sugerencia calderonista de utilizar en “beneficio personal” su cargo dentro del CEN del partido.
Un día antes de escribir esa misiva, el 30 de octubre, Castillo Peraza y Calderón Hinojosa tenían, por la noche, una cita a la que éste no acudió, sin mediar cancelación alguna.
Justo ese día Calderón se había reunido, a las 13:30 horas, con Andrés Manuel López Obrador, su homólogo del Partido de la Revolución Democrática (PRD), en un café del aeropuerto capitalino, y tras el encuentro, durante media hora, se marchó a una comida privada.
Castillo Peraza escribe esta misiva después haberse reunido con colaboradores del CEN –entre ellos Antonio Lozano Gracia, Adrián Fernández, Jorge Manzanera, Jordi Herrera, Gerardo Ruiz Mateos, Juan Ignacio Zavala, Raúl y Luis Correa Mena– en la Ciudad de México y luego en Cocoyoc, Morelos.
La carta de Castillo Peraza, que alude también a la intromisión en el CEN de Luisa María Calderón, “Cocoa”, hermana de Felipe, se reproduce íntegramente a continuación:
Estimado Felipe:
Te pongo por escrito lo que había pensado decirte anoche de viva voz, en la reunión que no pudimos tener.
1) El sábado y domingo inmediatos anteriores participé en una junta a la que convocó Toño Lozano y en la que también estuvieron presentes –además de Toño y de mí–, Adrián, Jorge, Jordi, Gerardo, Juan Ignacio, Raúl, Luis y Salvador, si mal no recuerdo. La junta se desarrolló en un clima agradable, de discusión normal y de camaradería entre los presentes. Al terminar, el domingo, algunos partimos hacia Cocoyoc a esperarte para otra reunión que estaba programada para lunes y martes.
2) Llamó empero mi atención que, individualmente o en grupos menores del reunido, campea un sentimiento de frustración, de hastío y de hartazgo en relación con tu modo de encabezarlos. Las quejas generalizadas son que, al parecer, nadie puede darte gusto, que das órdenes y las cambias, que pides trabajos intempestivamente –lo que frena las tareas en curso–, que invades las competencias de todos y cada uno de ellos, que los maltratas verbalmente en público y que mudas constantemente de opinión, tardas en tomar decisiones, das marcha atrás, no escuchas puntos de vista de tus colaboradores y haces más caso a “asesores de fuera” que a los miembros del equipo que quisiste fuese el tuyo. Se refirieron a contrataciones hechas por ti sin siquiera avisar al responsable del área afectada, y de “saltos” de autoridad de tu parte y de parte de Cocoa, que producen desorden, inseguridad y disgustos en tu estructura “staff”. Salvo Toño Lozano, todos los ahí presentes expresaron (…) más o menos sentimientos análogos y, lo que es peor, algunos manifestaron que ya esta situación se les volvía personalmente “insoportable” y opinaron que era perjudicial para el CEN y dañina para el partido. Llamó mi atención que nadie pudiera dar opinión decidida y clara, y que todos manifestaran, en su turno de dar a conocer sus planes y proyectos, “a ver qué dice Felipe”, con inseguridad y con un sentimiento de que tú no confías en ellos. Esto ha trascendido y se comenta en círculos externos, tanto políticos como sociales.
3) Luego, en Cocoyoc, llamó asimismo mi atención un tema reiterado de conversación: el de las aventuras más que frecuentes –etílicas y demás— de algunos de tus colaboradores. Entendí o creí entender entonces por qué la vida comienza después de las diez de la mañana en el CEN, e incluso a esa hora los escritorios están poblados de tasas de café, vasos de refresco y comestibles; por qué es difícil encontrar a alguien entre las tres y las seis (a veces hasta las siete) y por qué en días como el de ayer, a las ocho de la noche ya no hay virtualmente a quién dirigirse en las oficinas de Ángel Urraza. También –al verte actuar y al verlos actuar a ellos– noté esa inseguridad de todos, hija del sentimiento de desconfianza que se ha generado entre los miembros de tu equipo, de resignación y aguante leales pero desalentados… Alguno de ellos –y no Luis Correa– comentó que “Felipe está más solo que nunca, pero él es quien ha querido estar así porque no confía en nadie. Esto nos hace (…) trabajar sin impulso propio. Tenemos que esperar a ver cuál es su ocurrencia del día”. Tu “operativo” no opera porque espera(n) que tú digas qué y cómo, con tal de no recibir reprimenda pública o privada; se desanima por la invasión de funciones y las suspicacias que siente de tu parte. Los sentimientos y las actitudes del equipo nacional impactan a dirigentes municipales y estatales, a funcionarios y legisladores.
Todo esto quería comentar contigo anoche. Porque te estimo y admiro, porque me preocupan el CEN y el partido.
También quería reiterarte mi parecer negativo en relación con tu eventual viaje a París. No voy a repetirte argumentos que ya te expresé de viva voz y te hice llegar por escrito. Sencillamente, añado a ésos los que podrás deducir de mi intervención en Cocoyoc relativa a la coyuntura única e irrepetible que nos proporcionará el triunfo de Jalisco para que Acción Nacional recobre, en tu persona, el perfil que se ha ido disolviendo por los sucedidos de agosto y septiembre en la Cámara y el liderazgo –al menos en términos de imagen– que tú y la institución han visto irse mermando.
Asimismo, quería haberte dicho algo relacionado con las relaciones internacionales y que exige una decisión inmediata para echarlo a andar. Ahora sé que habrá que esperar el regreso de París para hacerlo: dos semanas más de retraso. También hacerte saber que me resultó doloroso que me dijeras, el día que comimos, que yo no usara el puesto “en mi beneficio personal”. Ahora tengo que añadirte que me pareció desconsiderado de tu parte no haber acudido a la cita de anoche, sin siquiera haber avisado, y que me dolió y preocupó haberme enterado por boca de subalternos menores que el Presidente del partido salió de la oficina “muy bien servido”.
Si tus colaboradores cercanos tienen razón, sé que esta carta te disgustará como dicen que te disgusta cualquier juicio crítico de parte de ellos. No fue mi intención molestarte, sino hacerte saber lo que advierto en tu círculo más próximo, al cual acabo de tener acceso, y que me preocupa mucho. En mi situación personal, decírtelo es un deber y, además, yo ya no tengo nada que perder dentro ni fuera del CEN, en el interior del partido o hacia el exterior de éste. Recurrí a escribirte estas líneas porque saldré a París el lunes y sé que ya no podremos tener la oportunidad de hablar hasta después del 12 de noviembre, fecha en que regresaré de Europa, pues –por mi propia cuenta– iré a Suiza a arreglar asuntos personales que tienen que ver con el cobro de mis cotizaciones a la seguridad social de allá, pues el plazo para hacerlo ya comenzó (¡veinte años después de mi regreso de ese país!) y es un dinero al que tengo derecho y, además, necesito. Si decidieras ir a París, avísame para que yo vaya directamente a Berna y vuelva cuando antes, sin pasar por la reunión de la IDC: con la presencia del Presidente basta y no veo justificado que el partido gaste en dos viajeros; yo pagaría mi viaje completamente, si es el caso.
Un abrazo
Panista a sueldo, no
Un año cinco meses antes de esta carta, Castillo Peraza le había escrito otra donde, el 8 de mayo de 1996, todavía le expresa afecto a un Felipe Calderón que, dos meses antes, lo había sucedido en la presidencia del PAN.
En esa misiva, publicada por la revista Etcétera el 1 de julio de 2009, Castillo Peraza describe no obstante la personalidad de su pupilo: “Tu naturaleza, tu temperamento es ser desconfiado hasta de tu sombra. Si te dejas llevar por ése, entonces no te asustes de no contar ni con tu sombra: ella misma se dará cuenta de que es sombra, pero que no es tuya; será sombra para sí, no contigo, no tuya”.
Más tarde, sin dejar de ser considerado y afable, Castillo Peraza le envía otra misiva para comunicarle su decisión de renunciar a la Secretaría de Relaciones Internacionales del PAN.
Fechada el 13 de agosto de 1996, esa carta de Castillo Peraza también se reproduce a continuación:
Estimado Felipe:
Como sabes, decidí iniciar una actividad personal de tipo productivo que se concretó en la fundación de una Sociedad Civil llamada “Humanismo, Desarrollo y Democracia”, que ofrece diversos servicios de asesoría a entidades privadas y públicas, en diferentes áreas de formación, capacitación, información, análisis político y organización. He trabajado para el partido profesionalmente durante casi diez años y juzgué que es tiempo de hacer lo que otros hicieron antes de dedicarse a la política a tiempo completo. Dependen materialmente de mí al menos diez personas y no es, y mucho menos será más adelante el partido el que pueda garantizarme los ingresos necesarios para cumplirles a aquéllas. Tampoco quisiera, dentro de algunos años, verme obligado a tocar las puertas de oficinas diversas de Acción Nacional –partidistas o parlamentarias– en busca de una curul plurinominal o un empleo. Ni pasar por lo que han pasado otros panistas que laboraron para el partido y, a la postre, no sólo padecieron por los ingresos austeros, sino por la recriminación de haber sido “panistas a sueldo”. Son desenlaces dolorosos para las personas y para la institución, que generan reclamos y resentimientos.
Echar a andar un negocio, en los días que corren, no es fácil. Requiere dedicación constante, tiempo disponible para la búsqueda de clientes y para la prestación de los servicios que se contratan con ellos. Servir al partido correctamente, desde una secretaría del Comité Ejecutivo Nacional, exige hoy tener todos los días libres. Especialmente cuando las juntas del CEN o las de los secretarios suelen ser en días laborables, durar a veces más de una jornada y ser convocadas –muy explicablemente– poco antes de su celebración, dadas las circunstancias velozmente cambiantes de la realidad nacional.
No estoy acostumbrado a faltar a las reuniones derivadas del ejercicio de un cargo partidista. Vamos, ni siquiera a llegar tarde a aquéllas. Pero, en los meses que han pasado desde que amablemente me llamaste a colaborar en el CEN como secretario de Relaciones, a bien pocas de las sesiones y reuniones he podido acudir. Y esto no me parece bueno ni para el CEN ni para mí. El CEN necesita presencia constante de sus secretarios. Yo necesito saber que hago bien lo que se me encomienda. Sobre todo, y ya te tocará vivirlo, siendo un expresidente nacional que tiene que hacer suyas las “razones de estado” de su jefe aunque no le parezcan o le resulten personalmente dolorosas. Sé lo que digo, pues me tocó solicitar a mis predecesores su apoyo y comprensión, que nunca dejaron de otorgarme.
Es por todo lo anterior que he decidido poner a tu disposición el cargo que pusiste en mis manos. Puedo ayudarte eventual y personalmente de acuerdo con mis posibilidades pero no puedo asumir la responsabilidad permanente de un puesto. Sólo te pediría me autorizaras a cumplir los compromisos internacionales que he asumido, pues se ha anunciado ya mi asistencia y participación y creo que sería negativo para Acción Nacional cancelar. Por otra parte, puedes contar con que no me consideraré “renunciado” hasta que tú así lo determines.
Finalmente, creo que la mejor forma de ser expresidente es ponerse al servicio personal del Presidente, sin cargo alguno que genere turbulencias como las que puede producir un discurso, una declaración, una reunión o cualquier acto de un expresidente con cargo oficial en el CEN.
El 23 de marzo de 1989, hiciste el favor de obsequiarme el libro Cuba 88, obra de don Luis, tu padre y mi inspiración en estas tareas. Me lo dedicaste con las palabras que ahora te envío a ti: “Lamentando cuarenta años de retraso, me alegro de que seas de los que pueden recoger la bandera (Seguramente la dedicatoria del autor será otra)”.
Un abrazo, jefe
En el olvido…
Después de que Carlos Castillo Peraza murió en Alemania el 9 de septiembre del año 2000, el periodista Julio Scherer García recibió una llamada telefónica de Felipe Calderón, y así lo consigna en su libro Secuestrados:
“Muy lejos uno del otro, sin más comunicación que la circunstancial, me transmitió su preocupación en una frase reveladora. Qué pensaba Castillo Peraza de él, de Calderón Hinojosa.
“Respondí con la verdad. Por un tiempo la reconciliación sería imposible. Castillo Peraza le había perdido estima por el trato que había recibido de quien fue su secretario general en el edificio azul y por el abandono de los principios de Acción Nacional que había jurado cumplir.
“Me dijo, don Felipe, que acaso en un distante futuro podrían reiniciar una amistad que a ambos les hiciera bien.”
El 9 de septiembre de 2009, un mes después de que Calderón impuso a César Nava como presidente del PAN, se cumplió el noveno aniversario de la muerte de Carlos Castillo Peraza sin que el gobierno ni el partido realizaran ningún acto público en su memoria…

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