2 dic 2009

Testigo protegido

Pierde la PGR otro testigo
Édgar Enrique Bayardo del Villar, testigo protegido de la PGR, fue acribillado y otras dos personas fueron heridas en una cafetería del DF.
Foto: REFORMA
Bayardo sumaba 13 meses como testigo protegido, luego de ser detenido por sus vínculos con el Cártel de Sinaloa
Reforma, redacción
Ciudad de México (2 diciembre 2009).- La PGR perdió ayer a otro testigo protegido que era clave en las acusaciones contra funcionarios de la Secretaría de Seguridad Pública federal dentro de la Operación Limpieza.
Édgar Enrique Bayardo del Villar, quien fuera subprocurador en Tlaxcala y luego inspector de la entonces naciente división antidrogas de la Policía Federal, fue ejecutado cuando se encontraba en un café Starbucks de la Colonia del Valle.
En menos de 12 días, la PGR se quedó sin dos de sus principales testigos protegidos de la denominada Operación Limpieza realizada en la SSP y la PGR, ya que Jesús Zambada, hijo de "El Rey" Zambada, apareció ahorcado el pasado 20 de noviembre en una casa de seguridad de la PGR en la colonia Santa Úrsula, donde estaba en calidad de testigo colaborador. Según la autoridad, Zambada Jr.
Ayer, dos sicarios ingresaron a las 11:30 horas al establecimiento y uno de ellos, vestido de traje oscuro, desenfundó una subametralladora 9 milímetros para acribillar de por lo menos 20 tiros al ex mando medio de la Policía Federal, quien se encontraba sentado en un sillón a 4 metros de la entrada.
Jaime Slomiansky, fiscal desconcentrado en la demarcación, informó que un hombre que vestía pantalón de mezclilla y camiseta se asomó al interior del establecimiento y, una vez que confirmó la presencia del ex inspector, salió de manera inmediata para después regresar con un sujeto que portaba traje y que disparó contra Bayardo.
Según los primeros estudios periciales, Bayardo recibió entre ocho y nueve impactos en la cabeza, tórax y un brazo.
El acompañante del homicida, ataviado con sudadera blanca y gorro, protegió la huida al tiempo que, tembloroso, empuñaba hacia el suelo una pistola y gritaba: "¡Al suelo, cabrones!, ¡Al que se mueva lo mato!".
Después del ataque, los sicarios corrieron hacia una camioneta Rodeo Isuzu, color verde oscuro, placas LZU-13-30 del Estado de México, donde los esperaba un tercer cómplice con el motor encendido, frente al comercio sobre la calle de Pilares.
Dicha camioneta fue atravesada para impedir el paso de vehículos y, una vez que los sicarios estaban a bordo de la primera, escaparon sobre Pestalozzi y la abandonaron frente al número 1007. Según el Registro Público Vehicular, hasta las 19:00 horas el vehículo no tenía reporte de robo.
El supuesto escolta de Bayardo, de nombre José Solís Castillo, resultó herido y no iba armado, según informó la Policía del DF. Una clienta del lugar que, para su mala fortuna estaba sentada junto al ex jefe policiaco victimado, recibió un rozón de bala en una pierna.
Fue precisamente Solís Castillo quien, antes de ser trasladado, alertó a los empleados del Starbucks que la víctima era un testigo protegido.
A pesar de que a dos calles del establecimiento hay un módulo de seguridad de la Policía del DF, los elementos tardaron unos 5 minutos en llegar; los uniformados argumentaron que se encontraban vigilando en bicicleta el Parque Pilares.
Peritos de la PGJDF encontraron 28 casquillos en el lugar, aunque se investiga si las víctimas accionaron armas de fuego.
Las investigaciones indican que ayer fueron detenidos los dos escoltas de Bayardo del Villar para que declaren al respecto, además de que trascendió que un hombre citó a la víctima en la cafetería.
Bayardo tenía 13 meses como testigo protegido de la SIEDO de la PGR bajo el nombre de "Tigre", después de que había sido detenido por su implicación con el Cártel de Sinaloa. Su detención ocurrió dos días después de la de "El Rey" Zambada en el DF.
Quien entregó a la SIEDO a Bayardo, en octubre del 2008, fue el entonces Comisionado de la Policía Federal, Gerardo Garay.
Bayardo se convirtió entonces en informante de la autoridad bajo la figura de testigo protegido, y de acusado pasó a delator de funcionarios policiacos como el propio Garay, a quien acusó de proteger a los Beltrán Leyva y a narcos colombianos.
Silencian el bullicio
"¡Al suelo, cabrones! ¡Tírate hijo de tu puta madre! ¡Al que se mueva lo mato!".
La del sicario fue la única voz del Starbucks de Pilares aún más lleno de lo normal y comúnmente ruidoso a las 11:17 horas.
El sujeto no cruzó la puerta, apuntaba al suelo y gritaba las indicaciones sin ver a alguien en específico, pero justo después de que, adentro, el otro tirador, vestido de traje oscuro, había acribillado a Édgar Bayardo del Villar, el testigo protegido de la PGR.
El sujeto no tomó represalias contra quienes buscaron escabullirse por su costado y lograron escapar sin obedecerlo.
Caminó de espaldas hasta la calle, mientras esperaba que su secuaz saliera del café y que se acercara la camioneta en la que huyeron. En el suelo había unas 30 personas.
Unos metros adelante la actividad no se alteró. Nadie volteó ni se acercó al lugar. Un lavacoches no detuvo su labor ni un segundo e incluso, mientras los sicarios abordaban las camionetas, a unos 30 metros, las mesas en la calle de otra cafetería sobre Pestalozzi estaban llenas y no fue sino hasta que escucharon la conversación telefónica de uno de los que se escabulleron del Starbucks que reaccionaron y, sin voltear hacia Pilares, se levantaron y partieron a toda prisa.
En el establecimiento, los sicarios dejaron un ambiente tenso, incrédulo, triste y un silencio sepulcral.
Un automóvil se detuvo justo donde estaba la camioneta Isuzu, de Nissan, en la que escaparon los asesinos. Desde el coche, una joven informaba a los presentes, todos en el suelo, que "ya se fueron, ya se pueden levantar". Nadie quería hacerlo.
El primero que salió del establecimiento fue el empleado de seguridad de Starbucks, muy delgado, cabello corto, tez blanca y más o menos 1.65 metros de estatura. El muchacho trataba de calmar a la gente mientras buscaba un teléfono para llamar al 060; tras él, desde el interior del lugar, gente pedía con gritos desesperados y entre lágrimas que llegara la Policía y una ambulancia.
Afuera, los consumidores se empezaron a esparcir. Los que se quedaron y los empleados calmaban a los que habían quedado con crisis nerviosa.
Herido de bala, Castillo fue recostado boca arriba, le habían abierto la camisa y lo mantenían inmóvil; estaba pegado al cristal de la entrada, un par de mujeres le decían que todo iba a estar bien, que ya habían llamado a una ambulancia. Él no hablaba.
María Eugenia se notaba tranquila e incluso con un dejo de alivio. Trató de hacer llamadas telefónicas y hasta contactó un número de emergencias para describir lo que acababa de vivir. Luego se recostó en uno de los sillones al interior, con la pierna derecha arriba, la cual había sido rozada por una bala.
El cuerpo de Bayardo, junto al sillón donde estaba sentado, quedó tirado de espalda a la entrada; a la altura de su cabeza había un charco de sangre. Las sillas y mesas a su alrededor habían sido quitadas para hacerle espacio.
Doce minutos después el lugar quedó acordonado y marcado.
Entrega Bayardo a mandos de la SSP
El comandante Édgar Enrique Bayardo del Villar alistaba en los últimos días las maletas para dejar un inmueble de seguridad de la PGR en la Colonia Del Valle y con ello el Programa de Testigos Protegidos que lo había acogido desde el 25 de octubre de 2008 y por el cual recibía el nombre clave de "Tigre".
Amigo y protector de la élite del narco en las últimas décadas, agente doble de la PGR y la DEA, millonario y acusado de rapiña, Bayardo se convirtió en el testigo que propició el encarcelamiento de mandos de la Secretaría de Seguridad Pública federal. Sólo le faltaba un salto aún más temerario: recuperar una vida común y corriente.
Una de las personas más cercanas a su familia en el último año relató ayer que a pesar del peligro que entrañaba su pretensión, Bayardo tenía el plan de regresar con sus familiares, litigar y dar clases de estrategia y aspectos jurídicos de la policía en alguna universidad o academia.
"No es que pretendiera desligarse del Programa de Testigos Protegidos, sino lo que a él le habían dicho, por voz de él lo escuché, es que únicamente iba a estar un año con la protección y que luego él iba a salir adelante. No sé más, la protección se la dieron en febrero de este año", recordó.
Pero aunque en los últimos días ya se sentía confiado y andaba en circulación, sin armas y sin escolta, en los meses previos la Procuraduría le cambió tres veces el domicilio donde vivía resguardado por marinos, militares y policías federales.
Su primera temporada como testigo colaborador la vivió en la SIEDO, después en una casona de Santa Úrsula, donde compartió el techo con Jesús Zambada Reyes, otro testigo colaborador muerto hace 12 días, y luego en un departamento a dos cuadras de Avenida Universidad.
A finales de los 80, cuando tenía 22 años, Bayardo era agente de la Policía Judicial Federal y fue asignado como escolta de José Francisco Sánchez Naves, uno de los comandantes de la vieja guardia que le presentó a Amado Carrillo Fuentes "El Señor de los Cielos", Alcides Ramón Magaña "El Metro" y Jesús "El Rey" Zambada.
Nunca se desvinculó de esas relaciones, ni cuando en 1996 fue dado de baja de la PJF en la primera "limpia" que hizo el entonces Procurador Antonio Lozano, ni tampoco cuando el 1 de julio de 2007 reingresó a la Policía Federal, en una administración que supuestamente ya exigía estrictos estándares y exámenes de control.
En agosto de ese último año, restableció el contacto con Jesús Zambada García "El Rey", hermano de "El Mayo", para ponerse nuevamente a su servicio.
Las averiguaciones previas de la SIEDO señalan que desde entonces, Bayardo se convirtió en una pieza importante de los Zambada, cuando el Cártel de Sinaloa entró en una guerra abierta con los Beltrán Leyva, sus antiguos socios.
Además de recibir dinero, Bayardo hizo un pacto con "El Rey" para que este narcotraficante le proporcionara información de sus rivales para capturarlos, presentarlos como logros de la SSP federal y así lograr que Jorge Cruz Méndez fuera ascendido a Jefe de División en la Policía.
Cruz Méndez, director general de Análisis Táctico, y Fidel Hernández García, de la División Antidrogas, declararon a la SIEDO que cuando la DEA proporcionaba información, siempre pedía trabajar con Bayardo, quien tenía una relación horizontal con los estadounidenses, sin intermediarios.
Con esta cobertura, el comandante se dio permiso para recibir un equipo de escuchas telefónicas de "El Rey" e intervenir teléfonos de los Beltrán, realizar "levantones", catear los domicilios que proporcionaba Zambada de sus rivales y permitir a un operador del "Mayo" Zambada interrogar a los enemigos capturados.
Este esquema de inteligencia proporcionada por el narco contra sus contrarios funcionó, con capturas como la del colombiano Ever Villafañe, en julio de 2007, de la que la SSP hizo amplia propaganda en medios.
Y estuvo a punto de llevar a la captura de Arturo Beltrán Leyva "El Barbas" en Morelos, el 7 de mayo de 2008.
El hecho que cambió el destino de Bayardo tuvo lugar el 19 de octubre de 2008, cuando junto con el jefe de la Policía Federal, Gerardo Garay Cadena, irrumpieron en una mansión del
Desierto de los Leones para capturar a Mauricio Harold Poveda "El Conejo".
El abastecedor colombiano de los Beltrán Leyva escapó de la fiesta, pero los jefes policiacos, según diversos testimonios de los detenidos y de mandos y agentes de la propia Policía Federal, hicieron gala del abuso de autoridad, saqueo y robo.
Apenas 24 horas después, cuando Bayardo estaba en la Torre Pedregal de Periférico, luego de llevar el botín de guerra, la SIEDO y la SSP del DF rodearon una casa en Wilfrido Massieu, Colonia Lindavista, y "El Rey" Zambada empezó a marcarle insistentemente a su Unefon.
En Lindavista, "El Rey" supo que esa tarde el comandante que siempre le dijo "padrino" le iba a fallar y tomó su revólver frente a su hijo, con la idea de quitarse la vida.
"Mi padre le dijo a Bayardo --por teléfono--, 'ahí le encargo a mis hijos ahijado, me la voy a rifar, yo no voy a dejar que me agarren, y si no me voy a matar'", relató Jesús Zambada Reyes, quien enseguida le quitó el arma a su padre para evitar que se matara.
El hijo de "El Rey", con entonces 21 años, no dudó desde el principio en convertirse en testigo colaborador. Recibió el nombre de "Rambo III" y desde su primer declaración reveló la implicación de Bayardo y de otros policías.
El 22 de octubre, la SIEDO pidió a Garay que lo presentara a declarar.
Frente a fiscales federales, en su primera declaración ministerial, Bayardo fue categórico al negar toda acusación. Tres días después, el 25 de octubre, obtuvo los beneficios de testigo protegido y empezó a dar detalle de los presuntos abusos, robos y encubrimiento a los Beltrán de parte de su jefe Garay, a quien sus dichos enviaron a la cárcel.
Desde entonces, con la clave "Tigre", el mando policiaco estuvo confinado en diversas casas de seguridad de la PGR.
Una persona que lo conoció en ese arraigo permanente recuerda que Bayardo tenía una marcada adicción por el café. Hace poco, compró una cafetera Nespresso y le pidió de favor a un allegado que le comprara unos cartuchos para hacerla funcionar.
"Él era verdaderamente gustoso del café", recuerda la persona que le hizo la compra y le entregó los cartuchos en su encierro.
Este gusto ayer le costó la vida en un Starbucks.
Matan a seis en 14 años
Desde agosto de 2008 a la fecha, han muerto tres testigos protegidos de la PGR.
En los 12 años anteriores al 2008 habían muerto otros tres colaboradores de la dependencia, todos ellos ejecutados: Tomás Colsa McGregor, en 1997; Jaime Olvera Olvera, en 1998, y Humberto Cappelletti González, en 2000.
En agosto de 2008 murió un sujeto de nombre Noé, quien estaba resguardado en un hotel del DF, después de delatar la relación de "La Familia" con el ex delegado de la PGR en el Edomex José Manzur Ocaña.
Los otros dos casos son Jesús Zambada Reyes, hijo de "El Rey" Zambada y Édgar Enrique Bayardo.
Hora de publicación: 00:00 hrs.
El titular de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) consideró lamentable la muerte de los testigos protegidos Jesús Zambada y Édgar Bayardo.
Asimismo, indicó que el Procurador General de la República debe explicar cómo estas personas, supuestamente protegidas, perdieron la vida y, en el caso de Bayardo, cómo fue rastreado.
Plascencia celebró hoy un convenio de colaboración con organizaciones de la sociedad civil para establecer una red nacional de atención integral para las víctimas del secuestro.
En este acto estuvieron presentes Nelson Vargas; Alejandro Martí, presidente de México SOS; Isabel Miranda de Wallace, presidenta de Alto al Secuestro; Ana Franco, presidenta de México Unido Contra la Delincuencia; y Carlos García, presidente de la Federación Mexicana de Organismos Públicos de Derechos Humanos.
Llaman a afinar figura
Alejandro Martí hizo un llamado a las autoridades para ser más efectivas con sus investigaciones y seleccionar con mucho más cuidado a quienes puedan ser testigos protegidos.
"Yo no creo que deban tener tantos testigos protegidos como en el caso de ayer (con el asesinato de Édgar Bayardo), que para mí ese nombre sonaba como una gran banda que existía y ahora resulta que era protegida, que él era testigo protegido.
"Me dio mucha vergüenza y mucho coraje, pero debe haber mucho más investigación y una Policía científica, no una Policía 'atrapadenunciados' o 'atrapachismes'", afirmó.
Al respecto, Isabel Miranda de Wallace consideró que los testigos protegidos existen a nivel mundial pero es importante que en México se les dé realmente la protección y el apoyo del estado, por lo que es necesario especificar y definir esta figura.
Hora de publicación: 12:46 hrs.
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Plantean modificar figura de 'testigos protegidos'
El presidente de la Comisión de Justicia en San Lázaro, Humberto Benítez, señala que estas personas son capaces de acusar a quien sea con tal de obtener prebendas
El Universal
Ciudad de México Miércoles 02 de diciembre de 2009
12:45
El presidente de la Comisión de Justicia de la Cámara de Diputados, Humberto Benítez Treviño, propuso modificar y reglamentar la figura de testigos protegidos, tras el homicidio de dos de ellos en los últimos días.
'Ya que éstos son delincuentes; llámesele como se les llame, son delincuentes. Son capaces de acusar a quien sea con tal de obtener prebendas', sostuvo el legislador del PRI.
En entrevista en San Lázaro, Benítez Treviño dijo que es necesario "reglamentar la figura de los testigos protegidos, porque los testigos protegidos son delincuentes, llámesele como se le llame, son delincuentes" .
El diputado del PRI aseveró que urge revisar la temporalidad de las versiones de los testigos protegidos, adminicular los testimonios de éstos con otras pruebas que sean contundentes y eficaces.
Agregó que "hoy en día se detiene a una persona con los dichos, testimonios y versiones de un testigo protegido de hace diez años, ya que con tal de tener prebendas son capaces de acusar hasta el Papa de un delito grave" .
Por lo anterior, el legislador señaló que se deben acotar las funciones de la Procuraduría General de la República (PGR) , pues hay que revisar si la estructura actual de ésta es la adecuada.
Editorial EL UNIVERSAL
Los riesgosos testigos protegidos
02 de diciembre de 2009

Hace poco más de un mes, este diario reportó las condiciones en las que vivía Édgar Enrique Bayardo del Villar, ex alto mando de la Policía Federal que confesó haber trabajado durante 20 años para organizaciones de narcotraficantes. Convertido en testigo protegido de la Procuraduría General de la República (PRG), Bayardo del Villar —de nombre clave Tigre— consiguió que se detuvieran las acusaciones en su contra, la devolución de sus bienes y, además, una compensación de 50 mil pesos mensuales. En resumen, una cuestionable recompensa por haber abandonado el lado de los criminales para pasar a cooperar con la autoridad en una estrategia anticorrupción puesta en marcha el año pasado, la llamada “Operación Limpieza”.
A esos elementos que revestían de polémica al programa de testigos protegidos se suma ahora otro más: la seguridad de quienes se han incorporado en él.

Ayer, Bayardo del Villar fue asesinado en una cafetería del Distrito Federal. Dos sicarios vestidos de traje que entraron al local abrieron fuego en su contra y con ello también hirieron a su escolta y a una clienta. Su muerte, sin embargo, no ha sido la única. El sábado 21 de noviembre la PGR informó que Jesús Zambada Reyes, hijo del presunto narcotraficante Reyes Reinaldo Zambada García, El Rey, se suicidó ahorcándose en una casa que perteneciera al capo Amado Carrillo Fuentes, igualmente, en la capital del país.

Con dos testigos protegidos fallecidos en menos de dos semanas, cabe preguntarse cuáles son las garantías de seguridad con las que cuentan las personas que deciden unirse a este programa. La interrogante cobra mayor sentido si se voltea a ver los abundantes testimonios que consignan que en nuestros sistemas de detención y arraigo no predominan la ley y el orden, sino la corrupción. Si en ellos puede adquirirse todo tipo de privilegios —bebidas alcohólicas, cigarrillos, celulares o servicios de prostitución—, ¿por qué los grupos delictivos no podrían comprar la vida de alguien que considerarían un traidor o un soplón?

Aunque el uso de testigos protegidos sea legal en México como en otras 120 naciones, depender de ellos en el combate al crimen organizado encarna serios riesgos. Así lo evidencian las muertes de Bayardo del Villar y Zambada, ambos relacionados con investigaciones en torno del cártel de Sinaloa.

Dada la opacidad que impera en la procuración de justicia, la infiltración del hampa en las instituciones del Estado y el contexto de “guerra contra el narco” que vive el país, depositar tanta confianza en delincuentes arrepentidos resulta demasiado peligroso pues puede dar pie a seguir pistas falsas, inculpar inocentes o prestarse a venganzas entre grupos criminales. El asesinato de este martes es una señal más para que el gobierno federal revise la utilización de este recurso.

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