9 ene 2010

Joaquín Villalobos y Aguilar Camín

Diversas intervenciones en la Comida de Trabajo con motivo de la XXI Reunión de Embajadores y Cónsules de México
Viernes, 8 de Enero de 2010 |
Embajadora Patricia Espinosa Cantellano, Secretaria de Relaciones Exteriores.

Licenciada Margarita Zavala.
Señor Ministro Guillermo Ortiz Mayagoitia, Presidente de la Suprema Corte de Justicia.
Señor Diputado, Vicepresidente de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados del Honorable Congreso de la Unión.
Señores Gobernadores.
Maestro Héctor Aguilar Camín.
Señor Joaquín Villalobos.
Queridos compañeros Secretarios, miembros del Gabinete.
Señores ponentes, invitados especiales que participaron en esta XXI Reunión de Embajadores y Cónsules.
Amigas y amigos:
Es un honor para los Embajadores y Cónsules de México, y para los funcionarios de la Cancillería presentes en este encuentro, tener la oportunidad de reunirnos con usted, señor Presidente, y reiterarle que unido, nuestro Servicio Exterior trabaja para ampliar y fortalecer las oportunidades de desarrollo que se presentan a nuestro país.
Se encuentran aquí casi cien titulares de representaciones de México en el exterior, más de dos tercios de quienes están al frente de las Embajadas y Consulados que trabajan en todas las regiones del mundo en beneficio de México y de los mexicanos.
Hemos celebrado la XXI Reunión de Embajadores, en la que cada año revisamos la labor desarrollada a los meses previos y analizamos los retos mediatos e inmediatos, así como la mejor manera de hacerle frente.
Todos sabemos que el 2009 fue un año especialmente difícil, un año de crisis en todo el mundo que también nos afectaron, en especial, por la vía de menores importaciones de productos mexicanos, la disminución relativa del flujo de remesas y de las inversiones que recibimos del exterior, la disminución en los precios internacionales del petróleo, entre otros factores.
Pero el 2009 está ya atrás y es historia. Hoy, como usted nos ha convocado, debemos mirar de frente al 2010 y preguntarnos cómo podemos ayudar a apuntalar la recuperación económica mexicana que ya se ha iniciado.
En esta ocasión, la agenda de nuestra reunión se enfocó a analizar las grandes áreas de acción, desde las cuales la Cancillería puede apoyar los esfuerzos que usted encabeza, señor Presidente, para impulsar el desarrollo del país, incluyendo las prioridades que usted ha planteado en su Mensaje de Año Nuevo, en materia de combate a la pobreza, fomento del empleo y seguridad.
Por ello hicimos una revisión con las valiosísimas aportaciones de los colegas del Gabinete, de muchos funcionarios del Gobierno Federal, de los Gobernadores, de los legisladores, del panorama actual de México y de la trascendental reforma del régimen político que usted ha propuesto al Congreso.
Analizamos también las perspectivas económicas de nuestro país para el año que inicia, y fuimos informados acerca de los principales avances y retos en materia de seguridad.
Por supuesto, discutimos el estado actual y los desafíos para la política exterior de México en diversas regiones, incluyendo, de manera destacada, América del Norte y América Latina.
Profundizamos en el papel de los nuevos mecanismos de concertación indispensables en el diseño de una arquitectura internacional que responda a las necesidades de nuestro tiempo, así como las grandes tareas que nos esperan este año con motivo de las varias grandes cumbres que se celebrarán en nuestro país.
Analizamos, además, las prioridades centrales en materia de promoción económica, en éste que será el año de la recuperación económica de México.
A todos los expositores les reitero la profunda gratitud de la Cancillería.
Señor Presidente:
Quiero aprovechar, también, esta oportunidad para expresarle el agradecimiento del Servicio Exterior Mexicano y de la Cancillería en su conjunto, por su firme apoyo a quienes se nos ha confiado la responsabilidad de promover y defender los intereses de México en el exterior. Y más aún, por su continua dedicación a los temas de la agenda internacional.
Como Jefe de Estado y de Gobierno, usted es el principal artíficie y, al mismo tiempo, el actor más importante en la construcción de las relaciones internacionales de México.
Sabemos que las demandas del ejercicio de su alta investidura son numerosas, y por ello, valoramos profundamente su activa y decidida labor en el ámbito internacional.
Quiero también agradecer muy sinceramente en esta oportunidad, el invaluable apoyo que su esposa, Margarita Zavala, brinda a usted en el cumplimiento de los numerosos compromisos que conlleva la ejecución en nuestra política exterior.
Los diplomáticos mexicanos les reiteramos nuestra lealtad y nuestro firme compromiso con México.
Estamos atentos a sus indicaciones, señor Presidente, para fortalecer la capacidad de influencia de nuestra Nación, forjada, no sólo ni principalmente por los miembros del Servicio Exterior Mexicano, sino por todos los mexicanos, ya sea que laboren en el sector público o en empresa privada, en la academia o en las organizaciones de la sociedad civil.
Con su liderazgo buscaremos sacar el mayor provecho de esa útil herramienta de desarrollo en beneficio de nuestro país.
Muchas gracias.
***
Joaquín Villalobos, Consultor Internacional en Materia de Resolución de Conflictos.

Hace 18 años estuve en este mismo salón, luego de que se había firmado en Chapultepec, en el Castillo de Chapultepec, el Acuerdo de Paz que dio fin al conflicto en El Salvador.
Muchas gracias, Presidente, por invitarme a esta reunión, y permitirme darle las gracias a México con un público tan importante.
Hace aproximadamente unos 10 años, conversando sobre temas de seguridad en Colombia, con un gran amigo con el que hemos trabajado en diversas oportunidades sobre temas de seguridad, y en ese caso era el caso de Colombia, la situación en Colombia era extremadamente crítica, la imagen del país era altamente negativa, ustedes recuerdan que hasta Estados Unidos le había quitado la Visa a un Presidente, el escenario interno era hipercrítico y básicamente había una incertidumbre, una idea de que no se podía hacer nada y que el reto parecía tan complejo que dominaba la desconfianza en que se pudiera hacer algo.
Pero Colombia tenía una suficiente masa crítica, tenía una economía alternativa a la droga muy potente. Y lo que uno alcanzaba a ver cuando juntaba los factores, es que a la vuelta había unos años. Si se hacían las cosas como se debían hacer, el resultado podía ser que Colombia se convirtiera en una fortaleza y una potencia en seguridad.
Ahora, 10 años después, Colombia ha recuperado mucho de su prestigio. Importa tecnología de seguridad de diferentes ciudades, de Medellín, de Bogotá, de Cali, ahora, ha generado imitación, o sea, que sí se podía.
Estas situaciones, un poco parecidas, con un reto mucho menor, con un problema mucho menor que el de Colombia, lo que tiene México en la actualidad.
En relación a este tema, en la seguridad, viendo en términos de la política exterior de México, el punto, pienso yo, es plantearse cuáles son las posibilidades de convertir la lucha contra el crimen organizado en una oportunidad para fortalecer el liderazgo de México en términos regionales e incluso mundiales, en seguridad; pasar de la defensiva a la ofensiva.
Y por qué esto es posible.
Primero. Porque el tema del crimen organizado y de narcotráfico no es problema de México sólo, es un problema de carácter global, y como un problema de carácter global, quiero decir que todo mundo está experimentando, anda buscando alternativas frente a situaciones difíciles, y eso, México tomó delantera. Y alcanzo a ver yo, que a la vuelta de unos cuantos años, México puede convertirse en un país líder en seguridad.
Para entender cómo leer lo que está pasando, cómo saber si vamos bien o mal, una de las cosas que es fundamental es el método, el tipo de análisis que se aplica a una situación de carácter estratégico, como la que se está viviendo acá, con una amenaza como la del crimen organizado.
Y, en ese sentido, es importante ver los fenómenos, ver los procesos, ver el contexto, la historia, la cultura, el entorno comparativo, nunca ver el hecho sólo. Y dentro de toda esa situación ver a las personas y los grupos, y no a la inversa; no ver a las personas y los grupos, como que son lo determinante.
Por qué.
Si se ve a las personas o los grupos el análisis se convierte en un análisis de carácter conspirativo y, entonces, ahí abunda la idea de los males y las cosas se vuelven, el pesimismo domina. Y se corre el riesgo, con ese tipo de análisis de creer que no hay salida, y que el país se vea sorprendido por situaciones que no había previsto.
Permítanme darles un ejemplo de análisis basado en eso que les acabo de plantear como método. Usando otro temas, el de la gobernabilidad, que ustedes saben que cuando se analiza la gobernabilidad, por ejemplo, en el caso de Venezuela, se dice Chávez por aquí, Evo Morales, etcétera, etcétera.
Pero hay cuatro elementos fundamentales que contribuyen a determinar la viabilidad o si un país es previsible o no es previsible en términos de gobernabilidad.
La calidad de los liderazgos, la calidad del sistema de competencia política y de sus partidos, la calidad de los ciudadanos en cuanto a cómo escogen, y de su sociedad civil, cómo actúa, y los avances en la inclusión política.
Si estos cuatro factores se alinean con diferente grados, bastante bien, las sociedades se vuelven estables, son previsibles en el largo plazo y tienen capacidad para enfrentar mejor las crisis, que las sociedades que tienen en conflicto, estos elementos. Si no, las sociedades se vuelven polarizadas o inestables, no son previsibles.
Y esto, cuando lo llevamos al caso de analizar situaciones como la de Venezuela, Bolivia, por ejemplo, nos damos cuenta que no sólo se trata de analizar quién es el Presidente o quién es el partido, sino que hay procesos históricos que están en marcha.
Entremos, entonces, a hablar un poco del tema de lucha contra el crimen organizado y las posibilidades de México en ese orden.
Las preguntas son: cómo va la lucha contra el crimen organizado, y estos tienen mucho que ver con conocer y entender el conflicto, sus características; y, otra pregunta: Qué se puede hacer para contrarrestar la imagen negativa y el peligro del estigma que se le puede crear a México que es algo que ahora ya ocurre porque resulta que ahora los cárteles mexicanos aparecen en Perú, aparecen en Europa, aparecen como una cosa que no es cierta.
O sea, se está convirtiendo en una especie de marca global y achacarle a México responsabilidades que no tiene por cosas que ocurren a veces en Chile, en Argentina y que son nacionales de los países, o incluso en Estados Unidos cuando empieza a hablar de los problemas de la distribución de droga en el interior del país, comienza a hablar también de que son los cárteles mexicanos, cuando son nacionales de sus países, los que independientemente, de cuál sea su nacionalidad y origen.
Hay en relación al crimen organizado, para tratar de entenderlo, hay siete factores para ver su proceso de desarrollo.
Primero. Poder financiero.
Segundo. Desarrollo de fuerza social.
Tercero. Dominio territorial.
Cuarto. Poder de intimidación armado.
Quinto. Sustitución, cooptación o penetración en el Estado.
Sexto. Interconexión global.
Y séptimo. Empoderamiento cultural.
Cada uno de estos factores se produce en distintas etapas, más o menos en este orden. Cuando hay un buen negocio del crimen organizado y la droga es más importante de todos, hay poder financiero y se empiezan a encadenar todas las otras.
Y la última, la narcocultura. O sea, cuando hay un empoderamiento cultural y el delito empieza a reproducirse y a que haya gente que piensa que esa es una forma, digamos, legítima de hacerse de recursos o de ganarse la vida, entonces ya estamos en una etapa muy difícil, muy complicada.
Partiendo de entender que este proceso es un proceso que le plantea al Estado un poder fáctico que le empieza a crecer, ubiquemos uno de los primeros puntos que han aparecido en la discusión acá en México sin términos críticos.
El primero es que no se debió combatir frontalmente o que no se le debió convertir en un eje mediático. En relación a este punto, hay algo que no es deducible de México, que no tiene nada que ver México con eso.
El problema del crimen organizado y el narcotráfico es expansivo y es contagioso. Si no se combate, crece y se convierte en un poder fáctico que le quita soberanía al Estado.
Y en los ejemplos no voy a poner, no voy a hablar de los estados que están emproblemados. En Guatemala, en Honduras, en Nicaragua, en El Salvador no había crimen organizado, no había narcotráfico, ahora Guatemala está en riesgo de ser un Estado fallido.
La Costa Atlántica de Nicaragua ahí se habla de narcoaldeas. En Guatemala, según datos de la DEA, se dice que por ahí pasa el 88 por ciento de la droga que va para Estados Unidos. Ahí no había, estamos hablando de algo que ha ocurrido en menos de una década. Entonces, esos lugares prueban de que el fenómeno es expansivo, es contagioso.
Brasil en los últimos 10 años con una guerra de distribución de drogas en las dos ciudades más importantes, Río de Janeiro y Brasil, se puede obviar el problema, es factible olvidarse de que ese problema existe.
En el caso de Guatemala, que es el más grave, ahí ni siquiera se puede hablar de que hay una guerra, hay una especie de inhibición del Estado frente a un poder que le ha crecido y que no encuentra cómo resolverlo.
En relación al tema de la presencia y de la acción mediática que se dice que se asume desde el Gobierno, este punto como central, esa no es una decisión del Gobierno, son los hechos los que ponen en los medios al crimen organizado y el narcotráfico, simplemente lo que los gobiernos hacen en última instancias es reaccionar, ya sea porque hay crímenes, ya sea porque el Estado se empieza a mostrar débil, igual no voy a hablar de México.
En las elecciones de Chile y Uruguay que tienen indicadores de seguridad de los menos graves, pero que también se le han agravado en el problema de seguridad, el tema de la seguridad ha sido el tema central. Y cómo es posible que en Chile y Uruguay, que no tienen un problema tan grave, el tema de la seguridad será un tema importante, crucial en su debate político y en el de México, que tiene al vecino consumidor y tiene en el Sur riesgo de Estado fallido, México puede decir: aquí podemos ver cómo, no decimos nada o cómo nos hacemos los locos con este problema. No se puede. Eso no es factible.
Al final no es que los gobiernos decidan. No, es que la actividad criminal se impone como hechos de gran fuerza mediática que obligan a reaccionar. Como que si hay un vendaval, un huracán, un terremoto, ni modo, el Gobierno no puede decir que no existió. Sí existe y hay que hablar de él.
En Venezuela, por ejemplo, decidieron durante varios años, en los últimos diez años, bajarle el tono al tema de seguridad, y el resultado es que Venezuela está perdiendo ya el control de la situación y hasta hace poco, el Presidente Chávez acaba de decir que es la quinta columna, de la inseguridad, y entonces hay que combatirla.
Pero resulta que la OEA la dejó abandonada porque consideraban que no era un problema. Ahora ahí está, Venezuela tiene 48 homicidios por cada cien mil habitantes y México tiene solamente diez.
Entonces, la situación de Venezuela es mucho más grave que la de México.
En otro orden, desde la suma a la dimensión real del problema. En primer lugar lo que les decía: que es un problema de carácter universal; no es un problema de México, es un problema global.
México no es el único, no es el peor, pero comparativamente, ni tampoco tiene una violencia extendida, pero comparativamente está combatiéndolo a tiempo y con bastante eficacia.
Veamos las tasas de homicidio. De América Latina, en general, sobre esto hay mucha discusión pero, en general, los márgenes no se mueven mucho.
Los peores: El Salvador, Honduras, Guatemala, con más de 50 homicidios por cien mil habitantes; Jamaica con 49, Venezuela 48, Colombia, 37; Belice 30, Brasil 25, República Dominicana 23. Estos son los que están más mal, aquí no está México.
En los que podríamos llamar una posición media: Ecuador tiene casi 17, Paraguay 12, Haití 11, Nicaragua 12, Panamá y México 10.
Para empezar, México está en el nivel más bajo de los de línea media.
Quiénes son los que están mejor o digamos menos peor en seguridad.
Argentina con 5, Costa Rica 7.6, Estados Unidos con 6.1, homicidios por 100 mil habitantes, Uruguay con 4.3 y Chile casi con dos. El punto es que México tiene un impacto mediático mucho mayor, lo que ocurre aquí tiene una repercusión mucho más fuerte.
La situación de Brasil es mucho más grave, la situación en ciudades como Río de Janeiro, como Sao Paulo, es muy, pero por mucho, más grave. Sólo recuerden ustedes que hace unos seis años, en el, no, hace mucho menos, en el 2006, hubo unos ataques de los comandos de la capital, de las pandillas éstas que se encargan de la distribución de la droga, en diferentes puntos de la ciudad.
Eso no ha ocurrido en México, o sea, es una situación. Pero, es importante indicar el tamaño que tiene el problema en México, la localización que tiene y no permitir que se extienda la idea de que México está a punto de ser un Estado fallido, no; sí hay un problema, es serio el problema, pero tampoco es para dar la idea de que este país se está hundiendo y nada cerca.
En México y en América Latina, hay tres guerras, digamos, relacionadas con el crimen organizado: la producción que sale de Colombia, la de la distribución de drogas en las calles, que son las de Brasil, y la de México que es la del tráfico, básicamente.
Independientemente que todos se contaminan con producción, con distribución y tráfico, pero en esencia lo dominante en México es tráfico, lo dominante en Colombia es producción y lo dominante en Brasil es distribución. De esos tres países, en términos de números de lo que está ocurriendo por violencia, etcétera, México es el que está, digamos, menos peor y muy abajo, de 25 a 10 en tasa de homicidios, sin impactos sobre su Ciudad Capital.
Frente un escenario como éste, ideas como la de negociar de alguna manera de las que se habla, recurriendo como a viejas tradiciones y todo eso. La pregunta que hay que hacerse ya dentro en estas dimensiones bueno, y si esa fuera la decisión qué estados, qué municipios se le entregarían al narcotráfico; qué Gobernadores, qué partidos políticos estarían dispuestos a esos arreglos de decir: el Gobernador de Michoacán va a aceptar que su estado, una parte de él le quede para llegara a un entendimiento.
Cuáles serían las garantías si se llegará a esos acuerdos, de que entonces no se va a contaminar el resto y que ahí se va a quedar el problema.
Habría ahí garantías con los capos de decir: aquello les queda a ustedes estos municipios; o sea, esa idea no cabe, esos fueron procedimientos policiales a otro nivel, pero esa idea no tiene sentido. La soberanía del Estado está amenaza, y por lo tanto, el poder coercitivo tiene que hacerse presente.
En relación a puntos como la corrupción y el tema de las policías, ubicándolo en una dimensión positiva, México ha tenido este problema desde hace muchos años.
Yo he venido a México cantidad de veces desde hace muchos años y encontrarse con un policía que pedía mordida en la calle, era una cosa. Incluso cuando México era bien seguro y uno andaba a las tres de la mañana en las calles y no pasaba nada, el mayor peligro era una mordida de un policía, punto. Que México tenía policías corruptos y era seguro.
Qué importancia tiene este tema al abordarlo como proceso, como evolución, como desarrollo, que nunca México había pagado costos tan elevados por el tema de la corrupción en sus policías. Nunca México se había enfrentado a una situación tan difícil que lo tuviera que llevar a la conclusión de que ese problema tiene que darle final, de que tiene que resolver el tema de la corrupción y de la falta de profesionalismo en sus policías, porque antes el problema estaba ahí, pero no era importante. Ahora sí se convirtió en un problema importante. Hoy sí lo es.
Entonces, la lucha contra el crimen organizado visto desde una óptica positiva se está convirtiendo en la oportunidad para crear instituciones mucho más eficientes en seguridad. Y esa la proyección del futuro.
Si ustedes ven la cantidad de inversión de recursos, discusión de bases, esfuerzos que están haciendo de ese tema, si no nos ponemos tan pesimistas, el resultado no va a ser, va a andar entre regular y bueno, pero no va a ser un desastre; no se va a retornar a ese pasado corrupto de policías. Nunca en México se había depurado tantos policías, nunca se había enfrentado este tema con la fuerza que se está enfrentando ahora, por lo tanto, podemos aspirar a que vamos a tener resultados positivos.
En relación para ir buscando cerrar un paquete de temas que son de los más difíciles: la violencia, los muertos, el tiempo que va a tomar esto, los resultados y la proyección.
Que esto básicamente es cómo leer la guerra en el sentido más estratégico. Cómo leer lo que está pasando.
Ésta es la etapa, en relación a lo que se ha venido haciendo, de recuperación de territorios y población.
En la fase de recuperación de territorios y población, cuando actúa la fuerza del Estado: Ejército, Policía Federal, policías de los estados, Procuraduría General de la República, el resultado de los golpes que se dan, es que los cárteles se fragmentan. Ese proceso de fragmentación es inevitable.
Esa fragmentación que conduce una fase que es inevitablemente violenta y esa es la etapa en la que se está ahora.
No es que esto va a ser permanente, no es que va a durar así y así se va a pasar, y que entonces el tema. No. Pero no hay modo. No había vía pacífica para resolver este problema.
En qué momento está esta etapa violenta, comienza a ceder, una vez que el Estado se va convirtiendo en un Estado fuerte que es capaz de sobreponerse ya frente a criminales que van quedando como grupos fragmentados.
Eso no quiere decir que el problema se va a acabar, el problema va a seguir ahí, pero el Estado se va mostrando como el actor fundamental de autoridad, y quienes conozcan un poco la situación de Guatemala, pueden saber, perfectamente, de qué estoy hablando, donde el Estado ya no tiene ninguna capacidad, prácticamente, de sobreponerse a la autoridad del crimen organizado, ya los criminales se plantean que ellos son los que hacen las escuelas, que ellos son los que hacen programas sociales, que resuelven problemas de salud, etcétera, calles, etcétera, que es lo que había en Colombia. En Colombia hasta calles hicieron.
Entonces, México ha decidido enfrentar este problema. Esto va a plantearse que el poder coercitivo en algunos lugares va a superar la dimensión que tiene el Estado y que tiene esa sociedad.
Es obvio, por ejemplo, que Ciudad Juárez necesita un poder coercitivo que es, proporcionalmente más grande al tamaño de esa ciudad.
Por qué.
Porque el mercado de drogas que tiene al lado, pero eso sí, y no hay modo, y así va a tener que permanecer por muchos años.
A esta etapa de recuperación de territorios y población, de fragmentación de los cárteles, sigue una de aumento del cuerpo coercitivo del Estado y luego viene otra a los tres niveles de Gobierno de participación y organización ciudadana, para combatir el último eslabón que es el del empoderamiento cultural. Exacto. Tienen que venir.
Al final de cuentas, si tuviésemos que resumir de qué estamos hablando, podemos decir que estamos hablando de construcción de Estado y ciudadanía, esa es la estrategia general, o sea, hablar de que cuanto estamos haciendo, reformando policías, adecuando al Ejército para que pueda actuar en estas tareas, resolviendo los problemas de la Procuraduría, etcétera, y combatiendo temas de corrupción, penetración, estamos construyendo Estado. Y cuando estamos hablando de participaciones ciudadanas, estamos hablando de construcción de ciudadanía, de cultura de legalidad, etcétera.
Para terminar. En qué podemos basarnos para creer que México al final puede tener resultados relativos, quizá imperfectos, pero muy sustanciales en la lucha contra el crimen organizado y la inseguridad.
México en este momento está pagando costos, pero está inventando políticas. El debate que hay en México de todas las corrientes políticas, cada uno de acuerdo a su Gobierno, buscando alternativas, haciendo planes integrales, diseñando cosas. Está construyendo consensos, está asumiendo el reto y su responsabilidad con una amenaza global estratégica, que no, esto está en Asia, está en África, está en toda América Latina, está en Estados Unidos, está en el primer mundo. Entonces, México está asumiendo el reto y su responsabilidad.
Sin duda, esto es difícil, es doloroso, pero teniendo en cuenta el tamaño del país, su potencia intelectual, el tamaño de su economía, yo no tengo ninguna duda de que al final, México se va a convertir en una potencia en seguridad, resultado de haber asumido su responsabilidad con este tema.
Muchas gracias.
***
Héctor Aguilar Camín, Director General de la Revista Nexos.

Señores embajadores, cónsules. Miembros del Servicio Exterior.
Amigos:
Me honra dirigirme a ustedes para compartir algunas impresiones sobre el momento que vive México.
El hecho es que la palabra crisis ha vuelto por sus fueros entre nosotros, una palabra que tuvimos presente durante muchos años, sin poderla combatir.
Impera en los medios una especie de algarabía, de fiesta crítica, y en la sociedad, hay cierto desencanto por los resultados de una democracia que, visiblemente, produce más pleitos y parálisis, que certidumbres y futuro.
Quisiera aprovechar este foro privilegiado, no para negar estas cosas, pero sí para romper una lanza por la otra parte del retrato, la parte que no se registra todos los días en los medios de comunicación, ni en el ánimo social, aunque forma, yo creo, el paisaje de fondo del país que somos.
Mi impresión es que las debilidades mayores de nuestro presente pueden leerse desde el ángulo, cada una de ellas, desde el ángulo de una fortaleza. Cada debilidad puede verse si se le da la vuelta como una fortaleza del país.
Hablemos para empezar de la política.
Nuestros desacuerdos improductivos están a la vista. Hemos empezado el año muy claramente de esta manera y no se pueden ocultar, pero se han vuelto transparentes gracias a la mayor conquista política del país en sus 200 años de vida independiente, que es la conquista de la democracia.
El bastidor sobre el que libramos nuestros pleitos, es la pluralidad democrática, y no se ha rasgado con ellos. Ni se han destruido las instituciones, ni se ha puesto en riesgo un solo momento la gobernabilidad del país.
El rumor de nuestras diferencias, como lo recordaba muy claramente Joaquín, hace un momento, tiene el sonido inconfundible de una sociedad libre.
Nuestra democracia, es verdad, no alcanza para pactar las grandes transformaciones que el país requiere, pero lo representa y lo gobierna en todos los niveles.
Tenemos un Estado que se tropieza con sus libertades y con su división de poderes, con su pluralidad política, pero no con el fantasma de la opresión, ni muchísimo menos, de la anarquía.
Hablemos de seguridad. El desafío mayor que tiene la República, no viene de la vitalidad adolescente de su democracia, sino de la delincuencia organizada, como ha resumido brillantemente Joaquín hace un momento.
Podemos decir que el Estado reaccionó tarde frente a este desafío, pero yo creo que no podemos negar la claridad con que lo asumió este Gobierno, ni reclamarle que no haya cumplido sus promesas, pues no prometió triunfos rápidos, ni saldos blancos, sino desde el principio, desde la campaña presidencial, en realidad, una guerra larga con pérdidas de vidas.
Y vidas, es verdad, que se pierden muchas en esta guerra, pero contemos bien los muertos y a quién pertenecen. En las historias cotidianas de ejecutados y decapitados que nos dan los medios de comunicación, la cuenta mayor de bajas es de sicarios muertos por sicarios. Un mínimo porcentaje, muy lamentable, pero un porcentaje mínimo, no superior al 10 por ciento, corresponde a Fuerzas del Estado y a víctimas inocentes.
Más aún, y he aquí lo que yo creo que es fundamental. Contra lo que sugieren todos los días las noticias de los periódicos, el hecho histórico es que el promedio de homicidios en México no ha hecho sino descender desde los años 90. El promedio de muertes, de homicidios en México por cada 100 mil habitantes, es del orden de 10 homicidios, el doble que en Estados Unidos, o un poco menos que el doble; el triple que en Suiza, pero la tercera parte que en Colombia, donde hay 37 homicidios por cada 100 mil habitantes, menos de la mitad de Brasil, donde el promedio es 25; en Río de Janeiro es 38 homicidios por cada 100 mil habitantes y la quinta parte de Guatemala, como nos recordaba Joaquín hace un momento, donde hay 50 homicidios por cada 100 mil habitantes y contando.
Esto se debe a la eficacia con que se combate el homicidio en México. En México se castigan sólo cinco de cada 100 homicidios. Es una de las grandes, gigantescas fallas de los poderes locales que son los encargados de este delito del fuero común.
De hecho, en un contexto de tan alta impunidad, la cifra, relativamente baja de homicidios en México, habla de una cosa muy importante: habla de una población no violenta. Una población de la cual las bandas del narcotráfico son un extremo psicopático, que porta y activa cada día el germen de su propia destrucción.
Hablemos de la economía. La economía del país presenta diversos grados de dominios monopólicos, concentración y privilegios que frenan el ritmo de su conversión en una moderna economía de mercado; pero esa misma economía capturada acudió con eficacia sin igual a la puerta que le abrió el Tratado de Libre Comercio de Norteamérica y convirtió al país, en unos pocos años, en un exportador impresionante. Con una planta industrial moderna, de clase mundial.
Pero yo creo, absolutamente creo, que si se abren oportunidades equivalentes de inversión en el ámbito de la economía interna, la estructura productiva de México dará un salto al lugar que le falta conquistar, que es el gigantesco mercado potencial de consumidores de primera generación que hay en la población mexicana.
Hablemos de la sociedad.
La sociedad mexicana es desigual, qué duda cabe, está cruzada de graves injusticias y marginaciones. Pero en el fondo de esa sociedad desposeída, hay una épica del esfuerzo y del trabajo que no sabemos escuchar bien y, ni mucho menos, estimular en su extraordinaria vitalidad.
Hablo de la masa de millones de mexicanos que han migrado dentro y fuera de su país en busca de cosas tan dignas, tan sencillas, tan elementales, como un trabajo, una oportunidad de mejora para ellos y para los suyos.
Ésta es la epopeya invisible de México, la epopeya de los millones de mexicanos que van a buscar lo que necesitan pacíficamente a donde hay.
Es eso que hizo decir al economista John Kenneth Galbraith que en ninguna minoría de migrantes a los Estados Unidos, había encontrado él una disposición al trabajo y al esfuerzo, como la que veía en los migrantes mexicanos.
Ese pueblo que quiere más, que busca su camino por sí mismo y está dispuesto hasta el estoicismo para encontrarlo; esa, yo creo que es la fortaleza mayor de México.
Y es el verdadero fondo social del paisaje sobre el que cruzan nuestros males y yo tengo la impresión de que esa epopeya es irreductible, es invencible.
Hablemos ahora de la historia.
Celebramos en estos años el Bicentenario de nuestra Independencia y el Centenario de nuestra Revolución.
Yo tiendo a pensar críticamente en nuestra Independencia, y fue un momento ingrato para sus contemporáneos.
Quizá no haya existido una generación más optimista que la de los patriotas de nuestra Independencia. Quizá, seguramente no ha existido una generación más defraudada por los hechos.
Esperaban todo de la libertad, felicidades públicas y abundancias materiales. Pero la historia que salió de sus propias manos desmintió radicalmente sus sueños.
Bolívar, gran acuñador de frases, resumió este desengaño, no sólo mexicano, sino hispanoamericano en una frase y dijo:
Hemos ganado de la Independencia a costa de perder todo lo demás.
Como sea, fuimos parte del gran tránsito histórico del orden monárquico hacia el orden republicano que se dio en el mundo; el paso del mundo político sustentado en la voluntad divina del Monarca y las leyes dinásticas de sucesión, al mundo de la voluntad popular y la transmisión del poder mediante el voto ciudadano, el voto de los ciudadanos, no de los súbditos.
A las nociones decimonónicas de republicanismo y democracia, nuestra Revolución del Siglo XX añadió la de justicia social.
Tratando de acercarnos a estos ideales históricos, muy lejos todavía de haberlos cumplido, nos sorprende el primer Bicentenario de nuestra historia independiente y el primer Centenario de nuestra Revolución.
La visión crítica, festivamente crítica que domina nuestro presente, contagia nuestra visión del pasado.
Se instala entre nosotros con facilidad la queja retrospectiva: nada hemos hecho bien.
Se juzga lo sucedido en siglos por lo sucedido el día de ayer. Cómo podemos decir que México ha avanzado si los narcos se matan a plena luz del día.
Lo cierto es que México ha pasado por épocas infinitamente peores que la que vive hoy.
Nuestro camino a la Independencia, la democracia y el bienestar social, eso que nuestros ancestros llamaron cursi, pero honradamente el banquete de la civilización, nuestro camino hacia eso ha sido largo y sinuoso, a menudo cruento y torpe y siempre insatisfactorio.
No hemos alzado los grandes trofeos de la civilización, eso es cierto, pero tampoco, hay que decirlo, y pensarlo con claridad, pero tampoco nos hemos hecho acreedores a los grandes trofeos de la Barbarie que muchas veces ha acompañado el camino de la civilización.
En su búsqueda de la libertad, de la democracia, de la prosperidad, de la igualdad que siguen siendo nuestros ideales rectores; en México no ha sido nunca, ni en sus momentos más violentos y sombríos, un país capaz de la barbarie que marca la historia de algunos de los grandes países de occidente que admiramos.
Por ejemplo, no hemos sido partícipes de nada parecido a la carnicería napoleónica que transformó a Europa después de la Revolución Francesa.
Nada parecido al infierno de las mortíferas trincheras de la Primera Guerra Mundial. Nada parecido a los fríos, metódicos bombardeos ordenados contra la población civil indefensa de tantas ciudades en la Segunda Guerra.
Nada remotamente parecido al brutal lanzamiento preventivo de bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki.
De nuestros liderazgos políticos, desmesurados, caricaturescos, trágicos, no ha surgido un Hitler, ni un Stalin, ni un Mao.
De nuestras pobres instituciones públicas muy cuatrapeadas no ha nacido un Tercer Reich, ni un régimen estalinista, ni una dictadura comunista china.
De nuestras pugnas fratricidas y nuestras xenofobias provincianas, no ha emergido ni el asomo de un holocausto ni de los pródromos europeos que lo antecedieron.
De manera que, en busca de la grandeza, en defensa de nuestras libertades o de nuestra hegemonía, en pago a nuestros sueños de igualdad, no hemos sometido a nuestros pueblos a las pesadillas bélicas ni a las utopías sangrientas, ni a las dictaduras concentracionarias del Siglo XX. No hay nada en nuestro pasado que se parezca ni remotamente a nada de eso.
No hay nada en nuestro presente, tampoco, que se parezca a nuestros peores momentos históricos de violencia y discordia internas. Ni a las guerras de independencia, ni a las de Reforma e intervención en el Siglo XIX, ni a la Guerra Civil Revolucionaria o la Guerra Cristera de las primeras décadas del Siglo XX.
De modo que no hemos alcanzado grandes cimas en el proceso de la civilización, pero hemos evitado razonablemente sus abismos. Hemos persistido, en cambio, en la decisión de volver mundo las ideas de Independencia, ilustración, libertad, democracia y bienestar que tomamos al nacer de la historia moderna de occidente, cuya inspiración civilizadora asumimos como vía de futuro hace 200 año, y seguimos sembrando, construyendo y corrigiendo ente nosotros dos siglos después.
En suma, somos un país considerablemente mejor que el que hemos sido, aunque el país que somos sea tan imperfecto, que merezca y justifique muchas de nuestras quejas.
Muchas gracias.
Señor Presidente. Señora Secretaria. Muchas gracias por la invitación.
En primer lugar. Quiero darles las gracias por invitarme a participar en esta reunión, que para mí tiene un valor histórico muy importante.
Señor Presidente, Felipe Calderón Hinojosa.

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