14 mar 2010

La hipersensibilidad

¿Quién dice que soy susceptible?/FRANCESC MIRALLES
Publicado en El Páis Semanal, 14/03/2010;
La hipersensibilidad nos hace chocar dolorosamente con nuestro entorno. Estar siempre en guardia agota nuestra energía, es causa de aislamiento y provoca baja autoestima.
El humorista catalán Eugenio acostumbraba a explicar un chiste en el que dos amigos se encuentran después de mucho tiempo; el primero le pregunta: “¿Cómo estás?”, y el otro le contesta irritado: “¡Pues mira que tú!”.
Esta situación no es ni absurda ni exagerada para quien conoce lo que en psicología se denomina PAS (personas altamente sensibles). De ellas nos vamos a ocupar en este artículo, con la esperanza de que no se enfaden.
Vivimos en un mundo densamente poblado que nos obliga al roce diario con decenas, a veces cientos de personas diferentes. Cada una de ellas tiene su propia visión de lo que es correcto o incorrecto, una manera de expresarse y de reaccionar ante los estímulos externos. No es de extrañar, por tanto, que salten chispas.
Si quien se halla en medio de la vorágine tiene, además, la piel fina, el sufrimiento y los conflictos están asegurados.
En guerra con el mundo
“Sé comprensivo, porque cada persona que encuentres en tu camino está librando una dura batalla” (Platón)
Además de minar la autoestima, estar siempre en guardia agota nuestra energía y nos aísla socialmente. Las personas hipersensibles pierden amistades con facilidad y les cuesta adaptarse al entorno laboral. Desde fuera parece que estén en guerra con el mundo, aunque en el fondo lo están con ellas mismas.
Todos hemos convivido con caracteres susceptibles, que interpretan cualquier comentario como un ataque y van por el mundo sumando ofensas. Son personas desconfiadas que están siempre a la defensiva y reaccionan con hostilidad a las primeras de cambio.
Se trata de sujetos esclavos de la opinión de los demás o, lo que es peor, de lo que creen que los demás opinan de ellos. Por eso la persona susceptible tiene la capacidad de transformar una conversación intrascendente en una tensa batalla. Una opinión, un comentario o incluso una simple mirada pueden bastar para prender la mecha.
La psicóloga clínica Trinidad Aparicio describe con los siguientes rasgos el perfil del hipersensible:
• Tiene una baja autoestima y es muy vulnerable emocionalmente.
• Pierde el control cuando sospecha que murmuran sobre él o cuando se siente atacado por algún comentario.
• Le afecta cualquier opinión y continuamente piensa en lo que debería haber respondido en el momento de “ser atacado”.
• Tiene menos en cuenta los comentarios positivos que las críticas o comentarios negativos.
 Busca el reconocimiento externo en todo lo que hace y se valora en función de la opinión de su entorno.
• Sus reacciones son imprevisibles.
Tras el perfil de una PAS se oculta, por una parte, una urgente necesidad de estima, y por la otra, una visión exageradamente subjetiva de lo que ocurre a su alrededor. Esto explica que, paradójicamente, el hipersensible pueda reaccionar de forma violenta, hiriendo la sensibilidad de los demás.
LA TERAPIA ARTÍSTICA
“Allí donde hay más sensibilidad es más fuerte el martirio” (Leonardo da Vinci)
Según un estudio realizado en Estados Unidos, una de cada cinco personas padece hipersensibilidad, lo cual no necesariamente tiene que ser negativo. Antes de ver dónde está la barrera entre la persona sensible o delicada y la susceptibilidad, vamos a ver cómo se desarrolla esta última en las diferentes etapas de la vida. Según la terapeuta Marina B. Rolandelli:
“De niño, el hipersensible construye un mundo de fantasías porque percibe una realidad que le hiere y le provoca angustia y miedo. En la adolescencia se siente incomprendido, y sólo porque no encuentra con quién compartir sus emociones. En la madurez, el hipersensible sufre también en su relación de pareja: nunca está satisfecho con la demostración afectiva del otro; se muestra inseguro, acaparador, absorbente y celoso. Magnifica las escenas cotidianas porque no encuentra la clave para regular las emociones, lo que provoca una permanente crisis de insatisfacción y angustia”.
Una manera de mitigar la hipersensibilidad de modo que no afecte a nuestras relaciones con los demás es canalizarla en una actividad artística como la escritura, la pintura, la música o la fotografía. Cualquier vía de expresión artística es una catarsis que nos permite descargarnos de nuestra sensibilidad más fina para volver al mundo con la piel más dura.
Convivir con un hipersensible
“Las personas no nos quieren por lo que somos, sino por cómo las hacemos sentir” (Irwin Federman)
El día a día con una PAS es lógicamente difícil, ya que nos sentimos obligados a andar con pies de plomo para evitar que se desate el conflicto. Como destaca la psicóloga María Jesús Álava, “la interacción con una persona muy susceptible suele seguir este ritual: relación buena y correcta mientras la otra persona mesure mucho sus palabras y esté pendiente de lo que no debe decir o hacer hasta que, inevitablemente, surge algo imprevisto. El susceptible no puede controlar entonces sus reacciones, no puede evitar sentirse ofendido por todo, aunque sea consciente de que actuando de esta manera se está alejando de las personas de su entorno”.
Sin embargo, al adaptarnos como un guante a las manías de un familiar, amigo o compañero de trabajo no le estamos haciendo ningún favor, porque cuando salga fuera de la burbuja protectora que le procuramos, el choque con el mundo exterior será más violento aún.
Conviene buscar un momento relajado para darle a la PAS algunas claves para facilitar las relaciones con los demás y evitar las fricciones:
• Poner las opiniones en cuarentena. En caliente tendemos a dramatizar situaciones que 24 horas más tarde pueden no tener importancia. Por el mismo motivo, no conviene enviar un correo electrónico cuando nos sentimos dolidos.
• Suspender el juicio. Cuando juzgamos a alguien, inevitablemente emitimos un veredicto e incluso un castigo psicológico. Podemos evitarlo renunciando a fiscalizar a los demás.
• No pronosticar las conductas ajenas. Muchos conflictos nacen en la mente de la persona susceptible, que prevé una reacción adversa por parte de alguien, o bien espera algún tipo de gratificación por un favor realizado. Si no proyectamos lo que tiene que suceder, seremos más inmunes a la decepción.
• Cultivar la flexibilidad. Siguiendo el proverbio indio “es más fácil calzarte unas zapatillas que alfombrar el mundo entero”, podemos invitar a la PAS a adaptarse a los demás simplemente con el ejercicio de ponerse en su lugar: la práctica de la empatía.
• Valorar el hecho, no la persona. Una actuación puede ser más o menos afortunada, pero su impacto psicológico es mucho más suave si no enjuiciamos a la persona en su conjunto. Al valorar el acto en sí ganamos frialdad emocional.
• Prevenir conflictos. Puesto que cada enfado conlleva luego gastar mucha energía mental para mantenerlo o reconducir la situación, hay que aconsejar a la persona hipersensible que evite su inicio.
Días sensibles
“Enfadarse con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y del modo correcto, ciertamente, no resulta tan sencillo” (Aristóteles)
Sin ser necesariamente PAS, hay días que nos levantamos más susceptibles, con los sentimientos a flor de piel, sin saber muy bien por qué. Algunos especialistas hablan de biorritmos, de ciclos energéticos que nos afectan cada mes, con días altos, medianos y bajos. Otros hablan del influjo de la luna, o de los ciclos menstruales en el caso de las mujeres.
Sí parece demostrado que los días encapotados, cuando se avecina tormenta, la mayoría de personas se sienten más irritables y/o desanimadas. Hay días proclives a las explosiones de mal humor que tanto cuestan luego reparar.
Antes de perder los estribos conviene recordar que el enfado, además del desgaste de tiempo y energía que supone, tiene numerosas secuelas en la salud general, como:
• Subida de la presión arterial.
• Acidez estomacal.
• Exceso de adrenalina.
• Insomnio.
Detrás de muchas úlceras, por no hablar de dolencias más temibles, hay un estado de irritación permanente que va minando nuestras defensas un día tras otro. Sólo por eso merece la pena blindarse contra la susceptibilidad.
¿Qué podemos hacer si nos asalta el resentimiento –cuando no directamente el odio– hacia alguien que nos ha herido?
El coach Walter Anderson propone para estos casos un antídoto tan directo como natural: “Si estás enfadado con alguien que amas, abraza a esa persona. Y hazlo de todo corazón. Tal vez en ese momento no sientas deseos de abrazarla, lo cual confirma la necesidad de que lo hagas. Es muy difícil estar enfadado cuando alguien te muestra su amor, y eso es justamente lo que pasa cuando nos abrazamos”.
Hay enfados que sí están justificados, como cuando debemos proteger nuestro terreno en el ámbito laboral. Pero incluso en estos casos hay que medir muy bien el cómo, el cuándo y el con quién, como recomendaba Aristóteles.
Si tenemos un día malo y el asunto no necesita ser resuelto inmediatamente, nos haremos un favor –y lo haremos a nuestro entorno– dejando reposar la cuestión hasta el día siguiente o guardando el correo electrónico en la carpeta de borradores para revisarlo más tarde.
Tal como reza el budismo, al mirar la realidad la teñimos de nosotros mismos. Por tanto, al contemplar nuestro entorno con amabilidad es mucho más probable que ésta nos venga de vuelta. Lo que es seguro es que si cargamos con la mochila de la crispación, ésta no hará más que aumentar su peso.
Sólo por eso vale la pena calzarse las zapatillas y perdonar a los demás por sus imperfecciones. P
PARA QUIENES TIENEN LA PIEL FINA
1. Libros
• ‘El don de la sensibilidad’, de Elaine Aron (Obelisco).
• ‘La inutilidad del sufrimiento’, de María Jesús Álava
(La Esfera de los Libros).
• ‘El arte de amargarse la vida’, de Paul Watzlawick (Herder).
• ‘Nietzsche para estresados’, de Allan Percy (DeBolsillo).
2. Películas
• ‘Mejor imposible’, de James L. Brooks (Sony).
• ‘Toro salvaje’, de Martin Scorsese (United Arstists).
• ‘Ghost World’, de Terry Zwigoff (Manga).
VENTAJAS DE SER HIPERSENSIBLE
“Por su capacidad para captar matices y sutilezas que a los demás les pasan inadvertidos, los hipersensibles a menudo aportan a su trabajo y relaciones una buena dosis de visión y humanidad. Normalmente son conscientes, creativos y minuciosos, pero en una cultura agresiva, los valores de la cual son la dureza, la extraversión y la represión de las emociones más delicadas, pueden sentirse como ciudadanos de segunda clase. A veces se involucran tanto y captan con tanta intensidad el sentido de lo que sucede a su alrededor, que necesitan desconectar de su entorno en mayor medida que el resto de personas”.
Elaine Aron, doctora en psicología

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