7 abr 2010

El diablo y don Julio; que pena

Columna Razones/Jorge Fernández Menéndez
Publicado en Excélsior, 7 de abril de 2010;
El diablo y don Julio
“Si el diablo me ofrece una entrevista, voy a los infiernos…”, se puede leer en el último número de Proceso como una suerte de justificación de la entrevista que le hace don Julio Scherer a Ismael El Mayo Zambada. Para buscar una entrevista quizás sí haya que descender hasta los infiernos, pero no sé si hay que hacerlo cada vez que alguien la ofrece. Y dudo que en esta ocasión se haya tenido que llegar tan bajo. Scherer no tiene nada que demostrar luego de su larga carrera en este oficio, es parte de la historia del periodismo nacional, pero en esta labor no puede haber intocables. En lo personal, con toda la admiración que siento por su trabajo, me dio pena ajena verlo en la portada de Proceso, abrazado por El Mayo Zambada, y más pena me dio comprobar que publicara una pieza periodística tan fallida, que la entrevista no fuera tal, que se limitara a una suerte de recreación literaria de un diálogo con el narcotraficante en donde don Julio dejó constancias de las preocupaciones existenciales de éste.
El debate no es si se debe entrevistar o no al diablo o a un narcotraficante, el punto es saber cuál es el objetivo periodístico, para qué es la entrevista, qué se pregunta. Y lo que hemos podido leer este domingo se convierte en una suerte de operación de relaciones públicas de un capo del narcotráfico, que se duele de que el Ejército destroce puertas cuando lo está buscando o que tiene miedo a la muerte, pero que no dice una palabra (porque no se le pregunta) sobre las miles de muertes que él, directa o indirectamente, ha provocado, y que termina legitimándose al presentarse abrazando a un respetado periodista, que va a buscarlo a dónde él quiere y que no duda en colocar en su texto los elogios que el capo hace de su trabajo, pero no le pregunta ni una vez sobre los enormes daños que ese personaje ha infligido a la sociedad.
Porque allí radica el mayor problema de la entrevista con Zambada. Éste cumplió todos sus objetivos; el periodista, salvo tomarse la foto con el narcotraficante, ninguno. Según cifras oficiales, en esta lucha brutal contra el narcotráfico, pero sobre todo como consecuencia directa de los enfrentamientos entre los cárteles, hay 29 muertos diarios: uno por día. Seguramente es bueno saber que Zambada tiene una esposa y cinco mujeres, 15 nietos y que llora la detención de su hijo, pero, ¿no le hubiera preguntado usted qué siente un hombre que está en medio de una batalla tan cruenta, qué se siente cuando se tiene que ordenar la muerte de un adversario o qué sabe él de esa batalla?
Dice Zambada que nunca se le ocurriría ordenar un atentado contra el Presidente. Puede ser verdad, pero no le preguntaría usted por qué se ordenó la muerte de tantos oficiales del Ejército o de la policía. En el mismo ejemplar de Proceso en el que se encuentra la entrevista con Zambada hay un amplio reportaje sobre la masacre de jóvenes en Pueblo Nuevo, en el triángulo dorado, en donde operan y tienen un amplio control territorial El Chapo Guzmán y Zambada, ¿no le preguntaría usted por qué tuvieron que morir esos jóvenes que simplemente iban a recoger sus becas de Oportunidades?
A ambos lados de la frontera han muerto por el consumo de drogas, o su vida se ha visto arruinada por ellas, millones de jóvenes. Dice Scherer que Zambada le lleva ventaja al gobierno por 40 años de experiencia como narcotraficante. Puede ser, pero ¿no le preguntaría usted qué se siente al haber sido, durante cuatro décadas, uno de los promotores directos de esa verdadera tragedia social?
¿O alguien puede creer que es lo mismo vender drogas que jitomates?
Scherer ha sido uno de los periodistas que siempre ha dicho que este oficio conlleva una responsabilidad social. ¿En qué se reflejó eso en esta entrevista?
En la polémica generada respecto a la reciente biografía de Kapuscinsky, mucho se habló de la forma en que en su trabajo recreaba con formas literarias pasajes periodísticos de los que no había sido testigo. Se dijo, incluso, que se debería crear una nueva sección en las librerías, intermedia entre la ficción y la no ficción, para los libros del notable autor polaco. Al leer el texto de don Julio con Zambada, la larguísima entrada para justificar la entrevista y su desapego por la vida pese al peligro (¿qué peligro si Zambada había hecho la invitación?), cuando en la entrevista se lee a Zambada hablar como una suerte de sociólogo del monte, con un lenguaje que no se adivina como suyo, no pude menos que recordar aquel debate. Y comprender que don Julio en esta ocasión no hizo periodismo, sino una extraña clase de ficción, muy lejana de su propia capacidad e historia.

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