Ego sum qui sum; analista político, un soñador enamorado de la vida y aficionado a la poesía.
27 jun 2010
Carolina Herrera
Vicednte Verdú ENTREVISTA: CAROLINA HERRERA
Publicado en El País, 27/06/2010;
Muy clásica. En las formas, en su ropa y en su manera de entender la vida. Una de las diseñadoras más famosas del mundo declara su apego a la religión, la familia, el 'glamour' y, sobre todo, a tener clase.
Poco a poco, desde que terminó la entrevista con Carolina Herrera en el número 501 de la Séptima Avenida, la Fashion Avenue (avenida de la Moda) de Nueva York, fui entendiendo con quién me había jugado los cuartos. Es decir, caí en la cuenta, por ejemplo, que un piso en ese edificio donde se ocupaban del diseño 80 personas podría valer unos diez millones de dólares. Puede que exagere o me quede corto, pero la impresión sobre el caudal de dinero que significa el imperio de Carolina Herrera fue haciéndose más nítida cuando al recordar la charla reaparecieron los escenarios de su educación, las prestancias de su marido, su suegro o su padre en una atmósfera que enlazaba la riqueza de la aristocracia venezolana (su marido es marqués de Torre Casa) con el corazón de la Forbes patrimonial neoyorquina.
Nadie podrá cuestionar la perspicacia personal de Carolina Herrera, su oportunidad, su dinamismo y sus aciertos creativos, pero, sin duda, una comprensión cabal de su éxito incluye una circunstancia que ella misma resume: "Nueva York era como mi casa". El todo Nueva York, el Nueva York que importa en los medios, en los bancos, en el arte, en la arquitectura, la política o el diseño, eran gentes amigas de la familia, fuera por parte de los Herrera, Marqués de Torre Casa, o por parte de María Carolina Josefina Pacanins y Niño.
La firma Carolina Herrera fue al comienzo el indicio de un capricho de una alta dama; pero en manos de una personalidad tan vivaz, ambiciosa y potente, la iniciativa de la señora Pacanins, de soltera, no iba a quedar en una anécdota. De hecho, no lo fue el diseño de su traje de boda para Carolina Kennedy, la hija mayor de John Fitzgerald Kennedy, ni años después su medalla de Oro de las Bellas Artes conseguida en España en 2005.
Ese rojo maduro que luce el logotipo de su casa viene a ser, al cabo, la filosofía de la creatividad sin tiempo fijo y la fuerza de la feminidad y una arrebatadora confianza en sí misma.
-Una cuestión que interesa generalmente a la gente es cómo se lleva ser famosa hasta el punto de que tu nombre propio sea conocido en todos los continentes.
-Pues lo llevo de maravilla. Y le voy a decir por qué. Para una diseñadora establecida, como yo, tener un perfume que llega a todas las partes del mundo es un extraordinario privilegio.
¿Más el perfume que su ropa?
-Se empieza por la ropa, pero luego hay que tener la gran suerte de que el perfume sea un éxito, porque esto conlleva una incomparable presencia y rentabilidad. Esto sucedió con la primera de nuestras esencias, la que hice hace 22 años y llamé Carolina Herrera, convertida actualmente en un clásico. Después vinieron otras que abrieron más puertas.
-Y el perfume 212, ¿por qué lo llama así?
-Se llama así por el código de Nueva York, que es el 212. Y fue mi hija Carolina la responsable de esta idea. Resultó muy divertido, porque veníamos de un envase muy clásico de Carolina Herrera con cajas de lunares negros y la cinta amarilla, para pasar a un frasco totalmente aerodinámico que resulta muy Manhattan. Una operación perfecta. El perfume además te proporciona mucho éxito porque está en todos los aeropuertos, el nombre se da a conocer por todas partes y favorece tu colección de ropa. Hay que verlo todo junto, como la maquinaria de un coche. Además, los perfumes los hacemos con Puig desde el principio y nos va estupendamente. Son, de verdad, una compañía maravillosa. Puig también hace el perfume para Nina Ricci, Antonio Banderas, Paco Rabanne
-Pero el perfume es idea suya...
-Totalmente mío. Basado en jazmín y nardos, que era lo que yo olía de niña en mi cuarto de dormir en Caracas. Usted sabe que el sentido del olfato es muy fuerte para recordar y ese olor es el que siempre quise para mi perfume. De hecho, cuando de jovencilla empecé a usar perfumes, todos tenían una base de jazmín. Me acuerdo de que mi madre utilizaba Joy de Jean Patou, y yo usé de jovencísima Diorsissimo, siempre con su base de jazmín. Así que cuando los de Puig me preguntaron qué quería, yo les dije que deseaba uno con jazmín. Fuimos probando y mezclando componentes hasta que llegamos al que yo quería.
-Comencemos por el principio. ¿Cómo fue su entrada en este complicado negocio de la moda, teniendo usted la vida más que resuelta y viviendo en un holgado ambiente de lujo?
-Yo creo que en cada persona hay un momento en la vida en que deseas ser algo diferente; y a mí me llegó ese momento a los 40 años.
-¿Influyó la separación de su primer marido?
-En absoluto. Yo me casé a los 18 años y el matrimonio duró seis años. Ahí terminó todo.
-Y desde esos 24 años separada hasta los 40, ¿qué pasó en su vida?
-No pasó nada.
-¿Nada?
-Pasaron muchas cosas, pero de trabajo no pasó nada.
-¿Y qué ocurrió concretamente para aventurarse en la moda?
-Primero me dio por diseñar telas y le conté mi proyecto a Diana Vreeland, la directora de Vogue. Pero ella me dijo: "Diseñar telas es aburridísimo, ¿por qué no haces una colección?". Así que ella me dio la idea y ella fue, al cabo, mi mentora. Mi primera colección la hice en Caracas con mi costurero francés en los ochenta.
-¿Vivía entonces en Caracas?
-Vivía en Caracas, pero veníamos mucho a Nueva York. La familia siempre ha venido mucho a Nueva York, tanto por los negocios de mi segundo marido como por mis padres, que tenían aquí una residencia. Yo en Nueva York me he sentido siempre como en mi casa y los americanos, además, son gente muy generosa que cuando estás empezando algo nuevo te echan una mano, tal como me la echaron a mí. Me acuerdo de que Bill Blass me aconsejó no solo sobre lo que debía hacer, me presentó a las modelos, me indicó el orden de la exposición
-¿No pensó que empezaba demasiado tarde respecto a los demás, que ya estaban establecidos?
-¿Tarde? Para nada. Tenía cuatro hijas y un nieto que nació el mismo año en que abrí el negocio. Ahora ya, a mis 71 años, tengo 12. Doce nietos y una bisnieta. El primer desfile lo hice en el Metropolitan Club de Nueva York y fue prácticamente todo el mundo. Fue, lo que se dice, un gran éxito. Todo el mundo quería comprar. Así que decidí formar una compañía y abrí unas oficinas en la calle 57. Por cierto, allí está ahora el edificio de Dior. De 1981 a 1992 se mantuvo nuestra sede social y tuve la suerte de que a las mujeres que veían nuestra colección les gustaba y la compraban. Esta fue la base de mi éxito: compraban. Pero soporté además críticas muy negativas de unos y otros, en los periódicos y por ahí.
-¿Qué decían?
-Decían que no iba a seguir. Que iba a estar una temporada o dos en este juego y que después me aburriría.Pero mi colección era glamurosa, glamurosa, glamurosa. Era una colección para una mujer a quien le gustaba sentirse muy chic, verse mejor, más femenina y diferente, no víctima de la moda.
-Ha hablado usted varias veces de la conveniencia de tener varios espejos de cuerpo entero por toda la casa para conocerse físicamente y saber vestirse bien.
-El espejo es el principal accesorio para las mujeres. Y para los hombres.
-Harrison Ford ha hecho quitar todos los espejos de su casa para no verse envejecido...
-ues no lo entiendo. La alternativa a no querer verse viejo es estar muerto. Todos tenemos que aprender a envejecer y a cambiar de edad. No hay nada más triste que un hombre o una mujer pretendiendo tener una edad que no tiene. Por eso hay que mirarse en el espejo: hay que ir al compás del tiempo y con el momento de cada cual.
-Pero, en general, los modistos no hacen casi nada pensando en la gente mayor.
-¿Cómo que no? Todos hacen adaptaciones de la colección.
-La moda de las faldas que terminan en un globo, ¿también?
-Pues eso se adapta. O que no se lo pongan. Si los desfiles se hacen con mujeres altísimas, guapísimas y delgadísimas es porque la moda es una fantasía, un misterio. Es mágica. ¿Quién dice que debe hacerse real?
-Mire, es una queja que le traslado desde amigas y amigos con más de 50 años.
-Pues no. No, no y no. No es así, no es justo. No estoy de acuerdo.
-Ellos y ellas buscan y no encuentran. O lo encuentran a medias.
-Pues que vengan a Carolina Herrera. Yo tengo muchas clientas mayores y ninguna se ha quejado de la falta de modelos.
-Bueno, usted se salva siempre con esta seña de identidad de la camisa blanca de la que, según he leído, posee cientos o miles.
-Yo no espero que la gente se ponga lo que yo me pongo. Yo lo que busco es que se ponga lo que hago.
-Al menos me aceptará que se diseña para la gente joven.
-Puedo estar de acuerdo en algo. Por ejemplo, en los zapatos que ahora están de moda y que son una repetición del pasado, aunque vengan con una cuña dos veces más alta que la de antes. Naturalmente, para llevarlos hay que aprender a caminar porque casi cualquiera podría romperse un tobillo. Y, pese a ello, se los ponen tanto las niñas como las personas mayores.
-Usted, de todos modos, mantiene muy bien el tipo...
-Yo creo que lo más importante de todo no es parecer más joven o tener buena salud, sino sentirse bien con uno mismo. No es fácil, pero hay que tratar de conseguirlo tanto en la relación familiar como en las relaciones de trabajo. Hay que tratar de estar feliz con uno mismo, feliz dentro de ti.
-Esto suena a religión.
-Sí. Yo soy muy católica y romana. Voy a misa todos los domingos donde esté, porque es media hora o una hora solo. La gente dice que es un aburrimiento la misa, pero ¿por qué ha de serlo? Te sientas, meditas, rezas, te quedas ahí sin hablar. No hay nada mejor que quedarse callada de vez en cuando.
-Su familia también fue muy religiosa.
-Mucho.
-¿Y su marido?
-Muchísimo. Y esto, sin duda, ayuda a vivir. Yo eduqué a mis hijas así y si ahora siguen esa educación, pues encantada. La religión ayuda muchísimo, porque si tienes un problema en la vida es mejor tener donde aferrarse.
-¿Y en el caso de la muerte?
-A mí me da un poco de miedo la muerte, la verdad, pero hay que estar listo para esa nueva aventura. Aunque ¿cómo vas a estar listo para eso? Yo nunca había pensado en la muerte, pero en el momento en que uno se da cuenta de que conocidos están desapareciendo y ya no les vas a ver más, también piensas que te va a pasar eso.
-Los nietos la recompensan...
-Mis nietos son divinos. Los quiero sin responsabilidad. Tengo ocho niños y cuatro niñas. Cada una de mis cuatro hijas tiene tres.
-Un año le dieron a usted un premio relacionado con el cáncer. ¿Lo ha padecido?
-Yo no, pero mi abuela murió de cáncer, mi madre murió de cáncer, una tía también. Mis hermanas no lo han padecido y yo, toco madera [toca madera], tampoco. Pero creo que ya cualquier familia ha sido tocada por el cáncer. Yo hago una campaña para Sony promocionando la revisión preventiva mediante mamografías, acudiendo a la consulta
-Pero usted está bien de salud, no le pasa nada, ¿no?
-No.
-Trabaja sin limitaciones.
-Yo no tengo nada que ver, nada en absoluto, con la parte económica. Solo estoy en la parte creativa. Y dentro de ella, en ropa para mujer. Para los hombres tengo en España un buen equipo de diseñadores. Además he crecido en una familia en la que todos los hombres vestían muy bien; mi suegro, mi padre, mi marido. Yo veo a los hombres vestidos con un diseño clásico y un toque chic moderno, distintivo.
-En un sector medio alto.
-Eso no lo pienso. Pienso en lo que se pueda vender mejor.
-Y en qué diría que se diferencia entonces de Adolfo Domínguez, por ejemplo.
-No conozco sus colecciones. Todos somos diferentes.
-¿Les va bien el negocio?
-Nos va de maravilla. De maravilla nos va. Ahora estamos abriendo una boutique en Nueva York, en Madison Avenue, entre la 68 y la 69, la boutique Carolina Herrera Nueva York. Tenemos mujer, hombre, niños; es tanto como cubrir toda una forma de vida. Y creo que ya tenemos 130 boutiques en el mundo.
-¿También en Asia?
-No sé, tendría que mirar la lista.
-Un progreso velocísimo, sin contrariedades...
-¿Sin contrariedades? Muchas contrariedades, miles de contrariedades, millones de contrariedades.
-En España les va muy bien...
-España me encanta y voy muy a menudo. Tengo a mi hija Carolina que vive allá y se ocupa del diseño de la colección para niños de CH y, además, de los perfumes que se van creando. Porque tanto la moda como los perfumes nunca tienen fin. La moda se relaciona con la época y no es en absoluto frívola como mucha gente cree. Cada vez que uno se viste está viviendo la historia y creando algo.
-¿Cómo explicaría, entonces, que creadores, artistas plásticos, suelan ir tan mal vestidos?
-Yo supongo que creen que vistiendo distraídamente dan a entender que están pensando en algo más profundo. Y a otros quizá les guste parecer excéntricos. Aunque quizá la diferencia entre la moda y las artes plásticas es que la moda incluye el movimiento. El cuadro está quieto, pero la moda se concibe como algo en movimiento.
-¿Qué me dice de su relación con Andy Warhol?
-Éramos amigos. Mi esposo, él y yo éramos buenos amigos. Este retrato que usted está viendo me lo hizo a finales de los setenta. Andy era un tipo muy witty [agudo] y un buen profesional. Para este cuadro hizo hasta 40 polaroids. Cuando veo hoy los cuadros de Andy en las subastas de Christie's adjudicados por 40 o 50 millones de dólares, pienso que él mismo, de saberlo, se habría caído muerto.
-También ha sido usted fotografiada por los mejores, desde Robert Mapplethorpe hasta Annie Leibowitz. Con tanto amigo de la 'beautiful people' tendrá siempre muchas fiestas.
-Bueno, si uno quiere, sí, pero no hay por qué. Efectivamente, en Nueva York se lleva mucho la moda de noche porque cada día puede haber una docena de galas donde acudir; hay caridades constantes. El otro día me dieron un premio en una organización en apoyo a la investigación contra la ceguera. Estaba lleno.
-¿Por qué le concedieron ese premio?
-Por la ayuda que he prestado.
-¿En qué se fija usted para inspirarse?
-¿Que qué es lo que miro para inspirarme? Mi inspiración. Y mi inspiración viene de mi memoria, de una conversación, de un libro que estoy leyendo, de un color que he visto en un cuadro.
-Pero, al comienzo, ¿qué modelo tenía en su cabeza?
-La primera inspiración fueron las fantásticas actrices de Hollywood de los años cuarenta. Yo, cuando tenía 15 años, quería ser una vampiresa y para nada una diseñadora. Deseaba ser la mejor amazona del mundo, porque adoraba los caballos; y las personas más importantes para mí eran mi petisero, el que cuidaba mi caballo, y mi profesor de equitación. No pensaba para nada en hacer moda, aunque acaso estaba dentro de mí, puesto que siempre estaba metida en ese mundo, conocía a los diseñadores, a los productores Pero no empecé a pensar en ello hasta mucho más tarde. Ni siquiera de pequeña fui de esas chicas que visten a sus muñecas. Nunca he sabido ni pegar un botón.
-¿Colabora en el negocio su marido?
-Mi marido tiene un ojo fabuloso y un gusto enorme, pero no, no está metido en el negocio. Él trabaja como coeditor de Vanity Fair. Él es mi soporte. Si no aceptara mi profesión, la dejaría; y también la dejaría si no le pareciera bien a mi familia. Pero tengo la suerte de que les parece bien, que están todos encantados. Solo Carolina, que es quien ha hecho la última campaña de la moda y vive en Madrid, colabora con nosotros. Yo tengo cuatro hijas: Mercedes, Ana, Patricia y Carolina. Dos del primer matrimonio y dos del segundo. De las dos primeras, una vive en Venezuela, y la otra, en Argentina. Patricia estaba en el departamento de diseño antes, pero lo dejó porque tiene tres niños, de seis, cuatro y dos años, y, claro está, no tiene tiempo. Pero me encantaba su colaboración porque tiene muy buen ojo, un estilazo y nunca miente cuando no le gusta algo de los vestidos.
-¿Son caros sus vestidos?
-No lo sé. Yo no me meto en los precios. A mí me educaron muy mal, y según esta educación, nunca se debía hablar de dinero. Todavía si se me pregunta cuánto vale un vestido de estos [dos de organza que había exhibido una modelo durante la charla], me pongo roja como un tomate porque no tengo ni idea.
-¿Y cómo se puede llevar una empresa sin entrar en las cuentas?
-Porque es así si eres creativa. El negocio hay que dejarlo en manos de otras personas para que tu creatividad se desboque.
-Pero la jefa suprema, en todo caso, es usted.
-Obviamente.
-¿Y el éxito se debe a usted?
-Al trabajo duro.
-¿Y a la suerte?
-La suerte, desde luego, de tener a tantos hombres y mujeres a quienes les gusta lo que hago. Hombres que tienen un gusto por lo clásico con un toque moderno y mujeres que desean gustar a través del glamour. No es un gusto relacionado con las tendencias de la actualidad, porque para mí las tendencias son aburridísimas. Para hacer ropa de tendencias, mejor diseñar uniformes militares que son más iguales.
El lujo de Venezuela y Nueva York
Nació el 8 de enero de 1939 como María Carolina Josefina Pacanins y Niño, nombre acorde con su ambiente familiar, la clase más acomodada de Venezuela. Una de sus cuatro hijas, Carolina Adriana, vive en España y está casada con Miguel Báez, 'El Litri', que fue famoso torero.
Creó su empresa de moda en 1980. Al año siguiente se instaló en Nueva York, donde llegó a codearse con quienes movían el cotarro de la modernidad, como Andy Warhol. Lleva cuatro décadas promocionando el lujo y la calidad, dentro de un estilo sin sobresaltos. Ella misma ha sido distinguida a menudo como una de las mujeres mejor vestidas de Occidente.
En 2000 logró otro de sus éxitos: convertir 212 -que se unió a sus clásicos Carolina Herrera y Herrera for Men- en uno de los perfumes más difundidos.
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