20 ago 2010

El Cardenal Sandoval

Columna Ventana | José Cárdenas
Sandoval es una lacra
El Universalm 20 de agosto de 2010
Lacra es cicatriz. Secuela de herida. En cuerpo o alma. Achaque. Vicio que marca a quien lo padece. Lacra suele ser la persona depravada. Perversa. Su eminencia, el cardenal Juan Sandoval, es todo eso. Una lacra. Es homófobo. Hipócrita. Injuria. No habla como pastor. Habla como arriero. Es soez. Abusa. Tuerce la doctrina de Cristo. Discrimina. Usa la cruz como espada. Confunde dogma religioso y derecho. Trapea los muladares del Estado laico. Usa el nombre de Dios como jerga. Envenena.
Las imputaciones contra instituciones del Estado no pueden pasar de largo. La Asamblea Legislativa, el Gobierno del DF y la Suprema Corte, no son peores que los narcotraficantes. No son corruptos por defender justicia y democracia. Por aplicar el derecho bajo el principio de la equidad elemental. Incluida la preferencia sexual diferente.
Sandoval tiene vocación fascista. Coacciona. Acusa con engaño. Es impune. Quién sabe hasta qué punto tenga el consenso de la Iglesia católica. Sus argumentos y filosofía son de hace mil años. Sólo es moral la ley Sandoval. ¿Ninguna otra? En un Estado laico, las libertades y los derechos no se negocian. El prestigio de las instituciones y de quienes las encabezan ha de ser defendido a cualquier costo. Si el jefe de Gobierno “maiceó”, cuando menos, a nueve ministros de la Suprema Corte, estaríamos en una crisis de gobernabilidad.
El cardenal y sus vociferantes cometen pecado y delito. Violan el 130 constitucional. Hugo Valdemar inicia una cruzada contra el PRD por votar a favor de las uniones homosexuales y el derecho a la adopción. Habla de persecución religiosa. La palabra más ácida de nuestra historia. Separar la vida pública del poder de las iglesias, le costó a México la guerra cristera. Noventa mil muertos. Ahora tenemos un Estado laico. Sociedad plural. No todos están de acuerdo con la nueva ley. Hay debate. Venga. Cada quien piense lo que quiera. Que los adoptados no caigan en manos de maricones y lesbianas. Bien. Que los niños no caigan en manos de curas pederastas. Mejor.
Con esos alacranes perversos rascándole la espalda, Marcelo Ebrard llegó a la barandilla. ¿Se suicida? La razón es apoyo. Falta ver cómo los cofrades de la Conferencia del Episcopado se trepan al púlpito con uñas y dientes. Tocarán a rebato las campanas. De todos los presbiterios saldrán maldiciones. Con la misma trampa de toda la vida, convertirán el agua de la llave en agua bendita.

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