Animosidad presidencial/Javier Corral, diputado federal
El Universal, 8 de marzo de 2011
El Presidente (calderón) escogió la sesión del Consejo Nacional del pasado fin de semana para echarle un balde de agua fría a los aspirantes panistas a sucederlo en el cargo que ahora ocupa y, de paso, se lo echó a todo el partido. Al abrir por segunda ocasión el tema de que el abanderado del partido pueda ser "un candidato ciudadano", Calderón vuelve a colocar, innecesariamente, una discusión que por la forma y la anticipación con la que se produce sólo genera confusión entre la militancia, incluso entre sus propios colaboradores, entre los que hay por lo menos dos que tendrían con qué competir: Cordero y Lujambio, ya reconocidos como pertenecientes a la institución. Y no se diga del caso de Santiago Creel y Josefina Vázquez Mota, sin duda, los aspirantes más fuertes hasta el momento entre el panismo y en ese orden.
El Presidente sabe que nunca el PAN ha estado cerrado a candidaturas externas —a postular candidatos no militantes—, esa fue una constante en la década de los 80; ahí están los casos de enorme aportación democrática: Francisco Barrio, Ernesto Ruffo, Manuel Clouthier del Rincón, Vicente Fox y, en términos de su primera postulación como candidato a gobernador de Chihuahua en 1956, el mismísimo don Luis H. Álvarez, que no sólo no era miembro del partido entonces, sino que llegó como un simple invitado a observar la Convención panista y resultó elegido en ella. La noticia fue mayor para doña Blanca Magrassi —su esposa—, cuando el entonces empresario textilero le comunicó que al pasar por la reunión de delegados panistas lo hicieron su candidato.
La candidatura "ciudadana" o "externa" siempre ha estado presente en el PAN, por eso ha generado cierto resquemor la declaración de Calderón. Hace más incomprensible al dicho, el antecedente de que fue él quien más postuló, durante el proceso en que emergió candidato a la Presidencia en 2005, la necesidad de una afirmación de identidad panista en esa sucesión que debía estar marcada por la entrada definitiva del pensamiento humanista a Los Pinos. Si Fox había sacado al PRI de la casa presidencial, él metería al PAN. Idea que emocionó.
A casi un año del momento en que deba producirse esa decisión, el Presidente insiste en que el partido esté abierto a una candidatura ciudadana, como si no estuviera, pero lo más delicado es el contexto y fraseo con que plantea el asunto, una especie de diagnóstico en el que ve desierta la candidatura del PAN. Quizá le preocupa los posicionamientos en las encuestas de varios aspirantes, pero para su tranquilidad debiera recuperar su propia historia, construida contra todo pronóstico, colocado al final de la fila, apenas perceptible en las encuestas, pero elevado a los niveles del milagro, entre otras cosas, por los errores de sus competidores de dentro y la abultada prepotencia de sus adversarios de fuera. Así es la política.
Con su declaración el Presidente muestra un estado de ánimo en relación con el partido, al que ya no controla totalmente y, aunque es delicado que haya compartido públicamente ese sentimiento, es un dato muy importante para la vida democrática del PAN y para el país ese rescate de autonomía e independencia para el ámbito directivo de la organización. Y si el discurso del Presidente señala animosidad o abandono, la respuesta de Gustavo Madero, jefe nacional del PAN, es muestra de la vitalidad del PAN, de su mejor tradición de partido democrático.
La divergencia de criterio mostrada por el chihuahuense debe tomarse como una defensa de la institución. Esa es la responsabilidad del presidente del partido, delimitar el apoyo y coordinación que suponen las relaciones partido-gobierno, el campo de decisiones que le son comunes y el de las competencias exclusivas. Le toca al partido decidir sus candidatos, la forma de participar en elecciones y elaborar su plataforma, como ha sido sólo responsabilidad de Calderón rodearse de los que hoy le acompañan en los cargos de gobierno y definir las estrategias de su administración.
Me parece que Madero hizo lo correcto, y ello en lugar de debilitar a la institución la fortalece. El panismo en general respeta a Calderón y un vasto sector aún lo reconoce y admira, pero el panismo, lo sabe bien él mismo, no quiere al gobierno metido en esa decisión fundamental del partido, pero tampoco descobijandolo de esa manera. La idea que además se transmite es muy poco humilde: el que después de Calderón, en efecto el primer panista en ocupar esa silla, no hay otro u otra que pueda con esa responsabilidad dentro de nuestras filas. Claro que los hay y pronto los veremos en toda su dimensión. Por ahora seguimos tratando de emparejar el terreno de la competencia para el 2012, con las coaliciones en puerta.
Ego sum qui sum; analista político, un soñador enamorado de la vida y aficionado a la poesía.
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