14 mar 2011

Los medios y la violencia/Rafael Cardona

Los medios y la violencia/Rafael Cardona |
La Crónica de hoy, a 2011-03-14 |
A partir del endémico brote de violencia incontrolada y al parecer incontenible en México, muchos, especialmente desde el gobierno o desde sus espacios afines, han  querido atribuirle a los medios de información responsabilidades quizá reales, quizá inexistentes, pero el hecho a fin de cuentas es evidente: los medios ya no pueden seguir siendo simples espectadores y su conducta y sus líneas editoriales, deben quedar inscritas en una estrategia social conjunta.
¿Cuál es (o cuál debe ser, según algunos) el papel social (más allá del inherente a su naturaleza y función) de la prensa (como sinécdoque) ante una realidad a veces repugnante, riesgosa, peligrosa de por sí? ¿Se debe seguir en la “autorregulación” o los medios, como cualquier otra actividad humana debe ser regulada, reglamentada y vigilada.
La principal acusación en contra de la libérrima información (libertinaje le han llamado algunos defensores de la imagen gubernamental) ha sido desde mi punto de vista evasiva: si los medios informan, por ejemplo del texto de una narcomanta o un comunicado clandestino; automáticamente hacen apología de la violencia. Las cosas no son tan simples, especialmente cuando uno mira los montajes de la autoridad o la exhibición de pasarela de los narcotraficantes uniformados con costosas camisetas de polista sin caballo.
Como la discusión no puede darse dentro de la esfera de organización del poder público, algunos medios han  emprendido por su cuenta el análisis de este asunto. Casi ninguno de ellos, por cierto, se dedica a la información “pura”; es decir, no son medios de trinchera.
Son revistas especializadas en análisis, ensayo social, crítica y han  sido ellos los promotores de esta discusión cuyos resultados son altamente previsibles. No son periodistas en sentido estricto; no van al lugar de la noticia y cuando lo hacen llevan coberturas preparadas y en muchos casos acuden a los sitios donde ocurrieron cosas graves, varios años después para hacer revisiones jurídicas y políticas.
Oscilan entre el cubículo y el camerino, como dice un amigo mío. Sin embargo sus aportaciones a la discusión nacional de temas importantes es conveniente y notable así provenga de su frecuente cercanía con el poder, no tanto con  la realidad.
Pero como el mejor escenario para hablar de los medios debe ser construido y presentado por los medios, ya se prepara para un análisis de fondo de este asunto y la asunción pública de compromisos concretos, la segunda fase de la llamada “Iniciativa México” cuyos primeros resultados ya ha  sido conocidos y evaluados por la sociedad.
En esas condiciones uno se pregunta si un texto como este, publicado originalmente en O Globo encuadra en las aspiraciones éticas de la nueva realidad periodística. ¿Es este texto una apología de la violencia? Yo no lo considero así. Lo veo más como uno de los pocos diagnósticos reales en todo el papasal de opiniones desinformadas o teóricas.
No lo reproduzco íntegro, pero lo colocaré pronto en la página “elcristalazo.com” para su consulta. Se trata de una entrevista con Marcos Camacho, Marcola, el capo brasileño del Primer Comando de la Capital (PCC), recluido en Sao Paulo.
—¿Usted es del Primer Comando de la Capital (PCC)?
—Más que eso, yo soy una señal de estos tiempos. Yo era pobre e invisible. Ustedes nunca me miraron durante décadas y antiguamente era fácil resolver el problema de la miseria. El diagnóstico era obvio: migración rural, desnivel de renta, pocas villas miseria, discretas periferias; la solución nunca aparecía… ¿Qué hicieron? Nada.
¿El Gobierno Federal alguna vez reservó algún presupuesto para nosotros? Nosotros sólo éramos noticia en los derrumbes de las villas en las montañas o en la música romántica sobre “la belleza de esas montañas al amanecer”, esas cosas…
Ahora estamos ricos con la multinacional de la droga. Y ustedes se están muriendo de miedo. Nosotros somos el inicio tardío de vuestra conciencia social.
—Pero la solución sería…
—¿Solución? No hay solución, hermano. La propia idea de “solución” ya es un error.
¿Ya vio el tamaño de las 560 villas miseria de Río? ¿Ya anduvo en helicóptero por sobre la periferia de San Pablo? ¿Solución, cómo? Sólo la habría con muchos millones de dólares gastados organizadamente, con un gobernante de alto nivel, una inmensa voluntad política, crecimiento económico, revolución en la educación, urbanización general y todo tendría que ser bajo la batuta casi de una “tiranía esclarecida” que saltase por sobre la parálisis burocrática secular, que pasase por encima del Legislativo cómplice. Y del Judicial que impide puniciones. Tendría que haber una reforma radical del proceso penal de país, tendría que haber comunicaciones e inteligencia entre policías municipales, provinciales y federales (nosotros hacemos hasta “conference calls” entre presidiarios…)
Y todo eso costaría billones de dólares e implicaría una mudanza psicosocial profunda en la estructura política del país. O sea: es imposible. No hay solución.
—¿Usted no tiene miedo de morir?
—Ustedes son los que tienen miedo de morir, yo no. Mejor dicho, aquí en la cárcel ustedes no pueden entrar y matarme, pero yo puedo mandar matarlos a ustedes allí afuera. Nosotros somos hombres-bombas. En las villas miseria hay cien mil hombres-bombas.

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