6 jul 2011

3 de julio: claves de una derrota

La Razón, 3 de julio: claves de una derrota
3 de julio: claves de una derrota/Raymundo Riva Palacio.
Los resultados electorales del 3 de julio son descorazonadores para el PAN y el PRD. No es sólo porque las expectativas de voto a favor del PRI se subestimaron en todas las encuestas preelectorales, sino porque en la deconstrucción del voto, a partir de las encuestas de salida, se encuentran algunas de las claves de la derrota. Los datos confrontan la estrategia desarrollada por esos dos partidos, cuestionan la selección de candidatos, y debería obligarlos a corregir esos errores si no quieren repetir la experiencia en Michoacán en noviembre y la presidencial en 2012.
El PRI golpeó al PAN y al PRD en el Estado de México en dos segmentos que habían sido sus clientelas tradicionales: jóvenes y pobres. En el Estado de México se demostró también que el candidato del PRI fue un factor importante en la elección, así como también la figura del gobernador Enrique Peña Nieto. Asimismo, la política social del gobierno federal fue derrotada por el gobierno mexiquense, que también superó el trabajo comunitario del PRD, particularmente en los municipios de la zona oriente colindantes con la ciudad de México.
Las encuestas de salida ratifican la pérdida del PAN en el segmento juvenil, que se comenzó a notar desde las elecciones intermedias en 2009, y no se corrigió. Según el estudio de Parametría, entre los votantes entre 18 y 25 años, el PAN consiguió el respaldo de sólo el 6% en el Estado de México, contra el 67% que votó por el PRI. En el grupo de 26 a 35 años, el PRI mantuvo el 60% de apoyo, contra 8% del PAN. Y en el de 36 a 35 años, 60% votó PRI contra 14% que lo hizo por el PAN. En esos grupos se encuentra el 57% de los electores, que castigaron al partido en Los Pinos.
Estos datos permiten argumentar que la campaña que realizó el PAN para llevar los términos de la elección a un plebiscito sobre el PRI del pasado, fracasaron. El PRD también caminó por esa ruta que resultó fallida. Los jóvenes respondieron al PRI en las urnas, y dijeron con el voto que la imagen corrupta y autoritaria está muy lejos de su vida cotidiana. Lo que lo que les ofreció, a diferencia de los rivales, los convenció para que votaran por el tricolor en forma contundente.
¿Qué los llevó a votar de esa manera? Las encuestas de salida no permiten llegar a una conclusión definitiva. Sin embargo, se puede formular como una variable importante la selección del candidato. El 49% de los votantes priistas dijeron que Eruviel Ávila fue clave en su decisión sobre el voto. Ávila fue el único candidato fresco en la elección, al enfrentar a Alejandro Encinas y a Luis Felipe Bravo Mena quienes habían competido por la gubernatura hace 18 años. En 1993 Ávila votó por primera vez en su vida, como fue el caso de tres de cada 10 de los que sufragaron este domingo.
Ávila tuvo más arrastre electoral que el propio PRI, lo que subraya lo crucial que fue su designación como candidato. El 30% de los votantes dijo que su voto fue influido mayormente por el partido, lo que significa que Ávila, como individuo, valió 19 puntos de ese total. Es también el caso de Encinas, que aunque quedó muy lejos del ganador, tuvo 21% del voto, contra 15% que es el voto duro de la izquierda en el estado. Es decir, aportó seis puntos porcentuales más a la votación de la izquierda, a diferencia de Bravo Mena, cuyo 12% de voto es idéntico a la identificación del PAN en el estado, lo que significa que fue incapaz, él y el partido, de persuadir a votantes independientes a inclinarse por él.
El PRI y su candidato resultaron inmunes a las denuncias de corrupción y de malos manejos, lo que llevará a los partidos rivales a estudiar de manera más meticulosa sobre sus tácticas de campaña, spots y discursos, que no tuvieron el impacto que esperaban. Uno de los ejes de la campaña de los opositores al PRI fue contra el ex gobernador Arturo Montiel y su presunto enriquecimiento inexplicable, presentado ante un electorado que en porcentaje importante le significaba poco o nada. Las imputaciones contra Peña Nieto también tuvieron un efecto negativo, pues poco más de la mitad de quienes votaron por Ávila que no se declararon priistas, señalaron la figura del gobernador como uno de los factores de su sufragio tricolor.
Las encuestas de salida arrojan otros resultados que requerirán mayor estudio para profundizar la forma como se votó. Por ejemplo, entre menos educados —un dato asociado directamente con menores ingresos— eran los electores, más proclives fueron a votar por el PRI. Esto sugiere que las clientelas a las que la izquierda apeló desde hace más de 20 años —el lema político de Andrés Manuel López Obrador es “por el bien de todos, primero los pobres”—, les fueron arrebatadas por el PRI.

Pero esto sólo no permite profundizar en el porqué el PRI ganó en todos los municipios del estado de México, muchos de ellos pobres, incluidos los connurbados al oriente de la ciudad de México. Un análisis más riguroso obligará a adentrarse en la forma como ha gobernado el PRD —y para efectos prácticos también el PAN—, a fin de determinar si se dio un voto de castigo en contra de ellos.
Esta variable no tendría que ver directamente con las estrategias de campaña, que son coyunturales, sino con una revisión de la forma como los partidos se están relacionando con sus electorados. En ese mismo sentido, se puede argumentar que la política social del gobierno mexiquense, que ayudó al PRI en la elección, fue más eficaz que la política social del gobierno federal, que buscaba impulsar al PAN, lo que se explica —y obliga a replantearse estrategias— porque los recursos federales no son directos, tienen más controles y salvo casos específicos, como el Seguro Popular, llegan a ser ambiguos.
El Estado de México sí es un laboratorio político, pero no como algunos suponen. Los resultados en la lucha por la gubernatura no se trasladan mecánicamente a la elección presidencial —en 1999 arrasó el PRI y Vicente Fox ganó la Presidencia, y en 2005 sucedió lo mismo, pero la elección la ganó Felipe Calderón—, sino porque su tamaño, densidad electoral y condiciones geográficas, permiten probar maquinarias políticas, estrategias, mensajes, discursos y spots.
En este caso también servirá para ratificar que el candidato es más importante que el partido, una variable probada desde hace 50 años en el mundo, que rara vez ha fallado, y que se soslayó en la elección mexiquense.
rrivapalacio@ejecentral.com.mx

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