23 jul 2011

Horror en la isla de Utoya

Horror en la isla de Utoya: "Debéis morir, debéis morir todos"
Disfrazado de policía, el noruego detenido sembró el pánico en la pequeña isla cercana a Oslo al disparar de forma indiscriminada
EL PAÍS - Madrid - 23/07/2011
"Debéis morir, debéis morir todos". Son las palabras que, según un testigo que sobrevivió a la matanza en la que fueron asesinadas al menos 84 personas, gritaba Anders Behring Breivik cuando, vestido con un traje de policía para saltarse las medidas de seguridad, comenzó a disparar a los cientos de jóvenes que participaban en el campamento de verano de las juventudes del Partido Laborista de Noruega en la isla de Utoya, en el lago de Tyrifjorden . Un lugar que fue "un paraíso de juventud, ahora transformado en un infierno", según ha dicho emocionado el primer ministro noruego, Jens Stontelberg, al recordar todos los veranos que pasó allí de joven. "Lo que más me duele es que este lugar en el que he estado cada verano desde 1979, en el que he sentido alegría, compromiso y seguridad, ha sido golpeado por una brutal violencia".
Según van pasando las horas, se van conociendo nuevos detalles sobre la matanza llevada a cabo en la isla. La policía ha asegurado que en el momento en que Behring empezó a disparar llevaba dos armas encima. Por los testimonios de la gente que se encontraba en la isla, es posible que más de una persona ayudara al asesino, aunque los agentes todavía no lo pueden confirmar. Según las autoridades, cuando la policía llegó a Utoya y pidió a Behring que tirara sus armas, este lo hizo sin mayor resistencia.
Utoya, a unos 40 kilómetros de Oslo, pertenece al Partido Laborista de Noruega desde los años 50. Es allí donde desde los 70 la sección de jóvenes del partido, la Liga de Jóvenes Trabajadores (AUF en las siglas en noruego) montan campamentos de verano. En esta ocasión había entre 500 y 600 personas, la mayoría jóvenes de entre 16 y 22 años. Uno de ellos, Adrian Pracon, de 21 años, habló con la cadena CNN desde la habitación del hospital donde le atendieron de sus heridas: "Yo y otros dos nos quedamos tumbados boca abajo y sobrevivimos por los cuerpos que pudimos ponernos encima y fingir que estábamos muertos". "Podía sentir su respiración; podía oír sus botas".
También sintió al asesino de cerca Thorbjorn Vereide. Estaba escondido con un grupo de unas 30 personas cuando llegó el asesino. Solo cinco sobrevivieron. "Parecía muy concentrado. La gente esta tirada en el suelo y él les disparaba por la espalda. Disparó a todos dos veces para asegurarse de que morían", ha contado el joven de 22 años al diario noruego DagBladet. Vereide logró refugiarse en una cavidad a la que se accedía desde el mar. "Nos decía a gritos que el peligro había pasado y que saliéramos para que un barco nos rescatara", relata.
Alrededor de las 17.30 del viernes, un par de horas después de la explosión en Oslo, Anders Behring Breivik, llegó a la isla disfrazado de policía para simular que formaba parte del equipo de seguridad. Los asistentes al campamento se encontraban reunidos en ese momento en una gran sala del edificio principal de la isla, donde los organizadores estaban informando sobre el atentado del centro de Oslo.
Según el testimonio de Marie Melgaard, periodista del diario DagBladet, "el asesino, vestido de oficial de la policía, organizó un encuentro sobre el ataque en Oslo. Casi todos los presentes, excepto los que estaban en las duchas o en las tiendas de campaña, se congregaron a su alrededor para que les contara lo sucedido. 'Reuniros que os voy a contar lo que ha sucedido', dijo. Cuando se acercaron a él, empezó a disparar".
Y comenzó el caos. Durante una hora y media el tirador recorrió la isla a sus anchas, "andando lentamente, sin correr", según varios testigos, hasta que llegó la policía a la isla, en helicóptero y en lanchas, sobre las 19.00. A la reunión asistían 560 jóvenes y estaba previsto que les visitara el primer ministro. Muchos de ellos dormían en la isla con tiendas de campaña. Las imágenes ofrecidas por las televisiones del país mostraban a decenas de jóvenes presa del pánico intentando huir a nado de la isla. El agua es el lugar hacia el que todo el mundo intentó huir, pero según los testigos, el tirador les siguió hasta la orilla. Los nadadores intentaban salvar la distancia que separa la isla de la costa, aproximadamente un kilómetro. Muchos tuvieron que volver ya que el agua estaba demasiado fría y con sus vestimentas y calzado nadar resultaba demasiado difícil. Otros intentaron esconderse en los arbustos o subir a árboles, "pero también fue tras ellos" según ha contado a la CNN Bjorn Jarle Roberg-Larsen, un miembro del partido.
"De pronto, escuchamos disparos detrás de un montecito", narra en su blog Khamshajiny Gunaratnam, una de los asistentes al campamento en la isla, de 23 años. "Nos dijimos: ¿Qué está persiguiendo aquí? No puede ser otra cosa que un cazador...". "Corrimos y corrimos. Lo peor es cuando supimos que estaba vestido como un policía. ¿En quién íbamos a confiar? Si aviso a un policía, ¿es este el tipo que va a venir a nuestro rescate?" cuenta Gunaratnam.
"Acercaos, tengo información importante, acercaos, no hay nada que temer", dijo el atacante antes de abrir fuego, según ha contado Elise, una niña de 15, a la agencia NTB . Elise se escondió tras una roca y el asesino pasó cerca, según su relato: "La gente corría como loca por todas partes. Él disparaba y disparaba".
La descripción que los testigos han hecho de Anders Behring Breivik , un hombre rubio, de origen noruego, de 1,90 metros y unos 32 años, coincide con la facilitada por la policía. Es de lo poco que ha transcendido sobre el sospechoso. La policía ha confirmado que Behring Breivik tendría vínculos con partidos de la extrema derecha y que fue arrestado en la misma isla, aunque no ha dado más detalles.
El hombre que odiaba a muerte el Islam y el mestizaje cultural
Anders Behring Breivik, un joven educado y de clase media, noruego de pura cepa, destruye el paraíso de Noruega.- Perteneció al segundo mayor partido de Noruega y fue masón
RICARDO MARTÍNEZ DE RITUERTO - Bruselas - 23/07/2011
Anders Behring Breivik, detenido como autor a sus 32 años de la mayor matanza en Europa desde la de marzo de 2004 en Madrid, dejó el pasado domingo un twitter con una cita atribuida a John Stuart Mill, una de las cumbres del pensamiento filosófico y político del siglo XIX: "Una persona con una creencia iguala la fuerza de 100.000 que solo tienen intereses". La cita está orientada, pero es errónea. "Una persona con una creencia es un poder social igual a 99 que solo tienen intereses", escribió en realidad Stuart Mill en Consideraciones sobre el gobierno representativo.
El desajuste de las citas es revelador de la personalidad de Breivik, un hombre con formación, ambiciones y desmesura, que mal dirigidas han hecho saltar por los aires el universo paradisiaco y autocomplaciente en que vivían los noruegos, admirados en todas las latitudes por su equilibrio, contención, discreción y responsabilidad.
En su página de Facebook (que ha sido bloqueada) el asesino de Oslo presentaba como uno de sus libros favoritos otro de Stuart Mill, el titulado Sobre la libertad, donde el pensador inglés dejó escrito que "si toda la humanidad menos uno tuviera una opinión y una sola persona tuviera la opinión contraria, la humanidad no tendría justificación para silenciar a esa persona, del mismo modo que esa persona, si tuviera el poder, no tendría la justificación para silenciar la humanidad". Breivik o no llegó a ese pasaje o cruzó por esas palabras sin que le dejaran huella. La huella de sangre la ha dejado él, armado con una pistola y un fusil y decidido a silenciar para siempre a todos los jóvenes socialistas que pudiera, precisamente por no tener su misma opinión. Como también atacó, según las sospechas policiales, con una descomunal carga explosiva las dependencias del primer ministro, Jens Stoltenberg, otro aborrecido socialista.
Autodefinido como políticamente conservador y cristiano en Facebook, Anders Behring Breivik aparece en su página web como un hombre joven, soltero y ajeno a las estridencias. Este director de una explotación agraria que desarrolla la línea bio realizó estudios en una escuela de Comercio, gusta del deporte de la caza y era hincha del FK Lyn, uno de los históricos equipos de fútbol de la liga noruega, recientemente desaparecido por problemas económicos pese a ser un club de la parte occidental de Oslo, la zona rica de la ciudad en la que él creció. Junto al desaprovechado Sobre la libertad, Breivik coloca 1984, de George Orwell, y El proceso, de Kafka, entre sus obras favoritas, dos clásicos de calado, mientras cede a las pulsiones violentas a la hora de identificar los juegos electrónicos que le interesan o las series de televisión que le atraen, incluida Dexter, protagonizada por un policía forense de Miami que en sus horas libres hace justicia personal sobre quienes cree que han escapado indebidamente a la justicia de los tribunales.
El perfil corresponde como un guante a un hombre con ambiciones e inclinaciones intelectuales. Entre sus actividades favoritas incluye la de fundar y desarrollar organizaciones, junto a las de leer y escribir. Como intereses fija los análisis político y bursátil, mientras que a la hora de escuchar música se inclina por la clásica o por ese cóctel de absoluta contemporaneidad que supone la llamada vocal trance.
Un hombre sin aristas que deja el impacto para más adelante, a la hora de repasar sus retratos de "noruego de pura cepa", en palabras de la policía, alto, rubio, con incipiente perilla, frente ancha y despejada, y ojos verdes, un perfecto ejemplar de atractivo nórdico que se desvanece a la hora de mostrarse vestido como el aburguesado masón que también es.
Como decía ayer alguien en Oslo, "todo el mundo sabe su nombre, pero nadie sabe realmente quién es". Ni siquiera los vecinos, que le recuerdan como alguien cortés y nada más. Poco a poco van emergiendo detalles de esa otra vida e ideas políticas que componen un retrato que se acomoda mejor al drama nacional en que vive Noruega. Son particular reveladoras sus contribuciones a la web document.no, creada para alertar contra la invasión de Europa, en general, y de Noruega, en particular de gentes venidas de otras tierras e imbuidas de Islam. "Dígame de un país donde los musulmanes hayan convivido pacíficamente con los no musulmanes", inquiría hace unos meses Breivik antes de responderse que esa implantación ha tenido "consecuencias catastróficas para los no musulmanes". En otro momento se preguntó: "¿Cuándo ha dejado de ser el multiculturalismo una ideología dirigida contra la cultura europea, las tradiciones, la identidad y las naciones Estado?".
Para él, determinadas asociaciones de derechos humanos defensoras de las minorías no son sino "violentas organizaciones marxistas" que hay que combatir por todos los medios. Y los socialistas constituyen, a su juicio, la deletérea encarnación de ese mal. "No podemos tolerar que los socialistas subvenciones a estos Stoltenberg-Jugend, que sistemáticamente aterrorizan a los conservadores", escribía el luchador antimulticulturalidad que vivía disfrazado de pacífico masón y de modesto agricultor ecologista.
Stoltenberg-Jugend en su diatriba es la versión noruega de las Hitlerjugend (Juventudes hitlerianas), las mismas juventudes socialistas que iban reunirse plácida y desenfadadamente durante este fin de semana en la isla de Utoya, vecina a Oslo. Breivik aborrecía a Stoltenberg, el jefe de Gobierno objetivo del primero de los ataques del viernes, como también a su antigua predecesora, Gro Harlem Brundtland, tan apreciada por los noruegos que algunos llegan a referirse a ella como landsmoder (madre de la patria). En algún escrito Breivik la etiqueta como landsmo(r)der, donde el añadido la convierte en "asesina de la patria".
A Utoya acudió disfrazado de policía, llevando hasta el final su camaleónica capacidad de camuflarse como un simple noruego fuera de toda sospecha. Su empresa agrícola era una tapadera para conseguir medios para un activismo político que estaba fuera del circuito convencional desde que abandonó hace alrededor de un lustro, al dejar de pagar su cuota y sin que nadie le echara de menos, el Partido del Progreso, en cuyas juventudes también militó, la derecha ultranacionalista y xenófoba de Noruega, que en las elecciones de 2009 obtuvo un 23% de sufragios y con 41 escaños se convirtió en la segunda fuerza política nacional. Timoneado por la carismática Siv Jensen, el Partido del Progreso arremete una y otra vez contra la permisividad y entreguismo de los socialistas, cómplices, dice Jensen, de la progresiva islamización de la sociedad.
Esa retórica le parecía insuficiente al cada vez más arrebatado Breivik, que en sus intervenciones en la web puso como ejemplo de auténtico líder conservador a Geert Wilders, azote del Islam y del multiculturalismo en Holanda. El joven noruego se había convertido en un Savonarola contra el pactismo, la corrección política y la tolerancia y creía que había que promocionar sus ideas en el más allá de los confines nórdicos, en especial entre británicos, alemanes, franceses y estadounidenses, como escribió en una de sus intervenciones. Jensen se manifestaba ayer sorprendida por la mortífera odisea de su antiguo correligionario, de quien decía que era casi un desconocido entre los militantes del partido, y hacía un llamamiento a la unidad nacional en esta hora traumática.
En la feliz Noruega ni la policía tenía noticia particular del ciudadano ejemplar Breivik. En un reciente informe los servicios secretos aseguraban que "los extremistas de derecha y de izquierda, no constituyen una amenaza seria en 2011 para la sociedad noruega

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