7 nov 2011

Grecia, Italia…, otra vez el Club Méditerranée

Grecia, Italia…, otra vez el Club Méditerranée/Josep Oliver Alonso, catedrático de Economía Aplicada en la UAB
EL PERIÓDICO, 06/11/11;
El esperpento griego parece haber parido un acuerdo final para formar un Gobierno de concentración con la derecha de Antonis Samaras. Lo afirmo en condicional porque vaya usted a saber qué harán finalmente los griegos. De hecho, desde el principal partido de la oposición ya se afirma que quizá sería mejor un adelanto electoral. Pero, sea cual fuere el futuro inmediato de Grecia, todo apunta a que sus élites han comprendido que no tienen alternativa. Y que cualquier coqueteo con la idea de abandonar el euro es suicida, como muestra la huida de depósitos de su banca. Además, la presión de las autoridades europeas ha sido insoportable, en especial al advertir que los 8.000 millones de euros que había que entregar ahora no se librarían, lo que implicaba dejar de pagar a pensionistas y trabajadores públicos. A la oposición de derechas no le ha quedado más remedio que dejar de frenar los planes europeos y, pese a su evidente impopularidad, apoyarlos.
En fin, hay que confiar en que lentamente se reconduzca la situación griega a la casilla de salida de la cumbre del 26 de octubre, cuando, bajo la dirección de Angela Merkel y Nicolas Sarkozy, se aprobó el plan más ambicioso nunca diseñado para salvar el euro. A ello contribuirá la inmediata puesta en marcha de la ampliación de recursos del Fondo de Estabilidad, decidida en el G-20, y a la que, según parece, China podría aportar unos 100.000 millones de dólares. En este triste episodio griego, tengo que reconocer que una de las voces más claras ha sido la de Sarkozy, ligando el futuro del euro al de la Unión Europea (UE). Y recordando que nuestro continente tiene el récord mundial de guerras, matanzas y destrucción. En estas horas bajas que vivimos, recordar el origen del experimento europeo no es ocioso.
El norte y el sur
Lamentablemente, el gran problema no es Grecia. Es Italia. Y ahí, algunos acuerdos y desacuerdos de la reunión del G-20 en Cannes producen escalofríos. Como quien no quiere la cosa, se filtra que el Fondo Monetario Internacional (FMI) ha ofrecido a Italia un crédito de 62.000 millones de dólares que Berlusconi no ha aceptado. Porque, en su opinión, Italia está muy bien, como lo demuestra… ¡Lo llenos que están los restaurantes! ¡Dios mío! ¿En manos de quién estamos? Pero la presión europea e internacional ha obligado a Italia a aceptar unas humillantes condiciones de control: representantes de la UE y del FMI emitirán trimestralmente un diagnóstico de la velocidad y profundidad con la que se aplican sus reformas. ¡Suerte que Italia no está intervenida!
La voluntad alemana, con el incondicional apoyo francés, de salvar el euro, junto a la necesidad del resto del mundo de que nuestra crisis entre en vías de solución, dibujan un horizonte positivo. Pero cada uno de los dramáticos acontecimientos que hemos vivido estos dos últimos años apuntala la idea de un sur europeo indolente, incapaz de ponerse de acuerdo, con unas castas políticas cuyo único interés es perpetuarse. No es casual que el Banco Central Europeo (BCE) acabe de publicar un documento de trabajo sobre la influencia de la religión en el comportamiento dual, político y económico, europeo: otra vez el protestantismo del norte frente al catolicismo sureño.
El evidente racismo con el que se califica al sur desde la prensa anglosajona o desde cierta prensa alemana y nórdica no debería confundirnos. Contemplar cómo nadie en el sur, de Portugal a Grecia pasando por España e Italia, ha sumado esfuerzos para abordar la crisis y, en cambio, se ha utilizado como arma eficaz para desbancar al Gobierno de turno provoca estupor y causa un desánimo feroz. Y además refuerza la visión nórdica de un sur que, aparte de perezoso, es inepto. Pero nada es gratis. Y cuando hayamos superado la crisis, esta creciente brecha nos pasará factura. Para el centro y el norte europeos, hemos regresado a los 70: ¡viva el sol y el Club Méditerranée!

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