19 may 2012

El homenaje "privado" en Bellas Artes

Palacio de Bellas Artes, DF, 12 horas del día 16 de mayo de 2012
Homenaje Luctuoso del escritor Carlos Fuentes (1928-2012).
El cortejo fúnebre llegó a eso de las 12 del día, la carroza negra fue colocada enfrente de Bellas Artes ante el silencio profundo y la mirada atónita de la gente; las figuras de Fernando Botero fueron mudos testigos. (Por cierto la exposición de Botero estará hasta el 10 de junio del 2012).
El Presidente Felipe Calderón salió al vestíbulo del Palacio a recibir el cuerpo del escritor. La viuda de Fuentes, Silvia Lemus, llegó acompañada de la directora de Conaculta, Consuelo Sáizar- Estaba también su hija Cecilia y la hermana del escrito Bertha Fuentes; adentro esperaban algunos miembros de la comunidad cultural y académica del país, y "colados".

Bastaba ser amigo de la gente Conaculta o ir bien vestido de negro para poder entrar.
Y aunque la gente –los lectores de Carlos Fuentes-  fue convocada no la dejaron entrar. Muchos nos quedamos fuera, entre ellos estaba el crítico literario y amigo de Carlos Fuentes,  Emmanuel Carballo y su señora esposa; aproveché ´para charlar con  ambos sobre el autor de “La Muerte de Artemio Cruz”.
Ya era casi las 12: 40 horas los discursos del Presidente Calderón y de Federico Reyes Heroles  ya había empezado, también don Carlos Prieto había interpretado Sarabanda, de Johann Sebastian Bach.
Los “proles” querían  pasar, empero los guardias de seguridad no lo permitían. ¡No pasa nadie más, decían los de Estado Mayor, muy en su papel! A Elenita Poniatowska y otros más lograron colarse por una de los arcos laterales. El sol pegaba duro. Y  en eso que llega una dama de negro, ya otoñal, se coloca a mi lado  “déjenla pasar o que ¡no sabe quién es? ¡Es una persona muy importante!” dijo una de sus acompañantes.  Los guardias ni se inmutaron, no sabían quien era; yo la reconocí de inmediato y supe que era  María Teresa Uriarte, coordinadora de Difusión Cultural de la UNAM, la que llegó en lugar de  Sealtiel Alatriste.
Los guardias han de haber pensado “no pasa a menos que sea la esposa del Presidente” Que curioso, me dije. Si Francisco Labastida Ochoa hubiera sido Presidente, Tere hubiera sido Primera dama y  no hubiera tenido problema para ingresar al recinto; además traería gente  Estado Mayor presidencial cuidándola.

Minutos después Uriarte pudo entrar, tenía que alcanzar al rector Narro, su jefe, quizás alcanzo el final del homenaje. Emmanuel Carballo y su esposa no tuvieron suerte.
Pasada las 13 horas se abrió el recinto al público, dice bien la crónica de Judith Amador para la agencia APRO (abajo) "Tuvieron que pasar al menos 20 minutos más luego de que Calderón abandonó el Palacio, escoltado por varias camionetas, para que la gente pudiera comenzar a entrar, entre empellones, pisotones y codazos de los guardias que sustituyeron al EMP..."
El cadáver de Fuentes estuvo en Bellas Artes hasta las 17.30 horas. Por cierto justo a las 17:5 horas y sin proponérmelo iba caminando por Reforma Bucarelí, me paró y ¡oh sorpresa!, me topo de nuevo con la carroza que llevaba los restos del autor de “Aura”, iban a ser cremados y luego ser enviados a Francia junto a los restos de sus hijo, Carlos y Natasha.
Descanse en paz.,
Escribí estas líneas en el Blog del periódico El País.
Carlos Fuentes vivió feliz muchos años…70 para ser exactos.
Hasta que sufrió el mayor golpe que puede recibir un padre: la muerte de sus hijos; de sus tres hijos Carlos vio morir a dos, los que procreo junto a Silvia Lemus: Carlos (murió en 1999, víctima de la hemofilia que lo aquejaba desde niño, y en agosto de 2005 murió Natasha, tenía 29 años; Sobrevive. Cecilia, fruto de su primer matrimonio, con la actriz Rita Macedo.
Hay una anécdota que publica El País, en la que fue su última entrevista, y lo retrata muy bien. Le dijo el escritor a Francisco Peregil que llegó a vivir a Bs As, a la edad de 15 años...y que se enamoró de una dama que le doblaba la edad.: "Yo tenía 15 años, ella 30. Y siempre que regreso tengo la sensación de que rejuvenezco, de que vuelvo a tener 15 años y dónde está la francesita de enfrente, ¿no?
 - ¿Fue correspondido?, le pregunta el reportero.
 A lo que responde:
- Mmmuy correspondido porque el marido estaba dirigiendo películas el día entero.”
¡Y lo bueno que marido nunca se enteró. Fuentes fue un caballero no dio el nombre de aquella dama que le doblaba la edad, sólo dijo que era una francesa.!
Así era Carlos Fuentes. Por cierto, la Academia le negó el Nobel. Lástima!
Decían  antes que los poetas y los escritores cuando se morían irían al Limbo, ese era el lugar que tenían reservado (hasta antes de Benedicto XVI); bueno pues hoy hay reunión en El Limbo…Están convocados para darle recibimiento a Fuentes sus amigos; Octavio Paz, Ali Chumacero y Carlos Monsiváis. Me imagino la reunión.
Por cierto, acabo de estar en Bellas Artes; y es muy lamentable que los burócratas de Conaculta no hayan dejado pasar a la gente común y corriente al homenaje, y entre ellos estaba el poeta don Emmanuel Carballo, quizás nuestro mayor crítico literario, hoy. Lástima
*
Una buena crónica de los funerales, coincido
Dan en Bellas Artes el último adiós a Carlos Fuentes
Nota de Judith Amador Tello
APRO-Proceso 16 de mayo de 2012
MÉXICO, D.F. (apro).- Anunciado por las autoridades culturales del país como un homenaje póstumo abierto al público, el último adiós al escritor Carlos Fuentes en el Palacio de Bellas Artes fue en realidad una ceremonia luctuosa casi privada, a la que sólo tuvieron acceso políticos, intelectuales y algunos invitados especiales.
La despedida a Fuentes inició casi al mediodía. Poco antes de esa hora fueron llegando al coloso de mármol –que fue cercado por elementos del Estado Mayor Presidencial– los asistentes, encabezados por el presidente Felipe Calderón y su esposa Margarita Zavala.
Fue precisamente Calderón el que salió al pórtico del Palacio a recibir el cuerpo de Fuentes. La viuda del escritor, Silvia Lemus, llegó acompañada de la directora de Conaculta, Consuelo Sáizar.
Ya dentro del emblemático edificio en el que también se han rendido homenajes de cuerpo presente a personajes de la talla del poeta Octavio Paz y el pintor y muralista Rufino Tamayo, al comediante  Mario Moreno Cantinflas y a la cantante Lola Beltrán, el féretro de Fuentes fue colocado al centro del vestíbulo y de inmediato fue cubierto con la bandera nacional que el propio Calderón terminó de acomodar.
Instantes después de que el violonchelista Carlos Prieto interpretó la obra Sarabanda, de Johann Sebastian Bach, el politólogo Federico Reyes Heroles pronunció un largo discurso, siempre dirigiéndose a Silvia Lemus, Bertha Fuentes, Cecilia y Bertha Fuentes, hija (de su matrimonio con Rita Macedo) y hermana del escritor, respectivamente, en un largo discurso.
Reyes Heroles recordó que allá por los años sesenta, en un buque en el cual viajaba con su madre, conoció a Fuentes:
“Mira, está Carlos Fuentes, vamos a saludarlo”.
Ellos se conocían desde muy jóvenes en el Servicio Exterior Mexicano, y Reyes Heroles, era un niño.
Rememora que lo interrumpieron en la biblioteca y su madre sólo le dijo: “es un gran escritor”.
El halo de misterio, prosiguió, se le develó después cuando “con los años comprendí que el quehacer del escritor era ampliar el alma para sentir más y mejor y poder pulir esos sentimientos en negro sobre blanco, atraparlos en palabras.”
Mencionó también que el autor de Aura, La muerte de Artemio Cruz, Gringo Viejo y “tantas más” fue discípulo del polígrafo regiomontano Alfonso Reyes, y defendió su tesis de que “la cultura es universal o no es cultura, lo demás es folclor; por eso, dijo, se lanzó a una aventura magna como la de El espejo enterrado en donde habla de Zurbarán o de las Bodas de Fígaro, espléndido texto en que cruza los mares para mostrar los puentes invisibles pero indestructibles que unen una y otra costa”.
Y enfatizó:
“¡Qué hombre más complejo y completo era Fuentes!”
En la explanada una muchedumbre esperaba, impaciente, participar en el homenaje privado. Muchos representantes de los medios de comunicación se quedaron afuera, pues la propia oficina de prensa de la Presidencia no previó que asistirían medios de comunicación internacionales y los gafetes se acabaron.
Algunos invitados se enrolaron en alegatos verbales con los miembros del EMP que sitió desde la víspera buena parte de la plaza. Elena Poniatowska pasó casi sin problema; a Ignacio Solares, director de la revista Universidad de la UNAM, le ayudaron los propios reporteros explicando a los guardias: “Es un escritor, dirige una revista ¿cómo es posible?”. Hernán Lara Zavala y Jorge Fernández entraron con una empleada de Bellas Artes.
El fastidio de la gente que llevaba horas bajo el rayo del sol, hizo de la espera un mitin: “¡Fuera Calderón, fuera Calderón!”.
Adentro, el Ejecutivo federal se explayaba en la lectura de algunos fragmentos del capítulo Muerte, del libro En esto creo.
“Cuando se trata de acompañar a la muerte, cuál es el tiempo válido para la vida. Freud nos advierte que lo que no tiene vida existió con anterioridad a lo vivo. El fin de toda vida es la muerte, una reina todopoderosa que nos precedió y seguirá aquí cuando desaparezcamos.
“Nos anunció antes de ser. Y nos recordará después de haber sido. O más bien, la nada que nos precedió y que nos seguirá, sólo se vuelve consciente en tanto naturaleza, no en tanto nada, gracias a nuestro paso por la vida.
“La muerte espera al más valiente, al más rico, al más bello. Pero los iguala al más cobarde, al más pobre, al más feo, no en el simple hecho de morir, ni siquiera en la conciencia de la muerte, sino en la ignorancia de la muerte.”
Y remató ya con sus propias palabras:
“Ni su pensamiento, ni sus libros, ni su crítica, morirán jamás. Carlos Fuentes vivirá en sus obras, en su palabra, en varias generaciones  de mexicanos. Carlos Fuentes ha muerto, para ser amado más.”
Rapidito y en silencio
A la cabeza del féretro, un arreglo floral de la Presidencia remataba una fotografía en blanco y negro del escritor en su biblioteca. Diversas coronas flanqueaban, asimismo, las dos escaleras de mármol negro que van al primer piso. Las que llegaron más tarde se fueron acomodando en el vestíbulo, entre ellas la de Mario y Patricia Vargas Llosa o la del Fideicomiso del Centro Histórico de la Ciudad de México. Arrumbada, solitaria, casi a la entrada del elevador, fue colocada la de la candidata panista, Josefina Vázquez Mota.
El jefe de Gobierno del Distrito Federal, Marcelo Ebrard, también habló de Fuentes. Sin leer un discurso aludió a que fue un “entrañable amigo”, lo calificó como “un gran mexicano” que, subrayó, marcó a su generación. Lo evocó además como un “militante de México”, pues ciertamente no fue militante de partido alguno, aunque sí embajador en el gobierno de Luis Echeverría, artífice de la Megabiblioteca de Fox y presto en avalar al gobierno de Felipe Calderón.
Dijo que le “indignaba la escandalosa desigualdad mexicana” y que una de sus últimas reflexiones fue acerca de cómo hacer de México una nación exitosa”.
Esa desigualdad se reflejó hasta en su homenaje, pues mientras adentro los invitados escuchaban los discursos sentados plácidamente, la multitud seguía aguardando que las puertas del Palacio se abrieran para dedicarle a su modo el último adiós.
En su intervención, la directora de Conaculta, Consuelo Sáizar, aludió a que la Internet dio cuenta hoy de cómo la muerte de Carlos Fuentes “sacudió ayer al mundo”, las páginas de todas las publicaciones “consignan no que Fuentes se haya ido, sino que nos quedamos sin él” (aunque vale decir que la página de Google estuvo dedicada hoy al autor de Pedro Páramo, Juan Rulfo, por el 95 aniversario de su nacimiento). Acostumbrada a citar las palabras de otros en sus discursos recordó frases de Jorge Volpi, a quien se ha considerado su discípulo, Juan Villoro y especialmente las de José Emilio Pacheco, quien dijo:
“Carlos Fuentes es el gran novelista de este país y su sitio como figura intelectual, nadie podrá llenarlo.”
Tras los discursos se  montó la primera guardia de honor, con Calderón, Silvia Lemus, Margarita Zavala, Bertha Fuentes, Ebrard, su esposa Rosalinda Bueso, Sáizar y José Ángel Córdova Villalobos, el titular de la SEP.
Tuvieron que pasar al menos 20 minutos más luego de que Calderón abandonó el Palacio, escoltado por varias camionetas, para que la gente pudiera comenzar a entrar, entre empellones, pisotones y codazos de los guardias que sustituyeron al EMP.
Larga la fila para pasar delante del féretro, decepcionó sin duda a muchos que aguardaron más horas fuera que los pocos minutos que pudieron estar frente al escritor, pues los empleados de Bellas Artes apuraban:
“Aprisa, aprisa, que hay mucha gente”.
Nada de fotos, apenas unos minutos para depositar flores, libros, mostrarle, como si aún pudiese ver, volúmenes autografiados, el único que ignoró a quienes escoltaban el féretro y se lució frente a las cámaras fue Rafael Acosta, Juanito, que, inconfundible, llevaba su banda tricolor en la frente. Le siguieron gente de todas las clases y edades.
Algunos se persignaron, aplaudían quedito, no faltó quien casi se arrodilló pero apenas inclinándose pues no hubo tiempo para más. Sólo un grupo de jóvenes universitarios echaba goyas fuera y dentro del recinto.
La gente reclamaba a Fuentes como del pueblo, en tanto Silvia Lemus anunció que los restos del exdiplomático serán cremados y llevados a París donde están también los de sus hijos.
Luego de cinco horas y media, a las 17:30 horas, los restos de Carlos Fuentes salieron rumbo a la agencia funeraria Gayosso de Félix Cuevas, donde fueron cremados.
 Al iniciar su mensaje, el Presidente destacó que Carlos Fuentes, miembro de la generación del “Boom” e integrada también por los escritores Gabriel García Márquez, Julio Cortázar y Mario Vargas Llosa, contribuyó a colocar en la vanguardia mundial a la literatura de América Latina. En una época donde estos escritores hicieron converger las letras hispánicas con la modernidad.
“Generaciones enteras de mexicanos hemos disfrutado de su prosa, de su imaginación, de la claridad de su lenguaje, de su reflexión puntual, de su cine, de sus consejos y de sus críticas”, dijo el Presidente al referirse a algunos de los méritos que le valieron al escritor premios como el Rómulo Gallegos, el Premio Cervantes y el Príncipe de Asturias.
 En medio de su discurso, el Presidente mencionó que el mejor homenaje que puede hacerse a un escritor de la talla de Carlos Fuentes es leer sus libros y comenzó a leer fragmentos de “En esto creo”, del capítulo “Muerte”. De pronto, las palabras de Fuentes fueron escuchadas en Bellas Artes por todos los asistentes al homenaje.
 “Puntuales o impuntuales, vivimos de acuerdo con los horarios de la vida, pero la muerte es un tiempo sin horas. Tendré más gloria que la de imaginar que mi muerte es singular, sólo para mí, butaca preferente en el gran teatro de la eternidad”.
 Después de finalizar su lectura, el Presidente aseguró que ni el pensamiento de Carlos Fuentes, ni sus libros, ni su crítica morirán jamás, pues vivirán a través de sus obras en varias generaciones de mexicanos.

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