26 sept 2012

Felipe Calderón en la ONU

Participación del Presidente Calderón en el 67° Periodo de Sesiones de la Asamblea General de la ONU
Nueva York, EU, a 26 de septiembre de 2012
Dijo con voz fieme que el mundo se enfrenta a cuatro desafíos, a saber: la actual emergencia económica; el referente a los Objetivos del Milenio, el cambio climático y cuando abordó el cuarto reto que nos enfrentamos hoy: la  delincuencia organizada transnacional, que está segando la vida de miles y miles de jóvenes y que es una de las más graves amenazas globales de nuestros tiempos.
Y alzó la voz y dijo:
“Las organizaciones criminales articulan redes de operación en torno a los grandes flujos ilegales, no sólo de droga, flujos ilegales de armas, flujos ilegales de dinero, flujos ilegales de la inadmisible trata de personas.
Y para controlar sus mercados, su oferta y sus clientes, y para cobrar la renta a ciudadanos honestos en los lugares que dominan, utilizan la violencia.
Bajo esa lógica, buscan controlar territorios y cooptar gobiernos. Le disputan la fuerza del Estado al Estado mismo. Aprovechan la debilidad o la franca corrupción institucional para establecer sus cotos de poder y su impunidad.
Se enquistan en las comunidades y ahí controlan todo lo que pueden controlar. Cobran cuotas a la gente honesta por su trabajo. Cobran cuotas a los empresarios y a los ganaderos, y controlan, además, delitos, como la extorsión, el robo y el secuestro.
El crimen organizado, señoras y señores, es una de las principales causas de muerte, hoy en día, es una de las principales causas de la violencia, que Naciones Unidas tiene obligación de combatir. Es una de las mayores amenazas, también, para la democracia en el Siglo XXI.
Vaya si México ha padecido las consecuencias de ello, y que son también las consecuencias, por desgracia, de años de inacción ante la expansión brutal de este fenómeno delictivo.
Por ello, proteger a las familias, proteger a los mexicanos, protegerlas de la criminalidad ha sido para mi Gobierno, no sólo un imperativo legal, constitucional, sino, también, un imperativo ético, político, un imperativo categórico.
Y hemos combatido con fuerza, con determinación, con coraje, esta amenaza, inadmisible para nuestros pueblos. Y lo hemos hecho convencidos de que nuestro principal deber, como gobernantes, es proteger a las familias.
Al mismo tiempo, hemos impulsado una transformación verdaderamente histórica en las instituciones encargadas del cumplimiento de la ley. Porque estamos desarrollando nuevas y mejores capacidades policiacas y judiciales en la lucha por la seguridad. Necesitamos nuevas y mejores capacidades, que sepan defender la libertad y la legalidad.
Lamentamos, sin embargo, que este esfuerzo no se observa por igual en todos los países que debieran hacerlo.
Quiero, explícitamente, lamentar ante ustedes, por ejemplo, que la Conferencia Diplomática realizada aquí mismo, en julio pasado, no llegó a ningún acuerdo para adoptar el Tratado sobre Comercio de Armas. Y eso hubiera sentado las bases para controlar una venta irresponsable de armas de alto poder al crimen organizado transnacional.
Sepan ustedes que, en mi Gobierno, en estos casi seis años, hemos decomisado más de 150 mil armas a los criminales. 150 mil armas.
Y, por ello, México impulsa un Tratado que limite o que prohíba, por lo menos, que regule, la transferencia de armas convencionales, porque sabemos que existe el riesgo, sabemos que eso pasa, que éstas no van a las manos de los buenos ciudadanos que quieren defender a su Patria.
Van a las manos de los criminales. Sí, para eso es el negocio de la industria: para cometer violaciones horribles y sin precedentes al derecho internacional y a los pueblos.
Ahora bien. El tráfico de armas sólo es una arista del problema. Es un problema complejo. Hoy tenemos, señoras y señores, que reconocer, entre todos, una verdad indiscutible: el consumo de drogas ilegales en muchos países desarrollados está matando a miles y miles de jóvenes en los países de producción y de tránsito. Está causando una violencia que nuestros pueblos no merecen.
Los países consumidores de droga no han avanzado o al menos no han avanzado de manera relevante en la reducción del consumo de esas drogas. Y aquí hay mucho trabajo por hacer en materia de la reducción de la demanda, de la prevención de las adicciones.
Se requiere redoblar esfuerzos para atender este problema de salud pública: políticas preventivas contra las adicciones, campañas en los medios de comunicación, que hagan entender a los jóvenes de todo el mundo que las adicciones a las drogas son la nueva esclavitud del Siglo XXI, son una cadena pesada que ata al adolescente de por vida, hasta su muerte, a su proveedor.
Pero, al margen de eso, necesitamos recordar, también, señores, que el mayor poder de las organizaciones criminales.
De dónde viene.
Viene de los multimillonarios recursos económicos con los que se financian. Recursos que, a su vez, fluyen de los países consumidores de droga. Y mientras no se detenga esa montaña de dinero, mientras no se detenga el flujo de dinero que pagan los consumidores, la delincuencia organizada va a seguir comprometiendo la paz y va a seguir acechando sociedades enteras y gobiernos.
Por eso, aquí, en esta alta tribuna del mundo, quiero decirlo con toda claridad: Ha llegado el momento de que los países consumidores evalúen con toda sinceridad, con toda honestidad, si pueden, si cuentan con la voluntad y con la capacidad para reducir el consumo de drogas de manera significativa y sustancial.
Porque si no es así, sino se puede reducir ese consumo, es urgente que tomen ya acciones contundentes para al menos reducir los extraordinarios flujos de dinero, que están terminando en las manos de las organizaciones criminales.
Sé que hasta ahora se ha seguido un enfoque bien intencionado. El enfoque es alejar la droga de los jóvenes, mediante el combate legal al tráfico de drogas. Pero tiene un problema fundamental: genera un mercado negro y las enormes ganancias derivadas del mercado negro, provocado por la prohibición, han exacerbado la ambición de los criminales, han aumentado todavía más el masivo flujo de recursos hacia sus organizaciones.
Esto les permite crear redes poderosas, les da una capacidad de corrupción prácticamente ilimitada, son capaces de comprar gobiernos y cuerpos policiacos enteros, dejando inermes a las sociedades, dejando indefensas a las familias, especialmente a las naciones más pobres.
Es cierto, una Nación poderosa puede tener un Poder Judicial poderoso, puede tener policías imbatibles.
Pero qué me dicen de las naciones pobres de nuestros continentes, y yo hablo por las nuestras, en América Latina y el Caribe; pero qué pasará con África, o con Asia, o con tantas naciones que no tienen el poder económico para hacerle frente a los criminales.
La creciente demanda de drogas, entendámoslo de una vez, le está dando a los criminales un poderío económico y que se está transformando, en algunos casos, en político, para hacerse de la voluntad de una autoridad.
Y, por otro lado, insisto, tanto dinero despierta en ellos tal ambición que se barre cualquier escrúpulo, y que los hace cometer las peores atrocidades y los peores actos de crueldad que haya visto la humanidad.
El dinero de los consumidores está causando la muerte de miles y miles de jóvenes, en América Latina, en el Caribe, por esa violencia asociada al narcotráfico. Y en particular, las naciones estamos sufriendo de manera mucho más aguda los efectos devastadores de esta situación, particularmente, nosotros.
Quiénes. Las naciones que estamos entre la zona de producción, por ejemplo, en Los Andes, en Sudamérica, y el mercado más grande del mundo de consumo de drogas, que son los Estados Unidos. Y ahí vamos, Colombia, y Venezuela, y Guatemala, y El Salvador, y Honduras, y el Caribe, Haití, Dominicana, Jamaica. Todos ellos.
Por eso, amigos, les comparto que en diciembre del año pasado nos reunimos los Presidentes de la zona, los Jefes de Estado y de Gobierno de Centroamérica, más México y Colombia, y estaba de invitado el Presidente de Chile, en lo que llamamos el Mecanismo de Concertación de Tuxtla, y ahí emitimos una declaración muy importante: La Declaración de Mérida.
Y ahí expresamos que es urgente lograr una sensible reducción de la demanda de drogas ilegales por parte de los países consumidores. Sí. Pero, también, dijimos que si esto no es posible las autoridades de esos países deben, entonces, tienen la obligación moral de explorar todas las alternativas para eliminar las estratosféricas ganancias de los criminales, incluyendo explorar las opciones regulatorias o de mercado, orientadas, precisamente, a ese propósito.
No sólo eso. Meses más tarde, nos reunimos todos los países del Continente en la VI Cumbre de las Américas, en Cartagena, Colombia. Y ahí varios mandatarios de América Latina reiteramos nuestra preocupación y llegamos a un acuerdo medular, desde Canadá hasta Chile, de darle un mandato a la OEA para analizar, sobre la base de evidencia científica, todas las opciones, todas las opciones que nos permitan combatir este flagelo con mayor eficacia.
También, acordamos por unanimidad, por cierto, establecer un esquema hemisférico contra la delincuencia organizada transnacional, que permita coordinar en tiempo real a las distintas entidades encargadas de la seguridad en el hemisferio.
Hoy, propongo, formalmente, que ésta, nuestra Organización de las Naciones Unidas, se comprometa en el tema, que haga una valoración profunda de los alcances y de los límites del actual enfoque prohibicionista en materia de drogas.
Y eso no implica que se deba bajar la guardia, nosotros no lo haremos. No vamos a ceder ni un milímetro a las organizaciones criminales, lo que sí significa es que los países debemos asumir las responsabilidades comunes que tenemos en el problema y que, también, son diferenciadas de acuerdo al origen y de acuerdo a la capacidad que cada quien tiene en el problema.
Y en cualquier caso, en cualquier caso, señores, cualquiera que sea ese marco regulatorio sobre el tema de drogas, todas las naciones y estoy convencido, particularmente, las economías emergentes, como México, estamos llamados a implementar una política integral en tres ejes.
Por un lado, combatir a la criminalidad, no rehuirla, no permitir que asiente su territorio como si fuera un Estado nuevo.
Dos. Fortalecer las leyes y las agencias interinstitucionales encargadas de aplicar la ley, en particular hay que limpiar, hay que depurar y fortalecer cuerpos policiacos, fiscalías, Ministerios Públicos y Poderes Judiciales.
Y, tercero, y todavía más importante. Hay que restaurar el tejido social, hay que ampliar de manera acelerada las oportunidades para los jóvenes, de educación, de salud, de trabajo, de esparcimiento.
Hay que hacerlo a través de universidades, bandas de música, equipos de fútbol, clínicas, clínicas de prevención y tratamiento de adicciones. Hay que poner en marcha políticas activas y masivas de prevención y tratamiento de adicciones entre jóvenes y entre adolescentes.
Eso es lo que ya estamos haciendo en México. Así lo estamos haciendo en nuestro país, en estas tres vertientes, que son un imperativo para cualquier Estado democrático.
Sin importar cuál sea la postura o la política en materia de combate a las drogas, es distinto, en cualquier caso es obvio que el Estado debe combatir a los criminales, tener mejores instituciones de cumplimiento de la ley y crear oportunidades.
Pero hoy hago el llamado, porque las naciones tienen, tenemos todos, aquí, en la ONU, que asumir esta responsabilidad que no se ha asumido, lo digo sinceramente, conforme a la magnitud e importancia del problema.
Repito, la mayor causa de homicidios violentos en el mundo la causa el crimen organizado, y ese es un tema que tiene que abordar Naciones Unidas.
Si los países desarrollados, los que consumen toneladas y toneladas de droga todos los días no pueden o no quieren reducir el consumo de drogas, al menos detengan el dinero que le mandan a los criminales; al menos detengan el flujo exorbitante de dinero con el que están financiando los consumidores la muerte de miles de jóvenes.
Y si eso no se puede, es el momento, insisto, de explorar alternativas diferentes al propósito no logrado nunca de reducir el consumo.
Es el momento en que la ONU no sólo participe en este análisis, la ONU tiene que encabezar y encabezar en serio, un profundo debate internacional, que nos permita hacer un balance, por una parte, de los alcances y las limitaciones de la política actual: qué es lo que ha dado, cuánto hemos avanzado en el actual enfoque prohibicionista, por ejemplo.
Y, por la otra, un estudio acerca de la violencia inhumana, inaceptable que genera la producción, la distribución, el tráfico y el consumo de drogas en el mundo, y que ha convertido, duele decirlo, pero así es, ha convertido a América Latina y el Caribe en la región más violenta del mundo.
Este balance, finalmente, debe examinar con honestidad, con rigor académico y con responsabilidad global cuáles pueden ser esas alternativas, debe explorar, específicamente, alternativas regulatorias o de mercado, que nos permitan saber si son o no verdaderas alternativas, que nos permitan terminar a todas las naciones juntas con este flagelo que está costando decenas de miles de vidas en nuestra región.
Así como la ONU examina y aporta soluciones para vencer problemas globales, que amenazan la integridad, la salud y la vida de millones de personas en el mundo; así como se ocupa de las hambrunas en el mundo; así como debemos ocuparnos de la hambruna en el Cuerno de África; así como debemos de ocuparnos de la epidemia, como el virus de la Influenza H1/N1, que nos tocó sufrir a México; así como debemos ocuparnos del cambio climático, es hora, también, de entrar en acción para detener esta ola de muerte que causa tanto sufrimiento a nuestros pueblos.
Así que, yo urjo, respetuosamente, urjo, exijo a las Naciones Unidas a que no sólo participe, sino que encabece una discusión a la altura del siglo XXI, y sin falsos prejuicios, nos lleve a todos encontrar soluciones a este problema grave con enfoques nuevos y eficaces.
Señor Presidente.
Señoras y señores:
Mi Gobierno concluye en pocos meses. Me enorgullece que México cuente ahora con una economía sólida que está en crecimiento y que genera 700 mil empleos anuales nuevos formales en el país.
Con satisfacción puedo decir que hoy México es más fuerte, más justo y más próspero, así lo demuestran nuestros índices de desarrollo humano en educación, salud, vivienda y empleo. Además de atender los cuatro desafíos a los que hecho referencia, quiero decir, que como comunidad mundial necesitamos fortalecer a la ONU desde adentro para que responda a los retos globales.
Una primera tarea es una reforma realista al Consejo de Seguridad, democrática, para hacerlo más representativo y para preservar su capacidad de acción, mediante el mejoramiento de métodos de trabajo y la rendición de cuentas de sus miembros.
Por otra parte, México celebra, señor Presidente, que haya usted propuesto, como tema central para este periodo de sesiones, la solución pacífica de controversias. Un tema crucial para la convivencia civilizada y la cooperación.
México es una nación comprometida con la cooperación, con la concertación de acuerdos
Nos preocupa, y sé que a ustedes también les preocupa, nos preocupa sinceramente la debilidad o, a veces, la franca inacción de nuestras organizaciones ante violaciones flagrantes al derecho internacional.
La grave situación de Siria, por ejemplo, es un peligro para la paz mundial y es algo que es indignante para todos. Condenamos, sin ambages, la represión del régimen de Damasco y la violencia generalizada que está diezmando a la población civil y que ha provocado ya una crisis de refugio en los países vecinos.
La parálisis del Consejo de Seguridad, ante crisis como la de Siria, debe hoy relanzar la voluntad, todos, la voluntad política para transformar ya nuestra Organización.
Así como se ha trasformado y embellecido el edificio de la ONU y se han quitado los residuos de asbesto que la acompañaron tantos años, es importante ya renovar la Organización para ponerla a la altura de las exigencias del Siglo XXI.
Y, también, por supuesto, condenamos el ataque terrorista, premeditado, contra el Consulado Estadounidense en Bengasi y el asesinato del Embajador estadounidense en Libia y de varios de sus colaboradores.
Señor Presidente:
Reitero que México cumplirá suficientemente con las Metas del Milenio, establecidas por esa gran Organización. Así lo demuestran nuestros índices de desarrollo humano en educación, salud, vivienda, empleo y seguridad social.
En el tema de seguridad, hemos combatido, con determinación, a las bandas criminales. Hemos actualizado nuestras leyes, hemos emprendido una profunda reestructuración institucional. Y, al mismo tiempo, hemos avanzado en la consolidación de una cultura democrática y en el respeto a los derechos humanos.
Hoy, en México ha pasado ya una reforma, donde todo derecho humano, reconocido en cualquier tratado internacional, suscrito por México, ya es derecho interno exigible ante los tribunales mexicanos.
Me enorgullece dejar un México que mantiene profundas relaciones de amistad y de cooperación con todas las naciones. Un México que participa activamente en la construcción de la paz tan anhelada, en la construcción de un mundo de justicia, de seguridad, de desarrollo.
Queremos libertad para los hombres y las mujeres. Justicia y respeto a los derechos humanos en nuestras sociedades. Queremos un medio ambiente respetado, que permita que nuestra querida Tierra, nuestro planeta, nos dure para siempre.
Y queremos democracia, sin la cual no hay libertad y no hay desarrollo.
Y, desde luego, queremos, anhelamos, buscamos y deseamos la paz en la Tierra a los hombres de buena voluntad.
Paz para todos ustedes.
Muchas gracias. 

 

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