La XXII Cumbre
Iberoamericana que tiene como tema central renovar las relaciones en el
marco del bicentenario de la constitución de Cádiz comenzó en la capital
gaditana con la asistencia de jefes de Estado y de Gobierno de América Latina,
Portugal, España y Andorra.
El acto inaugural, presidido por el Rey de España, se
celebra en el Gran Teatro Falla después de que los mandatarios visitaran el
Oratorio de San Felipe Neri, donde el 19 de marzo de 1812 se proclamó la
primera constitución liberal de España, conocida como "La Pepa".
Posicionamiento del Presidente Calderón
Cádiz, España, 16 de noviembre de 2012
Muy buenas noches.
Su Majestad don Juan Carlos I de Borbón, Rey de España.
Su Majestad doña Sofía, Reina de España.
Sus Altezas, Príncipes de Asturias.
Excelentísimo señor don Mariano Rajoy, Presidente del Gobierno
Español.
Excelentísimas señoras y Excelentísimos señores Jefes de
Estado y de Gobierno.
Don Enrique Iglesias, Secretario General Iberoamericano.
Amigas y amigos:
Para mí, es un singular honor el agradecer en nombre de las
y de los Excelentísimos Jefes de Estado y de Gobierno de la Cumbre
Iberoamericana, la cálida bienvenida con la que hemos sido recibidos en esta
magnífica ciudad, cuna de la Constitución gaditana.
Particularmente, agradezco a don Juan Carlos I, la
oportunidad de hablar a ustedes esta noche.
En 1991, durante la Primera Cumbre Iberoamericana, en
Guadalajara, nuestras naciones acordaron la conformación de un espacio de
diálogo para estrechar las relaciones fraternas construidas por nuestras
sociedades a lo largo de los siglos.
Y desde entonces, los Jefes de Estado y de Gobierno de
Iberoamérica nos hemos reunido año tras año, para trabajar unidos en favor del
desarrollo y del bienestar de nuestros pueblos.
Sabemos que la consolidación de la Cumbre Iberoamericana
debe mucho, muchísimo al papel desempeñado por su Majestad, el Rey don Juan
Carlos I, y, desde luego, a la invaluable contribución de nuestro Secretario
General, don Enrique Iglesias.
Y más allá de diferencias políticas, ideológicas,
regionales, por más de dos décadas, los pueblos y los gobiernos de
Iberoamérica, hemos reconocido que compartimos una historia y una cultura que
nos acerca y que nos une.
Somos los herederos
de los mayas, de los araucanos, de los wayúu, de los guaraníes, de los incas,
de los quechuas, de todas las extraordinarias civilizaciones originarias de
América, y al igual, herederos somos de las ricas y variadas raíces
españolas y portuguesas, a su vez, resultado de múltiples mezclas humanas y
culturales, y hay en nosotros, una tercera raíz en el Continente Africano que,
finalmente, enriqueció nuestra cultura
común y la hizo universal.
Iberoamérica ha sido un maravilloso crisol, en el que aún
cabalga y lucha por las más nobles causas don Quijote de la Mancha. Y en su
bellísima geografía, se extiende por selvas, por desiertos, por costas, por
llanuras, por montañas, lo real maravilloso que pregonara Alejo Carpentier.
Es la tierra de Jorge Isaacs, de Rubén Darío, de Rómulo
Gallegos, de Miguel Ángel Asturias, la de Gabriela Mistral. Lo es, también, de
Cervantes y de Pérez Galdós, de Tomás Segovia, de Saramago, de Jorge Amado.
Es la tierra de los nuestros. De Plácido Domingo, aquí,
presente. El nuestro. De Alondra de la Parra. Y es la tierra de Fuentes y de
García Márquez, y de Vargas Llosa y la de Octavio Paz, y todos los que han
escrito y descrito el realismo mágico; realismo mágico que, al final, somos
nosotros.
En este despuntar del Siglo XXI, puedo constatar, además,
con profunda emoción, que existe, entre nosotros, un genuino sentimiento de
fraternidad y de amistad, quizá, como nunca antes.
En los últimos tres años, gran parte de las naciones
iberoamericanas conmemoramos, también, el inicio del camino hacia nuestra
libertad, que es, precisamente, una
libertad que también le debemos, en buena parte, a la Constitución de Cádiz.
Hace un rato conversaba con don Enrique Iglesias, y él tenía
una gran verdad: Francia estuvo aquí, también, presente en Cádiz. Sus cañones
afuera de la muralla y en el mar, pero sus ideas bien adentro de la Iglesia de
San Felipe Neri.
Y esas ideas libertarias, al fin, tan libertarias como el
sueño de la soberanía popular, fueron, a final de cuentas, los que arrancaron
libertad e independencia para nuestros pueblos.
Qué enorme alegría que España se uniera fraternalmente a
nuestras celebraciones de Independencia.
Hoy, España, precisamente, y algunos países de nuestra
comunidad, con mucho entusiasmo, estamos
celebrando el Bicentenario, uno de la mayor importancia, como es el de la
propia Constitución de Cádiz.
Para quienes late en nuestro corazón una vena
constitucionalista, es para nosotros una verdadera meca de nuestra historia y
de nuestro derecho.
No es fortuitito que el Gobierno Español haya elegido la
Cumbre Iberoamericana como el evento central para conmemorar el Bicentenario,
de un texto constitucional que tuvo su origen y sus profundas consecuencias en
ambas riberas del Atlántico.
A Cádiz vinieron Diputados de Iberia y de América, empeñados
en resolver y en responder a la opresión, por la que entonces España
transcurría por la vía de la libertad, por la vía de la soberanía.
Y hoy, estamos aquí, Jefes de Estado y de Gobierno de
Iberoamérica, de América y de Iberia, en circunstancias distintas, ciertamente,
pero igualmente deseosos e igualmente seguros de que el pueblo español
superará, como entonces y como siempre, las dificultades del ahora presente.
Efectivamente, como
sabemos, la Constitución de Cádiz fue una liberal que marcó el espacio inicial
hacia la futura vida democrática, tanto en España como en América, impulsó
las libertades y los derechos individuales, la educación de todos los
habitantes de los ayuntamientos, reivindicó la soberanía en el pueblo y en la
Nación, y estableció la monarquía constitucional; instauró la división de
Poderes y dejó así, atrás el absolutismo.
Aquí, en Cádiz, comenzó nuestra historia constitucional, la
de todos, y en ello, nuestra común historia moderna. En su elaboración,
orgullosamente, participaron varios representantes americanos.
Como Presidente de México, para mí, es muy significativo que entre ellos hubiera más de 21
Diputados mexicanos, destacadamente don Miguel Ramos Arizpe, uno de los
principales impulsores de la Constitución de México de 1824, y llamado el Padre
del Federalismo Mexicano.
Pero, también, estuvo
Juan José Guereña, de Durango, que falleciera aquí mismo, en las Cortes de
Cádiz, y cuyos restos están, precisamente, ahí, donde estuvimos, en el recinto
de San Felipe.
Por cierto, Andrés Morales de los Ríos, un Diputado de Cádiz
y por Cádiz, era, a su vez, originario de Xalapa, de Veracruz, de nuestro
México.
Dos siglos después, venimos los Jefes de Estado y de
Gobierno armados y animados por nuestra identidad, identidad que nos une con la
Península Ibérica, y es un honor para nosotros, asistir a esta misma ciudad,
como bien se dice, la más americana de las ciudades europeas, a esta XXII
Cumbre Iberoamericana, cuyo lema es: Una Relación Renovada en el Bicentenario.
Somos, en efecto, los
iberoamericanos, una sola y misma comunidad, una comunidad de habla castellana
y portuguesa, unida por el Atlántico y por una raíz cultural compartida;
una comunidad unida, sobre todo, por la voluntad común de ser comunidad unida.
Nuestras naciones representan casi 650 millones de
habitantes, una superficie de 20 millones de kilómetros cuadrados. Y por el
tamaño de nuestras economías, por la riqueza de nuestros recursos naturales y
por nuestra influencia cultural e histórica, tenemos un peso determinante a
nivel global.
Y hoy que el mundo vive tiempos difíciles, y España los
vive, también; los países iberoamericanos debemos cerrar filas para vencer la
adversidad, nuevamente. Sólo a través de estrategias conjuntas, podremos
superar los retos y aprovechar las oportunidades que presenta el Siglo XXI,
como entonces, presentaba el IX a los gaditanos.
Sólo con unidad de propósitos y acciones, podremos
proyectar, con más fuerza, la voz de la región en el escenario internacional.
Señoras y señores:
Este mismo año, 2012, en marzo, precisamente, justo al
conmemorarse 200 años de la Promulgación de la Constitución, falleció el
extraordinario escritor Carlos Fuentes. Hoy, quiero evocar sus palabras que
este mexicano universal le dirigió a usted, Su Majestad, el Rey Juan Carlos, en
1987, hace un cuarto de siglo, al recibir de sus manos el Premio Cervantes.
Nuestro Fuentes, decía: El mundo del futuro necesita a
España y a la América Española. Nuestra contribución es única. También, es
indispensable. No habrá concierto sin nosotros, pero antes, debe haber
concierto entre nosotros. A España le concierne lo que ocurre en
Hispanoamérica, y en Hispanoamérica nos concierne lo que ocurre en España. Sólo
necesitándonos entre nosotros, el mundo nos necesitará, también.
Iberoamérica, la que habla y canta español, portugués y
nuestras ancestrales lenguas, tiene muchos senderos por recorrer, tiene muchos
caminos por transitar y avanzar hacia nuevos horizontes de desarrollo conjunto.
Lo haremos con éxito, si perseveramos en los valores que
dieron origen a nuestra comunidad, y afianzamos el respeto y el reconocimiento
a la diversidad que le caracteriza.
Le agradezco mucho, Majestad, su referencia a mi persona.
Efectivamente, mi Gobierno concluye dentro de pocos días. No ciertamente, acorde con la profecía maya, que augura el
fin del mundo, también, para diciembre; sino simplemente aprovecho el tema para
decir que la cita no podía ser más propicia para despedirme.
Sus Majestades, los Reyes de España, han demostrado en
incontables ocasiones su aprecio por el pueblo de México y su arraigado
sentimiento iberoamericano, y México les corresponde con afecto, con simpatía y
con entrañable solidaridad.
Me enorgullece México y los mexicanos. Me enorgullece un
México que ha enfrentado y superado la adversidad y, al final de cuentas, tiene
una economía competitiva, en crecimiento y con
empleo.
Un México que ha alcanzado cobertura universal en salud y en
educación básica, y que construye nuevas instituciones para el futuro. Pero, si
bien los mexicanos superamos enormes retos estos años, fue porque contamos
siempre con la solidaridad, la confianza y el apoyo de los pueblos y gobiernos
hermanos de Iberoamérica.
Bien decía Pablo Neruda, y con él concluyo, que nuestras
estrellas primordiales son la lucha y la esperanza. Pero no hay lucha ni
esperanza solitarias.
Amigas y amigos:
Yo quiero invitarles, ahora, a brindar por el bienestar y
prosperidad del noble pueblo español que nos recibe en esta Cumbre, así como
por el promisorio futuro de la comunidad iberoamericana y la de todas y todos,
y cada uno de sus integrantes.
-SR. ENRIQUE IGLESIAS: Me gustaría.
Un segundo, Presidente.
Majestad.
Quería hacerle entrega al Presidente Calderón, un testimonio
muy simple, pero muy sentido, que es el agradecimiento de las Cumbres, por su
permanente apoyo, y de nuestra Secretaría, que siempre ha tenido en México un
gran, gran apoyo y un gran soporte.
Por tanto, es en reconocimiento a todo eso, que le damos
éste
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