20 abr 2013

Mario Aurelio Poli, nuevo primado de Buenos Aires


 Buenos Aires ya tiene nuevo Arzobispo, sucesor del Papa Francisco
 El nuevo Arzobispo de Buenos Aires (Argentina), Mons. Mario Poli presidió este sábado 20 de abril su Misa de instalación en la Catedral de la ciudad, frente a miles de fieles congregados en la Plaza de Mayo
La sede de Buenos Aires quedó vacante tras la elección de su arzobispo, Jorge Mario Bergoglio, como Sumo Pontífice de la Iglesia Católica, el pasado 13 de marzo.
 La multitudinaria celebración, que se vivió en un ambiente de fiesta, comenzó al interior de la Catedral de Buenos Aires, donde Mons. Poli fue recibido por Obispos, sacerdotes, diáconos y seminaristas de la arquidiócesis. Mons. Joaquín Sucunza, vicario general, le presentó el crucifijo, el cual el Prelado besó.
 El nuevo Arzobispo de Buenos Aires recibió la llave de la Catedral y visitó el Santísimo Sacramento en su interior, para luego iniciar la procesión hacia el frontis del templo, donde se celebró la Eucaristía.

 El Nuncio Apostólico en Argentina, Mons. Emil Paul Tscherrig, pidió a Mons. Poli, en su mensaje inicial, que “enseñe y cuide al pueblo de Dios, mostrándose como ejemplo de caridad y del sumo y eterno pastor de nuestras almas”.
 Mons. Tscherrig también saludó a Mons. Poli en representación del Papa Francisco, quien “nos acompaña desde Roma”.
 Instantes después, el Nuncio Apostólico entregó al canciller de la curia arquidiocesana, Mons. Fernando Risotto, la bula en la que el Papa Francisco autoriza a Mons. Poli a “tomar posesión de esta sede arzobispal de Buenos Aires”.
 El momento culmen llegó cuando el nuevo Arzobispo de Buenos Aires se sentó, en medio del repique de campanas, en la “cátedra arzobispal”, el sillón desde el que preside las celebraciones el Arzobispo, que por única vez se trasladó desde el interior de la Catedral bonaerense hasta el altar levantado frente a la Plaza de Mayo.
 A su turno, Mons. Sucunza transmitió a Mons. Poli el saludo de los Obispos, sacerdotes, laicos y “con especial énfasis” de los enfermos, de quienes sufren y de quienes están detenidos en las cárceles, y que ofrecieron sus oraciones y sufrimientos por el ministerio del nuevo Arzobispo de Buenos Aires.
 Mons. Poli también recibió la expresión de comunión final de los sacerdotes Emilio Riamonde y Mariano Rodríguez, los religiosos Emilio Andrada y Eduardo Rozas, las religiosas Leonor y Cecilia, la consagrada Karina Ledesma, los laicos Javier Castello, Ramona Mantilla y César Mele, los jóvenes Tomás Persino y Rocío Santa Cruz, y los niños Tomás Koch y Julieta Calebibich.
A la ceremonia también asistió el vicepresidente de Argentina, Amado Boudou, en representación de la presidenta Cristina Fernández, junto al jefe del gabinete ministerial, Juan Manuel Abal Medina, los ministros del Interior, Desarrollo Social, el secretario de Culto y el presidente de la Cámara de Diputados, entre otros.
 También partició en la Misa de instalación del Arzobispo de Buenos Aires el jefe del gobierno de la ciudad, Mauricio Macri,, y otras autoridades de la ciudad.
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 Al asumir el cargo Mario Aurelio Poli, pidió a Dios que “no me falte en este servicio el amor a los pobres, sufrientes y excluidos”.
Pidió que no le falten estas preocupaciones a ejemplo de “nuestro patrono, el obispo San Martín de Tours, quien supo remover de su corazón toda indiferencia; y de Santa Rosa de Lima quien me acompañó en estos años”.
 El nuevo Arzobispo de Buenos Aires, frente a la multitud congregada en la Plaza de Mayo, aseguró a los fieles que “cuando entramos por la puerta de la fe, nadie ni nada puede arrebatarnos de las manos de Cristo y de las manos del Padre”.
 Pidió a los sacerdotes de la Arquidiócesis llevar “con alegría este bendito oficio de servir con amor pastoral” e invitó a “renovar el entusiasmo por darlo a conocer a nuestro pueblo, para que conociéndolo puedan amarlo y servirlo”.
 “El estilo cercano del Buen Pastor nos señala el camino y el modo de ser pastores”, subrayó.
 El Arzobispo bonaerense recordó que “Dios, el Supremo Pastor de las ovejas ha prometido darnos pastores según su corazón. Esa promesa se realiza plenamente en Jesús el Buen Pastor. En su divina pasión se ha manifestado el amor misericordioso que brota de su corazón traspasado”.
 El Arzobispo de Buenos Aires dijo que “con la elección del Papa Francisco, se nos ha contagiado la alegría de tener un argentino –tan cercano y querido-, en la Cátedra del Apóstol Pedro, y vimos cómo muchos compatriotas han renovado el gozo de pertenecer a la Iglesia”.
 “Al mismo tiempo, el Señor nos interpela a profundizar nuestro compromiso de discípulos y misioneros, para ofrecer la riqueza del Evangelio a los que viven, trabajan y pasan por nuestra Ciudad, de tal manera que conozcan a Dios Padre y sus dones de justicia, amor y paz”, señaló.
“Invoco la presencia y protección amorosa de la Madre del Pastor de los pastores, y le ruego que camine con nosotros; que Ella sea en el firmamento de la Ciudad de Buenos Aires ‘estrella de la Evangelización siempre renovada’”, concluyó.
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El papa Franciscoenvió una carta a los obispos de Argentina para impulsar y vigorizar la misión de la Iglesia
 La agencia argentina Aica indicó que el Papa Francisco pidió hoy a los obispos argentinos que toda la pastoral sea «en clave misionera», al recordarles que «debemos salir de nosotros mismos hacia todas las periferias existenciales y crecer en parresía».
 Una Iglesia que no sale, a la corta o a la larga, se enferma en la atmósfera viciada de su encierro. Es verdad también que a una Iglesia que sale le puede pasar lo que a cualquier persona que sale a la calle: tener un accidente. Ante esta alternativa, les quiero decir francamente que prefiero mil veces una Iglesia accidentada que una Iglesia enferma», advirtió.
 En un mensaje remitido a los obispos que participaron en la 105ª Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Argentina, que se desarrolla en la casa de ejercicios El Cenáculo-La Montonera, de Pilar, el Pontífice sostuvo que «la enfermedad típica de la Iglesia encerrada es la autorreferencial; mirarse a sí misma, estar encorvada sobre sí misma como aquella mujer del Evangelio. Es una especie de narcisismo que nos conduce a la mundanidad espiritual y al clericalismo sofisticado, y luego nos impide experimentar “la dulce y confortadora alegría de evangelizar».
 Al concluir el mensaje, Francisco les agradeció a sus compatriotas «por todo lo que hacen y por todo lo que van a hacer», rogó al Señor que «nos libre de maquillar nuestro Episcopado con los oropeles de la mundanidad, del dinero y del “clericalismo de mercado”», y volvió a pedirles, como es su costumbre, que recen por él, «para que no me la crea y sepa escuchar lo que Dios quiere y no lo que yo quiero».

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