13 may 2013

Madre Lupita, la segunda santa mexicana; con ella suman 31 santos mexicanos


Madre Lupita, la segunda santa mexicana,  la primera fue Santa María de Jesús Sacramentado; con ella suman 31 santos mexicanos.
María Laura de Jesús Montoya Upegui fue cofundadora de la orden de la Congregación religiosa de las Siervas de Santa Margarita María y de los Pobres,.
Nació en Zapopan, Jalisco, México el 27 de abril de 1878, y falleció el 24 de junio de 1963 en la ciudad de Guadalajara, a la edad de 85 años.
Fueron sus padres Fortino García y Refugio Zavala.
A los 23 años de edad a punto de casarse y formar una familia, sintió la vocación religiosa. Su director espiritual, Cipriano Iñiguez Martín del Campo, entendió su vocación y la llevó a fundar la congregación religiosa de las Siervas de Santa Margarita María y de los Pobres, con la que dedicó su vida a los enfermos y desvalidos.
Vivió en un período convulsionado por la persecución religiosa, en los años de la Cristiada,
Lupita escondió en el hospital a varios sacerdotes y obispos y al mismo arzobispo de Guadalajara, Francisco Orozco y Jiménez. Sin por ello dejar de dar cuidados médicos y alimentos a sus perseguidores.
Los testigos que la conocieron recuerdan que Lupita realizaba el oficio de enfermera y muchas veces lo hacía de rodillas en el piso para atender a los enfermos, y a pesar de la carencia de muchas cosas, intentaba dar a los enfermos un buen cuidado en la vida espiritual.
Lupita fue la superiora general de la Congregación durante toda su vida y supo renunciar a las comodidades aceptando con alegría a una vida sobria y sacrificada. 
Hoy en día las Siervas de Santa Margarita María y de los Pobres tienen con 22 fundaciones, incluso fuera de México, como en Perú, Islandia, Grecia e Italia. 
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María Guadalupe García Zavala se une al grupo de santos mexicanos, en su mayoría canonizados el 21 de mayo de 2000 por Juan Pablo II.

Estos son los mexicanos que han sido declarados santos por la Iglesia católica:

  1. - San Felipe de Jesús: Nació Felipe de las Casas Martínez en la Ciudad de México en 1572. Mostró interés por la artesanía de la plata. Por eso, cuando Felipe fue beatificado el gremio de los plateros lo nombró su patrón. El primer mexicano en ser canonizado, el 8 de julio de 1862 por el Papa Pío IX.
  2.  - San Agustín Caloca Cortés: Nació en San Juan Bautista del Teúl, Zacatecas (Arquidiócesis de Guadalajara), el 5 de mayo de 1898.  Ministro en la parroquia de Totatiche y Prefecto del Seminario Auxiliar establecido en la misma población, para quienes fue un modelo de pureza sacerdotal. Canonizado el 21 de mayo de 2000 por el Papa Juan Pablo II.
  3.  - San Atilano Cruz Alvarado: Nació en Ahuetita de Abajo, perteneciente a la parroquia de Teocaltiche, Jalisco (Diócesis de Aguascalientes), el 5 de octubre de 1901. Fue ministro de la parroquia de Cuquío, Jalisco. Canonizado el 21 de mayo de 2000 por Juan Pablo II.
  4.  - San Cristóbal Magallanes Jara: Nació en Totatiche, Jalisco, el 30 de julio de 1869. Ministro y párroco de su pueblo natal, se distinguió por su vida limpia y una intensa labor social. Canonizado en 21 de mayo de 2000 por Juan Pablo II.
  5.  - San David Galván Bermúdez: Nació en Guadalajara el 29 de enero de 1881. Su gran caridad para con los pobres y los trabajadores le hizo organizar y ayudar al gremio de los zapateros, negocio al que se dedicaba su padre. Canonizado el 21 de mayo de 2000 por Juan Pablo II junto a otros 24 mártires mexicanos.
  6.  - San David Roldán Lara: Nació en Chalchihuites, Durango, el 2 de marzo de 1907. Se distinguió por ser un cristiano comprometido, pertenecía a la A.C.J.M. y en 1925 fue nombrado presidente de la misma. Canonizado en el 2000 por Juan Pablo II.
  7.  - San David Uribe Velasco: Nació en Buenavista de Cuéllar, Guerrero (Diócesis de Chilapa), el 29 de diciembre de 1889. Párroco de Iguala, Guerrero. Ejerció ejemplarmente su ministerio en una región atacada por la masonería, el protestantismo y un grupo de cismáticos. Canonizado el 21 de mayo de 2000 por el Papa Juan Pablo II.
  8.  - San Jenaro Sánchez Delgadillo: Nació el 19 de septiembre de 1886 en Agualele, población cercana a Zapopan, Jalisco. Jenaro llegó a Tamazulita en el año de 1923, acompañado de sus padres, donde ejerció su ministerio hasta su martirio, en enero de 1927. El Papa Juan Pablo II lo canonizó en el 2000, el 21 de mayo.
  9.  - San Jesús Méndez Montoya: Nació en Tarímbaro, Michoacán, el 10 de junio de 1880. Desempeñó su ministerio sacerdotal en las siguientes parroquias: San Juan Huetamo, Michoacán, como vicario cooperador, de 1906 a 1907. Se distinguió por su devoción a la Santísima Virgen a la que procuraba venerar y honrar de una manera especial en las fiestas marianas.
  10.  - San José Isabel Flores Varela: Nació en Santa María de la Paz, Zacatecas, el 28 de noviembre de 1866. Por 26 años derramó la caridad de su ministerio en la parroquia de San Juan Bautista, siendo para todos un padre bondadoso y abnegado que los edificó con su pobreza, su espíritu de sacrificio, su piedad y su sabiduría. Canonizado el 21 de mayo de 2000 por Juan Pablo II.
  11.  - San José María de Yermo y Parres: Nació en la Hacienda de Jalmolonga, municipio de Malinalco, Estado de México el 10 de noviembre de 1851. Fue un elocuente orador, promovió la catequesis juvenil y desempeñó con esmero algunos cargos de importancia en la curia, a los cuales por motivo de enfermedad tuvo que renunciar. Murió en 1904 y fue canonizado el 21 de mayo de 2000.
  12.  - San José María Robles Hurtado: Sacerdote, escritor, fundador y mártir mexicano. Nació en Mascota, Jalisco, el 3 de mayo de 1888 (festividad de la santa cruz). El 26 de junio de 1927 fue muerto ahorcado en la parte más alta de la sierra de Quila, Jalisco a causa de la Guerra Cristera. Canonizado el 21 de mayo de 2000.
  13.  - San Julio Álvarez Mendoza: Nació en Guadalajara el 20 de diciembre de 1866. Se desempeñó como capellán de Mechoacanejo y se distinguió por su celo pastoral, la atención al catecismo y el fervor con que atendía al culto divino. Lo describían como un hombre amable, bondadoso con todos, muy comunicativo y sencillo. Canonizado el 21 de mayo de 2000.
  14.  - San Justino Orona Madrigal: Nació en Atoyac, Jalisco (Diócesis de Ciudad Guzmán), el 14 de abril de 1877. Párroco de Cuquío, Jalisco (Arquidiócesis de Guadalajara). Fundador de la Congregación religiosa de las Hermanas Clarisas del Sagrado Corazón. El 21 de mayo de 2000 fue canonizado.
  15.  - San Luis Batis Sáinz: Nació en San Miguel del Mezquital, Zacatecas(Arquidiócesis de Durango), el 13 de septiembre de 1870. Párroco de San Pedro Chalchihuites, Zacatecas (Arquidiócesis de Durango). Fue para los jóvenes un guía y padre bondadoso, que de diversas formas les hacía crecer espiritual y culturalmente. Especialmente supo infundir en la juventud el espíritu de heroísmo cristiano para profesar su fe. El 21 de mayo de 2000 Juan Pablo II lo canonizó.
  16.  - San Manuel Morales: Nació en Mesillas, Zacatecas, el 8 de febrero de 1898. Fue miembro de la Acción Católica de la Juventud Mexicana y presidente de la Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa, asociación que por medios pacíficos trataba de obtener la derogación de las leyes impías. El 21 de mayo de 2000 fue canonizado.
  17.  - San Margarito Flores García: Nació en Taxco, Guerrero (Diócesis de Chilapa), el 22 de febrero del 1899. Párroco de Atenango del Río (Diócesis de Chilapa). Tres años de ministerio fueron suficientes para conocer la entrega sacerdotal del Padre Margarito. El Vicario general de la Diócesis le nombró vicario con funciones de párroco de Atenango del Rio. Es uno de los mártires mexicanos canonizados por Juan Pablo II el 21 de mayo del año 2000.
  18.  - San Mateo Correa Magallanes: Nació en Tepechitlán, Zacatecas, el 22 de julio de 1866. Fue ordenado sacerdote en 1893 y se desempeñó como capellán en diversas haciendas y parroquias. Fue nombrado párroco de Concepción del Oro y Valparaíso, en su Estado natal y en Colotlán, Jalisco. Hoy en día se veneran sus restos en la catedral de Durango. Canonizado el 21 de mayo de 2000.
  19.  - San Miguel de la Mora de la Mora: Nació en el municipio de Tecalitlán, Jalisco el 19 de junio de 1874. Ministro de Tomatlán, en la Iglesia Catedral, en la hacienda de San Antonio, en Zapotitlán (todas en Jalisco) y, finalmente, otra vez en la Catedral, de la que fue capellán de coro. Murió en 1927 y fue Canonizado el 21 de mayo de 2000.
  20.  - San Pedro de Jesús Maldonado Lucero: Nació el 15 de junio 1892 en Chihuahua, trabajó por los indígenas Tarahumaras y buscó reducir la cantidad de bebidas alcohólicas que consumían. Fue canonizado por Juan Pablo II el 21 de mayo del año 2000.
  21.  - San Pedro Esqueda Ramírez: Nació en San Juan de los Lagos el 29 de abril de 1887. Fundó varios centros de estudio y una escuela para la formación de catequistas. Fue canonizado por Juan Pablo II el 21 de Mayo de 2000.
  22.  - San Rodrigo Aguilar Alemán: Nació en Sayula el 13 de marzo de 1875, la traición de uno de sus fieles, en la persecución cristera en los años 20, ocasionó que fuera capturado en octubre de 1927 por una columna de soldados federales. Canonizado el 21 de mayo del 2000.
  23.  - San Román Adame Rosales: Nació en Teocaltiche, Jalisco, el 27 de febrero de 1859. Fundó la asociación Hijas de María y la cofradía Adoración Nocturna del Santísimo Sacramento. Fue perseguido, capturado y muerto en la persecución católica. El Papa Juan Pablo II lo canonizó el 21 de mayo del 2000.
  24.  - San Sabás Reyes Salazar: Nació en Cocula el 5 de diciembre de 1883. Procuró mucho la formación de los niños jóvenes, tanto en la catequesis como en la enseñanza de ciencias, oficios y artes, especialmente en la música. El 13 de abril de 1927, miércoles santo, fue baleado por federales y canonizado por Juan Pablo II el 21 de mayo del 2000.
  25.  - San Salvador Lara Puente: Nació el 13 de abril de 1905 en Súchil, Durango. Militante de la Acción Católica de la Juventud Mexicana, fue perseguido por fuerzas federales y el 15 de agosto de 1926 con armas de fuego le dieron muerte. Lo canonizó el Papa Juan Pablo II el 21 de mayo del 2000.
  26.  - San Tranquilino Ubiarco Robles: Nació el 8 de julio de 1899 en Zapotlán El Grande. Fue vicario con funciones de párroco en Tepatitlán. Perseguido por fuerzas federales, fue ahorcado en la madrugada del día 5 de octubre de 1928.  Canonizado por el Papa Juan Pablo II el 21 de mayo de 2000.
  27.  - Santa María de Jesús Sacramentado: Nació en Zapotlanejo el 8 de septiembre de 1868. Fundadora de la congregación de las Hijas del Sagrado Corazón de Jesús. El milagro reconocido para su canonización se dio en Anastasio Ledezma Mora; después de un paro total del corazón, su familia pidió su intercesión y después de 10 ó 12 minutos, las palpitaciones se restablecieron. El 21 de mayo del año 2000 el Papa Juan Pablo II la canonizó.
  28.  - Santo Toribio Romo González: Nació en la ranchería Santa Ana de Guadalupe en el municipio de Jalostotitlán. Víctima de la persecución callista contra la Iglesia Católica, fue baleado por una tropa federal en Tequila, Jalisco el 25 de febrero de 1928 y canonizado por el papa Juan Pablo II el 21 de mayo del año 2000.
  29.  - San Juan Diego Cuauhtlatoatzin: De la etnia indígena de los chichimecas, nació en torno al año 1474, en Cuauhtitlán, que en ese tiempo pertenecía al reino de Texcoco. Tuvo el privilegio de encontrarse con la Madre de Dios, María Santísima de Guadalupe, siendo encomendado a portar a la cabeza de la Iglesia y al mundo entero el mensaje de unidad, de paz y de amor para todos los hombres. Murió en 1548 y fue canonizado el 31 de julio de 2002 por Juan Pablo II.
  30.  - San Rafael Guízar y Valencia: Nació en Cotija (Michoacán) el 26 de abril de 1878.  Durante las batallas de la Revolución mexicana, disfrazado de vendedor, ayudó a los soldados moribundos con los auxilios espirituales de la Iglesia.  El domingo 15 de octubre del 2006 en la Ciudad del Vaticano fue canonizado por el Papa Benedicto XVI.
  31. María Laura de Jesús Montoya Upegui fue cofundadora de la orden de la Congregación religiosa de las Siervas de Santa Margarita María y de los Pobres,. 
    Nació en Zapopan, Jalisco, México el 27 de abril de 1878, y falleció el 24 de junio de 1963 en la ciudad de Guadalajara, a la edad de 85 años.

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Los nuevos santos nos invitan a la fidelidad y a ver a Jesús en los débiles
Homilía del papa Francisco en la canonización de hoy de madre Laura, madre Lupita y los 800 mártires italianos
Ciudad del Vaticano, 12 de mayo de 2013;
 Queridos hermanos y hermanas:
En este séptimo domingo del Tiempo Pascual, nos reunimos con alegría para celebrar una fiesta de la santidad. Damos gracias a Dios que ha hecho resplandecer su gloria, la gloria del Amor, en los Mártires de Ótranto, la Madre Laura Montoya y la Madre María Guadalupe García Zavala. Saludo a todos los que habéis venido a esta fiesta – de Italia, Colombia, México y otros países – y os doy las gracias.
Miremos a los nuevos santos a la luz de la palabra de Dios que hemos proclamado. Una palabra que nos invita a la fidelidad a Cristo, incluso hasta el martirio; nos ha llamado a la urgencia y la hermosura de llevar a Cristo y su Evangelio a todos; y nos ha hablado del testimonio de la caridad, sin el cual, incluso el martirio y la misión, pierden su sabor cristiano.
Los Hechos de los Apóstoles, cuando hablan del diácono Esteban, el protomártir, insisten en decir que él era un hombre «lleno del Espíritu Santo» (6,5; 7,55). ¿Qué significa esto? Significa que estaba lleno del Amor de Dios, que toda su persona, su vida, estaba animada por el Espíritu de Cristo resucitado, lo que le impulsaba a seguir a Jesús con fidelidad total, hasta entregarse a sí mismo.
 Hoy la Iglesia propone a nuestra veneración una multitud de mártires, que juntos fueron llamados al supremo testimonio del Evangelio, en 1480. Casi 800 personas, supervivientes del asedio y de la invasión de Ótranto, fueron decapitadas en los alrededores de esa ciudad.
 No quisieron renegar de la propia fe y murieron confesando a Cristo resucitado. ¿Dónde encontraron la fuerza para permanecer fieles? Precisamente en la fe, que nos hace ver más allá de los límites de nuestra mirada humana, más allá de la vida terrena, hace que contemplemos «los cielos abiertos» –como dice san Esteban – y a Cristo vivo a la derecha del Padre.
 Queridos amigos, conservemos la fe que hemos recibido y que es nuestro verdadero tesoro, renovemos nuestra fidelidad al Señor, incluso en medio de los obstáculos y las incomprensiones. Dios no dejará que nos falten las fuerzas ni la serenidad. Mientras veneramos a los Mártires de Ótranto, pidamos a Dios que sostenga a tantos cristianos que, precisamente en estos tiempos y en tantas partes del mundo, todavía sufren violencia, y les dé el valor para ser fieles y para responder al mal con el bien.
 La segunda idea la podemos extraer de las palabras de Jesús que hemos escuchado en el Evangelio: «Ruego por los que creerán en mí por la palabra de ellos, para que sean uno, como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también lo sean en nosotros» (Jn 17,20).
 Santa Laura Montoya fue instrumento de evangelización primero como maestra y después como madre espiritual de los indígenas, a los que infundió esperanza, acogiéndolos con ese amor aprendido de Dios, y llevándolos a Él con una eficaz pedagogía que respetaba su cultura y no se contraponía a ella. En su obra de evangelización Madre Laura se hizo verdaderamente toda a todos, según la expresión de san Pablo (cf. 1Co 9,22). También hoy sus hijas espirituales viven y llevan el Evangelio a los lugares más recónditos y necesitados, como una especie de vanguardia de la Iglesia.
 Esta primera santa nacida en la hermosa tierra colombiana nos enseña a ser generosos con Dios, a no vivir la fe solitariamente - como si fuera posible vivir la fe aisladamente - sino a comunicarla, a irradiar la alegría del Evangelio con la palabra y el testimonio de vida allá donde nos encontremos. En cualquier lugar que nos encontremos, nos enseña a ver el rostro de Jesús reflejado en el otro, a vencer la indiferencia y el individualismo, que corroe la comunidad de cristianos y nuestro propio corazón y a acoger a todos sin prejuicios ni reticencias, con auténtico amor, dándoles lo mejor de nosotros mismos y, sobre todo compartiendo con ellos lo más valioso que tenemos: que no son nuestras obras ni organizaciones, ¡lo más valioso que tenemos es Cristo y su Evangelio!
 Por último, una tercera idea. En el Evangelio de hoy, Jesús reza al Padre con estas palabras: «Les he dado a conocer y les daré a conocer tu nombre, para que el amor que me tenías esté en ellos y yo en ellos» (Jn 17,26). La fidelidad hasta la muerte de los mártires, la proclamación del Evangelio a todos se enraízan, tienen su raíz en el amor de Dios, que ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo (cf. Rm 5,5), y en el testimonio que hemos de dar de este amor en nuestra vida diaria.
 Santa Guadalupe García Zavala lo sabía bien. Renunciando a una vida cómoda, cuanto daño nos hace la vida cómoda, el bienestar, el aburguesamiento del corazón nos paraliza. Y ella renunciando a una vida cómoda para seguir la llamada de Jesús, enseñaba a amar la pobreza, para poder amar más a los pobres y los enfermos. Madre Lupita se arrodillaba en el suelo del hospital ante los enfermos y los abandonados para servirles con ternura y compasión. ¡Y esto se llama tocar la carne de Cristo. Los pobres y los abandonados, los enfermos, los marginados son la carne de Cristo. Y la madre Lupita tocaba la carne de Cristo y nos enseñaba esta conducta: no avergonzarnos no tener miedo ni repugnancia a tocar la carne de Cristo!
 Madre Lupita había entendido que significa "tocar la carne de Cristo". También hoy sus hijas espirituales buscan reflejar el amor de Dios en las obras de caridad, sin ahorrar sacrificios y afrontando con mansedumbre, constancia apostólica (hypomonē) y valentía cualquier obstáculo.
 Esta nueva santa mexicana nos invita a amar como Jesús nos ha amado, y esto conlleva no encerrarse en uno mismo, en los propios problemas, en las propias ideas, en los propios intereses, en ese pequeño mundito que nos hace tanto mal.
 Sino salir e ir al encuentro de quien tiene necesidad de atención, compresión y ayuda, para llevarle la cálida cercanía del amor de Dios, a través de gestos concretos de delicadeza y de afecto sincero y de amor.
 La fidelidad a Jesucristo y a su Evangelio, para anunciarlo con la palabra y con la vida, dando testimonio del amor de Dios con nuestro amor, con nuestra caridad hacia todos: son ejemplos luminosos y lecciones que nos ofrecen los santos que hemos proclamado hoy, pero que también cuestionan nuestra vida de cristianos: ¿Cómo es mi fidelidad al Señor? Llevemos y reflexionemos sobre esto durante nuestra jornada ¿Soy capaz de «hacer ver» mi fe con respeto, pero también con valentía? ¿Estoy atento a los otros? ¿Percibo quién padece necesidad? ¿Veo a los demás como hermanos y hermanas que debo amar? Pidamos, por intercesión de la Bienaventurada Virgen María y de los nuevos santos, que el Señor colme nuestra vida con la alegría de su amor.
 Texto de la Sala de Prensa del Vaticano corroborado con las palabras que pronunció el papa)


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