Soy
un Hombre de Pluma y me llamo Renato...” (Ed. Artes e Historia de México,
2013), estará en la Quincuagésima Sexta Feria del Libro y Festival
Universitario a celebrarse del 3 al 20 de abril en la Universidad de Guanajuato
(UG), durante la conmemoración de los centenarios de Octavio Paz, Julio
Cortázar, José Revueltas, y Efraín Huerta.
La
cita es el día 17 de abril a las 18 horas en el patio de la sede Belem, con la
participación como presentadores de los maestros Carlos Mata Lucio, Elva
Sánchez Rolón y Lilia Solórzano Esqueda.
Carlos
Mata Lucio es poeta y periodista; la doctora Elba Margarita Sánchez es
profesora del Departamento de Letras Hispánicas de la Universidad de
Guanajuato. Ha publicado entre otros volúmenes: “Cautiverio y religiosidad en
El luto humano de José Revueltas” (Tierra Adentro, 2006), con el cual fue
merecedora del Premio Nacional de Ensayo “José Revueltas” y “La escritura en el
espejo: Farabeuf de Salvador Elizondo” (U de Gto, 2008). Lilia Solórzano
Esqueda es editora de la revista Valenciana, es especialista en investigación
de la poesía mexicana siglo XX.
Estará
Fred Alvarez Palafox, quien es junto con José Alcaraz es coordinador de “Soy un
hombre Pluma y me llamo Renato”. En la obra escriben, entre otros, Jorge
Meléndez, Humberto Musacchio, José Falconi, Raúl Casamadrid, Oralba Castillo,
Roberto López Moreno, Angélica Galicia, Gonzalo Martré y Fred Alvarez. Hay Una
entrevista con Patricia, hija de Renato Leduc; y una entrevista-charla entre
Francisco Liguori y Renato Leduc con Oralba Castillo.
Asimismo,
en el volumen a presentar hay una selección de colaboraciones en prensa y
poemas de Leduc, como también poesía inédita sobre Leduc, mientras que las
fotografías son del Archivo Tomas Montero.
*
"Leduc-
el Jefe pluma blanca por su porte Sioux-, vivió los grandes cambios del siglo
XX. La vida lo llevó a vivir e Europa en donde entabló amistades con varios
escritores y pintores surrealistas; Bretón, Miró, Picasso, Dalí y (Leonora)
Carrington: Fue lo que quiso ser: poeta y periodista, pero sobre todo el gran
bohemio de México, el último, según Carlos Monsiváis. (Leduc, le contestó no la
chingues Carlos, soy de barril, no de Bohemia).
Borges
decía que los libros son extensión de la imaginación y la memoria. Ricardo
Garibay veía en ellos una forma de felicidad. En “Soy un hombre de pluma…” se
destaca el hecho de que Renato Leduc vivió su larga y productiva vida en el
centro de este triángulo virtuoso: imaginación, memoria y felicidad. Amén de
periodista, nuestro personaje fue poeta de versos clásicos y francamente
albureros como podrá apreciarse en este libro. Esta mezcla que pareciera tan
extravagante, no lo es tanto: tiene antecedentes en clásicos como Quevedo o
Lope —en nuestro idioma— o en autores de lengua francesa como Rabelais, autor
desparpajado al que Leduc tanto le debe. Nuestro recordado tlalpense escribía y
hablaba con “malas palabras” porque era un hombre culto y conocía el idioma.”,
José Falconi y Fred Alvarez, cuarta de forros.
Fragmento
del texto del poeta Roberto López Moreno: "La dicha inicua"
Octavio
Paz alzó la voz y con ella los calificativos, que desde él siempre fueron
marcas del indeleble fuego, es decir, de materia eterna, arrebatada, de donde
bullen y rebullen los antros de la Tierra. Los adjetivos tomaron destino y
fueron a investir al hombre mal hablado y culto que quisimos tanto tantos;
malhablado y culto: combinación extravagante.
Habló
Paz, y se refirió a un excéntrico y francotirador de la poesía; habló de un
personaje que escribió su propio perfil en el que aparece como sentimental,
erótico y sarcástico, autor de una literatura en la que, con estos atributos,
convierte a Leduc, el autor, en un vivo personaje de sí mismo.
Para
mejor describir a su sujeto, el poeta mayor habla de Laforgue, de una especie
de eco de Laforgue que se paseó en París y en las calles de México. ¿Y por qué
precisamente del simbolista Jules Laforgue? ¿Por ser Leduc descendiente de francés
pero nacido en América Latina? ¿Por los momentos de penurias que algunas veces
vivieran ambos? ¿Por ser poetas raros, de difícil clasificación? ¿Por la
sorpresiva frase rasposa junto a lo que se encamina a posible formalidad en el
poema? ¿Por ser Laforgue clasificado dentro del decadentismo? ¿Por la manera de
Leduc de burlarse de sí mismo y de los demás, de verso en verso y de verso a
verso?
Quizá
por un poco de cada cosa; y eso lo sospechamos los que convivimos con Renato
más de alguna vez en la inolvidable Morada de Paz,
“donde el que menos o más/
lleva su astilla de luz/
o llega dando traspiés/
porque le sangran los pies/
bajo el peso de su cruz”.
Aquella inolvidable Morada de Paz que se encontraba
en las calles de Donceles en un costado de la entonces Cámara de Senadores y en
donde pasaron tantas cosas agradables y desagradables, hijas del gran talento o
de la simple procacidad, de valiosos actos
humanísticos o simples bellaquerías que ni la pena vale mencionar; en
donde convivió el teporochito con personajes que desparramaban luz, como era el
caso de Renato, quien nos daba a conocer entre mentadas lo que sabía, que era
mucho.
La
Morada de Paz sufría de una concurrencia desigual. A veces se encontraban en
ella verdaderos maestros del lenguaje o de la vida, o a veces alguno que otro
sujeto sin importancia que había llegado a la caza de una copa gratis.
Se
trataba de un edificio de departamentos, en donde vivían familias decentes,
sólo que el departamento señalado con el número uno, lo rentaba el odontólogo
Daniel Martínez Montes. La parte de enfrente funcionaba, exactamente como
clínica dental, pero entre los cuartos de atrás, la recámara más pequeña era la
Morada de Paz.
Por
ese sitio pasó toda la bohemia de México de ese tiempo y la de un tiempo
anterior convertido ya en leyenda. ¡Se contaban tantas cosas de ese lugar!,
¡tantas anécdotas y prodigios de personajes que habían transitado por ahí! Por
ahí había pasado gente pendenciera como el Retinto Márquez, de quien se decía
que debía más de alguna vida, hasta gente tan refinada y de tan amplia cultura
como el compositor Juan Helguera. Justamente una vez Leduc coincidió en la
Morada con su amigo el compositor Helguera, entonces alguien sugirió que en
honor de ambos, de Helguera y de Leduc, Leduc leyera un poema y Helguera tocara
algún estudio, algún preludio. O sea, que ambos se iban a homenajear a
ambos.....
No hay comentarios.:
Publicar un comentario