8 sept 2014

Homilía de Norberto Rivera, ayer en la Basilica de Guadalupe; pidió por la paz

 México debe pronunciarse “sin tibieza” ante crímenes en Irak, dijo, alzando la voz.
Dicen en algunas columnas que eso no gusto al gobierno..
¡Coincidimos esta vez con Norberto!, es evidente que decidió seguir los pasos de Francisco en este tema..esperemos que lo haga en lo demás (la forma modesta de vivir).

Este domingo siete de septiembre el eminentísimo cardenal Norberto Rivera Carrera pidió por la paz en Irak siguiendo los dichos del papa Francisco. 
De hecho oficio un servicio religioso especial en el Santuario Nuestra Señora de Guadalupe, a la que asistieron como invitados especiales integrantes  del Consejo Interreligioso de México, conformado por representantes de las principales religiones de nuestro país; asistió esta vez Sayedna Antonio Chedraoui, de la Iglesia Ortodoxa de Antioquía, y Su gracia Alejo Antonio, de la Iglesia Ortodoxa de América.
Dijo a los medios, el también Primado de la Ciudad de México:  “no pueden callar ante una tragedia que no se trata de cifras, sino de personas concretas, mujeres, niños ancianos, que sufren una cruenta persecución, que han sido arrojados de sus hogares, que viven con miedo sin que nadie haga algo por ellos, y que, pese a todo, son fieles a su fe cristiana, no se avergüenzan del nombre de Cristo, prefieren perder sus bienes, su propia vida, antes que renunciar a quien es su vida, Cristo, Jesús, el Señor”.
Y pidió a os fieles les pidió no permanecer indiferentes ante esta tragedia, pues “son miles de cristianos los que, a causa de su fe en Jesucristo, han sido desterrados de su pueblos, privados de sus bienes y amenazados con ser asesinados; se cuentan ya por cientos los que han sido brutalmente asesinados, y miles viven bajo la amenaza de perder la vida si no renuncian a su fe en Jesucristo y abrazan el islam”.

Leamos la homilía completa Pronunciada por el Cardenal Norberto Rivera C., Arzobispo Primado de México.
Domingo, 07 de septiembre de 2014 11:00 horas
Arzobispo de México, Cadenal Norberto Rivera Carrera
-Hermanos, no podemos permanecer indiferentes ante la tragedia de los cristianos perseguidos por grupos extremistas islámicos en Irak. Son miles de cristianos los que, a causa de su fe en Jesucristo, han sido desterrados de su pueblos, privados de sus bienes y amenazados con ser asesinados
Este día, he querido peregrinar, a nombre de la Arquidiócesis de México, a los pies de Nuestra Señora de Guadalupe, Reina de la Paz, para unirme a la apremiante súplica del Papa Francisco, de orar por todos los cristianos que sufren persecución en el mundo, especialmente, por la tragedia de nuestros hermanos en la fe del pueblo de Irak.
La Iglesia –nos enseña san Pablo–, es el cuerpo místico de Cristo; si un miembro sufre, todo el cuerpo sufre. En la Iglesia de Jesucristo, todos formamos una comunidad de fe vivificada por el Espíritu Santo, de tal manera que ningún hermano nos puede ser indiferente; y no se trata de una simple solidaridad o compasión humanas, sino de una comunión profunda que trasciende los lazos afectivos y culturales; es una comunión sobrenatural de fe y amor; es Cristo cabeza quien une a todos los miembros de la Iglesia, nos hermana en la fe, cuyo vínculo es aún más fuerte que el de la carne y la sangre.
Hermanos, no podemos permanecer indiferentes ante la tragedia de los cristianos perseguidos por grupos extremistas islámicos en Irak. Son miles de cristianos los que, a causa de su fe en Jesucristo, han sido desterrados de su pueblos, privados de sus bienes y amenazados con ser asesinados; se cuentan ya por cientos los que han sido brutalmente asesinados, y miles viven bajo la amenaza de perder la vida si no renuncian a su fe en Jesucristo y abrazan el islam. El dolor se hace aún más profundo cuando comprendemos que estos pueblos cristianos han estado ahí desde el inicio del cristianismo; habían sobrevivido por casi dos mil años a un sinfín de conflictos y persecuciones, pero hoy, ya no existen más.
Un servidor quedó profundamente impresionado al leer la carta que el Obispo de Mosul (una antiquísima ciudad cristiana), le escribió al Papa Francisco para informarle crudamente: “Santidad, le escribo para decirle que mi diócesis no existe más”.
¿Y qué hace Occidente ante esta tragedia? Afortunadamente ha roto el silencio; ya diez países se han comprometido a actuar; no se puede abandonar a tantos hombres, mujeres, ancianos y niños a merced de la crueldad de grupos fanáticos que, después de erradicar a los cristianos en sus territorios, se volverán contra los que ahora enmudecen y consienten estos crímenes de odio. Cuanto nos alegraría  una posición clara de México ante estos horrendos crímenes de lesa humanidad, la voz de México debería hacerse oír sin ambigüedades y sin tibieza, ante una tragedia que no admite silencios ni demoras.
Y nosotros los católicos, ¿qué debemos hacer?, ¿cómo sentir en carne propia la tragedia de nuestros hermanos en la fe? Para estremecernos, basta leer la carta que el P. Behnam Benoka escribió también hace unos días al Papa: “... Soy sacerdote de Bartella, una pequeña ciudad cristiana cerca de Mosul. Soy Vicerrector del Seminario católico de Ankawa. Pero hoy me encuentro en una casa de campaña que hemos levantado con un equipo de médicos y voluntarios para dar asistencia a nuestros hermanos refugiados por la persecución. Santidad, la situación de sus ovejas es lamentable, mueren y tienen hambre; sus pequeños tienen miedo y no pueden más. Nosotros, sacerdotes, religiosos y religiosas, somos pocos y tememos no poder responder a las exigencias física y psíquicas de sus y nuestros hijos. Le escribo con mis lágrimas –continúa la carta– porque aquí estamos en un valle oscuro en medio de una gran manada de lobos feroces. Santidad, tengo miedo de perder a sus pequeños, sobre todo a los recién nacidos, que cada día se cansan y debilitan más; temo que la muerte se lleve a algunos. Quisiera darle muchas gracias, es más, muchísimas porque nos lleva siempre en su corazón; métanos en el altar donde celebra la Misa para que Dios cancele nuestros pecados y tenga misericordia de nosotros, y quizá aparte de nosotros este cáliz”.
Las lecturas de hoy nos piden asumir una responsabilidad frente a los malvados: denunciar su proceder perverso y sus malas obras, si callamos –nos dice la Escritura–, Dios nos pedirá cuentas del silencio cómplice.
La comunidad internacional tiene el deber de frenar a los agresores, como claramente lo ha señalado el Papa Francisco. Los medios de comunicación no pueden callar ante una tragedia que, como bien dijo el Card. Filone, enviado especial del Papa a Irak, no se trata de cifras, sino de personas concretas, mujeres, niños ancianos, que sufren una cruenta persecución, que han sido arrojados de sus hogares, que viven con miedo sin que nadie haga algo por ellos, y que, pese a todo, son fieles a su fe cristiana, no se avergüenzan del nombre de Cristo, prefieren perder sus bienes, su propia vida, antes que renunciar a quien es su vida, Cristo, Jesús, el Señor.
Los cristianos perseguidos son los nuevos mártires, son un ejemplo vivo y estremecedor de fe, a los que no podemos abandonar, pues son nuestros hermanos; con ellos –como dice san Pablo en la Segunda Lectura–, tenemos una deuda, la del amor. En primer lugar, oremos por ellos; que sepan que no están solos, que sostenemos su testimonio valiente y su martirio heroico con nuestra oración. En la Catedral lo venimos haciendo cada domingo, y pido que todas las parroquias de la Arquidiócesis de México se sumen a la oración por nuestros hermanos perseguidos.
Hoy quiero poner, bajo el amparo de Nuestra Señora de Guadalupe, a sus hijos que sufren persecución en Irak. A María la invocamos como “Madre Misericordiosa”, “Consuelo de los afligidos” y “Auxilio de los cristianos”; pues bien, a sus pies ponemos a nuestros hermanos perseguidos, para que se muestre con ellos siempre Madre, para que los proteja y los consuele, para que los fortalezca en la fidelidad a su Hijo, para que la sangre derramada de tantos inocentes sea fecunda en la santificación de la Iglesia y se convierta en semilla de nuevos cristianos.
  Desde esta Basílica y desde todo México los Cristianos de las mas diversas confesiones nos unimos al Papa Francisco en su cercanía con los Cristianos perseguidos, especialmente en Irak a quienes les dijo el miércoles pasado: “Ustedes están en el corazón de la Iglesia, la Iglesia sufre con ustedes y está orgullosa de ustedes. Ustedes son la Fortaleza y el testimonio concreto y auténtico de su mensaje de salvación, de perdón y de amor.”

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