3 abr 2015

El riesgo de los testigos protegidos( mejor dicho colaboradores)

EL RIESGO DE LOS TESTIGOS PROTEGIDOS/Editorial El Universal, 3 de abril de 2015
 En los dos primeros años de este sexenio la Procuraduría General de la República (PGR) ha utilizado a 126 testigos protegidos (colaboradores) en sus investigaciones por delincuencia organizada, un tercio del total que usó también la PGR durante todo el sexenio pasado. Es decir, de continuar la tendencia para 2018 se habrá recurrido a esta figura de forma tan recurrente como se hizo en el gobierno de Felipe Calderón.
La cifra no tendría por qué ser preocupante si no fuera por el negro historial que en México ha tenido su utilización. Varios han sido los casos de expedientes sustentados en declaraciones de testigos protegidos cuyos datos resultan ser falsos. En mayo de 2014, por ejemplo, José Salvador Puga Quintanilla, identificado como Pitufo, fue dado de baja del programa por las falsedades en las que cayó. Había sido utilizado en por lo menos 43 casos que integró la PGR durante el sexenio calderonista.
El propio ex procurador Jesús Murillo Karam, al inicio de la gestión del gobierno federal actual, anunció la revisión de la figura de los testigos protegidos debido a la gravedad de las inconsistencias y al aleccionamiento de los participantes por parte de las autoridades. Reconoció que en ocasiones sólo se beneficiaba a los criminales colaboradores.

En el año 2009 EL UNIVERSAL reportó un caso que resultó emblemático de lo fallido del sistema. Édgar Enrique Bayardo del Villar, ex alto mando de la Policía Federal, quien había confesado trabajar durante 20 años para el narcotráfico, obtuvo la cancelación de acusaciones penales en su contra, se le devolvieran bienes y recibió una compensación de 50 mil pesos mensuales. A finales de ese mismo año fue asesinado en una cafetería del Distrito Federal.
Hasta la fecha, si durante el proceso penal se aportan pruebas suficientes para condenar a un miembro del crimen organizado con funciones de administración, dirección o supervisión, la condena del testigo protegido podría reducirse hasta la mitad y cuando el testigo está sentenciado y aporta pruebas para condenar a otros miembros del crimen organizado se le pueden quitar hasta dos terceras partes de la pena que está ejerciendo.
Pero no todo cae en la cancha del Ejecutivo. Los jueces deberían elevar la rigurosidad exigida a los ministerios públicos al rechazar expedientes sustentados sólo en declaraciones de testigos protegidos. De esa manera obligaría a las procuradurías a ser más profesionales en su trabajo.

Aunque el uso de testigos protegidos sea legal en México como en otras 120 naciones, depender de ellos en el combate al crimen organizado encarna serios riesgos. La nueva procuradora general de la República, Arely Gómez, tiene la oportunidad de revisar su uso y explicar, con transparencia, cómo éste ha sido diferente durante el presente sexenio, si es que así ha sido. El Sitio donde los Politicos se miden y son medidos

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