1 jul 2015

Grecia: ahora, más Europa

Grecia: ahora, más Europa/Fernando Fernández Méndez de Andes. IE Business School.
Publicado en El País | 30 de junio de 2015
El corralito griego estaba cantado. No había alternativa. Ni para Grecia, ni para la unión monetaria. Cuando los depositantes griegos han perdido la confianza en el valor de sus ahorros, cuando depende de un referéndum que tengan euros o nuevos dracmas, cualquier persona informada prefiere guardar sus euros bajo el colchón. Una semana es una eternidad. La opinión pública sigue confiando en un acuerdo de última hora. Se citan razones geopolíticas, económicas o morales para que Grecia permanezca en el euro. Las primeras no pueden seguir imponiéndose a la realidad económica. Ese ha sido el problema griego desde el principio, desde su entrada en la UE. De las últimas, no me cabe a mí opinar, pero pienso que nada tienen que ver con el régimen monetario de un país. Hablemos de las económicas.
Le toca mover ficha al primer ministro griego y elegir entre dos opciones. Puede ceder, pedir el sí, apelar a la responsabilidad histórica y confesar que ha llegado al extremo de sus posibilidades negociadoras. Tendría asegurado un nuevo programa de ajuste y garantizado el ahorro de sus ciudadanos; pero pondría en peligro su supervivencia política, porque no cabe pensar que las denostadas instituciones modifiquen sustancialmente una oferta que él ha calificado de ridícula y humillante. Hacerlo sería invitar a un chantaje permanente y la Unión Económica y Monetaria (UEM) estaría muerta; perdida toda su credibilidad.

Si el mandatario griego acepta que se equivocó, podría emerger como un hombre de Estado y provocaría la euforia de los mercados europeos: las caídas del lunes serían apenas una anécdota. Un bonito sueño, pero poco probable. Tiene Tsipras un toque mesiánico que nos debería resultar conocido. Los líderes que creen llevar a su pueblo a la tierra prometida suelen estrellarlos dramáticamente con la realidad. Creo más bien que se pondrá a la cabeza de la revolución y Grecia terminará saliendo del euro (ya tiene padrino intelectual porque el omnipresente Krugman no ha perdido el tiempo en salir a la palestra). Tras un breve periodo de tensión en los mercados, será una buena noticia para Europa y para España porque confirmará que la UEM es una unión de reglas, soberanía compartida y transferencias condicionadas. Y dejará también claro que Europa no pretende resolver problemas geopolíticos con instrumentos monetarios y cambiarios. Para eso están la OTAN, la Política Exterior Común o la Agencia Europea de Defensa.
La Unión Monetaria tiene hoy instrumentos económicos suficientes para convertir el reto griego en una gran oportunidad para consolidarse como un espacio económico de estabilidad, prosperidad y crecimiento para los países que cumplen las reglas que nos hemos dado entre todos. En eso, por cierto, consiste precisamente la democracia, aunque los partidarios de tomar el palacio de invierno no lo entiendan. Europa debe avanzar decididamente en la integración económica y monetaria de la eurozona. Como ha hecho siempre, en todos los momentos críticos anteriores. Desde la puesta en marcha de la Unión Monetaria, en plena crisis del sistema europeo de cambios, al principio de los noventa, hasta la unión bancaria en la primera crisis del euro en 2010-2012. Europa siempre ha avanzado así y esta vez no será diferente. De hecho, lo tiene más fácil, porque hay un gran consenso sobre lo que hay que hacer a medio plazo, consenso que se ha plasmado recientemente en el llamado Documento de los cinco presidentes. Mi apuesta es que se acelerará la entrada en vigor de muchas de sus recomendaciones, que se entendían en el medio plazo.
Tres son los movimientos políticos más probables en el muy corto plazo. Y los tres muy significativos de que la construcción europea implica dos cosas que los griegos no han querido ver: cesión de soberanía y mutualización condicionada de la deuda.
La UEM adelantará el mecanismo europeo de resolución bancaria (MUR), previsto para 2015 pero con un calendario progresivo de implantación de ocho años. La directiva europea prevé esa posibilidad, mediante la capacidad de endeudamiento a través del MEDE (Mecanismo Europeo de Estabilidad) para suplir la falta de fondos nacionales. Supondrá un nuevo paso en la mutualización de la deuda bancaria europea. Para completar la ruptura definitiva del bucle perverso de crisis soberana/crisis bancaria, la UEM acelerará la recapitalización directa de los bancos, cuya solvencia última no dependerá así de la calidad crediticia de los Tesoros nacionales.
Para hacer todo esto posible, técnicamente sostenible y políticamente aceptable, la eurozona avanzará en la gobernanza fiscal dentro de un sistema de transferencias fiscales condicionadas. Se consolidará sin tardanza el Eurogrupo con carácter permanente, staff propio y embrión del gobierno fiscal europeo. Se convertirá con el tiempo en el Tesoro europeo que tanto reclaman académicos, analistas y los Gobiernos francés y alemán, aunque se hayan resistido a su concreción por miopes razones electorales que hoy parecen irrelevantes y casi irresponsables. El Eurogrupo asumirá la dirección de la política fiscal en Europa, asegurando que las políticas nacionales sean compatibles con las necesidades de la eurozona, para lo que habrá de disponer de incentivos, programas de estabilización europeos con financiación propia a través de algún activo europeo, los famosos eurobonos. Pero también de sanciones, en concreto de la capacidad para anular decisiones fiscales de los Estados miembros. Todo un reto. Pero cosas más increíbles hemos visto ya en la construcción europea estos años.
Aunque la UEM y el BCE llevan meses estudiando el plan b, que es precisamente de lo que se trata ahora, aplicarlo no puede ser inmediato. Los mercados financieros seguirán nerviosos, lo que ofrecerá una gran oportunidad de compra a los que anticipen estos cambios. No estarán solos porque el BCE actuará decididamente a su favor. Mario Draghi hará uso de su célebre “whatever it takes” para los países dentro del sistema. Lo tiene muy fácil: dispone de los mecanismos técnicos y la reciente sentencia de la Corte Europea le da argumentos jurídicos frente a los más recalcitrantes. Los instrumentos son conocidos: compras aceleradas y discriminantes de bonos públicos mediante el SMP, más intensas de aquellos bonos más atacados, y liquidez garantizada, ilimitada y a tipo cero a través de las TLTRO [préstamos condicionados a largo plazo]. Los especuladores —yo prefiero llamarles simplemente los inversores— más incrédulos con el euro tendrán enfrente a uno de los bancos centrales más poderosos del mundo dispuesto a utilizar toda la artillería. No les arriendo la ganancia, porque estoy convencido de que la tragedia griega será finalmente positiva para la eurozona: el catalizador que Europa necesitaba.

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